Al término de la jornada, el dato oficial de 100 mil espectadores para el primer día del Cosquín Rock visualizó una maratón multitudinaria. Una carrera, porque para ver en continuado artistas que se presentaron en los distintos escenarios fue necesario acelerar el paso. Un clásico del festival cordobés que, en plan de extenderse todo lo que pueda, sigue creciendo en cartel y convocatoria. La tradición del encuentro y la extensión genérica vuelve difícil hablar solo de un festival de rock. Quizás sirva como puerto de partida, pero lo que pasa durante una jornada de Cosquín Rock es para una memorabilia
extensa, siempre con algunos flashes del mojón musical. Como los que siguen a continuación.
6 momentos del Cosquín Rock 2023: Día 1
Cuando todavía calentaba el sol, algo que tomó de improvisto por el manto de aire frío que llegó pegado a una ola de calor, la cantante Clara Cava se apropió del escenario Paraguay para desarrollar su pop eléctrico con buenos vicios digitales. Tropical y diversa, la performer de pelo corto y verde supo contagiar al público que andaba por ahí y hasta sumó algunos fans que sabían las canciones. Clara, por otro lado, se afirmó como artista fija de grandes festivales. La razón del feeling quizás sea su llave maestra
para entrar donde le pinte.
La caída del sol contó con Usted Señalemeló que, como bien dijo Juan Saieg, volvieron sin haberse ido. Su corta separación, o siesta, sólo recargó las energías de la banda que se presentó como quinteto y decidió saturar al mango su sonido pop psicodélico. La paradoja fue el hermoso final de su recital. Cuando ya habían terminado su set, por los parlantes sonó “Agua marfil” en una versión más que acústica, y el público en vez de irse corriendo a seguir con la maratón de música en vivo no se movió. La cantó con energía, tanto que el trío fundacional de US salió también a cantarla sin sonido. Fue como un fogón con obra social asegurada pero con una mística superior a la imagen de una fogata que se extingue con la madrugada. Una chica con la remera de Mojigata (último disco de Marilina Bertoldi) gritó estos versos mientras miraba a Saieg mezclarse entre el público: “Tu cuerpo bailaba. / Mi cabeza se enroscaba. / Y el agua marfil confundiendo más aquí”.
Cuando La Delio Valdez salió al escenario Montaña modificó la forma de ese contexto. Aceitados, decididos y más amplios que su enfoque tradicional (la cumbia colombiana), llegaron hasta tapar el sonido de uno de los escenarios más grandes que el suyo. Mientras los cordobeses, que saben mucho de mover la cintura, se iban amontonando en ese viento tropical, la Orquesta fue variando su cantante (de Ivonne Guzmán a Black Rodríguez Méndez) y se trasladó también al plano instrumental. Pasaron por su set “Negra, ron y velas”, “La cancioncita” y “Cumbiambero”, entre otros. Cuando llegó el momento de “Inocente”, este tema propio que durante la semana previa retomaron e indagaron en el trabajo audiovisual de Ayelén Velázquez para el festival, la tarde se congeló en un canto. Una canción que, al principio fue una más, pero después estalló. Hit total en plataformas digitales y hasta el día de hoy imbatible respecto al resto que la siguen de lejos. La clave está en la interpretación de Ivonne, firme y dramática.
En clave con La Delio Valdez, casi pegadas en la programación, Lila Downs salió al escenario Paraguay para darle volumen a la tradición desarrollada por amantes de la música de América Latina. Vestida de negro, alto vibrato mexicano y trenza latina se mandó con una versión de “Clandestino” (Manu Chao) con variaciones para el momento. Cantó: “Mi vida la dejé entre Tijuana y Bagdad” mientras tocó lo que pareció ser un cuatro venezolano. Mientras se desplazó por canciones tradicionales como “La cucaracha”, “Dignificada” y “Mirror” se despidió con una oda al mezcal mientras revoleó un pañuelo y dejó registro de la música mexicana en un Cosquín Rock repleto de artistas internacionales. Durante la madrugada, la dj belga Charlotte de Witte juntaría a un buen puñado de rezagados para cerrar la noche a puro techno minimal.
Cuando Skay sale a tocar al escenario Norte el Valle murmura. Cada año lo espera, lo abraza; si hablara le diría: “Pase maestro, lo estábamos esperando”. Y Skay afina un detalle fino y profundo: sale al vivo con un volumen moderado. A media máquina, casi, de los equipos valvulares. Le habla sin decirle nada a los demás escenarios, a los artistas jóvenes que van registrando sus distintas performances al palo. Skay dice sin decir: no es necesario saturar para sonar potente. La música también se puede entender. Como Las Pelotas, ver a Skay en Cosquín Rock forma parte de un clásico, uno que contiene tanto temas como “El pibe de los astilleros” y “Jijiji” (aparecieron tres drones cuando la tocó) a “La luna en fez” y “Aves migratorias”. De Los Redondos a su carrera solista, la mística de Patricio Rey renace cada vez que el valle y Skay se vuelven a encontrar cara a cara en cada uno de los febreros para atravesar el mar de los Sargazos.
El cierre de la noche estuvo a carga de Juanse y sus amigos. También sus sobrinos. Y es verdad: también sus tíos. El líder de Ratones Paranoicos armó un repertorio con los clásicos de su banda insignia (de “Rock del pedazo” a “La nave”) y planteó un desfile de invitados difícil de esquivarlos. Hubo conexión con Mateo Sujatovich (de Conociendo Rusia), puro rock and roll con Alejandro Kurz de El Bordo y Junior de La 25, tradición blusera con Celeste Carballo y una sobremesa con, según Juanse, “el rey de la selva” León Gieco. Para el ex Por Sui Gieco hicieron una excepción y los temas fueron de su autoría: “El fantasma de Canterville” y “Pensar en nada”. León es tan grande que parece ser de alguna otra tierra. “No se cumplen 60 años todos los días, che. Tampoco se burlen”, dijo Juanse mientras se sacaba y se ponía un piloto largo y negro, mientras se sacaba y se ponía (así es Juanse en vivo) su guitarra azul que estuvo con el volumen por encima de todos los demás instrumentos e invitados. Fue un detalle que dificultó la prolijidad de los ensayos que se filtraron en algunos videos en la semana previa al show.
Planeado junto a José Palazzo, Juanse ya había experimentado un cruce en la edición anterior cuando se subió a cantar con la Mona Jiménez siguiendo así con la tradición de los encuentros que suelen darse en Cosquín Rock como marca de identidad. Una noche con la luna en fez que facilitó el encuentro de la amistad y la riqueza de la música argentina. Una primera jornada donde 100 mil personas pudieron navegar entre géneros y zapatillas con tierra mientras el fresco de Santa María cayó sobre sus espaldas cansadas.