Lali en la tapa de Rolling Stone: Disciplina y diversión con la diva soñada del pop argentino

Entre viajes a España, grabaciones de La Voz Argentina y noches en el estudio para cerrar su quinto álbum, la actriz y cantante supera la crisis de los 30 descubriendo quién quiere ser y viviendo su fantasía pop

Por  EMILIO ZAVALEY

julio 5, 2022

Foto: GUIDO ADLER

Guido Adler

Lali Espósito no tiene que hacer mucha memoria para recordar la primera vez que actuó. No habla de su debut profesional como actriz, a los 10 en la serie Rincón de luz, uno de los éxitos de la factoría Cris Morena. “Fue alrededor de mis 6 o 7 años. Lo tengo registrado en VHS”, dice. “Yo competía en patín artístico, en el Interclubes para el Club Bristol de Parque Patricios, y fui a recibir mi puntaje frente al jurado. De pronto descubro a Beto, un padre del club que filmaba los eventos para venderlos a las familias. Se ve cómo miro a la lente de la cámara, noto que me está filmando y empiezo un acting interminable de cansancio y de que había dejado la vida en mi labor como patinadora. ¡Un acting abrumador! Yo había llegado a la posición totalmente normal. Así que ya se podía ver que era una mentirosa serial –acota entre risas– y que tenía ganas de actuar desde muy chiquita”.

Veintidós años después, sentada en el sillón rojo al lado de Mau y Ricky, Soledad Pastorutti y Ricardo Montaner durante las audiciones a ciegas de La Voz Argentina también sabe que las cámaras la están enfocando, pero no hay un acting abrumador: lo que se ve es a una Lali que se apodera del primer programa del reality de Telefe siendo auténtica y espontánea mientras maneja los tiempos televisivos como no lo hace ninguno de sus compañeros. Esa noche, estrenó el bloqueo –un nuevo recurso en el certamen de canto conducido por Marley– para que los hijos de Montaner no se quedaran en su Team con el participante Tomás Sagués, que cantó “Entre nosotros” de Tiago PZK y Lit Killah; entregó varios momentos efusivos que al otro día fueron meme en las redes sociales; y se emocionó escuchando la historia de Estef Figueroa, que después de interpretar “Sweet Dreams”, de The Last Shadow Puppets, contó su pasado como víctima de bullying. 

FOTO: GUIDO ADLER

Cuando Estef, teniendo la posibilidad de ir con Montaner padre o sus hijos, eligió el Team Lali, ella salió corriendo de su sillón a abrazarla, le dijo por qué era tan importante que pudieran trabajar juntas y pidió conocer a sus padres en el backstage. En ese momento que intenta emular cierta intimidad, pero con miles y miles de televidentes atentos a cada palabra, Lali le dijo a Estef: “La música una no la puede esquivar. O se dedica o se dedica”.

Después de seguirla por varios días de la primera semana de junio, mientras grababa La Voz, ensayaba para el Disciplina Tour –que comenzó el 23 y 24 de junio con dos fechas sold out en el Luna Park– y buscaba cerrar los temas que serán parte de su quinto disco, esa frase no suena a guion de reality: ella se dio cuenta de que no podía seguir esquivando el pop y que debía dedicarse por completo a ese sonido en su carrera solista.

También en cada aspecto de su vida personal busca ser lo más genuina posible. Después de pasar 20 años en la industria del entretenimiento, dice que a los 30 descubrió quién quiere ser. “Creo que hoy estoy mucho más atenta a ser mejor amiga, mejor hermana. Me era imposible no ser tan egoísta. Antes mi vida era una vorágine de laburo. Me validaba a través de mi laburo sin querer, sin darme cuenta. Y, por ende, abandonaba mucho lo personal”, dice Lali mientras se toma una cerveza Corona –su favorita–, come unos palitos salados y se tapa las piernas con el hoodie negro oversize que lleva puesto. 

Viene de un día larguísimo, en el que tuvo jornada de grabación de La Voz Argentina en Martínez y luego cruzó hasta San Telmo para hacer la producción de fotos para esta nota de Rolling Stone en el estudio de Guido Adler. Debe llevar más de catorce horas despierta y además de seguir espléndida me habla relajada, sin ninguna marca del cansancio que cualquiera tendría cargando en sus espaldas una agenda tan apretada. Y aunque no tenga un hueco y el mejor plan podría ser irse a descansar, elige no perderse el cumpleaños 60 de Marley y ser el alma de la fiesta. O, antes de definir el calendario de shows para su tour, chequea que ninguna fecha coincida con el cumpleaños de alguna de sus amigas. 

