Mujer Cebra, el power trío que renovó la escena rock, debuta en el Lollapalooza

Patricio, Santiago y Gonzalo hablan sobre la grabación de su segundo disco, la vida de gira y cómo es compartir cartel con Blink-182

Por  MARTÍN SANZANO

marzo 11, 2024

Las tres puntas del triángulo de Mujer Cebra, miran a la cámara desde la mesa de billar.

@agustindusserre

El barrio porteño de Villa Crespo esconde uno de esos rincones de Buenos Aires que parecen ir a su propio tempo. En plena Avenida Corrientes, cerca de la estación Malabia del subte B, y con una fachada de otra época se erige el Café San Bernardo, uno de los pocos lugares de la ciudad en los que todavía se puede jugar al billar, al ping-pong, al metegol, al dominó o al truco prácticamente a cualquier hora del día o la noche.

En el sector del fondo, cerca de las mesas de ping-pong, los tres integrantes de Mujer Cebra (Santiago Rocca en guitarra y voz, Patricio García Seminara en batería y Gonzalo Muhape en bajo) comparten una cerveza y custodian de reojo su arsenal de instrumentos.

—¿Por qué están con todos los instrumentos acá?

Patricio: El sábado, cuando terminó el festival Nuevo Día en el Konex, no llevamos las cosas a la sala, nos fuimos cada cual para su casa. No dábamos más del cansancio y hacía mucho calor. Pero hoy tenemos que ensayar, así que vinimos con todas las cosas para acá, a dar la nota, y después nos vamos para la sala.

Mujer Cebra debuta en el Lollapalooza este viernes, en la primera jornada del festival. (Foto: @agustindusserre)

Pese a que ensayan a pocas cuadras, no son habitúes del bar. Aunque, haciendo un poco de memoria, recuerdan haber pasado alguna que otra madrugada en el “Sanber”. “Es increíble, son las siete de la tarde y los viejos están jugando al truco… ¡Y apostando!”, señala Patricio mientras, en la parte delantera del lugar, dos contrincantes se baten a duelo con naipes. El ambiente, la cerveza de litro y el murmullo les recuerdan a su base pandémica, el bodegón en el que vivieron varias aventuras nocturnas.

“Cuando se puso de moda ese estilo de bar medio nuevo con cerveza artesanal y 15 variedades de IPA, nosotros le hicimos la guerra”, cuenta Santiago. “Nos apropiamos de un bodegón que vendía birra de litro, pero ahora medio que nos asqueamos… ¡Se puso de moda ir a bodegones! ¡Dio toda la vuelta! Es lo mismo que pasa con la música”, reflexiona y Patricio lo interrumpe: “Se puso de moda el post-punk… ¡Vamos a hacer trap!”.

El bodegón al que hacen referencia fue clave en los inicios de Mujer Cebra. Es El Boliche de Roberto que estaba ubicado en el barrio de Belgrano. Allí trabajaba Patricio mientras la banda grababa su primer disco, el homónimo Mujer Cebra (2021), diez canciones catárticas que exudan energía y resumen el espíritu de la época. Un post-punk de corte pandémico que siguió el hilo del indie de los 2000 y le dio unas vueltas más al carrete. Un refresh esperado, por cierto.

“El tipo, si ibas a la barra y pedías una cerveza artesanal, te sacaba cagando. Se enojaba y te decía: ‘Acá se toma cerveza marrón de litro’”, recuerda el baterista. “El lugar era una trinchera antiprotocolo, se hacía todo lo que no se podía hacer”, agrega. Los tres se ponen a recordar y ríen a carcajadas. Las historias involucran disparos, enfrentamientos a puño limpio y transacciones non-sanctas. “Una noche que se puso feo en serio me escapé y no volví a trabajar nunca más”, cierra el tema Patricio.

