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La cruzada de Leonardo DiCaprio

Leonardo DiCaprio está en el momento más emocionante de su vida… pero lo que realmente quiere es salvar el planeta

Por  STEPHEN RODRICK

noviembre 11, 2020

Sony Pictures

EXTRAÍDO DE RS153, FEBRERO 2016

Los padres de Leonardo Wilhelm DiCaprio colgaron una pintura sobre su cuna, durante los años setenta, en el barrio al este de Hollywood donde vivían. La pintura no mostraba a Pedro Conejo o a Jorge el Curioso. No, era una reproducción de “El jardín de las delicias”, pintura de tres paneles del artista holandés Hieronymus Bosch (el Bosco), que retrata una descripción distópica del Edén, el cual es perdido y posteriormente encontrado. Es uno de los recuerdos más tempranos de DiCaprio. “Literalmente ves cuando a Adán y Eva les es concedido el paraíso”, dice DiCaprio, sus ojos azules se asoman tras las gafas oscuras en un restaurante de Miami Beach. Acaba de ser entrevistado sobre una película que está haciendo sobre el cambio climático. (Título original: Before the Flood) Ya ha estado en India y Antártica, y ahora mismo no está lejos del lugar donde, se dice, una vez se retiró de un club nocturno acompañado de todas las chicas que estaban en la sección VIP. Todo eso, de acuerdo con DiCaprio, podía inundarse y desaparecer.

Vuelve al asunto de la pintura. “Entonces la ves en contraste con la sobrepoblación y el exceso, la gente disfrutando los frutos que nos ha dado el medio ambiente”, afirma. Suelta una risa melancólica rematada por su característica sonrisa, que parece desdeñosa. “Entonces el último panel son cielos negros y chamuscados, un apocalipsis en llamas”. Se detiene por un momento antes encogerse de hombros. “Era mi pintura favorita”.

Leonardo DiCaprio no parece inconforme con encontrarse en medio de una brillante vida –un elusivo Óscar, una colección de fósiles, un auto eléctrico Tesla con chofer– y la sombría condición de un mundo que enfrenta un sobrecalentamiento inminente, negado por muchos pero que podría sumergir un cuarto de la costa de Bangladesh llegado 2050. Busca que dejemos atrás los combustibles fósiles y se pregunta cómo sería la situación si los billones de dólares destinados a la guerra de Irak hubiesen sido empleados para buscar fuentes de energía renovable. “Es intelectualmente incansable”, dice Martin Scorsese, con quien ha colaborado en numerosas ocasiones. “Devora libros y textos e información”.

Cualquiera le diría a DiCaprio que se calmara, pero eso no va a suceder. “Hay muy pocos civiles que tienen el mismo entendimiento que este chico sobre el cambio climático. Leo es una persona clavadísima”, dice Mark Ruffalo, quien ha unido fuerzas con DiCaprio en el Solutions Project, un grupo de científicos y estrellas que buscan llevar a EE UU hacia el uso completo de energía renovable. “Está poniendo su pellejo en riesgo”. 

La perspectiva de DiCaprio sobre la vida como un periodo cruel y corto se ha revelado en sus elecciones actorales post-Titanic, especialmente en su trabajo al lado de Scorsese, desde Pandillas de Nueva York hasta El lobo de Wall Street. Ahora participa en El renacido, la desoladora historia del cazador Hugh Glass, cuyo cuerpo es demolido por un oso grizzli furioso, quien ha perdido a su familia a manos del hombre blanco. (Para hacer la cosa más interesante, también lleva una poblada barba a lo Moisés).

A la larga, Glass es traicionado por otro hombre. Es dado por muerto, cae por un barranco mientras monta un caballo, duerme en su cadáver y mordisquea hígado de visón. Permanecen en silencio durante varias semanas. Esos son los momentos de solaz entre las flechas, las arterias que explotan y los cuchillos que cercenan testículos. Durante la secuencia a lo Fitzcarraldo en las Rocosas de Canadá y en Argentina, el director Alejandro González Iñárritu pasó por varios miembros del equipo. Dice que durante los momentos libres, él y DiCaprio tenían que limitarse a masticar sus barbas para matar el tiempo. 

¿Tal vez después de esa experiencia, DiCaprio quiera hacer una comedia a lo Atrápame si puedes…? Ni lo sueñes. “Me encantaría hacer algo aún más sombrío”, dice DiCaprio con una sonrisita. Sabe que suena un poco desequilibrado. “No sé, me gustaría penetrar la mente de alguien como Travis Bickle en Taxi Driver. Hay una palabra en alemán que no existe en otros idiomas, schadenfreude. Significa humillación para alguien más [sic]”. Hace una mueca. “Es lo que noto algunas veces cuando veo a ciertos políticos, pero puede ser hecho en las películas, como cuando Travis Bickle lleva [a Cybill Shepherd] a un cine porno en su primera cita. Piensas: ‘Dios, ¡no hagas eso por favor!”. Pero no todo es tan oscuro. También están las chicas guapas, el buceo y amigos empresarios con enormes yates y de nombre Vlad. Le pregunto si tiene miedo de perderse en la nada, como lo hiciera el personaje de una película sobre el inevitable hundimiento de un barco en 1912.“Me esfuerzo por crear un balance”. ¿Con éxito? “Ya veremos”.