Foto: GUIDO ADLER

“A los 30 yo conecté… quizás es hasta negativo, pero conecté con el miedo que da crecer y decir: ‘¿Yo soy solo esto?’ o ‘Cuando no tenga esto, ¿voy a ser una persona querida, valorada o respetada?’. Que me respeten de corazón mis amigos, no que me respeten por lo que logré. Que me respeten a mí, ¿viste? Creo que la crisis de los 30 viene por mirarte al espejo y decir: ‘Todo muy lindo, el make up que me pongo todos los días. Me encanta, pero posta, ¿qué hay detrás? Sin mentirme, sin que me lo tengan que decir los demás. ¿Yo que veo? Y esa es una pregunta que te pone medio en jaque”, dice Lali y se vuelve a estirar para agarrar otra vez la botellita de cerveza de la mesa  de vidrio frente al sillón. 

Tres días después del primer encuentro, Lali me dice que suba a su camioneta negra. Por fuera el vehículo está impecable y por dentro está lleno de cosas –bolsos, camperas y zapatos– que terminarán en el baúl antes de que arranquemos el viaje de Núñez a Palermo. Mientras esperamos que el semáforo de Iberá y Cabildo se ponga en verde para seguir nuestro camino a un estudio donde la esperan el productor Mauro de Tommaso y Galán –el álter ego artístico de Martín D’Agosto, que colabora con ella en la composición–, me cuenta que los tracks de la primera trilogía que lanzó durante el último verano, “Disciplina”, “Como tú” y “Diva”, los grabó todos en 2021 en Buenos Aires. Aunque rápido aclara que las voces finales de “Diva” las grabó en Madrid y que la mayoría de los temas inéditos que me hizo escuchar hasta ahora se hicieron en la capital española, con su equipo de trabajo viajando para meterse en el estudio las horas en que ella no estaba rodando Sky Rojo, la serie de Netflix. De ahí viene “N5”, que se lanzó en la previa de sus fechas en el Luna Park al cierre de esta edición. Además, entre otros temas que me mostró hay uno que por sonido y letra parece un Lady Gaga meets Babasónicos, hay un R&B mid-tempo y sensual, y otro que samplea el “¡¿Quiénes son?!” icónico de Moria Casán. Todos tienen nombre, pero su equipo me pide que no los ponga en la nota porque hasta el momento del lanzamiento todo puede cambiar.

Cuando habla del disco, se le ilumina la cara. “Es que estoy chocha”, dice. “En realidad, todavía estoy en bolas. Ayer me dijo el presidente [de Sony Music Argentina] Damián Amato: ‘¿Cuándo hacemos una escucha y me definís cuál es tu disco?’. ‘Pará, no lo tengo’, le dije y él me respondió: ‘¿Cómo <<pará>>? Ya lo tenés que ir teniendo’”. Pero si a Lali le cuesta poner un deadline a este disco no es porque sus múltiples obligaciones le saquen tiempo, sino porque está viviendo una experiencia que hasta ahora no había tenido en su carrera. 

Foto: GUIDO ADLER

En el estudio, Lali baila contra la pared. Al lado está Galán, que gesticula cada parte de la canción que suena –una base house bien arriba sobre la que ella canta por qué le gusta poner su casa para hacer fiestas, un track al que todavía le falta completar la letra– y sentado frente a la computadora y los monitores está Mauro de Tommaso. Juntos llevan hechos una buena cantidad de tracks, que seguramente no lleguen a entrar todos en el disco. Pero las jornadas de grabación entre los tres no son solo trabajo y trabajo. Quizás una noche pueden pasar horas hablando de la vida, escuchando música o invitando amigos. “Siento que, si hubiéramos ido juntos al colegio, hubiéramos compartido banco”, dice Lali de su productor y la complicidad se extiende con Galán, que conectó rápido con la esencia de la cantante. Sin conocerse de antes, se dieron cuenta que los dos crecieron escuchando la misma música.