En 2023, la banda conquistó varios hitos. Tocó por primera vez en Vorterix, giró por todo el país, Uruguay, Chile y México (repetirá el mismo itinerario este año). Lanzó varios singles, también su segundo disco, Clase B, que fue presentado oficialmente en Niceto Club y Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu, fan declarado de la banda, se subió a tocar con ellos “XXYY”. Además, fueron anunciados en el line-up del Lollapalooza Argentina 2024. Y, claro, se sumaron al catálogo de Sony Music.

—Tocaron en el festival Nuevo Día de Uruguay en octubre y ahora vuelven [tocaron el 2 de marzo en Montevideo]. ¿Cómo pasó eso?

Santiago: Es muy loco porque cuando fuimos por primera vez había gente que ya nos conocía. Incluso tenían la remera original, la que se consigue en nuestras fechas. Es gente que vino a vernos acá, compró la remera y se la llevó a Uruguay.

“Hoy al mediodía me hicieron una nota y me dijeron: ‘Bueno, es impresionante lo que lograron en el Primavera Sound’. Y yo me quedé pensando… nosotros no tocamos en el Primavera Sound. ‘Porque fueron la banda de la que más remeras había’. Me dijeron que venía primero The Cure y después nosotros”, cuenta Patricio.

Tal como se podía ver en los shows del verano pasado en Strummer Bar, o en el puesto de merchandising de la última edición del festival Nuevo Día, en C.C. Konex, nadie se quiere ir de los recitales de Mujer Cebra sin su remera. El diseño es simple: el nombre de la banda en el pecho y en la espalda, el logo en el centro, y dos colores, los irremplazables blanco y negro. Una clásica remera de banda de rock que se transformó en ítem obligatorio para todos los que bancan la nueva escena. Y que, tal vez por esa simpleza, por esa elegancia fashion-rockera, trascendió su propio mundillo.

“Había ido a laburar al Primavera Sound con Las Tussi, también a ranchar con ellas ahí en el festival, y me cruzaba con un montón de remeras de Mujer Cebra. No entendía nada”, recuerda Santiago. Pero Patricio le encuentra una explicación: “Son los góticos que escuchan a The Cure. Hay un link ahí y creo que tiene mucho sentido”.

La remera de Mujer Cebra se puede ver por la calle, en recitales, en muestra de arte o en afters. La usan conductores de radio por streaming, mucha gente cool de Instagram y hasta algunos skaters. Patricio se entusiasma especialmente con ese cruce: “Mi sueño es que se relacione mucho la música de Mujer Cebra con el skate. Soy de la escuela del [videojuego] Tony Hawk Pro Skater 2 y de ese soundtrack. Si veo videos de gente andando en rollers o en skate con nuestra música, ¡listo! Revivo el Tony Hawk con Bad Religion, Millencolin, Rancid… Bueno, creo que soy músico por el Tony Hawk Pro Skater 2 para PlayStation 1”.

Gonzalo cuenta que antes del festival Nuevo Día mandaron a hacer una tanda de remeras grande (“¡enorme!”, asegura), para que sobraran para toda la gira cuyana. “Llevamos todas al Nuevo Día y se vendieron, no quedó ni una. Ahora tenemos que hacer nuevas porque el jueves tocamos en Mendoza y no podemos ir sin remeras”, explica. Patricio revela una data interna: “Nosotros tocamos el sábado en el festival, pero nos contaron que el viernes fuimos la banda que más remeras vendió. Hay un fenómeno. Por ahora, es ‘La Caprichosa’ [así la llaman, en broma, internamente]. Cuando haya que hacer ‘La Caprichosa 2’, la haremos. ¡Hay hasta memes de la remera! Y les prometo algo a todos los que estén leyendo esto: la pueden lavar muchas veces porque no se sale la estampa”.

—Ser meme es algo bueno.

Santiago: ¡Olvidate! Hay gente que llega a presidente siendo meme.

La grabación del primer disco y la del segundo fueron diametralmente opuestas. Para el primero, la banda contó con tiempo de sobra para explorar y trabajar en cada detalle. En cambio, Clase B se hizo y se grabó en apenas un mes.

