En el 2017, En cuerpo y alma, una historia atípica sobre amor y soledad que combinaba lo agreste con lo tierno, significó una especie de reactivación para el cine húngaro, al obtener el Oso de Oro en el Festival de Berlín y ser nominada a los Premios Óscar en la categoría de Mejor Película Internacional.
Su directora y guionista, Ildikó Envedi, llevaba dieciocho años intentando infructuosamente sacar a la luz un proyecto cinematográfico (su anterior cinta, Simón el mago, fue estrenada en 1999). El cálido recibimiento de En cuerpo y alma permitió que el lapso entre esta y su última película, fuera mucho más corto.
Los cinéfilos veteranos recordarán que el talento de Envedi se evidenció en un bello retrato histórico filmado en blanco y negro y conocido como Mi siglo XX, con el que obtuvo la Cámara de Oro en Festival de Cannes en 1989. Sin embargo, pese a una corta filmografía (al parecer, ser una mujer directora es algo muy difícil en Hungría) su trabajo mantiene un interés constante por las dinámicas de las relaciones amorosas.
Esto nos lleva a La historia de mi mujer, la primera adaptación literaria asumida por la directora, ya que está basada en la novela homónima del escritor húngaro Milán Füst, publicada en 1942. Y es que Envedi tenía una posición radical acerca de las adaptaciones. Para ella los libros se leen y no se llevan al cine. Sin embargo, la novela de Füst la conmovió profundamente en la adolescencia.
La historia de mi mujer, ambientada en los años veinte del siglo pasado, puede pensarse como un épico de casi tres horas y dividido en siete episodios acerca del amor y los celos. Pero Envedi quiso ir más allá y capturar la esencia existencialista de la obra literaria que, según ella, busca enseñarnos sobre cómo vivir una vida frágil y temporal, ya que la muerte es algo inevitable e inexorable. La lección, tanto del libro como de la cinta, es que tanto la vida como la muerte son imposibles de controlar, por más que lo intentemos.
Un marinero, el capitán Jakob Störr (Gijs Naber), decide pedir la mano en matrimonio a la primera mujer que ingrese en el café donde está departiendo con su amigo Kodor (Sergio Rubini). La mujer en cuestión es la enigmática Lizzy (Léa Seydoux), quien acepta de manera sorpresiva el ofrecimiento. Que un hombre le pida a una mujer que no conoce que se case con él, dice mucho sobre este, pero aún más sobre la mujer que acepta la propuesta inusual.
Jakob y Lizzy se casan y viven una relación marcada por los celos, la incomprensión y la soledad, en donde el capitán por primera vez pierde el mando de su vida. El título de la película puede llegar a confundir, ya que todo se cuenta desde el punto de vista del hombre, quien, en últimas, es un producto de su época. Jakob es un hombre trabajador y honesto que se enfrenta a una serie de situaciones nuevas, que no sabe cómo manejar.
En últimas, La historia de mi mujer es un estudio sobre la incapacidad de los hombres para comportarse de una manera adecuada frente a las mujeres, debida, en la mayoría de los casos, por la falta de empatía y la falta de curiosidad por el mundo del otro, pero casi siempre por el peso generado por los siglos de tradición y educación patriarcal.
Como si se tratara de una actriz experta en improvisación, Lizzy actúa frente a lo que le ofrece la vida y espera que Jakob reaccione “Es inútil esperar que la vida se adapte a ti. Tú tienes que adaptarte a la vida, si no te castigará”, le dice a su esposo. Pero este no sabe cómo reaccionar y busca acogerse a las reglas dictadas por el libreto ofrecido por la sociedad y por ello no le queda más que sufrir.
La historia de mi mujer también nos habla sobre el peligro que significa abrirse completamente ante el ser amado, pero, al mismo tiempo, cómo este es un riesgo necesario si se quiere amar de verdad. Enyedi nos muestra cómo estar enamorado implica sacar a relucir la mejor versión de nosotros mismos, pero también nos muestra cómo los celos, ese sentimiento conformado tanto de amor como de odio, contamina una relación como si se tratara de una bacteria come almas. Aquí, los celos están encarnados en Dedin, el “amigo” cercano de Lizzy, (interpretado por el siempre confiable Louis Garrel) y en la bella Grete (Luna Wedler), una joven perdidamente enamorada del capitán.
Es una lástima que la cinta, aunque no llega a aburrir, tampoco llega a emocionar. Su exceso de metraje se siente abrumador y excesivo, y la decantación por la forma por encima de la exploración de las ideas planteadas, deja al espectador con muchas incógnitas y algo de decepción. Sin embargo, es toda una fortuna de Envedi esté terminando una nueva película (Amigo silencioso) y que otra (Las trompetas de los ángeles) se encuentre en preproducción. Necesitamos más cine de esta directora.