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Crítica: Beetlejuice 2 (Beetlejuice Beetlejuice)

¡Es la hora del espectáculo! El Tim Burton que todos conocemos y amamos por fin ha regresado de su limbo creativo.

Tim Burton 

/ Michael Keaton, Winona Ryder, Jenna Ortega, Justin Theroux, Monica Bellucci, Willem Dafoe, Catherine O’Hara, Arthur Conti

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Warner

En 1988 se estrenó una comedia muy peculiar dirigida por Tim Burton que contaba la historia de Barbara y Adam Maitland (interpretados por Geena Davis y Alec Baldwin), una pareja que muere en un accidente de coche y que se encuentra atrapada en su casa en calidad de fantasmas. Cuando los Deetz, una familia de arribistas se muda a su casa, los Maitland intentan asustarlos para que se vayan, pero sus esfuerzos fracasan.

Desesperados, los Maitland buscan la ayuda de un fantasma “bio-exorcista” llamado Beetlejuice (Michael Keaton en su primera colaboración con Burton) para asustar a los nuevos inquilinos. Sin embargo, Beetlejuice resulta ser un espíritu impredecible y peligroso, con intenciones que van más allá de simplemente ayudar a los Maitland. Lydia (Winona Ryder), la hija adolescente y taciturna de los Deetz, se convierte en una aliada clave para los Maitland y juega el papel de heroína en esta fábula desquiciada.

La segunda cinta de Burton, luego de su ópera prima Pee-Wee’s Big Adventure (basada en un famoso programa infantil protagonizado por Paul Reubens, una de las primeros caídos en la cultura mediática de la cancelación), fue todo un éxito sorpresivo que llevó a una divertida serie animada y a la posibilidad de una secuela. Pero los estudios Warner prefirieron apostar en el director para que asumiera las riendas de Batman, el proyecto de alto presupuesto que se estaba gestando desde finales de los años setenta. A su vez, Burton apostó en Keaton como el Hombre Murciélago y el resultado fue una de las películas más taquilleras de la década de los ochenta, marcando el inicio oficial del rentable género de superhéroes. 

La secuela de Beetlejuice ha estado en gestación durante décadas, y los rumores y proyectos en torno a ella han circulado desde que la película se convirtió en un clásico. Tim Burton declaró que solo haría la secuela si Michael Keaton regresaba para interpretar nuevamente a Beetlejuice, y en 2014, Keaton confirmó que este sería el único proyecto de secuela que le interesaba (su regreso como Batman no fue realmente una secuela). Afortunadamente, ambos cumplieron su promesa.

En los últimos años, Burton se sentía como un director apagado que ya no poseía la inspiración de antaño. Miss Peregrine’s Home For Peculiar Children fue una cinta efímera que intentó apropiarse descaradamente de las premisas de los X-Men y Harry Potter, mientras que su versión en acción real de Dumbo fue algo menos que caca de elefante. Pero con su esperada secuela de Beetlejuice, haciendo uso de la nostalgia enfermiza por la década de los ochenta, el director de Ed Wood y Big Fish se enfrenta el desafío de mantenerse relevante en un panorama cinematográfico muy diferente al de hace 36 años. Y lo cierto es que lo logra.

El regreso de Beetlejuice explora nuevamente la relación entre los vivos y los muertos, pero ahora de una manera más libre, agreste y salvaje. Winona Ryder retoma el papel de Lydia Deetz que la convirtió en superestrella, pero ahora es una psíquica de mediana edad con un exitoso pero vulgar programa de televisión que aborda fenómenos paranormales. Su vida personal, sin embargo, es un desastre, en parte debido a su prometido Rory (Justin Theroux), un codicioso farsante que se disfraza de novio protector y sensible. Al regresar a su ciudad natal para Halloween, Lydia se enfrenta a recuerdos de su pasado y, una vez más, al impredecible Beetlejuice. 

Junto con Lydia regresa también Delia (Catherine O’Hara), la excéntrica madre y artista conceptual, así como Charles, su fiel esposo. Como Jeffrey Jones fue acusado de poseer pornografía infantil y de inducir a un menor a posar para fotografías explícitas, Burton se las ingenió para que apareciese sin necesidad de recurrir al actor, haciendo un uso creativo del stop motion y del gore. Los cinéfilos también se alegrarán de ver en la cinta a Willem Dafoe interpretando a Wolf Jackson, un malogrado actor convertido en una especie de policía del mundo de los espíritus y a Danny Devito en un corto papel como conserje del más allá. Los que esperaban el regreso de Geena Davis y Alec Baldwin como los Maitland o de una aparición de Johnny Depp, el colaborador recurrente de Burton, se llevarán una gran decepción. 

