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Beyoncé alcanza un nuevo nivel de seducción en Renaissance

Su séptimo álbum de estudio es una obra vintage que está a la vanguardia

Por  WILL DUKES

Mason Poole

Beyoncé

Renaissance

Beyoncé es el modo nocturno de una superestrella pop: una actualización que se ha convertido en la norma. La lumbrera de Houston es tan estilizada, genial y orgullosamente negraque hace que la forma en la que veíamos las cosas hace tan solo un minuto parezcan insípidas, arcaicas y sin gracia. En efecto, la ganadora de 28 Premios Grammy tal vez sea la única soberana del pop que haya evolucionado artísticamente al tiempo que expandía un enorme imperio comercial. Por ejemplo, Michael Jackson perdía un poco de su genialidad con cada lanzamiento ambicioso, pasando de la elegancia natural de Off the Wall al espectáculo forzado de Bad. Las ambiciones más extravagantes de Prince solían dejarlo por fuera de la radio y Madonna también batalló con mantener intacto su reinado en el Top 40 mientras probaba cosas diferentes.

Pero desde su álbum autotitulado de 2013, la trayectoria de su carrera ha tomado la dirección opuesta: subió el nivel de sus primeros acercamientos al mainstream con B’Day (2006) y I Am… Sasha Fierce (2008), y comenzó a publicar proyectos osados cuyos lanzamientos fueron más innovadores que una serie de Donald Glover. En su obra maestra de 2016, Lemonade, nos bendijo con un “álbum visual” espectacular que estuvo a la vanguardia del arte afro contemporáneo, tanto que inspiró una clase universitaria y a la vez iluminó las calles. Beyoncé, en pocas palabras, hizo que el progresismo se convirtiera en pop.

La mayoría de los capos de la industria que poseen casi el mismo patrimonio de Bey te dirán que la genialidad no es escalable, ya que no puedes obtener las mismas ganancias de un almacén de cadena si la propuesta de valor de tu boutique se basa en su exclusividad. Pero la forma en la que la cantante ha estado publicando álbumes por casi una década parece estar dirigida a hacer música que incluso tu abuela quiera escuchar, y eso se siente artístico y ultramoderno. Beyoncé siempre subvierte dicha paradoja, haciendo que tales dicotomías encajen mejor con la cultura desde la llegada de las redes sociales.

Su álbum más reciente, Renaissance, que fue anunciado con varias semanas de antelación y una portada en Vogue, es una colección de éxitos alegres, cortes que van más allá de los límites y baladas acogedoras cuya esencia vintage está a la vanguardia. Además, sugiere amablemente que la nueva era de la icónica cantante pop implica permanecer un poco en la vieja escuela.

Lo que primero llama la atención del disco es su atmósfera apacible, inclusive algunos de sus cortes más movidos emplean estribillos hipnóticos con un registro melifluo y discreto. Vale la pena mencionarlo teniendo en cuenta que algunos de sus himnos tienen melismas y voces desgarradoras como su canción de 2011, ‘Love on Top’. Estos 16 temas que se balancean entre el deep house, el afrobeat y el boogie ochentero, resaltan como reliquias de una era análoga en la que los sencillos más bailables eran tan exuberantes y orgánicos como las canciones que podías escuchar descansando en casa.

En la plácida ‘Plastic on the Sofa’, Bey canta, “Amo las pequeñas cosas que te hacen tú”, sobre un bajo cadencioso y unas guitarras agradables cuya aura cálida y setentera rememora a Minnie Riperton. Es una sentida oda a todo lo que ama sobre estar enamorada. Con pasión natural confiesa, “Creo que eres tan genial, aunque yo sea más genial que tú”, sonando coqueta y centrada como si fuera una mujer cualquiera disfrutando de su luna de miel y no la cantante más famosa del planeta con una mansión llena de pinturas de Basquiat. Sus gestos vocales sobrecogedores –el epítome de la sprezzatura– añaden un ímpetu virtuoso a la relajante vibra vintage del tema.

El toque delicado presente en la canción que abre el disco, ‘I’m That Girl’, le queda tan bien al ser un contraste entre la voz enérgica y potente de sus inicios, que en ocasiones sonaba algo estéril aun siendo seductora. Dicho esto, ‘Pure/Honey’ es un bop para voguear que cuenta con algunas de las notas más vibrantes de la Queen B, especialmente hacia el final de la canción en donde grita en un tono góspel, “Puse el dulce en tu lengua, ¿no es delicioso?”, recordándote su puesto en el linaje de leyendas soul como Etta James y Tina Turner.

