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James Rhodes: sobre el piano, el dolor y la escritura

Hablamos con el autor de Instrumental sobre la depresión, el suicidio y Freddie Mercury

Por  IGNACIO MAYORGA ALZATE

marzo 27, 2017

Cortesía

Sentado tras un enorme piano en el icónico Teatro Colón en su primera visita a Colombia, James Rhodes parece evocar la leyenda griega del ánfora de Pandora. Encorvado sobre las teclas de marfil el músico británico desata tormentas, maremotos, temblores y erupciones de volcanes. Sin embargo, con solo una luz enmarcándolo en un círculo dorado, sus dedos se deslizan sobre las teclas con tranquilidad y, de repente, recordamos que la esperanza es, de hecho, lo último que se pierde. Visto por primera vez, James Rhodes pareciera más un cantante de indie folk que un pianista clásico que, con cinco discos en el mercado e innumerables conciertos alrededor del globo, ha tratado de acercar a Busoni, Bach, Chopin y Beethoven a un público moderno. En 2015, el pianista se aventuró al ejercicio de la escritura y publicó sus viscerales memorias. En Instrumental, el pianista narra los abusos sexuales a los que se vio sometido desde una edad temprana a cargo de un profesor de educación física. En sus páginas de prosa impecable, el británico da cuenta de los traumas que se sucedieron tras las violaciones: depresión, intentos de suicidio, drogadicción y alcoholismo. Quizás lo más importante es que, también en el libro, Rhodes da cuenta de cómo la música clásica lo salvó del oscuro túnel en el que se había adentrado. Hablamos con el británico durante su breve visita a Bogotá, cuando presentó Instrumental y Toca el piano, un libro de lecciones para acercarse al estudio del piano clásico.

Quisiera comenzar hablando de los nombres de tus álbumes. Los títulos me parecen más como álbumes de rock más que de música clásica. ¿Por qué?

Porque, puta, son muy ridículos los nombres de los álbumes y las portadas. Es tan especial y raro y es como tomarse tan seriamente, es uno de los grandes problemas de la industria. La música es putamente asombrosa. Pero, ¿te imaginas que le dijeran a The Killers “Queremos que toquen un concierto en un estadio pero tienen que usar un traje elegante”? Es putamente ridículo. Entonces me dije “Hagamos un álbum que no me avergüence si una chica llega a mi apartamento y lo ve en la mesa, que le parezca agradable”. Es lo mismo cuando doy conciertos, me pongo lo que me haga sentir cómodo y le hablo a la audiencia y la música sigue siendo la música pero siento que la presentación tiene que cambiar.

Te han llamado “el rockstar del piano clásico”. ¿Estás cómodo con esa etiqueta?

Es estúpido, ¿qué significa eso? No hay whisky ni cocaína: soy yo con un piano, un chocolate Kit Kat y quizás un Marlboro. Pero entiendo por qué lo hacen. Soy un músico clásico diferente que le habla a la audiencia y la hace participar y usa ropa distinta. Supongo que es inusual. No me importa realmente.

Lo digo porque hay muchos artículos que hablan de cómo eres el primer pianista clásico en ser firmado por una disquera de rock.

De nuevo, amo a Warner pero fundé mi propia disquera porque, bueno eran geniales pero para poder tener la portada de un disco se requería de tres meses y estaban involucradas treinta personas. Dije “Qué tontería, montaré mi propio sello”. Pero hay tantos problemas con la música clásica que se podrían cambiar tan fácilmente.

Es como esta distinción entre la alta y la baja cultura cuando no hay nada más popular que la apertura de la quinta de Beethoven.

Exactamente. Es ridículo. Para retomar tu ejemplo de Beethoven: la obra es muy famosa y todo el mundo la ama y es inmediatamente reconocible, pero piensas cuánta música más hay con el mismo estándar y el mismo poder de la que la gente no sabe. Lo que más me gusta de Instrumental es la lista que quedó en Spotify. No me importa si compras el libro, a la mierda, pero lo genial es que la lista de reproducción es gratis y está disponible e incluye 25 de las mejores canciones de la música clásica. Desde Bach hasta Gluck y todo lo que está en la mitad y es una gran introducción para la gente que quizás quisiera saber más pero no sabe bien por dónde empezar.

O que tiene miedo. Es como enfrentarse por primera vez a una pintura abstracta.

Totalmente. Es confuso y sobrecogedor. Y esa es una de las cosas que más me enorgullece del libro. Y cada capítulo tiene una descripción de la pieza y dice un poco sobre qué trata en una manera que espero sea entendible.

Durante tus presentaciones cuentas historias de los compositores detrás de las piezas que estás tocando. ¿Es importante una aproximación biográfica para entender las melodías de tus recitales?

Lo creo. No es esencial pero le añade un contexto determinado. Siempre pienso que si le añado un poquito de contexto y luego la banda sonora, la gente puede juntar la película en su cabeza conforme escucha la música. Siempre es así. Es como si miras una pintura y sabes que el tipo la pintó después de perder a su esposa y con un dolor intenso en el alma, estaba enfermo y no tenía dinero pero quería pintar este cuadro. De repente hay algo más que puedes ver. Pienso que es lo mismo con la música.

Foto: Richard Ansett

¿Cuál es la característica más longeva de los compositores que interpretas?

Guau. Creo que son relevantes. Me parece impresionante que sigamos tocando y tocando una melodía que fue compuesta hace trescientos años. Y aún nos sigue pegando en el rostro. Cuando miras todo lo demás que ha evolucionado, el lenguaje, la tecnología, la medicina, la música es lo único que se mantiene y que se mantiene en un lugar de poder. Creo que su aguante es lo más interesante.