Productor de Nicki Nicole y Jimena Barón, entre otros artistas, y A&R de Sony Music, De Tommaso siempre quiso trabajar con Lali. No solo porque la conoció cuando él trabajaba con los 3 Música (con los que Lali hizo su primer disco A bailar): su ídolo máximo es Max Martin, el productor sueco estrella del pop de los 90 y los 2000 que hizo hits para Britney Spears, Backstreet Boys, Katy Perry y Taylor Swift, entre otros. De Tommaso fue quien propuso sumar a Galán, también seguidor del trabajo de Max Martin y fanático de Britney Spears. En el estudio, entre risas y floreros convertidos en vasos enormes de Fernet con Coca, se autodenominaron “el triunvirato del pop”. 

El verano 2022 se rompió cuando Lali lanzó “Disciplina”, un dance-pop que arranca con una línea de un bajo gordo, intenso y pegador y un video en plan rave sadomaso en la que cualquier fantasía es posible. Es muy diferente a lo que está sonando en las pistas y lo que sugiere el algoritmo de las plataformas digitales. Incluso el video tiene una coreo a lo Lady Gaga pensada más desde el pop clásico que desde los challenges de TikTok que ahora todos quieren instalar cuando lanzan un tema. 

Aunque le encanta toda la movida reggaetón full perreo y trap de la nueva generación de artistas regionales, después de dos discos (Brava y Libra) en los que probó cómo se sentía en esos ritmos y marcada por esta etapa en la que definitivamente tomó las riendas de cada aspecto de su vida personal y profesional, ella no podía hacer otra cosa que pop. Hay algunos updates y links a la actualidad, pero inevitablemente en su nuevo trabajo se alimenta de lo que sonó en los 90 y principios de los 2000. “Tiene un sonido así. Pero adrede, porque es el pop que siento. Yo soy re eso. Yo bailé toda la vida eso. Me define bastante –dice Lali mientras mira el GPS que le indica que sigamos por Cabildo hasta Ángel Carranza–. Traer eso a algo moderno es un poco el flash de este disco. Porque, aparte, todo ese sonido va a volver. Viste que todo es cíclico”. 

“La primera vez que hablamos dije: ‘Hagamos un disco como Blackout [de Britney Spears]’ y ella me respondió: ‘¡Faaa, me encanta! Siempre pensé en eso’”, dice De Tommaso sobre quizás la única referencia directa que se pusieron a la hora de trabajar. Pero el disco más influyente que entregó Spears en 2007, una obra maestra que hizo mientras su vida estaba en un pico de conflictividad, no fue una guía de cómo debía sonar este nuevo material de Lali. “[Dijimos] Blackout como un ejemplo de cambio sonoro. Lo que estamos haciendo no es que suene como ese disco, lo que hacemos representa una transición”, explica Galán. “Blackout es más personal que Britney Jean, el disco que Britney promociona como el más personal. Este álbum de Lali es una expresión de libertad después de haber pasado por otros álbumes en los que siguió más instrucciones”. Tanto De Tommaso como Galán están convencidos de que el título del disco tiene que ser Lali.

Foto: GUIDO ADLER

Su carrera solista se inició después del fenómeno Teen Angels, la banda que se desprendió de Casi ángeles –la última ficción que hizo bajo las órdenes de Cris Morena–. Cuando algunos integrantes de la industria musical iban a ver cualquiera de los shows que Teen Angels dio entre América Latina e Israel, todos le decían que ella tenía que seguir su camino propio. En parte porque veían cómo dominaba cada centímetro del escenario y también porque sabían que escribía sus canciones y se ocupaba de cualquier detalle que tuviera que ver con su participación en la banda. Pero también esas personas le caían con ofertas de sellos que, se dio cuenta, pretendían marcarle el camino de lo que debía hacer. Y si iba a abrir un nuevo carril en su vida profesional, no quería seguir los deseos de ninguna otra persona más que los suyos. 

A bailar, su disco debut, fue una producción independiente. Se acercó a los 3 Música –los productores que conoció trabajando para Cris Morena– y se metió en el estudio para sacar canciones de las que muchos dudaban. “Suena muy gringo”, le decían, como si desde el fin del mundo no se pudieran hacer música y videos como los que ella creció viendo en MTV. No le importaron esos comentarios y lanzó un disco que desde el comienzo, con “Asesina” e “Histeria”, los primeros dos temas, se siente como un big bang para el pop local. Y cuando llega el track que le da nombre al álbum el círculo se completa: nunca una artista había sonado tan natural en un estilo hasta ese momento considerado inmaculado, que pocos se atrevían a replicar porque pertenecía a Madonna, a Britney y otras íconos pop de Estados Unidos. Y todo esto sin un gran sello detrás.