La exlíder de Destiny’s Child ha sido conocida por ofrecerle cantos al estilo góspel a las masas que han sido marginalizadas. En ‘Church Girl’, sobre el boom-bap deconstruido de No I.D., y al igual que Prince, Marvin Gaye y Ray Charles, casa lo sagrado con lo profano, afirmando que “nadie puede juzgarme más que yo”, e implorando a “las chicas de iglesia” y a “las chicas malas” que “muevan ese trasero como si vinieran del sur”. Hay un ímpetu insuperable en su ritmo bounce y referencias a la cultura afroamericana, lo que hace que se sienta como una celebración del Día de la emancipación en EE.UU.

En ‘Heated’, que comparte créditos de composición con Drake, Bey canta sobre un riddim exótico en el que presume su “montón de Benz y Chanel”, pero luego hace un recordatorio de que en sus días en Destiny’s Child ayudó a inventar el estilo de canto y rapeo que prácticamente se encuentra en todos lados actualmente. Ese aspecto en su sonido es lo que las tías, que adoran leyendas de góspel como Yolanda Adams y que quizás se habrían interesado en ese timbre de voz de Bey, no podían soportar de ella hace dos décadas. Pero ella estaba adelantada a su época pues aquí su interpretación está llena de pasión y pathos, y es poderoso como un carajo.

Lo mismo sucede con el sencillo principal, ‘Break My Soul’, cuya percusión disco y sintetizadores (tomados del hit de Robyn S. de 1990, ‘Show Me Love’), impulsa lo que es un mantra motivacional. Cuando Bey recita, “Acabo de renunciar a mi trabajo/Voy a encontrar mi nueva motivación”, la euforia en su voz es suficiente como para alentarte a tomar un nuevo rumbo o dejarlo todo en el gimnasio.

No obstante, no todo es tan gratificante en Renaissance. ‘Thique’ no es precisamente un paso en falso ya que pegará este verano, pero para la mujer que acuñó el término de ‘bootylicious’, las referencias aquí ya están un poco trilladas. Es como si Beyoncé hubiera consultado sin vergüenza alguna un generador automático de descripciones para IG.

Además, en el álbum no hay canciones que hablen abiertamente de consciencia social y eso podría decepcionar a los fans que se emocionaron escuchándola cantar en ‘Freedom’ con Kendrick Lamar, en donde le da voz a las injusticias que el pueblo afroamericano ha tenido que enfrentar por generaciones en Estados Unidos. Quienes se inspiraron al verla levantar ese puño en el aire –evocando el saludo desafiante de Tommie Smith y John Carlos en los Olímpicos de 1968– ante al público atónito del Super Bowl de 2016, podrían considerar que debería seguir usando su plataforma para visibilizar estos asuntos.

Pero con una artista tan inteligente, subversiva e ingeniosa como Beyoncé, lo personal es político. Y, de todos modos, es verano en Norteamérica. La astuta ‘America Has a Problem’, que usa un sample de ‘Cocaine (America Has a Problem)’ de Kilo Ali, es un éxito tan genial que toma impulso de sus acordes simples y percusión constante. Allí, habla de sus propiedades adictivas (“Voy a hacerte caer por mí/Hacerte esperar una semana entera por mí”), insinuando que cuando una mujer negra poderosa tiene tanto estilo y es tan acertada como ella, es una amenaza para cualquier estructura de poder en EE.UU.

Y, ¿quién dice que los cantos body-positive  en canciones como ‘Thique’ no inspirarán, al mismo tiempo, a montones de mujeres y chicas negras que no sienten representación en los medios? Con el simple hecho de admirarse a sí misma, está hablando por ellas y reconociendo su agencia, lo cual es importante incluso si tenemos pequeñas discrepancias sobre la jerga que adopta.

¿Es esta una evolución de Lemonade? No exactamente. Pero con Renaissance, Beyoncé se siente más cercana que nunca, dándole a su público todos los himnos y hits que amamos y que esperamos de ella, comprobando que la inclusividad es lo de hoy.

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