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Crítica: La claridad transversal

Un veterano fotógrafo dispara verdades y reflexiones sobre la historia argentina.

Roberto Persano, Santiago Nacif Cabrera 

/ Eduardo Longoni

Por  RODRIGO TORRIJOS

Still

La mirada del fotorreportero Eduardo Longoni es transversal a la historia de Argentina. Su lente ha dado testimonio, tanto del horror de las dictaduras militares, como del coraje de las Madres de Plaza de Mayo o de la picardía de Diego Maradona convirtiendo un gol con la mano ante la selección inglesa en el mundial de México en 1986.

Eduardo llegó tarde al estadio Azteca, pero obturó a tiempo. Ese 22 de junio tuvo que ubicarse cerca al tiro de esquina, una zona pésima para los fotógrafos. Buscando material para la cobertura disparó una instantánea ante una jugada que no representaba mayor riesgo para el metro 83 del portero Peter Shilton. Buscaba congelar ese instante de lucha en el aire, en el que un enano se batía contra un gigante. Lo impensado desestabilizó la balanza de la historia.

Esa imagen del puño cerrado desviando el balón hacia el fondo de la portería, sería el primer indicio de que Maradona estaba dispuesto a todo. Aquel partido no era solo un juego de futbol. Cuatro años atrás Inglaterra se enfrentaba a Argentina por las armas, los jóvenes soldados argentinos eran exterminados “como pajaritos”, según las palabras del mismo Diego. Eduardo lo intuía.

Longoni no solo logró abrirse espacio entre sus colegas y los acontecimientos para situarse de cara ante los momentos fundamentales de su tiempo, también supo escuchar su instinto.

Esta película inicia en el momento en que ese instinto le pide retirarse. Corriendo de la policía, huyendo para ponerse a salvo en medio de una manifestación se da cuenta que otros están llamados a asumir la responsabilidad de ser los ojos de la historia. Casi respondiendo a este clamor, los directores Roberto Persano y Santiago Nacif Cabrera ejecutan una cinta coherente, en cuanto es también intuitiva y valiente.

Una mirada honesta rechaza la linealidad, tanto como la nostalgia ciega. Es una cinta construida dialécticamente, estableciendo conversaciones profundas en las que se reflexiona sobre el oficio, sobre los vectores de la mirada y sobre la posibilidad de trascender. También nos enfrenta a situaciones humanas universales como el retiro de la actividad productiva y las nuevas voces con las que la pasión se acerca. En el caso de Longoni emerge una línea narrativa que nos muestra cómo toma una de sus fotografías emblemáticas y decide imprimirla sobre un Falcón negro, el auto que era usado por los militares para desaparecer a los disidentes durante la dictadura, Eduardo parquea esta imagen en un representativo escenario cultural bonaerense.

En un aparte del documental Longoni reconoce que una serie de fotografías suyas logró dar sentido a la inquietud que impulsó cualquier disparo de su cámara, se refiere a las imágenes en las que miembros activos de las fuerzas del estado desaparecen a dos jóvenes. Si bien no son las más bellas imágenes de su carrera, tomaron sentido 30 años después cuando sirvieron como prueba para condenar a los cerdos y a sus superiores. Aun hoy, son unas de las pocas imágenes en las que se ve cómo eran desaparecidos los civiles; irónicamente son fotos que no fueron registradas durante la dictadura, sino en un periodo “democrático”.

Como Maradona, algunos se la juegan toda para desestabilizar la balanza de la historia, y Una mirada honesta es un homenaje a ellos, a quienes creen aun en el criterio y en la integridad. En el valor de enfrentar a gigantes con la dignidad de los oficios. Por eso nos complace que sea parte de los nominados a los premios ROLLING STONE, porque nos recuerda que la cultura va más allá de los impulsos mediáticos, de los monigotes inflados con dinero por las disqueras o las majors del cine, nos lleva a confrontar el vacío de la ignorancia en el que emergen personajes funestos como Javier Milei.

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