La narrativa del conflicto armado en disputa

La citación del director saliente del Centro Nacional de Memoria Histórica ante la JEP cierra un periodo muy problemático para esta institución y la narrativa uribista del conflicto armado que se intentó oficializar desde allí

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

julio 15, 2022

Centro Nacional de Memoria Histórica

La memoria histórica se considera un aspecto fundamental para la construcción de paz. En esto coinciden las voces expertas en la materia, incluyendo a la entidad colombiana encargada de esta tarea, el Centro Nacional de Memoria Histórica -CNMH. En su Plan Estratégico 2015-2018, que todavía se puede leer en su sitio web, indican que ésta es una “condición ineludible para alcanzar la paz, donde las víctimas son protagonistas importantes de nuestra historia”.

Este postulado corresponde a una administración anterior a la que está cerrando periodo actualmente. De hecho, el CNMH tiene un antes y un después para muchos y el punto de quiebre surge desde el nombramiento de Darío Acevedo como director por parte de Iván Duque. Esto ocurrió en febrero de 2019.

La entidad se creó a partir de la Ley 1448 de 2011 (conocida como la Ley de Víctimas) y tuvo en su dirección inicial al reconocido historiador Gonzalo Sánchez. Con la llegada de Acevedo se marcó una orientación muy diferente al trabajo previo que, en el cierre del gobierno Duque, culmina con un episodio muy complicado del director saliente ante la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP.

El proceso que lleva la JEP contra Darío Acevedo es una respuesta a la decisión que tomó al eliminar del guion museográfico una parte que las víctimas y exfuncionarios del CNMH consideran fundamental en la explicación del conflicto armado. Esta exposición fue construida de la mano de múltiples organizaciones de víctimas y se consideraba la base para la creación del futuro Museo de la Memoria. Los cambios que recibió este guion por decisión de Acevedo generaron un gran malestar entre asociaciones de víctimas y otros sectores de la sociedad.  

Pero más allá de la decisión que tome la JEP en este caso, el cuestionamiento a la labor de Darío Acevedo tiene implicaciones mucho más profundas. En varias oportunidades, Acevedo ha mostrado una postura muy cuestionada por víctimas, exfuncionarios del CNMH y expertos, al negar la existencia del conflicto armado o al minimizar el accionar de grupos paramilitares y fuerzas militares como victimarios.

Isabel Caballero Samper, exfuncionaria del CNMH, considera que las explicaciones de Acevedo son absurdas y contradictorias. “Desde su nombramiento, e incluso antes con los primeros candidatos que propuso el gobierno Duque pero que fueron inviables, era claro que el propósito del gobierno era tener incidencia en cómo se recuerda el conflicto armado y quitarle la narrativa a la ‘izquierda’ (o lo que ellos consideran la izquierda)”, dice.

Y es que el enfoque que ha tenido Acevedo es simplemente una extensión de lo que el partido de gobierno heredero del uribismo ha sostenido en varios de sus voceros a través del tiempo: que en Colombia no hubo conflicto armado, sino una guerra de narcoterroristas en forma de guerrillas, contra el Estado. Esto nos lleva a un asunto sumamente delicado para una sociedad como la colombiana y es, ¿por qué es importante la memoria histórica? ¿cómo se construye la memoria un país que ha vivido tanto tiempo en una guerra interna? ¿quién la construye?

“Desde el comienzo Acevedo dijo que el CNMH no debía hacer investigaciones porque esa no era labor del Estado, sino que debía hacer concursos públicos para que grupos de investigación independientes se encargaran y así cumplir con una supuesta neutralidad. Desde antes el CNMH había intentado hacer eso a través de Colciencias y había fracasado justo porque las investigaciones externas no habían cumplido con mínimos de calidad ni neutralidad (casi todas habían sido de distintos grupos activistas)”, explica Isabel, a la vez que agrega un punto sustancial sobre esa dicotomía entre izquierda y derecha que Darío Acevedo ha alimentado desde su cargo: “Acevedo siempre ha jugado con esa narrativa de que la izquierda está ideologizada pero la derecha es ‘técnica’ y ha fallado reiteradamente porque todas sus actuaciones han sido ideologizadas (por ejemplo, al quitar referencias al genocidio de la UP o al paramilitarismo) hasta el punto que ni siquiera sus propios funcionarios nombrados por él han aguantado sus arbitrariedades.


