Un Cosquín diverso: cierre festivalero con rock, trap, guitarras y el mejor DJ del mundo

La segunda jornada del clásico cordobés confirmó la apuesta por la variedad de sonidos, estilos y generaciones, de Fito Páez a Tiësto y de Las Pelotas y Babasónicos a Dillom

Por  FACUNDO ARROYO

febrero 20, 2023

Ciro, a la cabeza de un cartel con múltiples banderas

Ignacio Arnedo/Agustín Dusserre

La sensación después del Día 2 es que la mística sigue intacta. No importa que el festival más federal del país apueste a un perfil más diverso en términos estéticos, ante un público que superó las cien mil personas.

Después de 23 años, la grilla y la artística del Cosquín Rock siguen apostando a la amplitud. Una de las primeras señales de la tarde, en la segunda jornada del festival, que terminaría con consagrados como Las Pelotas y Ciro, fue insertar a una banda “emergente” (aunque después de agotar sus primeros Obras) como El Plan de la Mariposa en uno de los escenarios principales. Otro gesto fue la aparición del dance digital de los platenses Peces Raros (el dúo, vestido de negro, salió acompañado de otros tres músicos para completar un set más instrumental que cancionero donde no faltaron algunos tracks de su último y festejado disco, Dogma).

El Plan de la Mariposa, cada vez con más vuelo. Fotos: Ignacio Arnedo/Agustín Dusserre

A esa hora, ya entrada la tardecita, la multitud se trasladó al Escenario Sur donde Fito Páez entregó un repertorio repleto de hits. No hubo ni un hueco para las canciones nominadas este año al Grammy. Una diferencia con su show del año pasado, en el que fue mixturando obra nueva con clásica. En ese contexto, un Fito vestido de amarillo, con la pipeta deportiva bien marcada en su espalda, fue paseándose por el escenario a medida que relataba cada estrofa que los presentes cantaron una y mil veces en sus distintos cotidianos. Cuando llegó el turno de “Polaroid”, Fito practicó una especie de manifiesto, declaración de amor y también ironía sobre el impacto de esa canción en el presente. Dijo que una pieza así, que apuesta al borde, al límite, bien podría estar representada en un mundo rap o, por qué no, trap. Para reforzar el diálogo con esas nuevas tendencias, se mandó con un freestyle en el desenlace de “Circo Beat”.

Fito, en pleno repaso de sus clásicos. Fotos: Ignacio Arnedo/Agustín Dusserre

Antes, a la hora de iniciarla, programaron la pista original de la canción. En términos del género citado, un sampler de él mismo. Antes de una versión aggiornada para la ocasión de “Al costado del camino”, Páez pidió disculpas por superponerse al sonido de otros escenarios: “No queremos tapar ninguna música hermosa”, dijo uno de los pocos artistas que no cedió los derechos para la transmisión por cable. Un mensaje que, bien leído, también funcionó como un reto tanto para la organización como para la forma de consumir música en este Valle que nos rodea.

Paco y Ca7riel, en su infierno encantador. Fotos: Ignacio Arnedo/Agustín Dusserre

Para la música urbana alternativa de primera línea, que se sumó al Cosquín Rock, el escenario Sur fue un desafío. Tanto por estar cansado de tanto trajinar o estar viviendo una etapa de separación e incertidumbre, el sonido de Dillom y de Paco Amoroso con Ca7riel no terminó de hacer base. Para el caso de Dillom, un artista con un típico crecimiento exponencial para esta era, las canciones de Post Mortem comenzaron a desprenderse del artista. Lo siente el público y lo siente él. De hecho, anunció el desarme parcial de su banda. Aún así, el show estuvo a la altura de su relato. Y las canciones fueron casi todas: 18 en total entre las que se encontró la balada amorosa y reveladora de “220”. Apenas una de las facetas del compositor más original de su generación.

Dárgelos, a la izquierda de la noche cordobesa. Fotos: Ignacio Arnedo/Agustín Dusserre

La perla folk y cancionera de la noche quedó encerrada entre los artistas de las nuevas generaciones. El pequeño desajuste de horarios en los escenarios terminó haciendo que Lisandro Aristimuño coincidiera, a las 23:09, con La Vela Puerca, Babasónicos, Dillom y El Doctor. El compositor de Viedma, a pesar del contexto, hizo frente a su set con una banda numerosa, bastante eléctrica, pero con la acostumbrada línea de cuerdas. Desde el escenario Boomerang, agradeció a un numeroso público por apoyarlo y quedarse en ese lugar a escucharlo.

El que no contó con ese apoyo fue El Doctor. Para el rapero sensación del circuito era el debut en el festival. A pesar del contexto no dejó de ser elocuente y agradeció a los que “se estaban comprando un sánguche”. Eso no le quitó la rabia verbal a su set que, a diferencia del Primavera Sound, supo respetar el final y bajarse del escenario sin generar bardo. Obvio, antes dijo algo: “Lo único que les quiero decir es que no acepten imitaciones”.

El Doctor, atendiendo por primera vez al Cosquín. Fotos: Ignacio Arnedo/Agustín Dusserre

Para la comunidad que reúne el Cosquín Rock, Paco Amoroso y Ca7riel son dos marcianos desaforados, zarpados en colores y con un sonido ciberpunk. Aún así, la irreverencia que manejan impactó directo en el corazón de la multitud que los miró desde el campo del Escenario Sur mientras varios descubrían que en la música urbana también puede haber un proyecto de rap atrevido, metal insinuado y distorsiones, en un circuito que los acobija y los recomienda.

Después de las ya clásicas presentaciones de Las Pelotas (pura emoción, en el Escenario Norte, una apuesta totalmente diferente a la edición anterior, donde tocaron tres noches seguidas en una de las carpas) y Ciro y Los Persas, si faltaba alguna pista más sobre esta apuesta a la diversidad, llegó cerca de la 1.15 AM, con el cierre. Entonces, Tijs Michiel Verwest, más conocido como Tiësto, el “mejor DJ del mundo”, cerró la jornada en el Escenario Montaña, el espacio entre los escenarios principales Norte y Sur. Todavía con público, incluso con algunos portando remeras con su rostro, el DJ holandés musicalizó el final de sólida tradición rockera. Hasta el año próximo, Cosquín.