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‘Mis dos voces’, el documental sobre la naturaleza fluida de la identidad migrante

El documental de la cineasta colombiana/canadiense, Lina Rodríguez, hace un homenaje y a la vez abre reflexiones profundas sobre el conflicto de la identidad en las migraciones de mujeres latinoamericanas en Canadá.

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

junio 23, 2023

Cortesía Danta Cine/RayónVerde

Sólo hasta hace pocos años Colombia viró sus ojos a una realidad invisibilizada. La migración se volvió un tema del debate público recientemente cuando cambió la vocación de Colombia como país expulsor para ser ahora un país de tránsito y de destino. Curiosamente, ese cambio en los flujos de la movilidad transfronteriza permitió abrir conversaciones sobre aquellos que se fueron hace tiempo y de quienes poco se habla.

Lina Rodríguez, cineasta de origen bogotano y ciudadana canadiense, le devuelve a Colombia y al mundo una mirada sobre los conflictos de la identidad, la pertenencia y la liminalidad que componen la migración, a través del documental Mis dos voces (2023). En este, el tercer largometraje de su carrera, tres mujeres latinas son las protagonistas de un rompecabezas que se irá armando desde los más íntimos detalles hasta la imagen más amplia de sus vidas en Canadá.

En medio de la ineludible gira por festivales de cine, donde Lina exhibe tanto este documental como el largometraje de ficción So Much Tenderness (o Herida abierta en español), hablamos de sus trabajos más recientes y de lo palpable de su encuentro reflexivo con la experiencia migrante, la propia y la de sus protagonistas.

Escogiste tres historias para crear un tejido diverso que en todo caso se entrelaza en muchos puntos, ¿cómo fue ese encuentro y qué te llevó a esa decisión?

Para mí hacer cine tiene todo que ver con estar juntos y juntas como humanos. Se trata de buscar maneras de poder encontrarnos, vernos y escucharnos. La película surge de un encuentro con Claudia, que es una de las protagonistas. Conocí a Claudia en un evento latino en Toronto mientras presentaba So much tenderness, que es una película de ficción que también habla de la inmigración, de una madre y una hija colombianas entrando a Canadá. Claudia hace un trabajo muy bonito e importante, pues acompaña a inmigrantes latines que llegan a Toronto en ese proceso continuo, que nunca termina finalmente, porque todos los días tienes que aprender cómo se hacen las cosas. A raíz de ese trabajo aprendí lo que ella hacía y le pedí darme su opinión y sus impresiones. Empecé a pasar tiempo con ella, a entender su trabajo como tejedora de comunidad. Me pareció un trabajo tan bello que me dieron ganas de hacer algo para celebrarla. Le propuse que hiciéramos una película y me dijo que sí.

¿Por qué enfocarse en la experiencia de las mujeres que migran?

Al pasar tiempo con Claudia empezamos a conversar sobre el rol de las mujeres y su proceso de llegada. Por alguna razón, en muchos casos las mujeres terminan teniendo un rol muy protagónico en los procesos de inmigración de sus familias porque tienen una capacidad más rápida de reinventarse. Irte de un lugar y llegar a otro requiere de empezar a veces desde cero. Yo quería concentrarme en mujeres y le pregunté a Claudia si podía conectarme con quienes ella hubiera acompañado. Ahí me presentó a Marinela y a Ana. Empecé a hablar con ellas y encontré contrastes, pero también refracciones y reflejos, los ecos que hay entre las historias. También fue algo que partió de mi propio camino en la inmigración. Obviamente todas tenemos historias muy distintas, pero al conversar con ellas encontré cosas que me interesan por mi mismo proceso, como la relación con el lenguaje, con la cultura, la conexión y desconexión con Colombia y con Canadá, las cosas que uno se trae, las distintas maneras de haber sido atravesadas por la violencia. Todos esos puntos de partida de las conversaciones hicieron surgir en mí el interés por conversar más con ellas mucho antes de que empezáramos a filmar. Ahí empecé a darme cuenta de que había ciertos hilos que las conectaban en ese camino de la inmigración, que insisto, es un proceso que no termina.

Hay algo bello en el documental, que justamente le da el título, sobre esas dos voces que se encuentran en un lugar fronterizo de la identidad, ¿cómo se reconcilian esas voces?