“Acevedo siempre ha jugado con esa narrativa de que la izquierda está ideologizada pero la derecha es ‘técnica’ y ha fallado reiteradamente porque todas sus actuaciones han sido ideologizadas”


Aunque Acevedo dijo ante la JEP que “raya en el absurdo” tener que consultar con cada víctima los cambios del guion del futuro museo y que lo estaban tratando de silenciar, su trabajo como director del CNMH fue leído por muchas personas como un intento claro de borrar y destruir lo avanzado en la administración que lo antecedió desde un sesgo de derecha afín con su partido. “Yo entiendo que la pelea por la historia es una pelea política importantísima – dice Caballero Samper- y no creo que el trabajo que habíamos hecho en el CNMH fuera infalible o incuestionable, pero creo que Acevedo tuvo una intención solapada de destruirlo todo desde el principio. Creo que era (y es) posible tener discusiones honestas entre visiones opuestas del pasado, pero eso nunca fue lo que él hizo”.

Desde un punto de vista museográfico, las decisiones que tomó Acevedo son cuestionables y antitécnicas. Para Diana Monroy, historiadora y museógrafa, la declaración de las medidas cautelares y la citación de Acevedo por la JEP es algo novedoso en la museología colombiana y posiblemente latinoamericana. Monroy enfatiza en el carácter de reparación que tiene el proyecto del Museo de la Memoria y por tanto no encuentra pruebas de peso en lo expresado por Acevedo en su defensa: “Los argumentos son antitécnicos también. Actualmente el campo de la museología en Colombia y Latinoamérica cuenta con amplios referentes existentes sobre trabajo colaborativo y participativo, sobre construcción de memoria y sobre medidas de reparación, como para seguir insistiendo en afirmaciones como que es imposible poner en consulta todas las decisiones con todas las víctimas”.

Esta historiadora también señala que casi la totalidad de los profesionales en museología y algunos de las artes y humanidades se pronunciaron en rechazo a las modificaciones realizadas en la exposición y, además, las organizaciones de víctimas rápidamente se manifestaron también en rechazo. “El CNMH pudo realizar acciones para corregir las ‘imposibilidades técnicas’ acudiendo a las asociaciones, universidades o centros de investigación que trabajan con temas similares, cosa que nunca sucedió, y en cambio se pudieron conocer por investigaciones periodísticas y por parte de la misma JEP, las numerosas ‘correcciones’ y ‘ediciones’ realizadas a los contenidos de la exposición y sus diferentes montajes sin ningún criterio técnico y en el último minuto”, afirma.


“La historia es una pelea política importantísima y no creo que el trabajo que habíamos hecho en el CNMH fuera infalible o incuestionable, pero creo que Acevedo tuvo una intención solapada de destruirlo todo desde el principio”


Las intervenciones que el CNMH expuso durante la Audiencia Pública, de acuerdo con Monroy, apelan a argumentos antitécnicos y convenientes. Convenientes porque el argumento de que la entidad tiene la competencia para modificar contenidos y formas de exhibir es correcto, pero al tratar de enfocar la discusión de esas modificaciones en otras explicaciones no relacionadas, minimiza el argumento central de los demandantes. Acevedo por ejemplo se escudó en actividades burocráticas, muestra de resultados (‘nunca mencionan mis informes de resultados los que me atacan’) y ataques personales. Con esto distrae la atención sobre el hecho de que las modificaciones realizadas por la saliente administración del CNMH en la exposición Voces para Transformar a Colombia alteran de manera fundamental el sentido e incluso información concreta construida en procesos colectivos previos para la preparación de la exposición.

Más allá de la discusión técnica, esta disputa sobre cómo se relata el pasado y cómo se construye la memoria, encarna preguntas y retos inmensos para un país que trata de superar el conflicto armado. Las motivaciones políticas e ideológicas de Acevedo quedaron expuestas a lo largo de su administración y dejan un retroceso grande para la reparación a las víctimas.

Si bien la construcción de memoria y los sabotajes que parece haber estado orquestando Acevedo desde su cargo no parecen tan escandalosos como otros hechos del equipo de Duque en otras entidades, el papel de la memoria no es un asunto menor. Como considera Diana Monroy, este sesgo político tiene todo que ver con la actitud del gobierno saliente con la implementación del Acuerdo de Paz o el respaldo a los hallazgos de la Comisión de la Verdad.

Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero en Colombia el esfuerzo debería estar en reconstruir esa historia a muchas manos; las manos de los millones de víctimas del conflicto, mayoritariamente empobrecidas y marginadas, que esperan verdad, justicia, reparación y no repetición. Las narrativas que se han construido tradicionalmente desde el establecimiento han fomentado la estigmatización y por tanto la violencia. Una verdad que haga justicia con los millones de víctimas no es una tarea sencilla, pero debe ser el centro que guíe a las instituciones creadas para sentar las bases de la paz.