[Archivo RS] Vicentico: “No creo que todo lo que yo haga sea genial”

A fines de 2002, el cantante de Los Fabulosos Cadillacs le decía hasta luego a su banda y lanzaba su primer álbum como solista. En esta entrevista, repasaba la grabación del disco y, a punto de protagonizar la película Los guantes mágicos, manifestaba su fascinación por el mundo de la actuación.

Por  FERNANDO SANCHEZ

octubre 8, 2023

David Sisso

Publicada originalmente en RS #56, noviembre de 2002.

Ponele que sos periodista. si querés que Gabriel Fernández Capello se aburra, hacéle preguntas sobre su disco solista. Mirá, si no, lo que le pasó un cronista de un canal de cable.

Periodista: A ver: ¿por qué un disco solista?

Gabriel Fernandez Capello: Porque uno tiene ganas de hacer un disco solista y va y lo hace. Después podría decir: porque no tengo otra cosa que hacer; porque es lo que mejor me sale; porque tengo intenciones de ganar un dinero y mantener a mi familia; porque hacer un disco solista me permite hacer lo que más me gusta, que es viajar. Esas razones son suficientes. Quiero decir: ¿qué haría si no hago un disco solista? Si decido no tocar con los Fabulosos Cadillacs por un tiempo, ¿qué hago? ¿Me quedo en mi casa?

Periodista: ¿Cómo dirías que es este disco?

Gabriel Fernandez Capello: Copado, muy copado… Es simple, corto, conciso, dice lo que quiero decir en este momento. Me gustó mucho cantarlo. No sé.

Periodista: ¿Pensás seguir teniendo la proyección latinoamericana que venis teniendo con los Cadillacs? ¿Querés aprovechar esa circunstancia? 

Gabriel Fernández Capello: Más bien. No es que voy a aprovechan sige el camino que estoy haciendo desde hace quince años. A algunos lugares será mas dificil llegar a otros, más fácil, pero es obvio que no voy a aprovechar sino a usar lo que sea capaz de usar. ¿Está mal? 

Periodista: ¿Qué creés que el público latinoamericano puede esperar de una producción solista tuya? 

Gabriel Fernández Capello: No conozco al público latinoamericano, no sé qué cara tiene.

Periodista: ¿Cómo surgió la posibilidad de grabar “Algo contigo”, de Chico Novarro?

Gabriel Fernández Capello: Me gustó. Grabé unos cuantos boleros, y “Algo contigo” es fácil para mi. 

Hace falta que Gabriel Fernández Capello no se muere por tener una entrevista contigo? Tranquilo, no es nada personal. 

-Es como soy, no sé. No es desgano, tampoco. Es mi personalidad. Me pongo pilas cuando algo me pone pilas. Y la verdad es que hacer notas no me pone pilas.

Entonces, si sos periodista y no querés que tu entrevista con Gabriel Fernández Capello naufrague en los mares muertos de la modorra, ya sabés qué hacer. Mirá, si no, cómo resolvió la cuestion Andy Kusnetzoff en Perros de la calle, su programa de radio en La Metro.

(Suena “Carnaval toda la vida”, de Los Fabulosos Cadillacs. De fondo, y todo el tiempo, se oye bardo, gritos, risas, efectos sonoros y demás ruidos.)

Andy: “¡Carnaval..!” Es todo un tema, el de los casamientos. Carnaval carioca y Cadillacs son obligatorios en los casamientos.

Gabriel Fernandez Capello: Un horror. Yo realmente no voy más a casamientos o fiestas por el estilo. Sufro horrores. Me piden que cante y yo jamás canto, me peleo con el del video que me sigue para que cante. Y no te conocen, realmente. “iConstantino!”, por ejemplo (risas). “¡Constantino, cantáte un tema!”. ¿Cómo “Constantino”? “¡Villancico!”, me dicen también. “¡Villancico, daaale, Villancico! ¡Dale, loocooo!” No, boludo, es durísimo.

(Suena “El genio del dub”, de los Cadillacs.)

Gabriel Fernández Capello: ¡Qué hijo de puta, la música que me ponen!

