Crítica: La historia juzgará

La romantización de un grupo guerrillero convertido en partido político.

Germán Gutiérrez 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Alucinante

Germán Gutiérrez, fotógrafo y documentalista colombiano radicado en Canadá, ha dirigido varios trabajos notables. Entre ellos, Cinco siglos después (1991), que aborda las injusticias sociales y económicas que han afectado a los indígenas de Bolivia y Guatemala desde la conquista española. Junto a Carmen García, realizó Variaciones en un tema familiar (1995), donde explora a varias familias que no se ajustan al concepto tradicional de la misma.

Su documental más personal, ¿Quién le disparó a mi hermano? (2005), trata sobre el intento de asesinato contra Óscar, su hermano. Pero Gutiérrez es más conocido por co-dirigir El caso coca-cola (2009), otra vez con García, donde examina las acusaciones de violación de derechos humanos y abusos por parte de la compañía y grupos paramilitares conectados con sus plantas embotelladoras.

Ahora Gutiérrez presenta La historia juzgará, resultado de cuatro años de filmación al interior de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), durante los acuerdos de paz con el gobierno colombiano.

Este proceso tan importante para la historia de Colombia ya ha sido abordado en varios documentales que profundizan los eventos, como Impunidad (2014) del periodista Hollman Morris, que se centra en casos emblemáticos de violaciones de derechos humanos durante el conflicto armado; 2016: El Año que Vivimos en Peligro (2017), realizado por Néstor Abadía y cuyo título hace referencia a la cinta de Peter Weir protagonizada por Mel Gibson, recopila testimonios y material de archivo sobre el proceso de paz; Amazona (2016) de Clare Weiskopf y Nicolás van Hemelryck, pese a que se centra en la historia de la directora y su madre, una mujer que abandonó a su familia en la selva colombiana durante el conflicto armado, nos muestra los efectos de la violencia y la esperanza de la reconciliación; No más noches solas (2017) de Orlando Arriagada, sigue a una exguerrillera de las FARC que busca reconstruir su vida después de la firma de los acuerdos de paz y cómo enfrenta los desafíos de reintegrarse en la sociedad; El silencio de los fusiles (2017) de Natalia Orozco, intenta mostrar tanto los horrores y las tragedias que se vivieron durante el conflicto, como las esperanzas y los desafíos que surgieron durante el proceso de paz; y  La negociación (2018) de Margarita Martínez, ofrece una mirada íntima a las personas detrás de las negociaciones. 

Cada uno de estos documentales ofrece diferentes perspectivas del proceso histórico, pero todos, de una u otra manera y en mayor o menor medida, caen en el discurso panfletario. Este también es el caso de La historia juzgará, que se limita a tomar testimonios de algunos miembros de las FARC y registrar su cotidianidad, sin mostrarnos la otra cara del conflicto, algo absolutamente necesario en un documental de este tipo, para que se genere debate y discusión y para que se aborde el conflicto armado en toda su complejidad.   

La historia juzgará nos permite adentrarnos a un mundo que es muy poco conocido para quienes vivimos fuera de él, pero además de ser un documental sesgado que incluye un solo punto de vista, no profundiza mucho la exploración de ese mundo. Gutiérrez debería aprender de Del otro lado (2021), el documental de Iván Guarnizo acerca del secuestro de su madre llevado a cabo por las FARC y la búsqueda llevada a cabo por él y su hermano, de las personas que la mantuvieron en cautiverio, para hablar con ellos y buscar el perdón. 

A diferencia de La historia juzgará, el trabajo poderoso y conmovedor de Guarnizo logra convertir un largo y arduo conflicto en un caso íntimo y personal, que abre un diálogo de doble vía, y desde un universo micro conformado por tres personas que hicieron parte directa del conflicto, se nos permite tratar de entender la historia de un país que, por muchos años, ha sido el escenario de una guerra tan violenta como absurda.  

CONTENIDO RELACIONADO