“Es el que más orgullo me da porque es un disco que se la jugó y que también me marcó. Yo no sabía quién era musicalmente. Había hecho cosas infanto-juveniles, Teen Angels y estos productos de tele que tenían música, que a mí me enseñaron todo: la experiencia de un escenario detrás de otro, las giras, todas esas bizarreadas las viví gracias a esos proyectos televisivos, que me dieron la confianza para que un día me metiera en un estudio a grabar mi música y que no me pareciera ajena esa situación”, dice Lali. 

Foto: GUIDO ADLER

Su instinto no falló: A bailar fue muy bien recibido y en los Premios Gardel 2015 ganó las categorías Mejor Artista Femenina Pop y Mejor Álbum Nuevo Artista Pop. Al poco tiempo, Sony Music le ofreció un contrato y la discográfica lanzó una versión bonus del disco. 

Después, en el medio del fenómeno de Esperanza mía, su protagónico con Pol-ka, Lali trabajó en Soy. Para ella es su mejor disco –“sacando este que estoy haciendo ahora”, aclara–. “A nivel producción musical es el mejor. Yo de A bailar a Soy crecí. Aprendí”, dice sobre un trabajo marcado por el electropop en su columna vertebral, con toques del dubstep que empezaba a dominar el pop global (como en “Único”) y que le engrosó el repertorio para seguir conquistando plazas del país y la región con su show en vivo.  “Me dio muchas satisfacciones y es un disco con el que se me tomó más en serio que con el primero, a nivel industria musical”. 

En Brava (2018), que también tiene un inicio imbatible (“OMG”, “Tu novia”, “Besarte mucho” y “Somos amantes”), se escucha a una Lali más parecida, al menos en el plano vocal, a la que suena ahora, pero quizás el sonido no la representó tanto. “Es un disco más adulto para mí, sin embargo también es muy de industria. Quizás corresponde a un momento. Es mi disco más urbano”, dice ella sobre Brava, que tuvo colaboraciones de Mau y Ricky, Abraham Mateo, Pabllo Vittar, A.Chal y Reik. 

Su último disco, Libra, empezó a mediados de 2019 con el lanzamiento de “LALIGERA”, un tema de una veta muy personal desde la letra. Sin embargo, en el resto del álbum se profundiza esa exploración urbana, como si hubieran querido homogeneizarla para que sobresaliera. Trabajó con los productores más renombrados del mercado latino (de Julio Reyes a Tainy) y escribió una canción con Fito Páez (“Una esquina en Madrid”) cuando ya estaba instalada en España para el inicio del proyecto Sky Rojo. En 2020 llegó la pandemia de Covid-19 y, sabiendo que no había chance de salir a presentarlo, por el contexto y también por su agenda, decidió que debía lanzarlo igual: “Yo hubiera podido esperar, pero soy muy ansiosa con estas cosas y, si yo lo esperaba, no lo sacaba. Soy muy de los momentos de mi vida y como que hago cosas que tienen que ver con cómo me siento y Libra estaba rasguñando una cosa anterior mía”. 

Antes de ir al estudio, Lali estuvo ensayando en un gimnasio de Núñez para el Disciplina Tour, que comenzó el 23 y 24 de junio con las fechas en el Luna y sigue por Mendoza (el 9 de este mes), Bahía Blanca (el 15), Mar del Plata (el 16), La Plata (el 17), Santa Fe (el 22), Córdoba (el 31), Rosario (el 31), Salta (el 4 de agosto), Tucumán (el 6/8), Uruguay (el 13/8), Chile (el 16/8), Río Cuarto (20/8) y cerrará el 27 de agosto con el tercer show agotado en Buenos Aires, esta oportunidad en el Movistar Arena. Cuando llego al gimnasio, están haciendo la pasada de “Lo que tengo yo”, de Libra, que en lugar de esa dominancia de un beat que invita al meneo, tiene arreglos que lo acercan al sonido que Lali quiere llevar al frente ahora. Todas las canciones se meten en ese flow de pop clásico, con una necesaria cuota rocker “porque en el vivo todo es más power”. 