Andy: La verdad. Además, acaba de sacar un disco. Ponéle su disco de fondo.

(Suena “Culpable”, de Vicentico.)

Andy: ¡Uh, no! ¡Pará, pará! ¡Poné el disco de Flavio, poné cualquier cosa! ¿Qué música te gusta? 

Gabriel Fernández Capello: Eminem me gusta (Suena Eminem y Andy habla de las cortinas que no se pueden escuchar en Perros de la calle como las de los programas Maldito lunes y Montaña rusa.) Gabriel Fernández Capello: ¡Montaña rusa! Real: fanático de Montaña rusa. Con mi mujer lo velamos a full el primer año. Lo sé todo sobre el programa, preguntáme, La segunda parte no fue la misma. Una época buenísima, ésa. Y pará ahí empezó a quedarse pelado Gastón Pauls, ¿no?

(Risas, más bardo, Suena “Todo cambia”, de Man Ray).

Andy: Pero pará, boludo, vos cómo no te quedaste pelado con las porquerías que te ponés en el pelo?

Gabriel Fernández Capello: No me pongo porquerías en el pelo, Bah, en una época me lo decoloré.

Andy: ¿Pero lo usás sucio?

Gabriel Fernández Capello: Sí, sucio.

Andy: Nunca el pelo limpio.

Gabriel Fernández Capello: Cuatro meses que no me lavo. Real.

Andy: ¿Por una cuestión estética?

Gabriel Fernández Capello:: Estética a full.

Andy: Pero si te lavás el pelo te que da para atrás, ¿no?

Gabriel Fernández Capello: Pelo lavado y afeitado, soy un profesor de manualidades, boludo. Un gordito rosado, todo mal…

Si querés ver contento a Gabriel Fernández Capello, no intentes entrevistarlo. En todo caso pedí permiso, acomodáte en un rincón de la sala de ensayo, quedáte ahí y no digas nada. Vas a ver. Hará algunos chistes tontos con sus músicos, tocará unos firuletes en la guitarra, encenderá un faso, se acomodará frente al micrófono y, en cuanto la banda entre en calor, empezará a cantar. Mirálo bien. No estará riéndose a carcajadas, pero que te quede claro: en ese momento, el tipo es feliz.

Empezará cantando bajito. De a poco, el susurro irá tomando cuerpo hasta transformarse en esa voz sufrida y cálida que, descubrirás sin darte cuenta, te viene acompañando desde los tiempos en que las flores de la primavera alfonsinista comenzaban a marchitarse y el ska se volvía epidemia. Así verás cómo ese tipo de chomba desteñida y cordones sueltos cerrará los ojos, se dejará mecer por las cadencias salso-candomberas que han inundado el lugar, entrará en trance. Entonces sí, el tipo habrá dejado de ser Gabriel Fernández Capello para convertirse en Vicentico, el cantante.

Porque, y esto es mejor que lo tengas claro de entrada, Vicentico no existe; Vicentico es el personaje que Gabriel Fernández Capello se inventó para cuando trabaja de cantante. El resto del tiempo, la mayoría del tiempo, Vicentico no es Vicentico sino Gabriel. O mejor: Gaby, como lo llaman todos los no son, digamos, sus fans.

“Mi vida no pasa sólo por hacer discos. Es lo que hago, pero no me define del todo” Foto: David Sisso.

Dice Gaby:

-Mi vida no pasa solamente por hacer discos y eso. Es lo que hago, pero no me define del todo. Por eso le puse Vicentico al disco. Leí notas en las que decían “No supo qué ponerle y le puso Vicentico…”. No, no es que no supe qué ponerle. Tengo 150 canciones registradas en SADAIC; imaginación para títulos no me falta (sonríe). Quiero decir: le podría haber puesto cualquier título, pero le puse Vicentico porque no soy yo, no es Gabriel el que está ahí. Fue totalmente adrede, como si fuera mi último escape.

El origen del seudónimo es bastante bobo, un chiste interno de cuando los Cadillacs no eran Fabulosos sino Cadillacs 57. Por entonces, mitad de los 80, la actriz Verónica Castro protagonizaba una telenovela cuya frase más popular decía algo así como “Pues no te alteres, Albertico” (dicho esto con la mayor entonación mexicana posible). A Gaby lo jodían con eso y, bueno…, de “Albertico” a “Vicentico” hay un solo paso, ¿no?

Fue así como, durante años, el cantante de Los Fabulosos Cadillacs firmó como Vicentico. Hasta que se cansó y volvió a usar el nombre que figura en su DNI. Pero ahora Gaby decidió volver a usarlo. Pensó, primero, en que su disco se titulara Gabriel Fernández Capello presenta a Vicentico. Después pensó en Simplemente Vicentico. Al final optó por, simplemente, Vicentico.

Si sos periodista, sabés que tu oficio tiene ciertas necesidades básicas que deben ser satisfechas: qué, quién, cuándo, dónde, por qué, esas pavadas. Pero enfrente tenés a Gaby -vamos a llamarlo Gaby, no Vicentico- y entonces no sólo te enfrentás al cantante de los Cadillacs: también te enfrentás a un problema.

Consejo: sacáte rápido de encima lo obvio, lo que se supone que en una nota con Vicentico -para los medios, Gaby es y seguirá siendo Vicentico- no puede faltar. Y después sí, podrás colgarte charlando. Vas a ver: descubrirás a un Gaby que no estaba en tus planes.

Hacéme caso.

Debut solista. Dice Gaby:

-Grabé un montón de demos, me fui al carajo: cuarenta, cincuenta canciones. Después bajé y elegí. Primero grabé en mi casa, en el sótano. Después armamos la banda y grabé un demo, y después hubo otro momento, con la banda en el estudio, zapando y grabando todo lo que tocamos. De ahí salieron dos o tres temas: “Cuidado”; “68”, que es un pedal en seis octavos… Lo único que me propuse fue hacer todo lo que me venía a la cabeza. Cuando componía para los Cadillacs, me ponía a pensar si el tema servía para el grupo; tenía todo el tiempo la mirada de los otros, de Flavio [Cianciarulo], de Fernando [Ricciardi], cómo lo podrían tocar. Eso estaba bueno, pero esta vez hice todo lo contrario: lo que me parecía que estaba buenísimo, le daba para adelante. Y lo mismo pasó con los músicos: yo les mostraba la canción y tal cual salía la primera vez, esa era la canción que quedaba. Pero no porque no quería que opinaran, sino porque estaba buenísimo todo lo que pasaba. Si hubiera sido horrible alguien me lo hubiera dicho, pero como todo funcionó… Es lo que me hacía falta ahora: tocar con músicos que admiro. Es como el fútbol: si jugás con gente que juega bien, nivelás para arriba, te divertís… Pero también puedo decir: bueno, ahora quiero estar yo solo con mi guitarra, y punto. A la vez, estoy abierto a cualquier sugerencia. Dany Buira tiene ideas increíbles para la percusión y lo único que tiene que decir es “Che, Gaby, me parece que tal cosa”. Ni en pedo me comería la onda de “Acá se hace todo lo que yo digo”.

El disco. Dice Gaby:

-Es una colección de canciones. No lo grabé como suele hacerse: primero todas las baterías, después todos los bajos… Fui canción por canción: grabábamos los instrumentos, la cantaba, la mezclábamos, y quedaba terminada. Después agarrábamos otra, y así. Cada una tuvo su propio peso. Es un disco de simples, como grababan los Beatles. Me gustó eso: que cada canción tenga su propio mundo.

La banda. Dice Gaby:

-Empecé con Dany Buira y sus Chilingos. Escuché unos tangos y candombes que Gabriela Torres había grabado con La Chilinga y me recopé con eso. No nos conocíamos, pero pegamos onda enseguida. Cuando me fui a España a mezclar, Dany vino conmigo. A Daniel Castro, el bajista, lo llamé porque me parecía que, de los bajistas argentinos, era el que más cabía en este disco: superpreciso y minimalista. Sobre todo porque vengo de una experiencia que fue todo lo opuesto: Flavio era Mister Dedo, onda tocar todas las notas posibles. Y a Silvio Furmansky, el guitarrista, lo conocía porque tocó con mucha gente y es súper versátil… Pero, básicamente, busqué personas a las que les gustara jugar con la música y que tuvieran también cierta psicodelia en la manera de pensar. No sé, que no fueran cerrados, que no tuvieran patrones sobre cómo se debe tocar un género determinado, porque eso yo no lo entiendo. No puedo tolerar que los músicos se hagan problemas por ese tipo de cosas.

Afo Verde, el productor. Dice Gaby:

-A mí me ayuda mucho tener un productor detallista como Afo; sobre todo cuando estoy cantando: me encanta que alguien me vaya dirigiendo, escuchando, eligiendo la mejor toma o la mejor manera de decir algo. Y Afo tiene un training de grabación increíble.

La discográfica, BMG. Dice Gaby:

-Cuando decidí grabar un disco, empecé a pensar cómo lo haría, si solo e independiente, o con una compañía. Afo se enteró, nos encontramos, me dijo que le interesaba hacerlo para BMG. Y firmé con BMG España básicamente por el dinero. Al final, usé la mitad de lo que usábamos para los discos de los Cadillacs, lo cual está bárbaro… Y mezclé en España: a mí me gusta mucho viajar. Es un placer total, porque la mezcla es estar un rato en el estudio mientras el ingeniero labura, después decirle esto me gusta, esto no, y mientras, irte a pasear por Madrid, tomarte un tren e irte a la costa… O sea, si no aprovecho mi trabajo para eso…

Los Cadillacs. Dice Gaby:

-En este momento es un grupo que no está haciendo nada. Flavio está en México, Ariel Minimal está con un disco nuevo de Pez… Hoy es así, pero tampoco es que no tenga ganas de hacer algo con los chicos. Supongo que si en algún momento también los demás tienen ganas, nos vamos a juntar. Fueron dieciocho años de trabajo ininterrumpido, y parar fue un deseo de todos. La banda terminó convirtiéndose en una casa que lo cubría todo, a todo nivel: económicamente, de amistades, y hasta enfermamente, todos los problemas pasaban por el grupo. Así que es un cambio importante: cortar con eso por un tiempo y salir a ver otras cosas. 

Listo. Ya te dijo todo lo que suponía tenía que que tenía decirte una estrella de la música popular que, después de una exitosa carrera al frente de un grupo, decide encarar su propio proyecto individual. Ahora te podés relajar.

A ver: chusmeá un poco su casa. Barrio: Boedo, casi Parque Chacabuco. Al frente, un paredón descascarado y lleno de graffiti (curioso: ninguno hace referencia a los Cadillacs). Adentro, parque, arboleda, pileta al fondo, un perro enorme, otro chiquito, los dos blancos como la espuma blanca del mar. Casa grande de dos plantas, antigua, reciclada, techos altos, pisos de madera, ambientes amplios, pocos muebles pero lindos, un piano en el living, un sótano donde se amontonan un lavarropas, una cinta para correr, bicicletas, juguetes y, al fondo, la compu-estudio donde Gaby compone y graba demos y también la música bizarra de las películas en las que despunta su vocación de actor.

He ahí un tema del que Gaby puede charlar sin aburrirse. Porque ésa es la idea: que sea una charla, no una entrevista. Si no, ya sabés, lo gana el tedio.

Hablále de cine, entonces. El año pasado dirigió uno de los episodios de Historias de Argentina en vivo. Y la semana pasada, terminó su participación en Los guantes mágicos, la nueva película de Martín Rejtman (Rapado, Silvia Prieto). Allí, el cadillac interpreta al personaje protagónico, un hombre que maneja un remís. Así te lo contará Gaby.

-A mí me causa mucha gracia, la película. Tiene una gracia muy extraña. Empieza con mi personaje, que va manejando un remís: un tipo muy serio, muy ensimismado, manejando un Renault 12; eso ya me da risa. Y sube un tipo que le pregunta: “¿Vos no sos Alejandro?”. Y yo, que soy Alejandro, lo miro por el espejo y le digo “No, no”. Y el tipo me empieza a hablar como si me conociera, me habla dos horas, me invita a comer a la casa, y yo digo a todo que sí sin estar convencido. Conozco a otra gente que me obliga a hacer cosas, a escuchar una música que no me gusta. Y así, en toda la película, el pibe se ve obligado a hacer cosas sin quererlas hacer; le pasan millones de cosas sin que él diga ni sí ni no. Le cambia la vida, y el pibe nunca lo acepta. Tiene un solo gusto que es ir a bailar, pero tampoco lo disfruta demasiado.

-¿Cómo es la música? ¿Ya la hiciste?

-Algunos temas los hice antes, porque hay escenas de discoteca y la música era necesaria. Pero no hay muchas canciones: hay música incidental, de la radio. El tipo escucha AM, así que puede escuchar cumbia, tango. Eso me gusta, componer como si fuera otro. Igual, tengo canciones por si hacen falta.

Gaby debutó como actor en 1995 con 1000 boomerangs (Mariano Galperín), una peli que él tomó más como un ensayo que como un trabajo. En 1998 participó en Silvia Prieto, una comedia absurda en la que, por primera vez, sintió que el asunto para él iba más en serio.

Silvia Prieto es una película seria, más allá de lo que diga. 1000 boomerangs también fue hecha en serio, pero no siento que sea una película clara. En Silvia Prieto no hay nada de más ni de menos, está dirigida por alguien con una claridad total sobre lo que quiere. Me gusta y comparto bastante su manera de ver a esos personajes. Y la película nueva ahonda más en eso, de una manera más efectiva, como si hubiera dado una vuelta de rosca muy apretada sobre los tiempos y las historias, y todo se puso más en foco. Y es muy graciosa. Cuando leía el guión ya me reía grosso.

Claro que sí: podemos decir que Gaby se ríe. Prestá atención. Si en lugar de hacerle preguntas lo dejás que cuente anécdotas, vas a ver qué tan divertido puede ser. Mientras lo maquillan para la sesión de fotos que ilustrará tu nota, es probable que entretenga a productores, fotógrafos y estilistas relatando la historia del día en que lo obligaron a bajarse de un avión porque tenía olor a chivo. “Señor Fernández Capello, por favor, preséntese en el mostrador de la aerolínea…” Fue en Los Angeles: los Cadillacs habían terminado de tocar de madrugada, y desde el teatro salieron directo hacia el aeropuerto. Se subieron al avión y, una vez arriba, la voz de la azafata botona lo mandó en cana delante de todos los pasajeros. “Y sí, estaba un poco chivado”, admitirá entre sonrisas Gaby. Fue al baño, se lavó un poco y chau L.A. De aviones, Gaby tiene varias historias. Algunas, incluso, reñidas con la legalidad (y que aunque te las cuente, mejor que no las publiques porque viste cómo es de careta este país). Y también tiene historias de jardín de infantes. Una vez tuvo que cantar en un acto del jardín de su hijo. “Todo colorado, ahí, con la guitarra, cantando, y todos mirando al papá famoso… ¡Una vergüenza total, boludo!”, podría contarte. “Encima, los nenes se aburrieron grosso. las reuniones de padres… ¡Nooo!”.

Es que es divertido, Gaby. Aunque no lo parezca. Te conviene, claro, que le propongas charlar sobre cuestiones que le resulten atractivas. Y si dejás que la conversación fluya, puede entusiasmarse contándote cómo concibe su oficio de cantante. Pero antes te dirá que, siempre, desde chiquito quiso cantar sobre un escenario, Cantante y maestro, que rasen. Y se preguntaba cómo iba a hacer cuando sus alumnos lo reconocieran y lo gastaran por ser conocido. Al final, entre lo mal alumno que fue, y el éxito veloz que tuvo con los Cadillacs, terminó abandonando su idea de estudiar magisterio -y arquitectura, porque también fantaseó con construir casas- para dedicarse a la música. Es que proviene de un hogar de artistas y la herencia tira. Su padre, Ariel Bufano, fue el fundador del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín de Buenos Aires; su mamá, Adelaida Mangani, es actriz y quien hoy sigue a cargo del grupo (que el mes pasado cumplió 25 años) y del taller de títeres del teatro. En su casa había un piano y él jugaba… como hoy juega Florián, su hijo de 8 años. Así que el hombre canta desde que era pequeño pequeño. Y como en los Cadillacs nadie se decidía a hacerse cargo del asunto, Gaby soltó la guitarra y se aferró al micrófono. Eso fue allá por el 85.

-Me parecía que las canciones tenían que ser cantadas de determinada manera, y como veía que nadie tomaba la posta, la tomé yo. Hoy creo que tengo oficio, que puedo hacer lo que quiero, sé que en tal parte puedo hacer tal cosa para causar determinado efecto…

-A veces parece que improvisaras, como si no quisieras cantar siempre lo mismo.

-Pero no es improvisado. Eso está pensado, y se va armando una manera de cantar cada tema con el correr de los shows. Hay temas en los que estoy mucho más seguro con lo que canto, otros en los que no tanto. Con los Cadillacs me proponía no cantar nunca antes de grabar las canciones. Por eso tal vez parecía que improvisaba: porque no las ensayaba antes de grabar. Todo lo que grabé con los Cadilllacs fue así.

-¿Una decisión artística, o fiaca?

-Decisión artística que puede estar soportada en la fiaca. Quiero decir: la fiaca es una palabra argentina medio tonta, pero el ocio y el dejar pasar y dejar pasar hasta que llegue el momento es una manera que tengo para manejarme en muchas cosas. Pero este disco es diferente: escribí todas las canciones en mi casa, las grabé ahí, las canté y después fui y las toqué con una banda. Todo lo que canté en el disco está mucho más madurado.

“Mi personaje es un tipo muy serio, muy ensimismado, que maneja un remís, un Renault 12. A mí, eso ya me da risa”. (Foto: David Sisso).

Gaby tiene una camioneta, pero no la usa  porque “está hecha mierda”. Por eso va y viene de su casa a la sala de ensayo y al colegio de Florián en el bonito nuevo escarabajo que su mujer, la actriz Valeria Bertucelli, abandonó después de chocarlo. Si te animás, podés dejar que te acerque en auto hasta tu casa. ¿Acaso nunca te preguntaste cómo sería al volante un ganador de un premio Grammy? Con los vidrios bajos, el codo afuera y en musculosa, Gaby maneja como si en lugar de atravesar Almagro cruzara Coconut Grove. Anda rápido pero es prudente, y hasta es capaz de saludar con amabilidad si algún conductor con cara de boxer se ahorra una puteada porque lo reconoce. A bordo de su bólido de dos puertas, cigarrillo rubio entre los dedos (siempre parece estar dejando de fumar), Gaby volverá a decirte que le gusta cómo canta Cristian Castro; que le encantan Lou Reed y Neil Young; que se está comprando en CD los discos de vinilo que tuvo de chico (“ahora estoy por Genesis”); que escucha música electrónica en la radio pero que le parece “medio fácil y demasiado descartable”; que está a full con Gran Hermano (“lo veo por Direct tv, es un programa regrosso”); que está preparando un DVD de los Cadillacs con todos los videos y un montón de minitelenovelas monstruosas que grabaron durante las giras (¿título? El monstruo puto); que nunca votó ni nunca lo hará… Podrá recordar con cariño su pasado dark, punky y new wave; sus años de borrachín (“y sí, chupaba mucho”); su paso por el Movimiento Al Socialismo, el partido trotskista que fundó Luis Zamora allá por mitad de los 80… Entonces citará El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, y dirá:

-Hay una frase buenísima que no es de Galeano pero que él la cita. Le preguntan a un cacique indio qué piensa de la religión, y el tipo dice que la religión rasca y rasca muy bien, pero rasca donde no pica. Estoy totalmente de acuerdo, y es como la política. La política rasca todo el tiempo, pero no donde pica. No es ahí donde está el problema, y cada vez estamos más lejos. Es por eso que dejé la militancia.

Ahí tenés otro buen tema para conversar con Gaby: escritores. García Lorca, por ejemplo. Lo admira. Dice que de ahí proviene su fascinación por las historias trágicas, que los poemas cortos de Lorca le resultan increíbles porque “te muestra todo, desde la tragedia total y el anhelo de las personas por ser algo, hasta un atardecer”, y te dará una pista de dónde salió ese temazo llamado “Roble” que firmó en La marcha del golazo solitario, el último disco de estudio de los Cadillacs. Dirá.

-Hay un poema que se llama “Canción del naranjo seco”, que cuenta sobre un naranjo seco y nada más Es sólo eso. La sola idea del naranjo seco es brutal…

Escribió Lorca: “Leñador./ Córtame la sombra./ Líbrame del suplicio/ de verme sin toronjas./ ¿Por qué nací entre espejos?/ El día que me da vueltas./ Y la noche me copia/ en todas sus estrellas./ Quiero vivir sin verme./ Y hormigas y vilanos,/ soñaré que son mis/ hojas y mis pájaros./ Leñador./ Córtame la sombra./ Líbrame del suplicio/ de verme sin toronjas.”

Escribió Gaby: “Ya cayeron hojas secas./ El frío del invierno va a venir./ Fue el otoño el ultimo calor de abril. /Y el árbol duerme y muere/ sin resistir, sin morir.”

-Dentro del mundo del lenguaje y de lo primero que vemos, hay puertas hacia abajo, hacia arriba, hacia los costados, y los poetas, los músicos, los artistas en general, son quienes te abren esas puertas para que pases a otro lugar… Hay un libro que yo he leído de adolescente, que se llama Carta a un joven poeta [Rainer María Rilke], el libro que hay que leer si sos un flaco al que le interesa escribir, o la poesía. Yo estoy muy marcado por eso. Y Lorca, y esa manera trágica de ver las cosas y el amor, siempre me dan vueltas en la cabeza.

-Lo trágico no tiene que ver con la melancolía o la depresión.

-No, para nada: tiene que ver con la tristeza, que es otra cosa. La tristeza y la felicidad como los grandes sentidos de la vida, los motores más importantes. Me parece que esas también son puertas. Inmensas. Cuando uno se pone muy muy triste por algo, te conmovés… A veces un atardecer impresionante te puede poner triste porque te conmueve, te acomoda en un lugar donde sos menos que una hormiga en el universo.

-En por lo menos tres canciones de Vicentico (en “Todo está inundado”, en “Cuando te vi” y en “Quisiera”) retomás una idea recurrente en tus letras: la de desaparecer, la de no ser nada…

-Desaparecer, pasar desapercibido, sí, es algo que me interesa. No es desaparecer: es no estar presente todo el tiempo. Pero en mí mismo, digo. A mí las cosas me salen mejor cuando no estoy pendiente. Es una idea que me da vueltas todo el tiempo. Irme, salirse de este modo que tenemos las personas… Yo tengo la sensación de que las personas estamos atrapadas: en el lenguaje, básicamente. El habla hace todo muy rígido. Nos sirve a todos, es muy importante, pero cuando copa todo… Y me parece interesante ver qué pasa por otro lado. De ahí que siento que lo que llamamos drogas son cosas que ablandan, que destruyen esa rigidez para que pasen otras cosas. Es otra puerta importante. Sería interesante que se legalizaran las drogas, no sólo por el narcotráfico, sino para que conozcamos algo de eso. ¿Por qué el mundo está tan histérico con el tema de las drogas? Es obvio que es pánico. “¡Las drogas te pueden matar!” Te pueden matar como cualquier otra cosa. Ese miedo habla de algo. Y lo que se lee atrás del pánico es que se trata de algo grosso. Las drogas más liberadoras son las que están primeras en el ránking de las prohibidas: el dmt y el ácido lisérgico, que son las que más te pueden abrir un mundo nuevo y una conciencia diferente.

Es así, Gaby: cuando se entusiasma con algún tema, se cuelga y puede estar un rato largo hablando. Incluso con vos, que fuiste a entrevistarlo para que te hable de su-debut-como-solista. Ya te reveló quiénes son sus ídolos (Carlos Castaneda, Diego Maradona y el Che Guevara), te dijo que leyó mucho a Terence McKenna (investigador etnobotánico especializado en las plantas que alteran la percepción y expanden la conciencia) y que no puede creer las melodías de Paul McCartney. Pero pará, fijáte si no encontrás algo más.

A ver: chusmeá el lugar donde, desde hace dos semanas, Gaby pasa todas las tardes junto a su banda, preparando su primer show sin Los Fabulosos Cadillacs.

La sala de ensayo es grande, cómoda, y es parte del estudio que Javier Calamaro montó cerca de Chacarita. Sobre la consola del sonidista hay un lista de temas que incluye, naturalmente, los doce temas de Vicentico más algunas joyas cadillac como “Carnaval toda la vida”, “Los condenaditos”, “Vos sabés”… Aunque los músicos son casi los mismos que grabaron el disco, la banda todavía está en la etapa de aprender las canciones y fijar las partes.

El final de “Cuidado” engancha con “Los condenaditos” y sigue de largo. “Está bueno, eso”, dice Gaby. “Mejor seguimos un rato y bajamos el tempo. Pero bajamos grosso y vamos apagando”, dice después. Las indicaciones son un tanto difusas, pero todos entienden todo rápidamente. “Acá apagamos todos y queda la percu bien arriba, a full.” La banda (guitarra, teclado, bajo, batería y bruto set de percusión a cargo de dos chilingos) suena poderosa, mucho más caliente que en el álbum. Y, sin esos coros de chicas que le dan a Vicentico ese clima tan de producción-internacional-de-solista-de-rock, el asunto adquiere una mugre que a las canciones les sienta muy bien.

Hacé la prueba. Intentá comentarle algo de esto con Gaby. No sé, algo así como…

-Una cosa que me llamó la atención del disco fueron los coros.

-¿Los coros? ¿En qué sentido? ¿Para mal o para bien?

-A mí no me gustaron.

-¿Los coros de chicas? Ah, a mí me encantan.

-Me gustaron más los coros en el ensayo, que los hacen músicos…

-Bueno, es una cuestión de gustos, qué sé yo. A mí me gustan mucho los coros de chicas. Me encantan…

-¡Te sacaste el gusto después de quince años!

-No, hay un tema de los Cadillacs que tiene un coro de chicas [“Muy, muy temprano”, en Yo te avisé, de 1987]. Pero no, no es que me había quedado con las ganas, me parecía que en algunas canciones venían bien. En una que se llama “Vamos”, hay un coro que hace “Ahhh, ahhh” y me encanta, me vuelve loco, cuando lo grabamos decía “¡Sí, sí!”. Hay en tres o cuatro canciones con coros de chicas. Y me gustan mucho cómo quedan con mi voz, lo veo como algo climático relindo. Pero ahora me doy cuenta de qué es lo que a veces se trata de ver desde afuera: es algo sobre lo que yo ni pienso. O sea: Ah, acá éste puso unas chicas porque quiere ser no sé qué…

-A vos te gustó ponerlos y ya.

-Obvio. ¿Por qué uno va a hacer algo si no es porque le gusta hacerlo? Bah, así soy yo.

-Bueno, hay gente que tal vez no da un paso sin pensarlo como parte de una estrategia.

-Claro. Qué grosso, ¿no? Vivir en un mundo donde todos opinan… El otro día hablaba de eso, y me decían: “Son las reglas del juego”. ¿De qué juego, boludo? ¿A qué estoy jugando? Está bien, hay diarios, hay revistas, gente que dijo “Uy, vamos a hacer una revista”, y a partir de eso se arma un mundo en el que Vicentico pone unas chicas para ser crooner, porque se quiere parecer a …

-Leonard Cohen.

-Tal cual. Bueno, me encanta Leonard Cohen, pero la verdad es que no pensé en eso. Y me vuelven loco esas chicas que cantan con él. Dylan me gusta y también usa chicas. Neil Young. No sé qué decirte… ¡Perdón!

-No te hagas problema: yo esos temas los salteo.

-Es que es así y no tengo problema por eso. No creo que todo lo que yo haga sea genial. Son canciones. Soy un pibe que hace música.

Ya está. Mirá qué copado, Gaby. Hasta te dio un remate para tu nota: “Gabriel Fernández Capello: un pibe que hace música”.

¿Viste?

Entrevistarlo no podía ser tan grave.

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