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La huérfana: el origen

Vuelve Esther, la huérfana psicópata, quien ahora se enfrenta a una familia un poco disfuncional

William Brent Bell 

/ Isabelle Fuhrman, Julia Stiles, Matthew Finlan

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Diamond

El cine de terror ha gozado de un buen número de mujeres psicópatas. En 1956, tuvimos La mala semilla, una cinta protagonizada por una niña de ocho años con serios problemas de conducta. En 1962, Bette Davis y Joan Crawford (rivales en la vida real), protagonizaron ¿Qué pasó con Baby Jane? sobre dos hermanas que terminan siendo la versión femenina de Caín y Abel. Dos años más tarde, William Castle dirigió a Crawford en Camisa de fuerza, sobre una mujer que asesinó a su esposo y amante, nada menos que con un hacha. Un año más después, Bette Davis, hizo lo suyo en A merced del odio, encarnando a una niñera que sabía muy bien cómo controlar a los niños. Y no podemos olvidar a Mamita querida, el biopic de terror de 1981, en el que Faye Dunaway interpretó a Joan Crawford como una madre infernal (sí señores, las actrices no siempre son unas madres ejemplares).

Siguiendo esta tradición encontramos a Isabelle Fuhrman, quien se ganó un lugar en el panteón, gracias a su interpretación de Esther, una huérfana que aparenta ser Shirley Temple, pero que en realidad posee la personalidad del precoz Baby Herman de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?  

El español Jaume Collet-Serra nos entregó en el 2009 un delicioso homenaje al cine de terror Clase B, que condensa lo mejor de todos los títulos anteriormente mencionados. A su vez, Fuhrman convirtió a su personaje en una niña mucho más peligrosa que el mismísimo Damian de La profecía.

Hace unos años apareció en las redes una foto de Fuhrman indignada al ver que el DVD de su película se vendía en oferta a un muy bajo precio. Quizás esto fue lo que motivó a Esther a regresar a la pantalla.

La huérfana: El origen es una precuela que presenta tres grandes dificultades. La primera es que ya no cuenta con su talentoso director original. La segunda es que Fuhrman tiene ahora veinticinco años de edad y no los doce que tenía cuando protagonizó la primera cinta. Y la tercera, tiene que ver con las precuelas, las cuales casi nunca son imprevisibles.  

En la película del 2009, Vera Farmiga y Peter Sarsgaard interpretan a los Coleman, una pareja que adopta a una niña rusa, la cual se descubre, es una asesina psicópata que se escapó de un hospital psiquiátrico en Estonia. En la precuela, se nos cuenta cómo fue que se escapó y cuál fue la primera familia que la acogió.

Esther utiliza su astucia para hacerse pasar por una niña que desapareció en Estados Unidos hace varios años. Es así que termina viviendo con los Albright, una familia de mucho dinero conformada por Allan (Rossif Sutherland), el padre pintor; Tricia (Julia Stiles regresando a la pantalla), la sufrida madre; y Gunnar (Matthew Finlan); el hijo adolescente.    

Esther está dispuesta a hacer lo suyo. Hacerse pasar por la niña, luego robarlos y escapar. Y si es necesario, matar al que se interponga en su camino. Pero las cosas están saliendo demasiado fácil. Los espectadores escépticos se preguntarán ¿Cómo es que esa familia no se da cuenta de que Esther no es su verdadera hija? La respuesta no se puede revelar, por aquello de los spoilers, pero conlleva a un giro sorpresivo muy divertido.

En los últimos años, las redes sociales se han inundado de comentarios hechos por padres y adultos preocupados de que los niños (llámense centennials o pandemials), se han salido de control. Esa bien puede ser la premisa de la primera película de La huérfana. Pero los psicólogos sabemos muy bien que el 99% de los casos de niños con problemas de conducta, se deben a unos padres disfuncionales. Esta es la premisa de la segunda película de La huérfana.

El director William Brent Bell, autor de las decepcionantes y muy poco inteligentes cintas de terror Con el diablo adentro, Separación y las dos entregas de El niño (con ese primo de Chucky y Annabelle conocido como Brahms), no logra proyectar ese entusiasmo desmedido y demencial que necesita una cinta como La huérfana y no alcanza a percibir el alcance del material que tiene en sus manos.Por esa razón, todo el peso recae en Fuhrman, en Stiles y en el giro sorpresivo cortesía del guionista David Cogeshall, que es lo que prácticamente salva a la película, pese a los efectos especiales baratos y a los diálogos desprovistos de humor y cinismo. 

Puede que muchos no sientan cariño por Esther, pero esta pequeña huérfana se ha ganado un lugar especial para todos los que de verdad amamos las delirantes cintas de William Castle y, en general, a ese cine clase B de funciones de medianoche, al que La huérfana le rinde homenaje. 

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