En cada venue que vaya, Lali va a tratar de que el público se sienta en el mismo lugar en que se desarrolla la fiesta del video de “Disciplina”, con imágenes en plano fijo de fábricas oscuras, engranajes funcionando y cadenas que se mueven. “Quiero que te sientas en esa rave. Tiene toda esa cosa metálica, medio trash… que en las dos horas de show bajes a este sótano donde pasa todo esto y después cuando salgas finjas demencia, como hacemos todos en la vida real”, dice. “Este lugar que propone el video y por ende el concepto del show es un lugar donde flasheás la que vos querés y nadie te juzga”.  

Tomando aire después de una pasada de once canciones, Denise De La Roche, la coreógrafa con la que trabaja desde el primer show de su etapa solista, cuenta cómo se maneja Lali en la previa de cada gira y la dedicación que le pone. “Ella une todas las áreas”, dice. “Se compromete con cada cosa que hace. Desde lo coreográfico, desde lo artístico y desde lo técnico; en todo está super atenta y eso la hace la número uno”.

“Estaba armando un tour cuando nadie sabía que estaba armando un tour”, reconoce la cantante, que por primera vez será la directora del show. Tenía tan claro cómo quería que fuera el Disciplina Tour que la decisión de ocupar ese rol se terminó dando de manera natural. 

Lali asegura todavía no ser consciente de que volverá a vivir “la energía de esta cosa nómade y viva del concierto, del tour”. Durante la pandemia, con disco nuevo, rechazó varias ofertas para hacer shows vía streaming. “Para mí el concierto es contacto, y si no iba a haber eso, yo prefería esperar. Obvié la pandemia a nivel shows para volver con algo full piel, full contacto”.

“Me estoy cagando de frío hace tres años. Estoy en pleno invierno hace tres años. Eso es feo”, dice Lali entre risas, sin ocultar las ganas reales que tiene de estar tirada en una playa panza arriba con un trago en la mano y disfrutando de un verano caluroso. “Vengo de hacer una serie donde fingíamos verano, con nosotras tres [ella y sus compañeras Verónica Sánchez y Yani Prado] en pelotas. Tres víctimas de trata que se escapan de un club, vestidas como prostitutas, y así encarábamos escenas en pleno invierno europeo. Diciembre, enero. Menos 5 grados y nosotras en tiritas en el medio de una ruta, ¿entendés? Siento que me hice de hierro ahí. Si no terminé internada es como que el frío de acá me parece una boludez. ¿Viste? Un poco me preparó para afrontar el invierno de acá”. 

Su regreso a Buenos Aires fue a comienzos de mayo. Viene de pasar otra temporada de trabajo en Madrid grabando la tercera temporada de Sky Rojo, la ficción de Netflix en la que interpreta el papel de Wendy, una de las tres mujeres que deben huir de un grupo de sicarios luego de herir de gravedad al proxeneta que regentea el prostíbulo donde trabajaban.

Aunque el currículum de Lali tenía tiras diarias exitosas en la televisión argentina y algunas películas (Acusada, Permitidos, La pelea de mi vida), para llegar al papel de Wendy pasó por un casting que duró algunos meses, primero a distancia y luego de forma presencial. Es posible que otra estrella argentina de su envergadura no se hubiera expuesto a ese proceso de selección, pero a Lali la motivaba la posibilidad de trabajar con Vancouver Media, la productora detrás de La casa de papel y otras ficciones que con la ayuda del streaming consiguió que una serie en español fuera vista en casi todo el mundo. “Cuando esta gente me convoca, me dije: ‘Mierda, es una re experiencia actoral’. Y en lo personal, yo que soy lo más argento que hay, que me encanta estar acá y que muchas veces sentí presiones por vivir en otros lados, por ejemplo, Miami, cosa que nunca me salió ni quise realmente, de pronto Madrid, quizás por una cuestión de cercanía cultural o lo que sea, dije: ‘Che, alta experiencia irme un rato’”, cuenta. 

Lo que iban a ser siete meses de rodaje pasaron a ser 16 por la pandemia de Covid-19 y Lali estuvo más tiempo del que imaginaba en España. En lo profesional, descubrió que además de estar delante de la cámara también quería estar del otro lado. “Me gustaría mucho dirigir”, dice y cuenta cómo la impactó el despliegue técnico y de talentos de una ficción con alcance global. “Yo estaba ahí como con un balde de pochoclos. La grúa de no sé qué, cómo hacíamos la escena de acción… para mí fue un festival estar ahí”.