“Me siento supersatisfecho”, aclara Santiago de entrada. “Es como esos cuadros que tenés que mirar de lejos porque de cerca no los entendés. Estamos supercontentos, pero a la vez nos quedamos manijas de algunas cosas que sentimos que tal vez, si hubiésemos tenido más tiempo, podríamos haber pulido un poco más. El hecho más artístico a veces es lo incómodo. Es un disco que me encanta, pero que me hace sentir un poco incómodo porque lo hicimos tan rápido que te dan ganas de volver atrás y tocar esta u otra cosita. Es lo que buscábamos, algo bruto y crudo, más torpe que el primero, pero supercurado. Es lo que queríamos y lo que tenía que ser”.

En sintonía con Santiago, Gonzalo explica: “No hubo una preproducción, grabamos, mezclamos y listo”. Lo grabaron en un mes complicado. Argentina estaba por salir campeón del mundo, Santiago dejaba su trabajo y se mudaba. “Lo hice parado de manos este disco”, reconoce entre dientes.

El bajista recuerda que estaban en la sala desde las tres de la tarde hasta las tres de la mañana. La fecha de grabación se les venía encima y había que probar todo lo más rápido posible. “La sala tiene una falsa ventana que no da a ningún lado. Cuando pensabas que era de noche, salías y eran las 12 del mediodía”, recuerda el bajista. Santiago completa el cuadro: “Comprábamos comida china por peso, merendábamos una birra y a seguir dándole. Viéndolo en perspectiva, fue muy divertido”.

—¿Ya están pensando en el siguiente disco?

Santiago: Sí, ya lo empezamos a preproducir.

Patricio: Es lo que no me deja dormir por las noches. Ya es grave el asunto.

Al billar, mi amor. Los integrantes de Mujer Cebra, en plena partida en el Café San Bernardo. (Foto: @agustindusserre)

Estanislao López es el productor, operador de sonido y mánager de Mujer Cebra. Se unió a la banda en plena pandemia, cuando las canciones del primer disco todavía eran maquetas. “Me escribió Pato [García Seminara] por Instagram, me contó que tenía una banda y que tenían ganas de grabar conmigo, que les gustaba mucho mi laburo [Amalgama (2021), de Pyramides, Sueño Eléctrico (2016) y Espacio Interior (2019), de Riel]. Me senté a escuchar los demos que habían hecho. Eran rarísimos, estaban grabados muy primitivamente, pero la intuición me disparó algo que le llamó la atención”, dice López en diálogo con Rolling Stone.

Nacido y criado en Buenos Aires, entre los 26 y 28 años vivió en Los Ángeles, cuando estaba en auge la escena psych-rock y garage-rock, con Ty Segall, The Oh Sees y The Entrance Band, la banda de Paz Lenchantín, la bajista argentina que tocaba en Pixies y es íntima amiga de Estanislao. “Siempre que voy para allá, paro en su casa. De hecho, le armé el estudio”, cuenta entre risas.

La buena onda con Mujer Cebra fluyó de inmediato y pulieron cada detalle en la sala para dejar todo listo para el estudio. “Nos hicimos muy amigos y los sumé al sello Casa del Puente porque el disco me volaba la cabeza”, asegura el productor sobre la ópera prima del trío. Cuando llegó el momento de firmar con Sony, hace poco más de un año, su figura escaló una nueva posición. “Surgió de las dos partes. Me dijeron: ‘¿Querés ser nuestro mánager?’. Y yo les dije: ‘Yo soy su mánager, boludo, obvio’”.

Mientras el sonido de las pelotas de ping-pong rebotando contra la mesa se vuelve mantra, Patricio dice que el “OK hiperconfirmado” de su inclusión en el cartel del Lollapalooza llegó quince días antes del anuncio del line-up. “Lo que sí, te enterás al mismo tiempo que todo el mundo del día que te toca. Yo quería que sea el mismo que Blink-182”, afirma el baterista. “Me enteré de que tocábamos el mismo día que ellos por la lluvia de WhastApp que me llegó. Eran todos mis amigos del colegio, que estaban como locos. Es una banda de nuestra adolescencia”.

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