Michael Keaton, quien vuelve a encarnar al excéntrico bio-exorcista, se siente tan divertido e impactante como lo fue en los años ochenta. Hace poco, Keaton volvió a interpretar al Batman de Tim Burton en la película de Flash de Andrés Muschietti, la cual fue injustamente vapuleada tanto por el público como por la crítica. Pero si bien es cierto que posee sus fallas (especialmente en el campo de los efectos especiales), hay que reconocer que el alma de la cinta fue esa gloriosa encarnación del superhéroe (hasta en la ceremonia de los premios Óscar Keaton se lució como Batman). 

Gracias a su talento, Beetlejuice continúa siendo un personaje carismático, anárquico y muy divertido. Esta vez, el personaje debe enfrentarse al deseo de venganza de su ex esposa Dolores (Monica Bellucci en una fusión entre Catwoman, El Cadáver de la novia, Mrs. Lovett de Sweeney Todd y todas las exesposas de Burton). Dolores es una figura espectral llena de puntadas que también evoca a la Novia de Frankenstein y que ha sido literalmente desmembrada y reconstruida (la secuencia en la que Dolores junta sus partes del cuerpo al ritmo de Tragedy de los Bee Gees es un ejemplo de la extraña mezcla de humor y horror que caracteriza al Tim Burton que todos amamos). 

Los orígenes del personaje, los cuales son narrados por Beetlejuice en italiano, añaden un elemento giallo a la historia. Burton ya había hecho evidente su amor por los Monstruos de la Universal (Frankenweenie), por las adaptaciones de Roger Corman de las historias de Edgar Allan Poe (Vincent), por las películas de los estudios Hammer (Sleepy Hollow), por la hibridación entre la ciencia ficción y el terror de los años 50 (Mars Attacks) y por los intentos de la televisión de antaño de coquetear con el horror (Dark Shadows); pero es una grata sorpresa ver al director entregando una carta de amor al cine sangriento y visualmente rico de Mario Bava (Operazione Paura) y Dario Argento (Profondo Rosso). 

Tim Burton nunca se ha destacado por darle profundidad o subtexto a sus historias. Su cine es, ante todo, una entretenida golosina visual. Su secuela de Beetlejuice no es la excepción, ya que está cargada de una serie de escenas grandiosas, desde gusanos de arena con ecos de Dune hasta un número musical con el clásico MacArthur Park (ecos de Nightmare Before Christmas) y un tren de las almas (homenaje a Soul Train) que conduce al más allá. Sin embargo, Burton, es un maestro en equilibrar el caos visual con una historia más o menos coherente, y aquí hace uso de esa gran habilidad. Pero no espere encontrar grandes reflexiones aquí o en una obra de Burton (tal vez Ed Wood, Big Fish y Big Eyes sean las contadas excepciones).   

A pesar de su afinidad por los efectos prácticos, Burton y Keaton se aseguraron de que la secuela mantuviera el espíritu de la original al evitar depender excesivamente de la tecnología moderna. El enfoque en efectos artesanales ayuda a preservar el encanto distintivo del primer Beetlejuice, aunque en un contexto donde los efectos digitales han evolucionado tanto, esta elección puede parecer un tanto anacrónica para la Generación Z. Mi consejo para ellos es el mismo para con The Flash “¡Dejen de quejarse por los efectos y disfruten del maldito viaje!”

Como es costumbre en este tipo de reciclajes, hay que apelar a las nuevas generaciones y esa es la justificación para el personaje de Astrid, la hija de Lydia, interpretada por Jenna Ortega de Wednesday, la serie producida por Burton basada en La familia Addams. Astrid, una joven rebelde y taciturna como lo fue Lydia en la primera entrega, le aporta la energía juvenil a la película (ecos de Stranger Things) y establece una conexión emocional con un chico llamado Jeremy (Arthur Conti de House Of The Dragon), que todavía ronda el árbol del cual cayó en su juventud. Esta relación gótica entre Astrid y Jeremy añade otro amor imposible y oscuro que ha hecho parte de muchas de las películas de Burton y nos recuerda los momentos más humanos y conmovedores de la cinta original. 

En una rueda de prensa Burton mencionó que disfrutó el proceso de filmación de esta secuela más que en proyectos anteriores, describiendo la experiencia como un regreso a lo básico, trabajando con “buenas personas, actores y marionetas.” Esto marca un contraste con su aversión habitual por las producciones de estudio a las que regresa una y otra vez, y sugiere que el proyecto tenía un valor sentimental y personal para él, lo cual se nota. Esta es una cinta con alma, pese a que a veces se siente como “Los grandes éxitos de Tim Burton”.  

Beetlejuice Beetlejuice es un buen viaje nostálgico con muchas referencias a la cultura popular de los años sesenta y setenta (amigo, si no entiendes el referente, haz uso de Google y de Wikipedia). Los amantes de la cinta original quedarán satisfechos, ya que Burton logra capturar el espíritu de la original, así como la innovación y frescura necesarias para convertirla en un éxito en su propio derecho. En otras palabras, es una montaña rusa entretenida y visualmente cautivadora, un reciclaje que se demoró 36 años en procesar, pero que posee sangre, corazón y espíritu.      

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