En lo personal, a su paso por Madrid también lo describe como “increíble” porque pudo vivir muchas cosas que en Buenos Aires no tiene chances de experimentar. Como ir a un bar con un amigo, sumarse a una mesa donde hay muchas personas, pegar onda con ellos y que de pronto alguien le pregunte: “¿Y tú a qué te dedicas, tía?”. Su respuesta era que era actriz, que había hecho algunas ficciones en su país y nada más. No para minimizar su labor profesional, pero sí para poder disfrutar como cualquier otro de ese encuentro de bar. En tierra española, Lali  pudo ser más que nunca esa chica de barrio, de la zona sur de Buenos Aires, la hija de Carlos Espósito y María José Riera, sin tener que sostener el filtro de estrella popular que lleva encima hace décadas.

Foto: AGUSTIN DUSSERRE

“[Ese anonimato] Me sirvió un montón, más de lo que creía. Creo que lo que más me pasó fue que no me validé a través de mi trabajo, revaloricé mi persona. En Argentina, intente como lo intente, siempre mi trabajo está delante de mi persona y después yo puedo demostrar o no quién está detrás de eso. De pronto, ese anonimato de los primeros meses allá me permitió decirme: ‘Che, tengo esto recopado’, que en realidad siempre estaba escondido porque nunca necesitaba sacarlo”. 

Al día siguiente que llegó de España, Lali empezó a grabar La Voz Argentina. “Me estaban esperando con cuchillo y tenedor”, dice del talent show del que forma parte desde la temporada 2021 y que ahora la tendrá con grabaciones hasta septiembre. No son como los rodajes en España, vestida en ropa interior en pleno invierno, pero las grabaciones son igual de demandantes, entre doce y trece horas, sobre todo la primera etapa de las audiciones a ciegas, que hizo en mayo. 

Cuando le pregunto por qué eligió meterse en un proyecto así cuando podría tomarse las vacaciones que tanto desea o dedicarse full time a terminar el disco y al Disciplina Tour, Lali responde: “A mí me recontra conecta con la vida, posta. Si bien me laburé todo, también me conecta con el privilegio que tuve. Yo ni en pedo me presento en un programa así. Sería muy cagona, nunca podría presentarme en La Voz. Admiro mucho a la gente que se la banca y va. Se lo digo a cada participante de mi equipo. Y yo, que soy más dura para llorar, con este programa lloro, me emociono, me pasan cosas repiolas. También porque conecto mucho con la magia que tiene la música. Suena re Cris Morena lo que estoy diciendo, pero es posta. Vos ves cómo a la gente le cambia la vida cantar. Gente que tiene unas vidas de mierda o unos laburos que no le gustan, y de pronto tiene la posibilidad de cantar y vivir de la música de alguna manera y ves cómo les cambia la expresión. Es muy heavy”. 

La Voz Argentina también le da la chance a Lali de seguir llegando a miles y miles de hogares que podrían escandalizarse con la rave sado del video de “Disciplina” y dejar el mensaje de inclusión y de apoyo a las minorías y disidencias que en los últimos años ella replica cada vez que puede. Además de Estef Figueroa, Lali se llevó a su team a Salustiano Zavalía, que se presentó montada como drag queen y deslumbró cantando “Diva”, una de las tres canciones que Lali lanzó este año. “Gracias por esta canción –le dijo Salustiano a Lali mientras Soledad, Mau y Ricky y Ricardo Montaner escuchaban atentos– porque es un decreto muy poderoso. Poder decir todo eso de uno: ‘Todo me queda, todo me sale bien’… En una sociedad que te educa para esconderte y para tener vergüenza de quién sos, poder decir ‘soy bárbara’ para mí es un logro. Así que te agradezco esta canción”. 