Se disculpa y se levanta. Es momento de ir a investigar el desarrollo suburbano que amenaza Everglades. Da otra calada a su cigarrillo electrónico y éste despide un olor a maple que me hace querer hot cakes. Su auto se dirige al helipuerto. Un hombre que lo mira pasar dice en código al dispositivo de su muñeca: “El paquete ha dejado el edificio. Repito: El paquete ha dejado el edificio”. Y la pregunta que a todos inquieta: ¿Será éste el año en que Leonardo DiCaprio finalmente gane un Óscar después de cuatro nominaciones? “Claro, a todos nos gusta el reconocimiento, pero eso no está en mis manos, otras personas controlan esas cosas”, me dice DiCaprio mientras se prepara para platicar con un experto en huracanes. “Yo creo que sería en beneficio de la película, haría que llegara a más gente”.

El renacido es como guacamole gratis para los hambrientos críticos, con Iñárritu, director de Birdman, a la cabeza, y con Emmanuel Lubezki –el mejor cinematógrafo sobre la Tierra– retratando escenarios que se la matarían a Terrence Malick. Pero podría ser una difícil propuesta para vender a quienes desembolsan el precio de la entrada en su primera cita con una chica. Hay sólo dos personajes femeninos en la cinta. Una de ellas es asesinada y la otra es violada en grupo por cazadores franceses. La película dura 156 minutos, y pronto se hace evidente que todo personaje blanco que no lleva el nombre Hugh Glass tomará la peor elección moral imaginable. Pero la actuación de DiCaprio logra dar sentido a este desolado paraje. (Cuando Iñárritu vio su larga barba, exclamó: “¡Este hombre es todo un pinche cazador!”). DiCaprio pasa una buena parte de la cinta en silencio, una labor más ardua de lo que parece. “Usa su cuerpo, que está herido, y un par de ojos para proyectar muchas emociones en tomas de seis u ocho minutos de duración”, dice Iñárritu. “Tiene que hacernos creer que tiene frío, que está herido, devastado, enojado, sin esperanza. Sin una sola palabra, tienes que entender lo que el tipo está experimentando y sintiendo”. Hay una escena en la que DiCaprio encuentra a su hijo muerto y termina devastado. Pero escucha a un cuervo entre los árboles. Puedes verlo asimilar la vida y la muerte simultáneamente. “Estaba interactuando y escuchando a cada fragmento de la naturaleza y el viento”, recuerda Iñárritu. “Esa es la parte más difícil, y en el momento en que lo hizo, dije: ‘Este chico realmente está presente. Tiene ritmo, y es dueño de él’”.

DiCaprio localiza las raíces de El renacido y su trabajo por el medio ambiente cuando conoció al vicepresidente Al Gore en 1998. DiCaprio había crecido con cierta melancolía por las creaturas extintas –una vez impresionó al Dr. Kirk Johnson, director del Museo Nacional de Historia Natural, con su conocimiento el desaparecido alca gigante, un ave cazada hasta la extinción en el siglo XIX. “Recuerdo que cuando era pequeño lo que más me entristecía era la desaparición de especies como resultado de la intervención del hombre en la naturaleza”, dice DiCaprio, quien posee una gigantesca colección de fósiles en su hogar de Los Ángeles.

Titanic se estrenó en 1997, y DiCaprio se convirtió en una de las caras más conocidas del planeta. Algunos comportamientos desenfrenados y sus relaciones amorosas con varias modelos también lo han rodeado y, aunque algunas de esas noticias se siguen colando a los tabloides, permanece soltero. Puedes preguntarle sobre el asunto, pero él se limitará a decir: “Me gustaba cuando veías una película y no sabías nada del actor”.

Como Warren Beatty, Robert Redford y Paul Newman antes que él, DiCaprio añoraba ser visto como algo más que un simple galán. Uno de sus amigos consiguió una reunión con Gore. El vicepresidente hizo un bosquejo del planeta y la atmósfera en un pizarrón y le dijo: “¿Quieres estar involucrado en asuntos ambientales? Esto es lo más importante a lo que la humanidad y el futuro deben hacerle frente”.

