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Entra al mundo de ciencia ficción y música experimental de Lucrecia Dalt

Hablamos con la artista colombiana sobre su proyecto musical, su trabajo como compositora de bandas sonoras y su más reciente álbum, ¡Ay!

Por  MELISA PARADA BORDA

diciembre 2, 2022

Aina Climent

Una entidad con un nivel más alto de consciencia cruza la atmósfera y aterriza en la Tierra, dentro de un cuerpo que adquirió en un mercado de piel humana en la hidrósfera. Su nombre es Preta y su paso por el tercer planeta del Sistema Solar, más que tratarse de una misión interestelar, tiene el objetivo de que los seres humanos experimenten la idea del no-tiempo. Esta es la historia, en resumidas cuentas, que relata Lucrecia Dalt a lo largo de las 10 canciones que conforman ¡Ay!, su más reciente trabajo de larga duración.

“Ella es una entidad que tiene una especie de claridad mucho mayor a la que nosotros tenemos”, relata la artista colombiana desde su estudio en Berlín, donde reside hace aproximadamente nueve años. “Lo único que ella puede hacer es mirarnos con compasión porque lo estamos haciendo fatal”. La premisa de su nuevo disco está fuera de lo común y ciertamente es lejana a las narrativas que se acostumbran a abordar en la música más popular, pero la ciencia ficción y las reflexiones filosóficas no son ninguna novedad en su propuesta artística.

Dalt es ingeniera civil de profesión y durante un par de años se dedicó a la geotecnia, experiencia que se ve reflejada en sus composiciones, algunas más explícitas de entrada como su LP Anticlines, y otras más ocultas en canciones que contienen versos como “Me reconozco en esa roca atemporal”. Cuando se encontraba estudiando en Medellín, sus ganas de involucrarse más en la música la llevaron a conocer al colectivo Series Media –net label colombiano dedicado a producir y distribuir música electrónica de artistas independientes–, con el que en 2005 publicó su álbum debut, Acerca.

Mientras ejercía la ingeniería, la intuición la impulsó a buscar otras maneras de acercarse a la creación artística, resultando en varios demos y compilaciones. De Colombia se mudó a España, allí vivió por seis años en los que estudió filosofía y empezó a moverse dentro de la escena bajo el nombre de The Sound of Lucrecia que, por practicidad, evolucionó a Lucrecia Dalt. “Empecé a buscar una forma de simplemente trabajar la identidad desde otro lugar”, cuenta. En Barcelona publicó dos trabajos más, Commotus (2012) y Syzygy (2013), pero su identidad terminaría por consolidarse con su llegada a Berlín. Radicada en ‘la capital del techno’, su carrera despegó hasta el punto de poder dedicarse a la música en tiempo completo, también gracias a que la ciudad ofrece, en sus palabras, una gran infraestructura para consolidar proyectos abstractos y alternativos a nivel profesional.

Desde entonces, Dalt ha ido lanzando diversos discos en los que explora sonoridades de manera poco convencional, llegando a utilizar objetos cotidianos como instrumento o como herramienta para crear sonidos específicos. A estos elementos se les une el uso que le da a su voz, la cual ha aprendido a modular de formas distintas al canto popular. Por ejemplo, para su LP de 2020, No era sólida, la artista decidió que la protagonista de la historia use glosolalia en un intento de comunicarse y es hasta la última canción que el personaje de Lia llega a hablar en español.

“Quería ver qué tanto podía interferir en la manera más automática que tenemos de utilizar la voz porque cuando somos cantantes, sin querer caemos en ciertos patrones de musicalidad”, explica. “Cuando estudias la carrera de un cantante, empiezas a ver repeticiones y empiezas a entender que se estabiliza todo en un color, en una forma. Yo quería ver si había alguna manera de romper mi propia subjetividad vocal”. Partiendo de esta inquietud, comenzó a investigar y escuchar repetitivamente diferentes tipos de canto para ver qué tanto impacto tenía en su proceso creativo, y a su vez intentar decirle al conjunto de músculos que permiten el habla que sean “lo más autónomos posible”.

Estos intentos por salirse de los moldes convencionales del canto captaron la atención de HBO, compañía que la invitó a componer el score de su serie de comedia de horror, The Baby. Para Dalt, trabajar con un equipo mayoritariamente de mujeres le permitió sentir mucha más afinidad por la trama ya que esta aborda la maternidad desde otro punto de vista: “Fue un proyecto muy ‘afiladito’ y preciso que me hizo sentir que podía contribuir bien a nivel artístico”. Este no es el único trabajo de esta clase en el que ha participado, puesto que además de la musicalización que hizo en el pasado de cortos más pequeños, en 2021 creó la banda sonora del largometraje de horror corporal, The Seed.

“Es muy diferente a trabajar tus propios proyectos porque tú mismo estableces los límites de todo: ¿cuánto quieres trabajar por día? ¿Qué quieres lograr?”, explica. “Pero cuando estás con un director, estás a la merced de su propia capacidad de ver cuando algo está listo o no, estás al servicio de su propio poder artístico”.

En octubre de este año, Dalt presentó su octavo álbum de estudio, ¡Ay!, LP cuyos sonidos son más familiares debido a que aquí toma ciertos elementos fundamentales de géneros como el bolero, el mambo y la salsa para acercarse a aquellos recuerdos de la infancia que le brindan tranquilidad y confort. El acercamiento a su tierra natal a través del ritmo también la llevó a alejarse un poco de la palabra hablada que venía trabajando en sus últimos discos, para reconciliarse con el canto más “pop”, eso sí, sin dejar de lado la curiosidad que despertó su investigación sobre la voz.

El trabajo es, al mismo tiempo, una amalgama de referencias que van desde la Sonora Matancera y Celia Cruz, pasando por The Upsetters y John Holten, hasta Aaron Dilloway y Ka Baird. “Es intentar ver cómo mezclo todas estas cosas en un mismo lugar, pero recordando mucho la identidad y el recuerdo de crecer en Colombia”, afirma, y es que al deconstruir los ritmos latinos y tomar algunas de sus piezas para añadirlas a su propio rompecabezas sonoro, ¡Ay! termina siendo nostálgico y a la vez –si cabe la observación– rememorativo de un lugar que no existe físicamente.

Puede que suene descabellado, pero cobra sentido al entender el papel que el sci-fi y la filosofía tienen en su proyecto musical. “Para mí, la ciencia ficción siempre ha sido una manera de preguntarse sobre los límites que tenemos como humanos y hasta donde llegan”, opina. Las lecturas de escritores como Clarice Lispector, las conversaciones con filósofos como Miguel Prado y sus mismas inquietudes personales han permitido que sus conocimientos se condensen en un universo propio. Así, repasar su discografía termina siendo una travesía por otras dimensiones de la existencia humana, o simplemente una forma de desconexión de la cotidianidad.

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