No hay otra figura pop mainstream tan bancada por la comunidad LGBTIQ+ como Lali. Primero fueron los chicos y las chicas que la seguían por haberse criado con los programas de Cris Morena, de Rincón de luz a Casi ángeles, pasando por Floricienta. Y después, cuando arrancó su carrera solista, amplió su base de fans. “Cuando arrancó a hacer música le empecé a prestar atención porque estaba haciendo lo que se le encantaba hacer. Nadie hacía pop… Sí, nosotros los gays hacíamos pop, pero nadie en el mainstream se había tirado a hacer ese sonido”, dice Galán, que con su proyecto personal llegó a actuar en la Marcha del Orgullo Gay de 2014 y en la de 2021. “Desde ese lado, como putito que querés consumir una diva, Lali viene bien con ese rol: canta bien, baila bien, tiene interés estético. Ves los videos del primer disco y son pop. Son videos alla Britney. Lali cumple con todos los requisitos de la fantasía de la diva para los gays”. 

Foto: GUIDO ADLER

También la posición que Lali tomó frente a luchas sociales como la que llevó adelante el colectivo feminista por el aborto legal la paran en otro lugar respecto a sus colegas. Ella puso el pañuelo verde de la campaña por el aborto legal en primer plano en el video de “Somos amantes” y también en los shows de presentación de Brava, entre otros espacios. En un show business en el que muchos se cuidan de no expresar tan claramente su posición ideológica, Lali también busca ser sincera consigo misma en ese plano. “Es tolerante de verdad y no da falso. Eso la conecta con las minorías y disidencias”, completa Galán. 

Por recomendación de la guionista Érika Halvorsen, Lali leyó El fin del amor. Querer y coger, el libro de Tamara Tenenbaum en el que cuenta cómo fue vivir en el mundo laico después de crecer en una comunidad judía ortodoxa moderna e investiga y reflexiona sobre los desafíos que enfrentan hoy las jóvenes en su paso a la adultez en los vínculos sexoafectivos. Cuando lo terminó, habló con Halvorsen, quien finalmente le deslizó su idea: “Esto hay que hacerlo ficción. ¿No te parece?”. Y así, la actriz y cantante se sumaba un nuevo proyecto a su ya colmada agenda  y lo hacía en un nuevo rol: además de ser la protagonista, era la productora de la serie. 

Después de convencer a Tenenbaum de la idea, se reunieron las tres y rápido conectaron. “Hicimos un trío espectacular”, asegura Lali. Mientras Halvorsen y Tenenbaum adaptaban el libro al formato ficción, ella armaba el programa de lo que había que salir a pitchear para conseguir el dinero necesario para la producción. Después de varias reuniones con ejecutivos de plataformas, a las que Halvorsen y Tenenbaum iban con una remera con la cara de la actriz y la cantante para que ella de alguna forma estuviera presente mientras rodaba Sky Rojo en España, Amazon Prime Video compró la idea. 

Los diez capítulos de El fin del amor, aún sin fecha de estreno confirmada, se rodaron entre agosto, septiembre y octubre en Buenos Aires, en pleno Once. “Es una serie muy valiente. Pone temas sobre la mesa que , me atrevería a decir, ninguna serie latinoamericana puso. Es muy coral. Porque yo soy ‘Tamara’, pero la serie son todos los personajes, este grupo de tres amigas que completan Vera Spinetta y Julieta Zapiola”, dice. 

“Trabajar con Lali fue excelente. Ella es muy comprometida. Es muy generosa con los colegas, con todas las personas que están involucradas”, dice Tamara Tenenbaum. “Mil veces estábamos en el set y yo le decía, por ejemplo: ‘Che, esto que lo tenemos en castellano, ¿te animás a decirlo en idishe?’, sabiendo que le complicaba la vida, y ella me decía: ‘Dale, lo hacemos’. Es muy mandada. También es generosa con los escritores respecto a charlar las escenas. Si ella quiere cambiar algo y siente que ese cambio es importante para la persona que escribió, lo conversa. Las propuestas que hace son buenas. Es una persona que se nota que vivió en un set. Hay cosas que se le ocurren a ella, como se pone una mochila y dice: ‘¿Alguien me puede pasar algo para llenarla? Porque se nota que está vacía’. Es una persona que piensa la escena de una manera muy integral”.

Tamara coincide con Lali en que, dentro de la oferta de ficciones de la actualidad, no hay nada como la adaptación de El fin del amor. “Tratamos de que fuera una serie muy latinoamericana todo el tiempo. No hacer una copia de las series gringas para chicas millennials, sino de pensar en las condiciones sociales y económicas particulares de lo que es ser una mujer joven en la clase porteña. Es muy actual la serie porque hay cosas que no se estaban discutiendo ni conversando. Temas que no estaban, vocabularios que no estaban, tramas que no estaban”, explica Tamara. Para Lali, esta “es una serie feminista de verdad, no ‘feminista’ porque hay que hacer una serie feminista”.

