“Siento que la fotografía es una gran trama, cada foto es una partecita de esa trama que cada vez se está haciendo más grande. Es algo hermoso porque todas las personas que pasaron a través del lente me dejaron cosas geniales, aprendizajes, cuestionamientos sobre la técnica, de la vida, enseñanzas de todo tipo”. Con esas palabras, Andy Cherniavsky agradeció el diploma que acababa de recibir y que la declaraba Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad.
El acto se desarrolló en el Salón Dorado de la Legislatura porteña el miércoles 7 de junio, con Hilda Lizarazu, Lito Vitale, Gabriel Rocca, Sergio Marchi y el “Zorrito” Von Quintiero, como algunos de los testigos. La iniciativa fue del legislador Roy Cortina, presidente de la Comisíon de Cultura y autor del proyecto, que un rato antes había declarado que “Andy es una de las pocas fotógrafas que han recibido esta distinción, y que espero no sea la última. Como se sabe, la fotografía no siempre ha sido un rubro particularmente colmado de mujeres, y aquí también radica la importancia de su trayectoria, que le ha valido un título que puede llevar con total autoridad y es el de ser la fotógrafa del rock”.
“Solo puedo agradecer por darme una distinción por hacer lo que me apasiona. La música es la que inició todo esto de la fotografía”, finalizó Cherniavsky. Y luego invitó al escenario a la guitarrista Sandra Corizzo y a Hilda Lizarazu que interpretaron “Expuesta”, la canción de la película documental de Eduardo Raspo que hace un recorrido por la vida de esta referente de la fotografía.
Mirá el trailer de Expuesta, el documental sobre Andy Cherniavsky:
En su libro Contacto directo (2020), ella traza el derrotero de una vida artística e intensa. Después de separarse, su madre estuvo en pareja con el crítico de arte Jorge Glusberg y se involucró con la movida (y los artistas) del Instituto Di Tella. Organizaban fiestas con Marta Minujín y Julio Le Parc. Andy define a su madre como “exótica y libre: una psicóloga moderna, permisiva, que fumaba porro y consumía LSD con sus colegas o amigos a modo de experimentación”. En los 70 vivió en Europa y Salvador de Bahía, y Andy recuerda de esas excursiones el desenfreno en los carnavales da rua con el bloco de los argentinos exiliados.
Su padre, bohemio, fundó en 1964 el Centro de Artes y Ciencias. Una institución de vanguardia que finalmente terminó devastado por la última dictadura militar. Por ese sitio, desfilaron Astor Piazzolla, Daniel Viglietti, Chico Buarque, Vinicius de Moraes, Les Luthiers, Norman Briski, Nacha Guevara, Pappo’s Blues, Arco Iris, el Mono Villegas, Vittorio Gassman y Miguel Abuelo, entre muchos otros.
Todo esto transcurrió entre los 60 y los 70, cuando Andy era una niña y adolescente. Esa etapa que llamamos “la educación sentimental” y de algún modo explica (o anticipa) su derrotero artístico como fotógrafa a partir de los años 80. El relato en su libro incluye una convivencia amistosa con Charly García en los tiempos que armaba La Máquina de Hacer Pájaros (y un romance, furtivo y clandestino, posterior). Un desfile de personajes y de anécdotas del elenco estable del rock argentino de esos años abarca su relación amorosa con Andrés Calamaro que duró 9 años y que incluye una convivencia con una lechuza y unos gatos como mascotas, un estudio casero (El Hornero Amable) y un espacio lúdico y creativo (el “Club Palta”). También los íntimos y memorables encuentros musicales entre Andrés y Charly, cómo “inició” en el rock al Zorrito Von Quintiero (“Fabiancito”) y al Bebe Contepomi (ella lo invitó por primera vez a su casa, después de leer una carta conmovedora).
Polaroids de locura ordinaria: un vistazo a su agenda personal de diciembre de 1982 nos lleva a Obras Sanitarias con Dulces 16, a una quinta con Charly García, a los conciertos de Serú Giran en el teatro Coliseo, al festival de la revista Pan Caliente y a una fiesta en su casa con Los Abuelos de la Nada.
