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Crítica: Cassandro

La película biográfica sobre el luchador exótico mexicano, deja en un segundo plano el cuadrilátero, para centrarse en la soledad, los sueños y el desamor.

Roger Ross Williams 

/ Gael García Bernal, Roberta Colindrez, Perla De La Rosa, Raúl Castillo, Bad Bunny

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Prime Video

Al interior del mundo de la lucha libre mexicana, “exótico” es un término que se utiliza para describir a los luchadores con manierismos femeninos y comportamientos homoeróticos dentro de su performance. Los pioneros fueron El Bello Greco y su pareja Sergio el Hermoso, pero actualmente encontramos a otros como Pimpinela Escarlata, Polvo de Estrellas, Estrella Divina, Pasión Kristal, May Flowers y, por supuesto, Cassandro. 

Este luchador exótico de origen texano, cuyo nombre real es Saúl Armendáriz, comenzó su carrera como el rudo y viril Míster Romano, para luego decantar en la lucha exótica, asumiendo varias identidades como Babe Sharon, Rosa Salvaje y finalmente, Cassandro. En el 2016, Roger Ross Williams, el primer director afroamericano en ganar un Premio Óscar por un cortometraje documental (Music by Prudence), nos contó la vida de Armendáriz en el cortometraje El hombre sin la máscara. Dos años más tarde, Marie Losier realizó un estupendo largometraje documental titulado Cassandro el exótico. Ahora, Williams contraataca, al asumir como primer largometraje argumental un melancólico biopic sobre el luchador. 

Gael García Bernal, quien en el 2004 logró una de sus mejores actuaciones interpretando a una persona transgénero en la magnífica y muy personal obra de Pedro Almodóvar, La mala educación, es el encargado de encarnar al “Liberace de la lucha libre”. Aquí, vamos a conocer a un joven que vive con una madre que adora y con un nombre directamente relacionado con el “complejo de Edipo”. Yocasta (una maravillosa Perla de la Rosa), es una ex empleada del servicio doméstico que lava y arregla ropa, que todavía sigue enamorada del hombre que la embarazó y abandonó, y que corresponde con creces al amor que su hijo le profesa. 

El joven, quien desde niño descubrió su orientación homosexual así como su amor por la lucha libre, comienza a aparecer en el cuadrilátero con la identidad del luchador enmascarado conocido como El Topo, la cual genera muy poco impacto. Pero luego, inspirado en una telenovela y en los comentarios homofóbicos de sus colegas y bajo la tutela de Sabrina, una luchadora conocida como Lady Anarquía (Roberta Colindrez), Saúl construye su identidad del luchador sin máscara y maquillaje cargado conocida como Cassandro, la cual se convierte tanto en un vehículo para poder triunfar como también para liberarse.

Hay que entender que la función tradicional de un luchador exótico en el cuadrilátero consiste en enfurecer al público con sus ademanes y manierismos femeninos, para que luego su contrincante rudo y masculino lo aplaste. García Bernal asume a Cassandro como una persona optimista y pícara, pero también solitaria, frágil y sensible. La cinta de Williams nos muestra que Cassandro no teme enfrentarse a fieros luchadores como Gigántico (encarnado por el luchador Murder Clown) o la leyenda El Hijo del Santo (interpretado por él mismo), y que logra, gracias a su inmenso carisma y habilidad, convertir las burlas y la hostilidad del público machista, en aplausos y vítores. Gracias a su increíble actuación, Gael García nos convence de algo muy improbable (en la vida real, la homofobia ejercida hacia Cassandro afectó su salud fñisica y mental y lo tuvo varias veces al borde del suicidio). 

Las redes han convertido en todo un fenómeno viral la escena en la que Cassandro se da un beso con Felipe, su amigo y proveedor de cocaína, interpretado nada menos que por el astro del reggaetón Bad Bunny. El cantante ha venido coqueteando con el cine, asumiendo unos papeles que generan fuertes reacciones en sus detractores (también se convirtió en fenómeno viral por su breve aparición en Tren Bala, donde muere asesinado con saña). Pese a que Bad Bunny no hace mucho en términos dramáticos, la escena en especial es significativa porque logra calar en la audiencia, especialmente en aquellos que suelen hablar de “inclusión forzada” para justificar su racismo o de “ideología de género” para justificar su homofobia.      Es una lástima que el tono de la cinta de Williams termine siendo demasiado serio, solemne y triste y no recurra al inmenso humor, extravagancia y colorido que caracteriza al personaje de Cassandro. El surrealismo de la lucha libre mexicana pasa también a un segundo plano para caer en un melodrama edulcorado y estereotipado, evidenciado en la trágica muerte de la madre, en el enfrentamiento con el padre ausente que busca redimirse o cuando el amante, un luchador conocido como El Comandante (Saúl Castillo), prefiere no salir del clóset y ocultar su amorío con el luchador exótico. Así como muchos soñábamos con Jim Caviezel rompiéndole la crisma a los traficantes de niños en Sonido de libertad al mejor estilo de Mel Gibson, los espectadores quedamos con la sensación de que Cassandro necesitaba con urgencia unas cuantas enseñanzas de Nacho Libre

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