Lali se define como “aprendiz de feminista” y se avergüenza de que la primera vez que le preguntaron por el feminismo dijo que “no era ni feminista ni machista”. “Creo que, cuando son cosas que realmente te importan, bajás diez cambios a tu creer que entendiste algo, y empezás a escuchar. Yo empecé a escuchar a mis amigas y a mujeres en las que creo, en sus maneras de ver la vida y en su feminismo, su forma de militar, y empecé a abrir los ojos”, dice Lali, que se dio cuenta de que no podía hacer una campaña o subirse a recibir un Premio Gardel y reclamar por que las mujeres tuvieran más lugar en la música cuando su equipo de trabajo estaba en gran parte conformado por hombres. “Yo me hice cargo de mis dificultades y mis hipocresías como aprendiz de feminista. Y creo que lo mejor que puedo hacer es ver esas falencias mías, porque tengo el interés real de ser cada día mejor feminista o más feminista o lo mejor que pueda, abrazada a mis colegas”. 

“Lali: sos la próxima. Brillando se nace, ¡mi amor!”, fue lo que Susana Giménez le dijo a Lali, según todos los sitios de noticias, en la última entrega de los Martín Fierro. Esa fue su primera aparición pública en Argentina a diez días de llegar de España, a principios de mayo. Lo último que hizo allá fue la conducción de los Premios Platino del cine iberoamericano. Como en La Voz, en la edición 2022 de la tradicional ceremonia de APTRA fue la protagonista absoluta: el momento que mejor resume su paso por los premios fue al final, cuando su programa perdió frente a MasterChef, del mismo canal, por el Martín Fierro de Oro, y ella reaccionó de modo desopilante, disconforme por la derrota, haciendo gestos a cámara como que lo único que hacían los que ganaron la estatuilla era picar verduras, batir y amasar.

A Susana se la cruzó dos veces en la noche. La segunda fue cuando se acercó con Soledad Pastorutti a la mesa en la que estaban Susana y Mirtha Legrand. Acomodándose de nuevo en el sillón del estudio de Guido Adler, dejando la botella de cerveza en la mesa de vidrio repleta de libros formato coffeetable, Lali me cuenta más y prácticamente reconstruye en su totalidad la charla de los Martín Fierro. “Las voy a saludar y salta Susana y me dice: ‘¡Te vi en los Platino! ¡Qué bien que estuviste! ¡Me encantó!’”, cuenta imitando la voz de la leyenda de la conducción argentina. “Me dijo algo así como, palabras más, palabras menos: ‘Si el día de mañana hay un programa como el mío, vos sos la persona. Vos vas a tener un programa como el mío’. Yo me cagué de risa y le dije: ‘Imposible que alguien haga el programa tuyo’, y me dijo: ‘Sí, sí, tenés eso, vas a ver cuando te aburras de todo lo que hacés, vas a tener un programa como el mío’”. 

Lali podría ser como Susana o Mirtha, pero tiene una búsqueda artística que las divas clásicas de nuestra farándula no tuvieron. Ella tiene, como ya se contó en esta nota, una lista enorme de proyectos, de música a ficciones por estrenar, y también la cápsula que hizo para una reconocida marca de ropa argentina y una propuesta para una columna quincenal en La resistencia, uno de los programas de TV más populares de España, en el que quedaron tan fascinados cuando fue de invitada que al terminar la emisión se acercaron al camarín a hacerle la propuesta. Por eso no se detuvo mucho en proyectar algo con lo que le dijo Susana. “No porque lo subestime, al contrario, me lo quedo, pero ese comentario no me debería llevar a ningún pensamiento distinto sobre mí”, explica Lali, que aunque no hace terapia –pese a que todos sus amigos le dicen que empiece–, suena con las cosas bastante claras, como si tuviera encima horas de psicoanálisis. “Creo que, de verdad, todo lo que hablamos tiene que ver con un laburo que hago casi que sin esfuerzo, aunque a veces sí me lo propongo: en general, estoy bastante aquí y ahora”.

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