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La mayor apuesta de Jared Leto

¿Cómo fue que el chico salvaje se convirtió en ‘rockstar’, estrella de la pantalla y un exitoso inversionista de tecnología? Los improbables triunfos de un personaje peculiar

Por  BRIAN HIATT

diciembre 26, 2020

Warner Bros. Pictures México

EXTRAÍDO DE RS159, AGOSTO 2016

Jared Leto trae puesto un exuberante sombrero esta mañana, un gigantesco accesorio que le costó siete dólares en la tienda de la esquina. ¿Y por qué no? Ha llegado hasta aquí comprometiéndose de lleno, algunas veces de manera verdaderamente locuaz, a todo aspecto de su vida: La actuación, la  música, la dirección de videos y la inversión en tecnología, sin mencionar el arte de ser enigmático, inteligente y realmente guapo. “Voy con todo, mil por ciento”. Así que si necesita protección del sol, por supuesto que se irá a lo grande. En todo caso, Leto cumplió 44 años hace poco –“viejo”, diría él, para complementar diciendo “no me siento viejo”– y se ve de unos 29, así que su cuidado de la piel parece ser incuestionable.

Hay algo extraño, casi perturbador, en Jared Leto, y no me refiero solamente a sus abrasadores ojos azul verde, ahora ocultos tras unas gafas de aviador. Es entrañable e interesante, carente de la distancia solipsista que suele acompañar a los años de fama. Pero también da la impresión de apostar por una perfección creada por él mismo –como si existiese una suerte de Iglesia de la Letología–, además de ser más elegante que cualquier homo sapiens. (Recientemente, se hizo un test genético que arrojó reveladores resultados: “Tengo mucho de neandertal en mí”, afirma. “Tal vez por eso soy tan bueno escalando”. Existe una reveladora escena de estudio en Artifact, documental de Leto lanzado en 2012 que registra la travesía de su banda al demandar a su disquera, EMI, en la que bromea al quejarse de las imperfecciones musicales de los “humanos”).

A Leto le gustan las metáforas relacionadas con la escalada, así que tal vez resulta pertinente notar que el curso de su carrera en el espectáculo ha sido tan sinuosa como el tipo de terreno que le gusta explorar. Hace una década, se acercaba a la mitad de sus treintas como un respetado actor que tenía dificultad para romper las taquillas, un actor de trayectoria incierta con una carrera musical que muchos fans adultos consideraban un proyecto motivado por la vanidad. “Había mucha gente que no entendía”, dice Leto. “Pensaban que había perdido la razón. Hubo cintas que decidí no hacer porque tenía que cumplir con pequeñas giras y todos perdían la cabeza”.

Ahora, y gracias al éxito de su banda arduamente ganado; un Óscar en 2014 por su interpretación de una mujer transgénero con SIDA en Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados, y su rol estelar como Joker en la prometedora Escuadrón Suicida, se corona como un rockstar y como una estrella de primera línea en pantalla, títulos que nadie más en su generación ha sido capaz de alcanzar de modo simultáneo. “Más de un actor ganador de un premio de la Academia ha entrado a mi oficina”, afirma Irving Azo, manager musical de Leto, “y me ha dicho: ‘¡Puedo ser un rockstar exitoso, ayúdame!’. Él es el único que lo ha logrado”.

Notablemente, la carrera actoral de Leto está llegando a su mejor momento tras haber arrancado en 1994 –antes de que algunos de los fans de su banda pisaran la tierra– con su inolvidable papel en My So-Called Life, Jordan Catalano, rey del besuqueo de preparatoria con problemas de aprendizaje. Su nuevo estatus llega después de un periodo de seis años –entre 2006 y 2012– durante el cual se enfocó en la música. “No está atado a nada”, declara Matthew McConaughey, su co-estrella en Dallas Buyers Club. “Está en su propia jornada. Si considera la siguiente movida en lo que será mejor para él, sabe disfrazarlo –al mismo tiempo, está muy consciente de lo que hace”.

