Todos aquellos que odien las películas edulcoradas (y perturbadoras) sobre animales de aspecto real que mueven su boca para hablar como humanos (Babe el cerdito valiente) o los que no soporten las películas sobre animales que reflexionan sobre la vida haciendo uso de la filosofía barata (La razón de estar contigo), probablemente cambiarán su opinión con esta comedia cruda, salvaje y colmada de sexo, drogas y rock & roll, con un título en español más que apropiado.
Los referentes más cercanos a Hijos de perra, dirigida por Josh Greenbaum (Barb and Star Go to Vista del Mar), son la perversa cinta francesa Baxter (1989), acerca de un Bull Terrier con una visión pesimista de la humanidad; y Buscando a Hagen (2014), una cruenta cinta procedente de Hungría, sobre un perro callejero que decide unirse a una jauría para acabar de una vez por todas con los humanos que fueron crueles y brutales con él. A diferencia de estas dos películas europeas, el trabajo de Greenbaum y escrito por Dan Perrault (autor de la serie documental falsa para Netflix American Vandal), no opta por el drama oscuro, sino por la comedia escatológica y políticamente incorrecta, al mejor estilo de La fiesta de las salchichas, subvirtiendo el género de los perritos antropomórficos, usualmente dirigido a un público infantil (Benji, Lassie, Oliver y su pandilla, Todos los perros van al cielo), para convertirlo en un ácido comentario social de corte definitivamente adulto, pero que huele a espíritu adolescente.
Greenbaum y Perrault se roban descaradamente la estructura narrativa de El viaje increíble, una cinta de Disney de 1963, en la que dos perros (un Bull Terrier y un Labrador) y una gata (Siamesa) recorren casi 500 kilómetros a través de los bosques de Canadá para encontrarse con sus amos. Si no han visto esta cinta y les suena conocida la historia, es porque tuvo una actualización en 1993 con las voces de Michael J. Fox, Don Ameche y Sally Field, y una secuela en 1996. Y si no han visto ninguna de estas películas y continúan con una molesta sensación de Déjà vu, es porque Disney recicló esa misma estructura de road movie para sus cintas animadas La tostadora valiente y Toy Story, reemplazando a las mascotas por electrodomésticos y juguetes despreciados por los humanos.
La diferencia entre Hijos de perra y El viaje increíble está en el abordaje de la historia. Will Ferrell (bien podría ser Seth Rogen), hace la voz de Reggie, un pequeño perro mestizo de pelo revuelto y sucio, pero definitivamente adorable y de espíritu optimista (al mejor estilo de Benji), que se encuentra en negación. Su amo Doug (Will Forté, colega de Ferrell en Saturday Night Live), es un fumón desempleado que depende económicamente de su madre y que odia a Reggie.
Doug lleva al perrito lejos de su casa para deshacerse de él y este cree que se trata un juego. Reggie regresa al hogar una y otra vez, y Doug lo lleva cada vez más lejos, hasta que por fin el perrito se pierde. Menos mal que Reggie entabla amistad con Bug (Jamie Foxx imitando a Samuel L. Jackson), un terrier callejero que le enseña lo que es la vida sin amos y que está obsesionado con tener sexo con todo lo que encuentra, particularmente con un sofá con la voz de Sofía Vergara. Los amantes de la serie Big Mouth deberán tomar nota.
Bug lleva al ingenuo Reggie al parque donde los humanos llevan a sus mascotas (“¿Cuál es el interés por nuestra caca?” pregunta Bug al ver a las personas recogiendo las heces fecales caninas en bolsitas). Allí el perro curtido por las calles, le presenta dos amigos a Reggie. Una es una pastora ovejera australiana llamada Maggie (Isla Fisher, la esposa de Sasha Baron Cohen) y un gran danés con cuello isabelino y miembro viril enorme llamado Hunter (Randall Park de Una loca entrevista). La primera es una mascota desplazada por su ama, quien se encariño con una perrita más joven; y el segundo está encargado de vigilar a los miembros de un ancianato. Maggie y Hunter mantienen una divertida tensión sexual, la cual se resolverá, como es previsible, al final del relato.
Bug, Maggie y Hunter, a manera de intervención (“¡Amigo, date cuenta!”), le hacen ver a Reggie, que su amo es un completo hijo de p$%a. Es así como el perrito pasa de ser noble e ingenuo, a un animal con espíritu de venganza, que les pide a sus nuevos amigos que lo ayuden a encontrar su supuesto hogar, para arrancarle el miembro viril a Doug a mordiscos. Piensen en El viaje increíble protagonizado por Mel Gibson o Liam Neeson y con música de Snoop Dogg, y se harán a la idea.
Como suele ocurrir con las road movies, el viaje estará colmado de situaciones transformadoras. Pero aquí, dichas situaciones son de ver para creer (especialmente el clímax) y es mejor no revelarlas, para no estropear el disfrute de ver una cinta necesaria para estos tiempos de amargura, psico rigidez y donde todo parece tener potencial para ofender.
Muchos sentirán que Hijos de perra es una película vulgar e inculta (y en gran parte, tendrán razón). Otros la encontraremos tremendamente divertida y catártica. Los que no quieran verla y piensen que defender esta cinta y atacar Sonido de libertad no está bien para un crítico de cine, bien pueden volver a ver Marly y yo y morderme el trasero.
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