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David Bowie

Mirando fijamente al genio que nos abrió los ojos durante cinco décadas

Por  RICARDO DURÁN

enero 5, 2024

CORTESÍA SONY MUSIC

George y David nacieron en enero de 1947. En la escuela se hacen amigos, y allí —siendo un par de quinceañeros— les gusta la misma chica. Un día discuten por ella. Se gritan y la cosa sube de tono. George golpea el ojo izquierdo de su compañero y David se lleva las manos a la cara. El tiempo se detiene. George no sabe qué hacer y todos se acercan corriendo.

Así imaginamos esta parte del cuento. Nos gusta imaginarnos esas cosas para acercarnos un poquito más a nuestros ídolos.

Fueron necesarias varias operaciones y unos cuantos meses de hospitalización para salvar el ojo del muchacho que más tarde conoceríamos como David Bowie, uno de los ojos más famosos del mundo.

La pupila izquierda quedó dilatada permanentemente (anisocoria), como si el destino hubiera gestado un simbolismo. A cualquier mortal esta condición le generaría problemas para ver, pero Bowie siempre vio más allá que todos nosotros.

La pupila regula la cantidad de luz que entra, determinando la forma como vemos el mundo. Y Bowie vio primero un mundo que a todos nos tomó mucho tiempo descubrir. Nos abrió los ojos porque los suyos estaban mucho más dispuestos que los nuestros.

Esa capacidad se sumó a un carácter generoso y humilde (a pesar de algunas viejas declaraciones, lo que importan son los hechos) que le permitió encontrar un ejército de compañeros y un mundo de rutas inexploradas.

Desde muy joven fue capaz de ver en Little Richard, uno de sus primeros ídolos, que algún día los prejuicios empezarían a caer. Nunca supo cuándo terminarían de hacerlo, pero con Ziggy Stardust se atrevió a golpear con fuerza nuestros complejos. No los vio caer, pero los puso a temblar mucho antes que Madonna.

Bowie le entregó All the Young Dudes a Mott the Hoople, y tocó el saxofón en el álbum que además produjo para la legendaria banda de Ian Hunter.

Había que esparcir la semilla del glam por el mundo.

Él fue la vanguardia y estuvo siempre atento a las vanguardias ajenas. Así descubrió a los talentos que a su lado construirían el futuro. Produjo Transformer para Lou Reed junto a Mick Ronson (su aliado en Spiders From Mars), haciendo parte fundamental de uno de los grandes discos en la historia del rock. Uno entre muchos más.

Rindió homenaje a The Who, The Kinks, Pink Floyd y tantos otros en Pin Ups. Nadie podría pensar que lo hizo por falta de material propio; estamos hablando de un tipo que sacó más de 10 álbumes en los 70. Un tipo que lanzó un disco dos días antes de morir.

En 1975 organizó una entrevista vía satélite para promocionar Station to Station. Mientras la comunicación tenía lugar, en España moría Franco y le pidieron a Bowie que cancelara la transmisión, cediendo su turno en el satélite para informar al mundo la muerte del dictador. El genio se negó y hoy (él sí) merece mil estatuas.

Compuso Fame junto a John Lennon, y el mismísimo James Brown (“el hombre más sampleado de la historia”) tomó prestadas un par de cosas de aquella canción para hacer Hot.

David Bowie ayudó a Iggy Pop a producir The Idiot y Lust For Life. Abrió sus sentidos para dejarse permear por el krautrock; se unió a Brian Eno, Tony Visconti y Robert Fripp (el cerebro de King Crimson) para crear Heroes. Philip Glass lo inspiró y se dejó inspirar por él.

En Lodger contó con Adrian Belew, que venía de trabajar con Frank Zappa y luego se haría célebre como integrante de Talking Heads y de la banda de Fripp. Poco después Bowie pensó que sería bueno conocerse mejor con los integrantes de Queen y pasó a saludarlos. El producto de esa visita casi llega a titularse “People on the Streets”, pero acabó llamándose Under Pressure. Nada más y nada menos.

Durante una entrevista en los comienzos de MTV (1983) Bowie cuestionó a Mark Goodman porque le parecía que la cadena no incluía en su programación diurna suficientes producciones de artistas negros. Bowie era capaz de verlo todo, y no temía que alguien llegara a pelear los primeros lugares de Let’s Dance. En ese mismo álbum Bowie contó con la guitarra de Stevie Ray Vaughn (antes de que fuera el gran SRV que conocimos) y la coproducción de Nile Rodgers, eje de Chic y sumo pontífice de las discotecas.