En un inicio, eran tan sólo algunas presentaciones en eventos del Día de la Tierra y alguna conferencia ocasional, y después hizo la narración de su filme sobre el cambio climático, The 11th Hour, en 2007. Pero en la última década, ha ido de la pasión a la obsesión. “Me consume”, afirma. “No hay un par de horas al día que no pase pensando en ello. Es un asunto gradual. No es como que los alienígenas nos invadirán la próxima semana y tenemos que defendernos, sino que es una situación inevitable, y eso es lo que da tanto miedo”.

Hace algunos años, DiCaprio se encontró con un amigo, el actor Fisher Stevens, perfilado como un notado productor de documentales. Los dos habían vuelto a verse cuando estaban filmando los corales en desaparición de Galápagos, un evento que se convirtió en un hecho memorable para DiCaprio cuando su tanque de oxígeno tuvo una falla durante la grabación, mientras él buscaba ayuda de modo desesperado. Encontró a Edward Norton, quien le compartió aire hasta que fueron capaces de alcanzar la superficie. 

Stevens y DiCaprio discutieron la posibilidad de grabar un filme sobre el cambio climático, con DiCaprio como un hombre que busca la verdad global. La película integraría periodismo gonzo, absurdo y testimonios aterradores de parte de científicos y líderes. Pero justo cuando la preproducción estaba en camino para el documental, el financiamiento para El renacido fue aceptado. En lugar de dejar ir cualquiera de los dos proyectos, DiCaprio prefirió ver la simetría entre ellos, con Hugh Glass encarnando a un hombre que participa de la destrucción de la Tierra por parte del Occidente y la exterminación de otras culturas, poniendo en perspectiva el documental, ambientado dos siglos después, como testimonio del mundo que debe pagar la factura por todo ese abuso. Los nexos entre los dos se volvieron más fuertes mientras DiCaprio visitó los infernales campos de arenas aceiteras en Alberta, Canadá, a varias horas de las montañas y los vapores del set. Mientras tanto, la filmación se vio obstaculizada por la falta de nieve, ya que Alberta disfrutaba del invierno más cálido de su historia. Las conexiones dejaron a Iñárritu y DiCaprio frustrados mientras enfrentaban diferentes retrasos. “Era un universo paralelo”, recuerda Iñárritu. “Lo discutimos largo y tendido. Daba miedo proyectar la manera en que este país se originó y ahora sufrimos 200 años de consecuencias a raíz de eso. Era un espejo. Era divertido y aterrador a partes iguales”.

Mientras el equipo del documental viajaba a varios de los lugares más desoladores de la tierra, Stevens debió recordarle varias veces a DiCaprio que no suene tan desesperanzador. “Yo soy un poco más luminoso, él es más oscuro”, dice Stevens. “Siempre estoy diciendo: ‘No seas tan pesimista. Si estamos haciendo una película sobre algo que no tiene solución, ¿para qué la estamos haciendo en primer lugar?’”. Stevens sonríe con esperanza. “Leo lo entiende”. Ya veremos. DiCaprio tiene el voto final.

Es el domingo posterior al Día de Acción de Gracias en Miami Beach. Stevens y su equipo están preparándose en las oficinas del alcalde Philip Levine para preguntarle sobre la manera en que la subida de las aguas amenaza la ciudad (una línea de cuestionamiento parcialmente inspirada por un artículo escrito por Jeff Godell para Rolling Stone en 2013). Después de una rápida sesión con el cepillo, DiCaprio se convierte en un guerrero del medio ambiente. Stevens le da una lista de preguntas, pero él improvisa en una gran parte. Primero, DiCaprio y Levine hablan sobre sus amigos en común, incluyendo al magnate ruso de la construcción, Vladislav Doronin. “Nuestro buen amigo Vlad te manda saludos”, dice Levine a DiCaprio. “Vlad es muy divertido”, admite el actor, agregando lo mucho que disfruta los Aman Resorts de Doronin, discretos alojamientos de siete estrellas repartidos por el globo.

Entonces comienzan a charlar. DiCaprio pregunta al alcalde si está preocupado sobre la devaluación de los bienes raíces. “No quisiera atestiguar que Miami Beach se convirtiera en Venice”, dice Levine. “Creo que los precios de las propiedades seguirán incrementándose”. DiCaprio no está de acuerdo. Entiende que ningún alcalde saldría a admitir de manera pública: “Vende tu condominio, estamos jodidos”, pero no comparte su optimismo. “¿Sabes lo que están haciendo ahora?”, pregunta DiCaprio. “Están construyendo altos edificios cuyo lobby podría inundarse, mientras el resto del edificio sigue igual. Pero tiene razón, los precios seguirán subiendo. Es increíble”.

