Los años 90 fueron una época insuperable para el rock hecho en Colombia; en aquel tiempo nacieron o se fortalecieron proyectos musicales que marcaron un antes y un después en nuestra historia musical. Justo en el medio de la década, en 1995, Aterciopelados presentó un álbum que, con una mezcla novedosa de ritmos para ese entonces, invitaba a abrazar la idiosincrasia colombiana que muchas veces era vista por debajo del hombro. Desde su lanzamiento, El Dorado ha servido de puente entre generaciones y clases sociales, y siempre será ese disco que se nombre al hablar de los mejores que han nacido en el país.
Andrea Echeverri y Héctor Buitrago tenían planes especiales para festejar los 25 años de existencia del trabajo, pero la pandemia movió su cronograma y la celebración tuvo que esperar unos cuantos meses. Cuando el momento finalmente llegó, la agrupación inició la fiesta con un concierto único en Bogotá, al que posteriormente le siguió una serie de shows por varios países de América Latina, Norteamérica y Europa. Pero entre la preparación para la gira, a la vocalista le surgió la inquietud de acompañar “la tocada con una expo”. Fue así como entre las actividades que suelen desarrollarse en este tipo de ocasiones especiales —en este caso un tour y un álbum en vivo—, la banda exploró su obra maestra desde otras perspectivas. El arte plástico fue una de ellas.
Con el propósito de conseguirlo, Andrea reunió a varios amigos con los que tuvo la tienda de cerámica Tierra de Fuego en los 90, al igual que otros conocidos, para que cada uno hiciera un abordaje diferente de El Dorado. Luego de un poco más de un año de trabajo, de participar en convocatorias y de buscar un espacio para presentar las obras, en la víspera de Halloween se inauguró la exposición ‘De tripas corazón’. El nombre no solo fue elegido por el séptimo corte del disco, sino porque todo aquel que se involucró en el proyecto puso todo de sí.
Bajo la curaduría de Mariana Gómez, fundadora de DAMA Galería, la muestra artística estuvo conformada por decenas de creaciones de casi 20 artistas de diferentes nacionalidades que emplearon técnicas diversas para materializar sus visiones. Allí podían apreciarse piezas que en su mayoría estaban hechas en cerámica, pero también había otras en bordado, pintura, escultura y tejido. Todas estas eran interpretaciones personales del LP, ya fuese que estuvieran basadas en la leyenda original, en la importancia de Aterciopelados en el rock colombiano o en la riqueza que hay dentro de cada quien.
Andrea encabezó la exhibición con sus ceniceros en forma de moneda y candelabros, pero, además, plasmó en arcilla al ensamble actual de la banda con sus respectivos micrófonos e instrumentos. También, para que las versiones miniatura de los músicos tuvieran un público ante el cual presentarse, creó una serie de bailarines que danzarán al son de ‘Candela’ y ‘Mujer Gala’. “Es como si la cerámica fuera mi amor imposible o algo así, porque como yo me la paso en la música, tengo que robar los tiempos y salir pitada”, expresó la cantante el día de la inauguración. “Me pone feliz estar acá”.
Antes de que comenzara a gestarse esta celebración, hace dos años Andrea presentó ‘Ovarios Calvarios’, otra muestra artística que tenía como temática principal a las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia sexual. Parte de aquella exposición tuvo su continuación aquí, en donde las vaginas secaron sus lágrimas para empezar a reflejar luz. “Estas son evoluciones estéticas de la idea del espejo y de la cuca, pero estas ya se llaman ‘Mira que aquí lo tengo’ y tiene que ver con El Dorado”, explicó, añadiendo que su trasfondo también está relacionado con reconocerse, quererse y apreciarse.
Sobre las paredes y columnas de concreto resaltaban colores como el dorado, el rojo, el rosa, el azul y el verde que emanaban de los mapas de Colombia de María Teresa Hoyos, los cuadros de Óscar Villalobos y los corazones de tela y tocados de Dayra Benavides. Y a modo de homenaje a la música en sí, el ceramista cartagenero Sergio Ferro, conocido como ‘El Santo’, aportó algunas piezas de su serie La banda sonora de mi vida que consta de recreaciones en cerámica de las carátulas de vinilos y casetes populares.
Entre las pinturas, esculturas y tejidos expuestos en ‘De tripas corazón’, el mítico álbum de Aterciopelados que dio origen a la leyenda de “una hippie y un punk” (en palabras de Julio Correal) que cambiaron el curso del rock colombiano adquirió nuevas narrativas.