Luego Tonight fue duramente criticado, pero ahí estuvo Tina Turner, que en 1984 dominaba el mundo con su Private Dancer. Es probable que en aquella época la televisión colombiana hubiera presentado por primera vez al Gran Duque Blanco en el programa de Lina Botero (Los 10 Mejores de la Música) y en un comercial de Pepsi en el que cantaba Modern Love junto a Turner. Desafortunadamente no es mucho el color local que podemos incluir en un tributo a la figura de Bowie, que en 1985 vio la oportunidad de ayudar en el Live Aid y grabó Dancing in the Street junto a Mick Jagger.

Never Let Me Down tampoco tuvo buena recepción, y Bowie quiso dejar a un lado (al menos parcialmente) la masividad que le había traído el estruendoso éxito de la primera mitad de los 80. Armó Tin Machine y fue parte de una banda otra vez. Sin grandes triunfos, el grupo llegó a su fin a comienzos de la siguiente década para dar paso al renacimiento con Black Tie White Noise en 1993.

Los 90 trajeron la masificación de los sonidos industriales, que tenían en Trent Reznor a su figura más emblemática, y Bowie no tuvo problema en elogiar a Nine Inch Nails ni en unir fuerzas con Reznor para salir a girar juntos (alternando la cabeza del cartel) durante el tour que le sirvió para promocionar Outside, el álbum que contenía Hallo Spaceboy, proclamando en medio de beats su eterna disposición a la experimentación.

Para la edición que Rolling Stone lanzó sobre los 100 artistas que cambiaron en mundo, David Bowie se hizo cargo del texto en el que se rendía homenaje a Trent Reznor, y se refirió a NIN diciendo que “contiene una belleza que atrae y repele en igual medida: el “Dios ha muerto” de Nietzche cantado al compás de un beat…”. ¿Al señor Reznor se le ofrece algo más?

Luego fue el turno de Placebo; la banda de Brian Molko recibió la bendición del visionario, que la llevó como telonera, y después metería su voz en una versión de Without You I’m Nothing.

Earthling, de 1997, sería un paso adelante en la exploración electrónica. Reznor pudo asomarse una vez más a la obra del genio, y Little Wonder tuvo un video fascinante a cargo de Floria Sigismondi, que venía de crear monstruosidades memorables para Marilyn Manson.

Bowie parece no haber tenido nunca envidias ni complejos de inferioridad, siempre estuvo seguro de su genialidad y por eso logró visibilizar el trabajo de tantos músicos y artistas sin opacar por un segundo sus propias creaciones. En Heathen (2002) volvió a tocar Pete Townshend, que ya había estado en Scary Monsters, y Dave Grohl metió una guitarra. Los Pixies tuvieron el honor de ver Cactus incluida en este gran disco. Incluso Moby metió la mano al remezclar Sunday, y fue el encargado de llamar durante el programa Live By Request para pedir que Bowie tocara Sound and Vision.

Reality (2003) sería el último disco que promocionaría con una gira, y en 2005 descubrió a Arcade Fire. Usó todo su prestigio para ayudar en buena medida a que los canadienses llegaran al lugar que hoy ocupan, 10 años después del visto bueno más valioso de todos.

The Next Day, se produciría en medio de mucho secreto, y llegaría una década después del último producto en estudio, tras un silencio larguísimo que generó todo tipo de rumores. Después vendría otra pausa, llena de especulaciones sobre una posible enfermedad, alimentadas por la negativa a tocar en vivo.

El musical que puso en marcha a finales de 2015 (Lazarus) retomó la historia de The Man Who Fell to Earth, y el actor Michael C. Hall (famoso por Dexter) asumió el papel de Bowie, quien además confió en Hall para interpretar Lazarus, segundo sencillo de Blackstar en el show de Stephen Colbert, en un acto de fe que salió muy bien para los dos.

El lanzamiento de Blackstar se programó para el 8 de enero de 2016, día en el que Bowie cumplía 69 años. El álbum fue inspirado en gran medida por el trabajo de Kendrick Lamar en To Pimp a Butterfly, y Tony Visconti diría que la idea había sido alejarse del rock & roll. El genio no tenía problema en asumir por dónde llegaría el futuro. Humildad y generosidad. Por enésima vez. Resultó ser un disco tremendo, experimental y lleno de sabiduría.

Sin embargo, apenas tuvimos un par de días para procesar aquellas enseñanzas. El domingo 10 de enero Bowie se marchó de un mundo que seguía celebrando su cumpleaños y el lanzamiento de su canto de cisne.

No podía ser. Ni siquiera los récords de Adele soportaron el dolor, se quebraron ante millones y millones de nostalgias.

Ahora nada sería igual. Sin Bowie nada habría sido lo mismo; el glam, el new wave, los 90, la moda, el pop, el rock & roll, los videos… Miles de cosas y miles de artistas no habrían sido lo que fueron sin esos ojos extraños que el lunes amanecieron cerrados tras siete décadas en las que estuvieron maravillosamente abiertos.

Ahora la cosa parece muy sencilla: nadie se ha ido así. Nadie ha salido por una puerta tan grande.

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