Uno de los regalos que me trajo la inmigración, que en mi caso fue un privilegio porque decidí irme, no me tocó, fue darme cuenta de que se abrió un espacio lejos del deber ser con el que yo luchaba tanto en Colombia. Cuando uno sale siente que tiene un espacio para empezar a pensar que una no es una, sino que una es muchas. De cierta manera, en mis películas de ficción yo había estado lidiando con eso, con cómo hace uno para saber quién o cómo hace uno para lidiar con otros cuando creen que uno debe ser una cosa y no otra. Creo que con la inmigración también viene la cuestión de estar en un lugar entre lenguajes, entre culturas, entre voces, pero también entre tiempos. Eso se empieza a cristalizar en ese sentimiento de sentirse entre espacios y entre tiempos, y también en que el tiempo no es una cosa lineal, sino que uno siempre carga el pasado, pero obviamente eso no sólo les pasa a los inmigrantes.

¿Cómo fue hacer un documental luego de dedicarte a la ficción?

Empecé a querer hacer la película con la idea de hacer algo alrededor de Claudia y esa idea de alrededor es muy importante para mí. Yo no quería hacer una película sobre la inmigración o sobre las mujeres inmigrantes o sobre ellas tres, porque me parece que cuando uno hace algo sobre, de cierta manera te paras encima de eso y yo no quería hablar por ellas. Este es mi primer documental y a veces uno escucha que la gente dice que quieren darle voz a los que no tienen voz, y pues bueno, ellas tienen voces que son muy propias. Yo no quería hacer una película ni sobre ellas ni para darles voz, sino alrededor de ellas para tratar de buscar una manera de articular ese espacio liminal del que yo también hago parte. Es un proceso individual, pero también se vuelve parte de un coro o de un proceso colectivo donde muchas de nuestras historias se encuentran, se entrecruzan. Sentí que mi manera de aparecer en la película era articulando el cariño que siento por ellas y mi resistencia a definirlas.

El documental te para ante pequeños detalles que te cuentan algo que no entiendes del todo, ¿por qué llegaste a esta decisión estética de contar así a las protagonistas?

A veces hablando de lo pequeño uno también puede hablar del todo. No quería concentrarme solamente en las historias mayores, sino en los retazos, por eso la película funciona también como una colcha de detalles que a veces parecen insignificantes. Vamos hablando de una identidad que es híbrida, que es múltiple y que se va transformando en el tiempo, y de la cual también hago parte yo. La decisión vino de mi interés en general con el quehacer cinematográfico, que para mí es también una forma de desarrollar una propia voz, una forma de hablar de cómo veo yo, y cómo a veces ver no es tan fácil como parece. Me parecía importante, no por una razón académica, sino por una razón afectiva. No quería definirlas. No quería hacer un retrato donde yo dijera ‘estas personas son así’, no quería crear una estructura lineal donde una cosa correspondiera con la otra. Me interesaba complejizar esta idea del conocimiento. No quería dar esa satisfacción de crear una especie de producto o una historia consumible, sino buscar una forma que fuera recíproca a la generosidad que ellas me dieron.

Esa invitación a la audiencia se descentra de lo que espera de la pantalla y da paso a la escucha

Claro. Mi intención fue empezar por los detalles, concentrarme en las manos, en las labores domésticas, las familiares. La estructura visual estaba muy clara en mi cabeza. Quería empezar con las manos y poco a poco que la película se abriera hasta llegar a sus rostros y hacer una especie de retrato familiar. Pensé que, si en últimas no podía hacer una película, por lo menos les podía dar un regalo donde salieran sus familias y ellas. A raíz de querer filmar de esa manera, decidí grabar las conversaciones por separado porque hay una diferencia en el espacio que uno crea cuando se pone una cámara y hace preguntas difíciles. Esa decisión de separar la grabación de sonido de la imagen tenía la intención de ser recíproca, cariñosa y también respetuosa con esa generosidad de ellas. Eso generó un espacio de escucha mucho más íntimo. A veces me preguntan ‘¿cómo hiciste para que ellas te contaran todo eso?’, pero mi objetivo no era sacarles las historias, sino que fue parte del proceso humano de intercambio y de encuentro que se dio durante un tiempo. Sí hay un espacio mucho más íntimo que se crea cuando filmamos las imágenes y después las conversaciones. Creo que eso genera una invitación a escucharlas.

Has mencionado esa hermandad entre tus dos últimas producciones, una es este documental y la otra una ficción, ¿cómo se conectan las dos?

Mis dos voces surge como un regalo. Para mí hacer cine no es solamente una plataforma para que yo busque una manera de desarrollar una voz o de comunicarme con el mundo. Lo que espero y trato de hacer con mi compañero Brad, que es el productor de mis películas y mi compañero en la vida, es buscar maneras de no replicar formas industriales de hacer ese cine que intenta sacar historias de los otros para uno. Hacer cine es dar un regalo, no solamente [un regalo] para mí que la vida me daba, sino un regalo que uno le puede dar a otros y a otras. Mis dos voces es una ramita de esta otra ramita que surgió gracias a Herida abierta. Las dos terminan siendo mis dos primeras películas que hago en Canadá. También tienen una relación en el sentido de que invitan o fuerzan al espectador y a la espectadora a compartir el sentirse desubicado. Me parece que está bien que a veces uno no sepa en dónde está y quién habla, porque creo que esos espacios te permiten pensar en otras cosas. Parte de la estética invita a las personas a ojalá sentirse un poco cómodas con la incomodidad de no saber en dónde está uno, en esos ecos.

¿Estos son los ecos que encuentras en esa experiencia común de quienes migran?

Lo siento como un eco. Que uno esté en Toronto y salga y hables en inglés, pero en WhatsApp, con tu familia, hables en español, tienes amigos y amigas con los que hablas en Spanglish y siempre estás navegando distintos territorios emocionales, pero también geográficos, así no estés saliendo de Canadá. Uno lleva mucho de Colombia, carga con eso y creo que pasa en Mis dos voces. Así tú veas a una persona tejiendo algo en el ahora, están hablando de una cosa que les pasó antes. El pasado y el presente colapsan porque el tiempo no es lineal, uno no siempre está en el presente hablando del presente. Uno a veces está en el presente pensando en el pasado, y el pasado y el presente están entrelazados y también afectan el futuro, creo yo.

¿Cómo aporta tu experiencia migrante a la forma en que retratas estas historias?

Mis dos voces es 99% en español. Para mí eso tiene que ver mucho con este espacio liminal de ser inmigrante. Yo también soy canadiense y ahora me toca empezar a repensar qué es ser canadiense, cómo se ve la gente canadiense. Claudia, Marinela y Ana son canadienses. En ese contexto se trata de empezar a hacer una especie de reencuadre sobre las distintas maneras de ser y verse canadiense. Yo creo que cuando uno migra se abre algo que no se cierra y que en muchos casos te da muchas oportunidades. En mi caso me da la oportunidad de buscar espacios para liberarme un poquito de lo que se debe ser, pero tampoco es tan perfecto porque cuando llegas a otro espacio, otros y otras te ven de cierta manera. Hay todo un estereotipo alrededor de lo que es ser latino y latina, y con Herida abierta yo quería subvertir un poquito los estereotipos de cómo se ve ser latino y latina, por lo menos en Norteamérica, y qué tipo de historias de inmigración se cuentan. Esta es una película de ficción que explora la imposibilidad de uno sentirse establecido en algún lugar, entonces muestra a esta mujer cruzando la frontera entre Estados Unidos y Canadá en el baúl de un carro. Yo quería buscar una manera articular cómo uno carga con el pasado del lugar de donde viene y cómo finalmente uno está caminando en tierra movediza pues es muy difícil sentirse establecido. Siempre estás entre aquí y allá.

¿Cómo relacionas este documental con las experiencias de esa diáspora colombiana de la que poco se habla?

Al irse de Colombia termina uno suspendido en un limbo. Me volví canadiense, pero finalmente no perteneces, pero sí perteneces. Es un espacio liminal de identidad, de territorio emocional. Por ejemplo, en cuanto a lo cinematográfico, a mí me ha pasado que, a través de los años, conociendo a otros realizadores colombianos que están fuera de Colombia, empieza uno a sentir una especie de acompañamiento de esa perspectiva, como de la diáspora, aunque hagamos películas muy distintas. Es como, ‘ah claro, es que yo estoy en la diáspora’. Y hay mucha gente que tiene amigos, amigas, familia, vecinos que se han ido. Es esa parte, esa sombra de Colombia que de pronto no se ve, pero es muy interesante porque Colombia es un país que siempre ha tenido personas dislocadas por la violencia. Tanto movimiento de gente a través de la geografía nacional tratando de volverse a reubicar en un espacio que no es de ellos, así sea el colombiano. Ahora ocurre con las personas que salen de Venezuela. En fin, es una cosa extraña que negamos.

¿Nos hace falta contar nuestras propias historias de migración bajo otras narrativas?

Otros países se cuentan más a sí mismos, como sus historias de migración. Mucha gente vive fuera de Colombia, pero no hay tantas historias. Creo que es bueno contar esas historias porque todas esas narrativas gringas y hollywoodenses finalmente terminan recolonizando nuestras mentes. Son historias de inmigración que son súper trágicas donde somos víctimas o vivimos el sueño americano y de alguna manera esas narrativas se han absorbido. Me parece lindo que haya distintas perspectivas de la diáspora colombiana empezando a contar un poco cómo se siente eso, porque esa es una experiencia múltiple. Más personas se relacionan con la temática de la migración porque cada vez hay más personas en estos procesos de tránsito.