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Edward Hopper: una historia de amor estadounidense

La nueva entrega de la serie Exhibition on Screen, analiza la vida y obra de uno de los más destacados pintores estadounidenses.

Phil Grabsky 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cine Colombia

Edward Hopper, el reconocido pintor estadounidense del siglo XX, ha ejercido una fuerte influencia en diversas formas de arte, incluyendo el cine y el video musical. Su estilo distintivo, que a menudo presenta escenas solitarias y melancólicas en entornos urbanos, ha sido una fuente de inspiración para muchos cineastas y directores de videos musicales. 

El cine ha encontrado en la obra de Hopper una fuente inagotable de inspiración. Sus pinturas, con sus composiciones cuidadosamente equilibradas y el uso de la luz y el color para evocar un estado de ánimo particular, han sido utilizadas como referencia por prestigiosos directores. 

Pedro Almodóvar, en su obra maestra La ley del deseo, reproduce fielmente el Faro a dos luces que Hopper pintó en 1929. Ridley Scott, en su Blade runner, presenta una ciudad futurista con claras referencias a las pinturas de Hopper en términos de iluminación y soledad urbana. John Cassavetes en su enigmática cinta The Killing of a Chinese Bookie evidencia una composición y atmósfera que se asemejan mucho a la obra del pintor. En Deseando amar, el clásico de Wong Kar-wai, ambientado en el Hong Kong de los años sesenta, presenta una estética visual cuyos colores vibrantes y la exploración de la soledad y la tristeza, se asemejan decididamente a la obra del pintor. Perdidos en Tokio de Sofia Coppola retrata la desconexión emocional de sus dos personajes principales, inspirándose en una atmósfera muy similar a la obra de Hopper. Ella, de Spike Jonze, indudablemente hace uso de los colores y la composición de Hopper, para explorar la soledad y la intimidad de la vida en la ciudad. Y Un hombre solitario de Tom Ford, ambientada en la década de 1960 y que sigue a un profesor universitario que atraviesa una profunda soledad después de la muerte de su pareja, refuerza la sensación de melancolía, haciendo eco de la estética de Hopper.

En el campo de los vídeos musicales, son muchos los directores que han recurrido a su estética para crear imágenes evocadoras y emotivas para subrayar y energizar el texto musical. Algunos ejemplos destacados son Waiting on a Friend de los Rolling Stones, donde Michael Lindsay-Hogg nos muestra a los miembros de la banda reunidos en la puerta de un edificio de apartamentos en Nueva York, evocando el sentido de la espera y la soledad que se encuentran en muchas de las pinturas de Hopper. Stan de Eminem, dirigido por Dr. Dre y Philip G. Atwell, presenta una serie de escenas inspiradas en las pinturas de Hopper, que refuerzan la soledad, desesperación y aislamiento del personaje principal. The One That Got Away de Katy Perry, dirigido por Floria Sigismondi, se inspira en las pinturas de Hopper para contar la historia de un amor perdido, recreando a la icónica pintura Nighthawks de Hopper y presentando a Perry como una camarera solitaria en un café nocturno. Y Somebody That I Used to Know de Gotye y Kimbra, dirigido por Natasha Pincus, utiliza la técnica del body painting para recrear escenas inspiradas en varias pinturas de Hopper, las cuales muestran a los dos cantantes como figuras solitarias en espacios interiores, capturando la sensación de desconexión y nostalgia siempre presentes en la obra del artista.

Dos ejemplos indirectos los encontramos en Bitter Sweet Symphony de The Verve que, aunque no está directamente inspirado en las pinturas de Hopper, lo cierto es que su director Walter A. Stern, al presentarnos a Richard Ashcroft caminando por una calle concurrida e ignorando a las personas que lo rodean, refleja la soledad urbana y la alienación presentes en muchas de las pinturas del artista estadounidense. Y aunque la agrupación Live hizo un hermoso video para su sencillo Turn My Head, inspirado explícitamente en las pinturas de John Register, no se puede olvidar que a este artista nunca se pudo desprender de Hopper y de su estilo visual distintivo.

Exhibition on Screen se ha destacado por ofrecer a sus espectadores una experiencia muy cercana a lo que significa apreciar la obra de un artista en una galería. Por primera vez luego de la pandemia, esta serie regresa con la biografía del maestro Edward Hopper, cuya obra es analizada por Phil Grabsky, uno de sus directores habituales.

La serie de documentales usualmente utiliza como pretexto una exposición específica para hablar sobre un artista o un movimiento pictórico, pero aquí se rompe la regla. Lo que se continúa, es el análisis académico, pero, al mismo tiempo, apasionado sobre las pinturas. Grabsky nos cuenta sobre los difíciles primeros años de Hopper como ilustrador para revistas y cómo al conocer a Josephine Nivison, su futura esposa y una gran artista por cuenta propia (a menudo opacada por Hopper), el artista huraño y asocial pudo encontrar su propio estilo.  

Exhibition On Screen busca que las nuevas generaciones se interesen por la pintura y la escultura, algo que cada vez es mucho más difícil.  Por tal razón, es obligatorio el enfoque a las obras más famosas de Hopper como La autómata, Chop Suey, Oficina por la noche y Nighthawks. Pero curiosamente, también se le presta atención a pinturas enigmáticas y menos conocidas como La tarde azul, de los inicios de su carrera y Dos comediantes, realizada a finales de los años sesenta.  

Los conocedores de la obra de Hopper se deleitarán cuando el documental habla sobre la importancia de la arquitectura y el uso del espacio y las ambigüedades en sus obras, que generan un debate inevitable cuando se le presta la atención detallada que merecen sus pinturas. 

Y aquellos que gustan de leer a los artistas desde una óptica social y moral, se sorprenderán al darse cuenta de que el documental de Grabsky no teme en poner el dedo sobre la llaga, al abordar la renuencia del artista en retratar la multiculturalidad de Nueva York (solo existe una sola pintura en la que aparece una mujer afroamericana y es South Carolina Morning de 1955), así como hacer evidente la opresión y el tratamiento machista que Hopper tenía con su esposa (como se refleja en las cartas y el diario íntimo de Nivison), que a su vez era una relación de extrema codependencia.  

Al final de esta exhibición de la vida y obra de Hopper en la gran pantalla, los espectadores sentirán que tanto su conocimiento sobre el arte como su amor por el mismo, crecerán exponencialmente. Es por eso por lo que las próximas invitaciones para ver documentales sobre la obra de Cézanne, Mary Cassat, Vermeer y la historia del arte japonés, serán muy difíciles de rehusar. 

Aunque el término “cine arte” es redundante y generalmente es mal utilizado, aquí calza a la perfección.

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