Durante una pausa de la entrevista, DiCaprio señala a un señor de edad avanzada que cepilla su lujoso cabello plateado en el balcón de un alto edificio. “Mira a ese tipo”, dice DiCaprio mientras lo observa con fascinación para después soltar una broma. “Probablemente sabe que pronto morirá y no tendrá que preocuparse”. Se despide del alcalde y sube al auto. La conversación comienza a abordar lugares como Bangladesh, que no cuentan con los recursos para lidiar con las inundaciones. “La historia del cambio climático va a ser escrita por aquellos que tienen mayor poder militar para proteger sus recursos”, dice DiCaprio. “Los billones de personas que no han contribuido a este problema serán los primeros en sufrir las consecuencias”.

La imagen de DiCaprio como un superficial libertino que retoza en su propio jardín de las delicias –misma que se ha quedado con él desde que se dejaba ver con una panda de rufianes recordados como “Pussy Posse” en los años noventa– es similar a la que rodeaba a predecesores como Redford o George Clooney. ¿Ha habido seducción de chicas? Tal vez, pero DiCaprio fue y seguirá soltero, y esa cuestión de las chicas podría bien pasar con un equipo de hockey cualquiera durante una noche de jueves. Aunque ha habido un precio qué pagar: En 2005, DiCaprio tuvo que recibir más de una docena de puntos en esa cara que vale billones después de una fiesta en Hollywood durante la cual una ex modelo lo cortó con un vidrio, una agresión que bien pudo haber sido dirigida hacia alguien más.

Debajo de esa reputación encontrarás un actor dedicado a su arte desde una temprana edad. DiCaprio fue criado, en parte, por un artista undeground, su padre George DiCaprio, un autor y distribuidor de cómics. Creció en Los Ángeles, pero no en el Los Ángeles de Hollywood. Cuando niño, vio drogadictos en los callejones y prostitutas en el hotel cercano.

Después de una estancia de ensueño cercana a UCLA, regresó a su barrio para estudiar la preparatoria, y era victimizado constantemente. Encontró refugio en las clases de teatro y comenzó a asistir audiciones a las que lo llevaba su madre Irmelin, su más paciente partidaria y crítica. Hubo varios llamados, un comercial para Matchbox y un año entero sin actividad, durante el que pasó viendo películas guiado por su padre. Sabía que actuar era lo que quería hacer, y comenzó a hacerse de amigos en las audiciones, entre ellos Tobey Maguire.

En 1990, logró aterrizar un papel en la comedia de ABC Growing Pains. Pero su destino cambió cuando le ganó a Maguire, entre otros, el papel principal en la adaptación de This Boy’s Life de Tobias Wolff, que protagonizó junto a Robert De Niro. Su padre lo había llevado a una proyección de Huida a la medianoche unos años antes, y le dijo que si quería ser actor, De Niro era la persona a seguir. Cuando lo vio llevar a cabo la audición gritando sus líneas, a De Niro le gustó la intensidad de DiCaprio, y lo recomendó con Scorsese. DiCaprio trabajaría por primera vez con el director a los 26 años en Pandillas de Nueva York, al lado de Daniel Day-Lewis.

DiCaprio es muy hermético sobre su próxima película, pero ha estado buscando el elenco para un proyecto que habla sobre sus ideales. Sueña con lanzar un documental simultáneamente con el lanzamiento en video de El renacido, y ya tiene un prospecto de libro sobre el escándalo de emisiones de la Volkswagen. DiCaprio insiste que todavía falta hacer una gran película narrativa sobre el medio ambiente, es cosa de encontrar el proyecto adecuado. “Todavía no sé cómo resolverlo, pero me encantaría hacer algo que no involucrara olas gigantes que se estrellan contra el Empire State”, dice.

Una tarde, DiCaprio está dirigiéndose a otra cita, y quiere dejar algo en claro: “Ésta no es mi vida”, dice. Me mira, determinado. “No me andan siguiendo publicistas, guardias de seguridad, choferes y eso. Esa no es mi vida diaria, es mi vida profesional”. DiCaprio se despide del equipo y dice que los verá en París para la conferencia sobre el cambio climático. Sabe que una de las primeras cosas que los conservadores le argumentarán es la cantidad de combustible usada por todos los asistentes. “No hay manera en que uno no pueda ser hipócrita”, dice DiCaprio. “Nosotros construimos esto. Nuestra sociedad entera está basada en el uso de combustibles. Todo lo que ves es gracias a los combustibles fósiles. El día en que haya alguna manera sustentable de viajar, seré el primero en la fila”. Para DiCaprio, el viaje valió la pena. Después de la firma del tratado de París, declaró: “Esto nos da una oportunidad para salvar el planeta. No hay tiempo qué perder. Esto marca el fin de la era de los combustibles fósiles”.

Mira el tráiler de Once Upon a Time in… Hollywood coprotagonizada por Leonardo DiCaprio, disponible vía streaming: