Twenty One Pilots, la banda que se ganó al Lollapalooza

Los estadounidenses tuvieron la difícil tarea de cubrir el hueco que dejó Blink-182 y cumplieron con creces

Por  JUANA GIAIMO

marzo 19, 2023

Foto: Ignacio Arnedo

A solo dos semanas del festival, la organización del Lollapalooza Argentina anunció que Blink-182 no iba a poder participar debido a la lesión del baterista Travis Baker y confirmó que Twenty One Pilots tocaría en su horario. Entonces, el desafío para el dúo de Tyler Joseph y Josh Dunn era doble: ser headliners y, además, presentarse ante la gran mayoría del público que no había sacado la entrada para verlos a ellos.

(Foto: Ignacio Arnedo)

Esta fue la segunda vez que Twenty One Pilots encabezó la edición local del festival (la anterior fue en el 2019 y, previamente, se presentaron en 2016). En el medio, la banda publicó Scaled & Icy, el primer disco en donde se animan a un sonido más orgánico que se aleja de los sintetizadores oscuros y retorcidos de su discografía previa. Y, si bien este sábado tocaron dos canciones y media del álbum (“The Outside”, “Shy Away” y sumaron el puente de “Redecorate” en medio de “Lane Boy”) la influencia de ese trabajo está presente en el show: ahora tocan con músicos sesionistas, afianzando su presencia sobre el escenario e incluyéndolos también en el espectáculo y en los juegos con el público.

Como letrista, Tyler explora temáticas más que introspecpectivas como la ansiedad y depresión (representados en las manos y el cuello pintados de negro), el conflicto con la industria musical y el vínculo con su fe cristiana. Todo esto lo vuelca en discos conceptuales con alter egos, mundos ficticios e historias difíciles de seguir, al menos que seas un fan. Sin embargo, arriba del escenario las canciones se liberan del encierro (él llama “bunker” a su estudio de grabación) y se transforman completamente para generar un entusiasmo explosivo en donde el público, sea fan o no, es protagonista.

(Foto: Ignacio Arnedo)

Si bien mostraron la vulnerabilidad de “Holding on to You” en esa primera parte en la que que Tyler tocó solo con el piano, después la batería de Josh se hizo cargo de armar el climax. No podía faltar su esperado backflip desde arriba del piano (una realmente se pregunta cuánto tiempo más va a poder hacerlo). Si bien Tyler es el frontman que va de un lado para otro, que se sube a la torre de sonido con su bajo para “Stressed Out”, que se pone la camiseta de Argentina y nos dice que le gustaría que este país sea su hogar, Josh no se queda atrás y también forma parte de la relación con el público como cuando en “Ride” se monta a una plataforma con una mini batería y empieza a hacer un solo arriba de toda la gente.   

Aunque la decepción de ver a la banda que esperás desde hace más de una década es difícil de satisfacer, Twenty One Pilots hizo todo lo que estuvo a su alcance para hacer feliz al público: un setlist anclado en hits, un cover del trompetista de “Muchachos”, la canción del mundial y, por supuesto, un cover fiel de “All The Small Things” de Blink-182 en donde Tyler dejó que el público cantara y descargara toda la energía pop-punk acumulada.

Estamos acostumbrados a que Twenty One Pilots sea una banda que haga trucos con el público, pero lejos de parecer una rutina, se podría decir que es una banda de tradiciones. Por eso, Tyler todavía tiene una sonrisa infantil y se divierte con sus propios juegos, como cuando después de “Heavydirtysoul” terminó acostado en el piso y uno de los guitarristas apareció para hacerle RCP y revivirlo. Por eso también en vez de preguntar al público cómo están, pregunta: “¿Están vivos todavía?”.

Para los que lo seguimos hace tiempo, cada truco es como esperar ansioso tu momento preferido de una película. Desde hace más de una década que terminan sus shows con “Trees”, una canción que no es conocida al menos que seas fiel oyente. Siempre hacen lo mismo: ellos dos solos sobre el escenario, Tyler empieza a tocar en un teclado pequeño que solo usa en esa canción, y canta una melodía delicada. La batería se une para sumar, de a poco, más potencia y, al final, abandonan sus instrumentos y se suben a la valla con dos bombos para terminar la canción entre la gente. Antes lo hacían en venues con pocas personas, ahora suman explosiones de papeles de colores, llamaradas de humo y fuegos artificiales, pero la emoción nunca falta.