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Los rostros del suroeste antioqueño frente a la minería

Los habitantes de Jericó siguen en su lucha por la defensa del territorio ante la compleja presencia de la minera AngloGold Ashanti

Por  LUIS RÚA

septiembre 2, 2020

Profunda indignación expresaron los campesinos del Suroeste, señalando que nunca se les habló con la verdad respecto a un distrito minero.

Cortesía

Antes de la llegada de AngloGold Ashanti al suroeste antioqueño en 2004, la comunidad de Jericó vivía serena con su vocación, una especie de remanso de paz, lejos del conflicto armado o la delincuencia común; sin embargo, esa tranquilidad cambió, y no precisamente por la pandemia. Esta fue en síntesis la narración que precisó Monseñor Noel Londoño, respetada autoridad de la Diócesis de Jericó, el día de su cumpleaños 71, sobre una región agrícola recordada principalmente por la Madre Laura y su atractivo turístico. 

El señor obispo reúne con precisión milimétrica la opinión de diversos actores contrarios al proyecto minero, indignados e inconsultos ante el raudo avance de un distrito minero, en una región atravesada por la falla geológica El Romeral de Fredonia y perforada por la zozobra causada por un proyecto que parece no tener freno. Monseñor Noel, quien no se declara antiminero, no solo ha escuchado el clamor ciudadano, además reconoce el aprovechamiento de la empresa minera para llenar algunas responsabilidades que debiera desempeñar el gobierno local. De hecho, admite haber aceptado reunirse con la empresa en diversas ocasiones para conocer su visión y tomar partido objetivamente. Dichos encuentros infructuosos se han constituido en un intento tras otro de convencer al obispo de aceptar apoyos, sirviéndose de las necesidades de su comunidad, espiadas por años por la minera, y así apagar el sentido opositor de una figura que goza de gran respeto, y quien no duda en señalar la incompatibilidad patrimonial, ambiental y cultural de la zona para tal destino.

No se equivocan quienes, como Monseñor, advierten del gran patrimonio arqueológico y biodiverso de la zona, cuna de 7 especies endémicas de aves, y lugar de santuarios como la Cumbre de la Virgen, con 276 especies de aves que atraviesan el museo a cielo abierto tal vez más grande del país, y que expone la tradición ancestral tallada sobre la roca de una cultura prehispánica, concentrada en el casco urbano y nueve veredas del municipio de Támesis. Su inmensidad y secretos merecen la presencia de un guía turístico, que narre esa riqueza desde su cosmogonía, mientras se apoya a una economía sostenible para la región, el turismo. Uno de ellos es Cristian Zapata, originario de la comunidad Emberá Chamí, del resguardo ubicado entre las veredas Nudillales y La Mirla, compartiendo con propios y visitantes su cosmogonía desde la que explica nuestra relación con la naturaleza, en una zona que lleva grabados más de 631 petroglifos y una riqueza hídrica enorme, comprensión cósmica que también se expresa en las artesanías, collares, brazaletes y canastas tejidas a mano alzada en los resguardos.

Esta labor no es única en el resguardo Miguel Cértiga Tascón en La Mirla, también se encuentra en los demás resguardos de la etnia Emberá Chamí del Suroeste, el Marcelino Tascón en Valparaíso, el Hermeregildo Chakiama en Ciudad Bolívar, el Bernardino Panchí en Pueblorrico y el Karmata Rua entre Jardín y Andes, que aunque dependen de actividades económicas diversas, como los trapiches y la porcicultura, aún conservan sus tradicionales artesanías donde nos cuentan su visión del territorio y sus intrincadas interacciones.

Es natural que quienes recogen sus cosechas, pescan de sus propios lagos y beben de sus propias aguas, sientan dolor al ver que la tierra que les da el sustento y resguardo a sus familias, está a merced de intrusos, quienes a través de su músculo económico e influencia han venido comprando un territorio fundamentalmente citrícola, cafetero y ganadero, privatizando poco a poco las rutas ancestrales de libre acceso que antes  permitían a campesinos acceder a su sustento diario, como Martha Quiñones, presidenta del acueducto multiveredal Acuebuga de Jericó. 

Cada semana Martha, en compañía de la junta del acueducto, visita la bocatoma de La Coqueta para hacer limpieza, y así garantizar el suministro del líquido vital a más de 1500 campesinos. Esta labor ha tenido lugar por más de 40 años cruzando el camino de servidumbre por Quebradona Arriba. Sin embargo, ahora ella necesita pedir una “boleta de entrada” a AngloGold entregando tanto sus datos personales como los de sus acompañantes asistentes, principalmente miembros de la junta, para poder ingresar, violando el derecho a la privacidad. 

Además de la estigmatización por la toma de sus datos, la incansable líder social y cabeza de hogar con 7 hijos, señala que ha sido objeto de burlas y descréditos por parte de Corantioquia, por su condición de campesina y piel morena, en donde una solicitud suya para una concesión de agua para el acueducto multiveredal en la vereda La Pista lleva cerca de dos años sin avanzar, en tanto que a AngloGold ese tipo de trámite le toma menos de 6 meses para ser resuelto por la corporación. 

Ni Corantioquia o la Alcaldía de Jericó, esta última famosa por sus convenios y  rendiciones de cuentas de la mano de la minera, han sido las únicas autoridades confrontadas por los campesinos, también lo fue la vicepresidenta de Colombia, a quien don Gustavo Arboleda, campesino de la vereda la soledad, instó a abandonar su escritorio en Bogotá y acercarse al territorio que está concesionando el gobierno nacional, luego de que fuera invadido en 2004 por una multinacional sudafricana con la supuesta intención de realizar estudios de suelos que les permitieran mejorar la agricultura, como confirman Jhon Wilmar de la finca cafetera la Nohelia, Porfirio, Emilse, William y otros campesinos. En aquel tiempo la empresa minera se concentró en ganar la confianza de los pobladores para iniciar su actividad de exploración y comprar fincas en Jericó.

La compra de terrenos no es un hecho aislado, predio que sea de interés estratégico y que esté a la venta, predio que es comprado o rentado desde la minera o por terceros, con una baja tasa de rechazo a tan imponentes oferentes, quienes no se detienen a revisar si cursan procesos de extinción de dominio, como el de la finca San Antonio, con RA 01782 del 15/09/2017. 

Algunas fincas como La Candelaria están al parecer rentadas, como se vio en la última visita de la Veeduría Jhon Jairo Arcila a la zona donde la multinacional quiere construir lo que serían las instalaciones para la extracción del oro, el cobre y la plata; luego de que les fuera negado el ingreso a los veedores por la entrada principal de una de las fincas, a pesar de tener la autorización constitucional que tienen las veedurías para vigilar la correcta disposición de recursos del Estado, como el subsuelo afectado por la actividad minera, los veedores ingresaron por servidumbres y pudieron comprobar que en La Candelaria está instaladas varias plataformas de perforación minera.

Es tal el grado de cooptación de la minera en el territorio que ha llegado a suscribir convenios privados con el Ministerio de Defensa con el objeto de proteger sus infraestructuras mineras y con la presencia militar y policial en el territorio, amedrentar a los campesinos ante posibles levantamientos en una zona que por años estuvo bajo la tutela de originarios y campesinos, pero que ahora se sienten intrusos en sus propias tierras, hoy en peligro inminente, igual que el río Cauca que las cruza, y cuando las denuncias soportadas en la legalidad parecen un grito al vacío. Pero esto puede cambiar.

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