Estamos en un viaje de escalada. Bajando por un sendero, Leto hace una pausa, encuentra dónde pisar y comienza a ascender como un gato por la montaña. La ruta parece imposible, pero me ha inspirado tanta confianza llegado este punto que me encojo de hombros y lo sigo. Después de un rato, ríe, baja de un salto y se mueve por un sendero mucho más razonable. “Estoy jugando contigo”, dice con una risa. “¡Estás loco! ¿Cómo puede ser que no hayas dicho nada?”.

Indudablemente, es graciosísimo. También se siente como un vistazo a la parte de su naturaleza que explotó para convertirse en Joker, además de estar casi relacionada con ciertas letras en el repertorio de Thirty Seconds to Mars, como las que rezan: “I’ll wrap my hands around your neck so tight with love” y “I punish you with pleasure/ I pleasure you with pain”.  

“¿Hacías deporte en la prepa?”, me pregunta Leto. “Yo estaba demasiado ocupado drogándome”, cuenta. “Lo cual es una especie de deporte”. Actualmente, asevera, está “esencialmente” sobrio, y no bebe. “Hay muchas maneras de cambiar tu estado mental”, dice. ¿Tal vez consume algún alucinógeno de modo ocasional? “No, sólo durante Burning Man”, contesta. “Sólo tomaría algo así si estuviera teniendo una orgía en Burning Man”. Probablemente bromea, pero sí asistió a Burning Man el año pasado.

Pronto, nos movemos de manera incierta entre los riscos. “Si te caes, vas a abrirte la cabeza”, dice Leto, apuntando que un guía profesional “probablemente” usaría una cuerda para este fin. Solía asumir que moriría joven, aunque ya no es así. “Es una noción común, especialmente para cualquier narcisista maniaco”, dice con una sonrisa. “Y si vives con ciertos riesgos, o has visto a personas morir jóvenes, es más fácil concebir esa posibilidad”.

Siendo el hijo de una hippie con inclinaciones artísticas y un padre ausente, Leto siempre ha tenido cierto apetito por el riesgo; varios arrestos en su vida adolescente lo prueban, así como su paciencia para pasar largos ratos escalando y el hecho de que Thirty Seconds to Mars tocó tantas fechas en su gira de 2011 que terminó en el Libro de Récords Guinness. “Cuando te comprometes con algo que parece imposible”, dice refiriéndose a los ascensos de tipo figurado y literal, “y sorteas varias cosas que parecen hostiles, te dices: ‘Oh, wow, logramos eso’. Es una gran sensación. Y un poco de dolor nunca es malo”.

Hacia el final del paseo, atravesamos un estrecho pasaje con una pendiente de casi 90 grados. Leto se desplaza hacia arriba, con los brazos describiendo un movimiento casi arácnido, instándome a que use una cadena que alguien ha olvidado por ahí. “Era como una cadena comprada en la tlapalería”, me dice un día después. “No necesariamente una cadena con la que arriesgarías la vida”. Parece un poco tarde para mencionar eso. “Es sólo una cuestión de suerte”. Ríe y pregunta: “¿Pero te divertiste?”. Y sí que me divertí, aunque me resulta imposible no pensar en la línea de Claire Danes en el papel de Angela Chase en My So-Called Life: “Why are you like this?”.

Sin embargo, podría ser peor. “Si Joker hiciera esta entrevista”, me dice Leto en algún punto, casi de la nada, “definitivamente te hubiera castrado y te hubiera hecho comerte tus propios testículos sólo por diversión. Y eso, si le hubieras caído bien”. Leto se divirtió mucho interpretando a Joker, mucho más de lo que suele divertirse al hacer películas –incluso cuando se lesionó seriamente en el set, desgarrándose el hombro al colgar de un helicóptero. Emprendió su usual transformación física, pero en esta ocasión se trató de un asunto más hollywoodesco, colocándose fundas doradas en los dientes y haciendo pesas para trabajar los músculos, en lugar de los peligrosos juegos en los que se ha involucrado en el pasado, como cuando se mató de hambre para llegar al casi esquelético estado que le requería su papel en Dallas Buyers Club y subir casi 30 kilos para interpretar al desquiciado asesino de John Lennon en Chapter 27, de 2007. “Creo que antes sentía que debías sufrir para obtener algo valioso”, dice, “y eso es ridículo”.