Instrumental ha sido un éxito en ventas en todo el globo. En términos de catarsis, ¿cuál es la relación de escribir tan visceralmente y tocar el piano tan apasionadamente?

No es catártico. Para nada. Lo hace peor [risas]. Honestamente. Hace que las emociones duelan mucho más, pero esa no es ninguna razón para no hacerlo. Quiero decir, me ha escrito tanta gente, tanta puta gente, a decirme que les ha ayudado mucho y entonces pienso la pena que valió la pena hacerlo. Es incómodo, y es difícil y si estoy en un metro en Londres o Barcelona y alguien me para que haya leído el libro sabe más de mí que mi novia. Y eso es tan extraño. Pero pienso que es importante que hablemos de cosas que son difíciles como las violaciones, la depresión y el suicidio. Tenemos que hablar más de eso.

¿Por qué los hombres tenemos miedo de hablar del abuso?

Es un tema muy tabú, ¿no? Creo que todos sabemos la respuesta a eso: los hombres son fuertes, los hombres no pueden mostrar debilidad y en algunas culturas y regiones es más difícil que en otras poder abrirse al respecto. Y es tan difícil. El dolor es universal, no importa si eres hombre o mujer, negro, blanco, rico o pobre. Simplemente te atrapa, como el cáncer. Tenemos que poder hablar al respecto y más hombres tienen que hablar del abuso. Pero creo que eso está pasando, lentamente. Se demorará un poco.

Creo que ayuda que existan hombres sensibles que puedan hablar, llorar y gritar. Es más útil para la sociedad.

Por supuesto que sí. Todos deberíamos ser más abiertos al respecto. Solo podemos mejorar las cosas. Creo que esa es la gran equivocación, que al cerrarnos y mostrarnos fuertes vamos a mejorar las cosas. Pero todo lo contrario.

El arte nos ayuda a curar las heridas del alma y a enfrentarnos a nuestros demonios. ¿Crees que el arte, no solo la música, está obligado a tener un propósito social?

Creo que si está obligado o no, lo tiene [risas]. Siempre lo ha tenido, ya sea que veas una pintura de Goya que nos muestra cómo es realmente la sociedad o Beethoven tumbando a los dioses y cambiando las cosas. Hay una gran historia sobre Winston Churchill que, no creo que sea verdad, pero es genial: al parecer le dijeron en la Segunda Guerra Mundial, cuando se estaban quedando sin dinero, “tomemos plata de las artes” y entonces él respondió “¿entonces para qué estamos luchando la guerra si no es para preservarlas?” Y me encanta eso. ¿Para qué estamos luchando? El arte puede cambiar todo. Por supuesto, si estás deprimido escuchar una sonata de Beethoven no va a solucionar el problema, pero puede hacer que el mundo sea un poquito más feliz y un poquito más llevadero.

¿Qué opinas de la música moderna? ¿Escuchas algo?

Me encanta. Nunca diría que la música clásica es de ninguna manera mejor que cualquier otro género. Escucho a todo el mundo desde Lana del Rey a Joanna Newsom, The Killers, Muse, Coldplay, Queen por supuesto. Extraño tanto a Freddie Mercury. A David Bowie. Todo empezó a empeorar en el minuto en que Bowie murió, todo el mundo se desbarató. Así es que, sí, oigo de todo. Y creo que todos deberíamos. Es lo mismo con la gente que no escucha música clásica. “Escuchas un montón de géneros, ¿por qué no le das una oportunidad? Al menos inténtalo”.

¿Alguno de estos intérpretes modernos ha influido en tu aproximación a la música clásica?

No, no diría eso. Porque solo los compositores clásicos han sido una influencia tan importante en mi vida desde que tenía seis o siete que no tuve que mirar a otro lado para saber cómo quería tocar. Gracias a Dios he tenido esta suerte. He tenido maestros que siempre estuvieron a mi lado. Siempre supe cómo quería ser.

¿Te interesan otras manifestaciones artísticas como la pintura y la escultura?

No entiendo la pintura. Me encantaría poder hacerlo. Voy a los museos y puedo ver que son hermosas pero no entiendo. Amaría aprender más, que alguien me explicara. Quisiera poder sentirme con el arte de la misma manera que me siento con la música, porque aún no la entiendo del todo.

¿Qué tal la arquitectura?

¡Por supuesto! Veo las obras y son impresionantes y hermosas y sobrecogedoras. Pero, de nuevo, no la entiendo. Quizás no sea necesario entenderlo, simplemente ver que es hermoso. A veces, cuando tratas de explicar qué hay detrás, todo termina perdiendo su magia.


El otro día leía una columna tuya sobre la frase de Bukowski “Encuentra lo que amas y deja que te mate”. La gente no la ha entendido del todo, piensan que es toda cuestión del artista atormentado…

Es una gran frase. Pero todos estamos atormentados, que seamos artistas no tiene nada que ver. Cualquier artista que esté creando lo hace a pesar de estar putamente jodido en la cabeza. Es un milagro que logren crear dado todo lo que ha pasado. Todos estamos jodidos en todos los sentidos. Es la condición humana, todos sufrimos algún trauma: la gente muere, nuestros padres se divorcian, perdemos dinero, enfermamos, sangramos, conseguimos empleos y nos volvemos ansiosos, nos preocupamos, nuestras esposas nos dejan, tenemos romances con otras personas, comemos mierda, bebemos mucho. Eso es lo que hacemos y, de alguna manera, tenemos que encontrar la forma de hacer las paces con eso.

Siempre puedes colorear mandalas.

[Risas] Claro y después todo se habrá arreglado. Aunque, ¿quién sabe? Si te ayuda, yo no soy quién para juzgar.

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