Leto tiene una formación equivalente a 12 semanas de educación actoral formal, gracias a un programa al que se inscribió y al cual asistió poco antes de dejar la escuela de artes para mudarse a Los Ángeles, a los 21 años de edad. Pero compensa todo ello con su extremo acercamiento a la actuación metódica, que combina preparación intensa con una insistencia innegable de mantenerse en personaje en todo momento al  grabar una cinta.

Hace años, su búsqueda de autenticidad podía llevarlo a lugares oscuros. Pasó semanas viviendo en las calles de East Village con un grupo de drogadictos para preparar su papel como un tipo que consume tanta heroína que los doctores le amputan el brazo en Réquiem por un sueño, pesadilla narcótica de Darren Aronofsky en 2001. Leto no consumió heroína durante su estancia en las calles, pero “ellos se inyectaban drogas, y yo me inyectaba agua”, cuenta. “La gente se siente incómoda si se están drogando y tú no. No compartía agujas. Meterse cualquier cosa es intenso. Eso fue hace mucho, no lo volvería a hacer”.

Después de su largo descanso, habían dejado de ofrecerle guiones, pero Leto había leído el manuscrito de Dallas Buyers Club y se vio cautivado por Rayon, a quien veía más como una mujer transgénero que como un hombre transexual, como el guión sugería. Tuvo un primer contacto con el director Jean-Marc Vallée vía Skype, cuando se mostró en personaje como Rayon, aunque no había obtenido el papel aún. “Estaba vestido de mujer”, recuerda Vallée, “y me estaba coqueteando, lo hizo durante unos 25 minutos”.

Vallée y McConaughey nunca se encontraron con Leto en el set, solamente con Rayon. “Intentaba robarme cosas”, dice McConaughey. “Literalmente, mi navaja, encendedores, etcétera”. Para Vallée, tratar de dirigir a un actor que no reconocía estar actuando en primer lugar resultó un tanto desconcertante. “Me sacó de mi zona de confort”, dice Vallée, quien no estaba seguro de qué pronombres debía usar con Leto en el set. “No sabía cómo abordarlo, porque realmente era una dama. Era muy femenino, ¡y sexy!”. En algún momento, recuerda el director, McConaughey –quien también estaba involucrándose en el método actoral para crear un personaje homofóbico pero en proceso de aprendizaje– miró a Leto y le dijo: “¡No sé si patear tu trasero o cogérmelo!”. El día que terminó el rodaje, Leto compartió un momento fuera de personaje con McConaughey, aunque no le permitió a Vallée conocer a Jared hasta meses después.

Fue el desempeño de Leto en Dallas Buyers Club –además de su carrera musical y su reputación como un tipo peculiar– lo que hizo que el director de Escuadrón Suicida, David Ayer (Día de entrenamiento) pensara en él para el papel de Joker. “Creo que tienes que ser un poco loco para hacer algo como esto”, dice Ayer. “Y su cualidad para el espectáculo, [así como] su conocimiento para lidiar con las masas, parecían habilidades interesantes para enriquecer a Joker”.

El último actor en interpretar a Joker, desde luego, fue Heath Ledger, quien le dio un giro impresionante y terrorífico para El Caballero de la Noche de Christopher Nolan, mismo que se volvió aún más legendario cuando sufrió una fatal sobredosis de píldoras antes de terminar la cinta. Fue entonces que se hizo acreedor a un premio de la Academia por Mejor Actor de Reparto, el mismo premio que se Jared Leto se llevó cinco años después. “Heath entregó una interpretación impecable y perfecta como Joker”, asevera Leto. “Es una de las mejores interpretaciones en la historia del cine”. Leto tuvo algunos momentos de duda al considerar tomar la estafeta que dejó Ledger, pero su interés se vio azuzado por el hecho de que el personaje ya había tenido varias encarnaciones. “Creo que si sólo hubiese sido interpretado por Heath y nunca hubiera estado en un cómic, hubiera sentido que esto era inapropiado. Pero pensé que dada la historia, estaba bien. Lo bueno de que haya habido quien lo hizo antes es que conoces la dirección que no quieres tomar”.

Como era de esperarse, el proceso de Leto se tornó extraño rápidamente. Comenzó a ver videos de asesinatos violentos en YouTube hasta que tuvo que parar. “Joker es alguien que se siente increíblemente cómodo con la violencia”, dice. “Estaba viendo violencia real, consumiéndola. Puedes aprender mucho de eso. Ya sabes, no todos los actos de violencia son cometidos con frenesí. Recuerdo que aprendí eso. Gente manteniendo la calma, que ha tomado una decisión y va a hacer algo, no es un arranque”. Su mirada se torna fría. “Es metódico, y en ocasiones hipnótico y deliberado”.

En el set, se referían a él sólo como Joker, o “Smiley”, o como le llamaba Ayer, “Mr. J”. Incluso los encargados de transportar a los miembros del elenco se sumaron al juego. Leto jugó varias bromas nefandas en el set, como mandarle una rata a Margot Robbie, así como balas y lo que Leto describió como “condones usados” a otros compañeros. “Mira, no eran condones usados”, dice Ayer. “Seamos reales. No tenían la envoltura, pero realmente no estaban usados. Y, por supuesto, yo estaba mortificado. Como, ‘Jared, llévate eso, ¿qué estás haciendo?’”.

“If I’m going to have a past, I prefer it to be multiple choice”. Ese es Joker hablando, en una referencia famosa entre los geeks de los cómics, pero no es difícil imaginar que esa línea también aplicaría para la vida de Leto. Desde sus primeras entrevistas, ha sido ambiguo y ocasionalmente engañoso sobre los detalles de su infancia. “Mentí tanto sobre ella que realmente no sé cuál es la verdad”, argumenta. “Recuerdo una entrevista en la que River Phoenix decía que intentaba mentir tanto como pudiera, y desde entonces adopté ese acercamiento”.

Tal como recordó en su discurso de aceptación del Óscar, su madre, Constance, lo tuvo a él y a su hermano Shannon cuando era una adolescente. Tuvieron una existencia bohemia marcada por la pobreza en ciertos periodos, pasando el tiempo en comunas e incluso en Haití, donde Constance era voluntaria. (Hubo un breve periodo de algunos años en el que Constance se casó con un dentista que adoptó a Jared y Shannon, dándoles su apellido. Pero la pareja se divorció y Jared nunca habla de eso).

Los amigos de Constance tendían a ser artistas de varios tipos –pintores, escultores, artistas de performance– y desde muy temprana edad, Jared y Shannon se sintieron exhortados a crear. “No había límites”, comenta Shannon. “Tenemos una cinta en la que estoy golpeando ollas y sartenes y Jared está rasgando una guitarra mientras grita, a los cinco años o algo así”. Leto aprendió a tocar el piano en un instrumento que rescató de la calle, y al cual le faltaban “como la mitad de las teclas”.

Cuando niño, Jared no tenía ambiciones de ser estrella, y las únicas ocupaciones en las que podía imaginarse eran artista o narcotraficante. “Ambos tenían sus propios riesgos y recompensas”, dice. “No conocía la palabra ‘celebridad’. Debo haber escuchado Led Zeppelin II unas 16,412 veces, y no sabía cómo lucían. Pensaba que los músicos y los actores y ese tipo de gente eran mágicos. Era como la realeza y nacías en ese ambiente, o era un golpe de suerte o genialidad”.

Para la adolescencia, Leto estaba metiéndose en todo tipo de problemas. “¿Mi experiencia con las drogas? Probé muchas. Varias de ellas eran divertidas, otras tantas tendían a dejarme devastado. Supongo que llegado un punto, debes tomar una decisión. ¿Así va a ser mi vida? Tomé la decisión de perseguir otros sueños. Supongo que eso es lo jodido de muchas drogas: El costo en términos de oportunidades es muy elevado. Vi muchos ejemplos de qué no hacer”. Además, hubieron ciertos incidentes de robo, y tal vez cosas peores –dice haber sido arrestado por un incidente “que involucró un arma y cocaína”, pero nunca lo cacharon robando. “Siempre fui muy rápido. Pocas cosas se sienten tan bien como correr de la policía y zafarte”. 

Leto abandonó la preparatoria en Washington D.C., pero reconsideró su decisión y regresó. Desde ese momento, se movió entre diferentes escuelas de artes, terminando en el School of Visual Arts de Manhattan, donde estudió pintura y fotografía. Todo ello, así como sus frecuentes escapadas a cines de arte, le hicieron interesarse por una carrera como director de cine –así que abandonó la universidad y se dirigió a Los Ángeles, con la vaga sensación de que podría obtener trabajo actoral que con el tiempo le ayudaría a convertirse en director.

Fue entonces que ABC lo reclutó para My So-Called Life. El show, que rivaliza con Freaks and Geeks como la mejor serie sobre la preparatoria en la historia de la televisión, sólo duró una temporada en 1994, pero fue repetida en MTV dos años después. Cuando le comento que era casi objetificado en el show –en una movida de avanzada, porque tenía un papel que incitaba a la lujuria que, por lo general, era asignado a las chicas. “Oh, sí”, dice. “Ya era hora. Me alegra haber tomado esa estafeta, o lo que sea”.

La serie hizo de Leto un nombre establecido en Hollywood, y lo llevó a ser cuidadoso al elegir su primer estelar: Prefontaine (1997), una biografía sobre el atleta universitario Steve Prefontaine, que resultó un fracaso. “Esa es la cosa sobre las películas”, dice. “Te rompen el corazón”.

Durante ese tiempo, Jared –que había hecho un debut musical público con la banda ficticia Frozen Embryos en la serie– había estado componiendo canciones. Convenció a Shannon de mudarse a Los Ángeles y comenzaron a hacer música juntos, firmando un contrato en 1998. “Comenzamos a pensar en nombres” –Life on Mars era una de las primeras opciones– “porque Jared no quería ser conocido como ‘Jared Leto en una banda’. Tocábamos en covachas de pizzerías”. Hoy, Thirty Seconds to Mars encabeza grandes festivales en todo el mundo, pero la primera reacción fue una de escepticismo. “Jared Leto tiene una banda”, escribió el sitio de chismes punk rock Buddyhead en 2002, en el tiempo en que la banda lanzó su debut. “Ya sabemos, quién no tiene una. Se llaman Thirty Seconds to Mars, ya que Frozen Embryos se separó. Aunque no hemos escuchado ninguna de sus canciones, sabemos que son unos comemierda”.

Leto bromea diciendo que sus múltiples actividades son “una distracción para que nadie pregunte sobre el matrimonio en el que he estado por 10 años y los dos hijos que tengo en Arizona”. Aunque resultaría acertado decir que Leto tiene una vida social  variada a lo DiCaprio, han pasado años desde que se ha visto en una relación semi confirmada y pública: Se sabe que ha salido con Cameron Diaz y Scarlett Johansson. “Incluso si estuviera en una relación o tuviera hijos, no sé si compartiría esa información públicamente”, dice para después agregar: “¿Sabes qué he aprendido de las mujeres? Que no sé nada de mujeres”.

No ha decidido si quiere casarse. “Así son las cosas. Creo que no he tomado una decisión final”. Aunque apunta que tal vez tenga un hijo por ahí. “Nunca sabes. Siempre podría aparecer alguien de sorpresa. ‘¿Papá?’. De cierta manera, eso sería hermoso”. Parece casi anhelante al imaginarse esa visita sorpresa de un hijo hipotético. “¡Qué sorpresa tan increíble sería esa!”.

Leto no piensa demasiado en su legado o en la muerte, aunque la vida después de ésta le causa curiosidad. “Es emocionante imaginar el siguiente paso, ¿sabes?”. Dice mientras sus ojos se iluminan más de lo usual. “No creo que haya una conciencia externa por ahí, no de la manera en que pensamos. Podría haber cierta reconexión con el universo. Pero todo esto podría ser un gran juego también. Quién sabe si sea tan real como lo percibimos”.

En algún momento, le pregunto si la gente lo ha subestimado. “Bajo su propio riesgo”, dice con absoluta seriedad. Entonces suelta una risa. “Sólo bromeo. ¡Es broma! Recuerda escribir que me reí. Pon un punto ahí”.

Escucha America, álbum de Thirty Seconds to Mars: