Mi vida en 20 canciones: Manuel Moretti, Estelares y la cacería del estribillo perfecto

La historia de un puñado de temas que viajaron de la bohemia platense a las canchas en la voz de un compositor de mil historias

Por  SEBASTIÁN RAMOS

mayo 11, 2023

Foto: Florencia Cosin

Ir detrás de las claves de la composición de un tipo como Manuel Moretti no es nada sencillo. Pero sí muy entretenido. Uno debe tener en cuenta que sus canciones no tienen tiempo, que pueden esperar años, incluso décadas, para finalmente llegar a grabarse en un disco. Que hasta los 20 años el músico de Estelares no había escrito ni siquiera un poema de amor adolescente, que apenas si soñaba con jugar profesionalmente al fútbol en su Junín natal, antes de que una tormentosa temporada en el infierno tóxico lo llevara por caminos más oscuros. También es bueno saber de su capacidad de absorber, procesar y devolver hecha canción una cantidad de influencias que van desde Brian Eno, Robert Fripp, Federico Moura y Tom Petty a Osvaldo Pugliese, Sandro, Leonardo Favio y Nino Bravo. Que, antes de convertirse de un día para otro en un cazador serial de estribillos, sus temas eran como cartas que se escribía a sí mismo. Que puede ir al baño con su guitarra y salir cinco minutos después con la melodía de un hit imbatible.

(Foto: Vera Rosemberg)

“Le di mi vida a las canciones y no me arrepiento”, canta Moretti en “Melancolía” y, al escucharlo contar las historias detrás de cada uno de los temas que conforman esta selección, uno no puede más que coincidir con su afirmación hecha canción. “Empecé a escribir canciones en 1986, con 20 años recién cumplidos, como una necesidad para poder expresarme y vincularme con el afuera. Atravesaba una época de experimentación de todo tipo, sensorial y sentimental, y lo que había empezado como algo fantástico se me había venido encima. Vivía en Buenos Aires, en Pacheco de Melo y Agüero, estaba muy pasado de un montón de líos y agarré una guitarra por primera vez. Estaba muy atravesado por Spinetta, pero sobre todo estaba muy obsesionado con ‘Asesino psicótico’, el tema de Talking Heads, y me encantaba esa rítmica. Me puse a jugar imitando ese tema y ese fue mi primer acercamiento a la composición. Al poco tiempo ya estaba escribiendo melodía y verso y enseguida compuse mi primera canción: ‘Ardimos’, que terminó en un disco de Estelares veinte años después”.

“Estoy tenso y nervioso y no puedo relajarme/ No puedo dormir porque mi cama arde”, canta David
Byrne en “Psycho Killer”. Link directo a “Ardimos”: “Ardimos, ardimos/ Varias noches, días más”. “Escuchaba música, leía, un año antes había empezado a tocar el bajo con algunos amigos en Junín. Fue una época medio salvaje, no tenía elementos, tenía sí mucha ambición y un poco de desesperación. En esa mezcla empezó a tomar forma la composición, en un trabajo medio pospunki. Y desde ahí, no paré”.

(Foto: Gentileza Estelares)

1. “20 de noviembre”

Extraño lugar (1996)

A fines de 1988 armé mi primera banda, Licuados Corazones, que duró casi un año, y cuando eso se terminó, me junté con Víctor (Bertamoni) y los hermanos Mutinelli y formamos Peregrinos. En esa época aparecieron muchas de las canciones que después grabaríamos con Estelares y, entre ellas, “20 de noviembre”. Por esos días yo estaba rehabilitándome después de una paliza lisérgica y salía con una chica que, cuando le mostré la canción, se largó a llorar. Es un tema que registra ese momento pesado. Es muy honesta en lo que narra: “Sobre tu cara se ven/ Las luces de estar opaco/ Tienes los ojos manchados/ Vamos, límpiate la cara/ ponte presentable/ y acomoda tu corbata/ y vamos a caminar”. Es como una segunda etapa mía, cuando empiezo a volver a la Tierra. De alguna manera, aún hoy, es una canción que la gente recibe muy bien. También la hacen en sus shows Sueños de Pescado, la banda de Manuel Rodríguez, a quien conozco desde que tenía 4 o 5 años, porque su mamá es muy amiga y en una etapa en la que no tenía dónde vivir, entre el 98 y el 99, viví con ellos. Manu es hijo de un músico, Alejandro Rodríguez, compositor de La Sonora, y tengo muchos recuerdos de cuando era un niño y yo componía en su casa con un Rhodes.

2. “El corazón sobre todo”

Amantes suicidas (1998)

La compuse en 1997 y me parecía que estaba bien, pero nunca me imaginé hasta dónde iba a llegar. Originalmente se editó en Amantes suicidas, pero para Sistema nervioso central (2006) la grabamos de nuevo. En lo personal me gusta más la primera versión, pero, en rigor, el tema termina de salir más hacia el mundo en su tercer registro, el de Vivo Gran Rex (2014). Ahí fue corte de difusión y funcionó muy bien en la gira y empezó a ser identificada por el público y ahora es una canción con la que cerramos los shows. Superó lo que por ahí uno pensaba de la canción. Tiene algo muy loco porque en el tema empiezo diciendo “Sinceramente”… Algo que pensaba que no se debía hacer, estaba seguro de que el mundo del rock me iba a matar. Y encima le puse de título “El corazón sobre todo”, que era una frase que me parecía horrible. Pero al público le encantó. Cuando dice “hace tiempo que nadie espera en la vereda de enfrente/ Cruzando el boulevard, congelado en la frente”, se refiere al momento preciso en que se me ocurrió la melodía, una noche de esas de beber y beber en las que había ido a comprar más cervezas al kiosco de la esquina de la 2 y la 65, en La Plata.

3. “Como cría de leopardo”

Amantes suicidas (1998)

Es la primera canción de Estelares que va claramente hacia el folk-rock, bien clásica, con influencia de los Byrds, de Dylan y The Band. Pura melodía, repetitiva, con tres acordes muy sencillos y un riff. Si bien por ahí no es muy reconocida, yo la quiero muchísimo. Estoy orgulloso de su composición, me gustan cada uno de los versos y el estribillo me encanta: “Y nunca me habló, me refiero al sol/ Maldito lugar, y la singular colección de amores/ Se hizo trizas en el aire/ Yo no sé muy bien si por vanidad o por orgullo cruel/ Uno se hace fiel, adicto al absurdo/ Baile de los ojos muertos”.

4. “Rodeos”

Amantes suicidas (1998)

Estaba escuchando mucho Traveling Wilburys, y Gustavo Gauvry nos ayudó a grabar ese disco y nos consiguió ese audio, acomodó los audios de acústica y tambores. Yo creo que Amantes suicidas está bueno, la producción estuvo bien, pero quedó a mitad de camino. Fue un aprendizaje. Igual, al fan-fan le encanta.

5. “Camas separadas”

Amantes suicidas (1998)

Es una especie de tango. Una canción melódica de mi época de amor por Leonardo Favio. Si la escuchás, armónicamente no tiene mucha diferencia con “Ella ya me olvidó”, pero cuando estábamos componiéndola, Victor estaba jugando con el riff de “Negracha”, de Osvaldo Pugliese, y le dije: “¿Y si lo metemos?” Hice una rítmica de guitarra de tango y quedó así. La letra habla de la relación amorosa fallida entre una chica homosexual y un chico heterosexual. Tenía la canción de la época de Licuados Corazones y me acuerdo que se me ocurrió un día que volvía de trabajar de mozo en el bar El Taller, ahí en La Plata. Fue el lugar que me metió un poco en la movida musical de la ciudad, donde me crucé con Alejandro Mariani, que era amigo de los Virus y de ahí, una de las primeras casas a las que llego es a la de Guillermo Beilinson, el hermano de Skay. Era mozo y trabajaba en ácido y a la noche cocaína. Era muy joven, pirotecnia pura, y La Plata era un encanto. Una vuelta, Guillermo Beilinson iba a pasar un corto y me propuso tocar en vivo por primera vez ante un público. Le había mostrado tres canciones y le habían gustado: “Blanco y negro”, un poema de Robert Desnos al que le puse música, “De qué estás hablando Willis”, que se llamaba así porque estaba la serie esa de Arnold y Willis en ese momento, y “En la esquina venden paz”, una canción medio darky.

6. “América”

Ardimos (2003)

La compuse en 1987 en esa instancia, como diría Andrés (Calamaro), de ejercicio de estupefacientes y todo eso. Es de la misma época en que escribí “En la habitación”. Las dos canciones irían a parar tiempo después a nuestro tercer disco, Ardimos. “Me siento muy solito y muy desprotegido. Es esta triste América”, dice. Es muy directa. Un registro muy descarnado de una circunstancia que fue muy fuerte para mí y que logré, de alguna manera, fotografiarlo y ponerlo en una canción. En aquel momento también tenía la sensación de que quería presentar la oscuridad, la incomodidad a la escucha. Después pasó el tiempo y empezó a aparecer más la belleza de la melodía y buscar la palabra, como ejercicio de composición, digo. Encontrar la melodía más florida y buscar las palabras adecuadas. “América” tiene una cosa agridulce, porque parece que no pasa nada, pero hay algo en el trasfondo, no sólo en la letra sino también en la música.

7. “Moneda corriente”

Ardimos (2003)

Una canción a la que no le daba bola, pero a la chica con la que salía en ese momento, a quien le escribí “Aire”, le encantaba. Eso ocurre mucho. En líneas generales cuando las canciones buenas se presentan, te das cuenta. Pero “Moneda corriente” no fue el caso. A veces uno tiene muchos prejuicios acerca de lo que piensa la gente de vos. Algo parecido a lo que me había pasado con “El corazón sobre todo”. Me gustaba la canción, pero no estaba seguro. Cuando la grabamos en lo de Juanchi Baleirón, él llegó un día con Andrés, y me pidió que la tocara. “Es un fraseo de tango”, me dijo. Y era cierto. Calamaro grabó su voz y quedó genial. Cuando “Moneda corriente” empezó a sonar en las radios, fui a Sadaic y cobré como 11.000 pesos y me fui directo a comprar una guitarra. Vivía con un amigo en Once y me compré una Yamaha 500 para maquetar y demás. A partir de ahí no dejamos de estar de gira y fue el punto en que supe que después iba a venir otro disco y así. A partir de ahí, el compositor que había en mí empezó a trabajar con otros elementos. Y el que me empujó a todo eso fue Juanchi. Mientras grabábamos este disco, que nos llevó tres años de trabajo, porque él estaba a full con Los Pericos también, volví a Buenos Aires y vivía en la casa de amigos: favores y amores. En ese lapso me convertí en un cazador serial de estribillos por culpa de Juanchi. Él me dijo: “Sos un gran escritor de versos, pero no les das bola a los estribillos”. “Así que querés estribillos”, pensé y ahí compuse casi todo el material para el próximo disco, Sistema nervioso central, que es lo más cantable que puede haber. Hice el ejercicio de laburar con los estribillos y salieron “Ella dijo”, “Un día perfecto”, “Aire”, “Las vías del tren”, “200 monos”… De alguna manera, después siempre seguí laburando así, con esa estructura de canción a la que antes no le daba bola.

8. “Ardimos”

Sistema nervioso central (2006)

Fue la primera canción que compuse en mi vida, en 1986, ni bien empecé a tocar la guitarra, y terminó saliendo veinte años después, como cierre de Sistema nervioso central. Era una canción muy oscura, porque yo estaba viviendo esa etapa de viajes de todo tipo y color y la melodía y la palabra empezó a ser mi elemento, el sujeto social, mi forma de expresión hacia el afuera. El tema tenía los tres verbos: arder, llorar, bailar.

9. “Ella dijo”

Sistema nervioso central (2006)

Yo tenía como un estribillo medio british y de hecho en la primera maqueta cantaba she said and I said, you’re not, my love, she said. Me daba muy inglés todo. Después me acuerdo de que nos fuimos a tocar a Entre Ríos y, en una prueba o un ensayo, les dije a los chicos: “Che, esta melodía me parece que es choreada”. A veces pasa. “No, para nada”, me dijeron. Era esa misma época en la que vivía en Buenos Aires, de una casa prestada en otra. Un día iba caminando por Corrientes, yendo a FM La Tribu, y empecé a tararear esa melodía y pensé que por ahí le podía quedar bien armar un verso melódico tipo Sandro. Y se me apareció esa idea: “Y todo en un minuto, yo estaba en la cocina, me abrazó por la espalda y me dijo al oído”. Llegué a la radio y, como había un teléfono público por ahí, dejé un mensaje en la casa de los chicos en la que estaba viviendo con la melodía. Ni bien volví, hice la maqueta. Lo armé con piano y esa intro melancólica, con esa sensación british que ya tenía. Después, charlando con Juanchi, nos convencimos de que era un tema ideal para que cantara Jorgito Serrano. Porque tiene esa cosa melódica-tanguero, muy Estelares, pero que si hay un exponente de eso que admiro mucho es Serrano. Justo Juanchi venía de producir a los Decadentes en el disco Sigue tu camino y lo llamamos.

10. “Un día perfecto”

Sistema nervioso central (2006)

Es una canción que estaba en todos esos años en los que compuse mucho, incluso antes de que se editara el álbum anterior, Ardimos. Estaba en City Bell, en la casa de Juan, el padrino de mi hija mayor, justo en diagonal de la estación de trenes. Agarré la guitarra y me fui al baño, cuando salí le dije: “Creo que tengo un hit”. Tenía la melodía. Yo decía que era una canción medio Rata Blanca/Bowie, ja, ja. Me gustaba la melodía y me puse a jugar con las palabras, quería que sea fresca, en tempo alto. La idea de jugar con eso de Sinatra y Ava Gardner, una mujer bellísima. La letra me parece muy divertida. La ensayamos bastante cuando todavía no le había puesto la letra, entonces la tocábamos con la banda, pero a nadie le convencía mucho, ni a Juanchi. Es una canción con mucho movimiento y a los niños les gusta mucho. A mí siempre me dicen eso de que tengo facilidad para el hit, está bien, sí, pero lo cierto es que mi lugar cómodo está en la oscuridad, o en la canción intimista, si se quiere. Es al revés de lo que se cree. A mí me sale más fácil eso. Por supuesto que yo tengo algo de los cantantes populares, de Nino Bravo, de Sandro, de Leonardo Favio, tipos con los que me crie, y se mete eso en las canciones, pero lo que más fácil me sale son las canciones intimistas.

(Foto: Gentileza Estelares)

11. “200 monos”

Sistema nervioso central (2006)

Por mucho tiempo este tema lo presenté en vivo diciendo: “Aquí les voy a tocar una canción que compuse en homenaje a las maravillas y los espantos de los excesos”. Eso es “200 monos”, el encanto de los viajes y el espanto también. Estamos hablando de estupefacientes. De alguna manera, la calidad armónica es medio beatlesca y terminó dándole cierta épica. Aún hoy, cuando la tocamos, es una canción con peso emocional, más allá de su frescura. Es muy querida, pero es dramática. La progresión armónica inicial de descenso y el estribillo lo dicen todo: “200 monos hay en mi ventana/ algunos se ríen de mí”. Ese verso resume la historia de la canción. Y, si bien cuando compuse muchas de estas canciones estaba en ese período medio perdido, siempre me acuerdo de dónde estaba cuando las escribí. Es muy geográfica la situación que viví, porque no tenía un mango y paraba un día en una casa y otro día en otra, entonces, ¿cuál era el único elemento que sobresalía? Mi trabajo, las canciones. “200 monos” la compuse en un primer piso donde vivía con una amiga cineasta, en Alsina y Entre Ríos. Estaba ahí con una Tascam 4-24 que me había comprado. La Tascam me dio la posibilidad de entrarle a la canción en toda su dimensión, desde todos lados, porque tenía una guitarra emparchada, un Yamaha y un bajo y con eso grababa todo.

12. “Aire”

Sistema nervioso central (2006)

Este tema confirma eso que me decía Juanchi: que no les daba bola a los estribillos y que mis canciones estaban escritas como si fueran cartas. Era así, eran como cartas para mí mismo en ese momento. Por eso no necesitaba estribillos. “Aire” es una carta tristísima, que en el primer demo estaba incluso un tono más abajo. El desafío de hacer estribillos me llevó a un nuevo camino compositivo. “Aire” es otra de esas canciones que escribí en medio de esa desesperación que tenía en la época de Ardimos. Yo tenía 35 años y no tenía un mango y la única manera para controlar mi neurosis fue con mucho alcohol y ansiolíticos. Tenía que volver a la casa de mi vieja para poder comer dos días seguidos. Me iba dos días a comer a Junín y volvía para acá a intentar todo de nuevo. De ahí viene el verso: “Van mil días que no sé lo que decir/ Sin ideas de Buenos Aires a Junín/ Oyendo letras de folk/ Leyendo un libro de amor”.
La compuse en la misma semana que “Superacción”, que después se editaría en Una temporada en el amor (2009), y me acuerdo que tenía una sensación de desazón total, que había sido una semana de mierda, que no había compuesto ninguna canción buena. Ahí se ve lo distorsionadas que uno tiene las sensaciones a veces, en parte por la exigencia del momento. “Qué manera de no hacer nada bien”, me decía. Pero bueno, al final funcionaron y son ejemplos de que el ejercicio de componer sirve.

13. “Melancolía”

Una temporada en el amor (2009)

Una canción que al principio era un tango. Cuando trabajamos la producción, Juanchi me pidió que cambiara unos acordes, que la sacara más del tango y la llevara a algo más folk-rock. Tiene algo de ese aire que tuvo nuestro segundo disco, porque igual quedó bastante melódica-tanguera. El tango en nosotros siempre estuvo muy presente, nunca nos dejó. Cuando rompimos la banda Peregrinos, en 1992, yo sentía que no quería componer más canciones y ahí aparece Víctor, que estaba tocando con un grupo de guitarras de tango y me invita a tocar el guitarrón para acompañar a unos cantantes de tango. Ahí aparece el primer color de esta música que siempre me gustó, pero que hasta ese momento sentía demasiado sofisticada.

14. “Las luces del sueño”

Una temporada en el amor (2009)

Es una canción de 1989, de los Peregrinos. El Cuino Scornik una vez en su Facebook posteó toda la letra del tema y puso que no cambiaría ni una sola palabra de la canción. Fue un gran gesto. El registro melódico que quedó en el disco está bueno.

15. “Autobuses”

Una temporada en el amor (2009)

Para este tema invitamos a cantar a Fito Páez. Yo antes la tocaba en los shows solo a guitarra y voz. Es un vals deudor de esta cosa telúrica argentina de los valsecitos. La música y la letra también. Cuando Fito vino a grabar, quedó un registro más de banda, más corrido del original. Del tiempo ternario lo pasamos a binario, para que tenga otro audio. Fito además hizo unos arreglos de piano con las cuerdas tocadas a mano, que quedaron geniales.

16. “Un viaje a Irlanda”

Una temporada en el amor (2009)

Una canción que compuse en 1999, pero que recién salió diez años después. Cuando entramos a grabar Una temporada en el amor la ensayamos un par de veces y hubo un registro que nos gustó y a partir de ahí se metió en el disco. Es una canción que habla de 2001, la letra dice: “Te debo un whisky con soda, Fer/ Te debo porros y alcoba, Julieta/ Miro a través de un ventanal en enero/ Desde el sexto B, las ruinas del pueblo entero/ Explotan y algo más los fuegos artificiales/ La copa es de cristal, las chicas son insaciables/ Te debo un viaje a Irlanda, Andrés/ Y mil noches de parranda, Silvia”. Es un registro de la gente yéndose del país antes de que todo se prendiese fuego. Creo que, además, tiene un hermoso laburo de audio de banda.

17. “Rimbaud”

El costado izquierdo (2012)

Este es un disco en el que la producción la hicimos nosotros, con Victor. “Rimbaud” la compuse una mañana de resaca después de haber tocado en La Trastienda. Me desperté tarde, tenía la idea y apareció y la grabé con un Pro Tools para tener un primer registro. Y quedó. De alguna manera, es un homenaje a la Universidad de La Plata, a la facultad de Bellas Artes, habla de eso casi toda la canción. Habla de mis años de formación como hombre sensible, de mis años iniciáticos, cuando llegué a La Plata y todo estaba por venir. Me gusta lo que representa. Es una canción con cuerdas, con arreglos de Alejandro Terán, que son espectaculares, y la participación de Fernando Samalea, que grabó la batería en todo el disco, porque justo había dejado la banda Carlitos (Sánchez).

18. “Sólo por hoy”

El costado izquierdo (2012)

Me habían contado que el Cuino había posteado aquello de la letra de “Las luces del sueño” y un día Calamaro me dijo que él me quería conocer. Con el Cuino enseguida pegamos la mejor onda y esta canción tenía la melodía, la armonía y una parte de la letra. Lo llamé y le dije si la quería terminar, y la verdad es que la resolvió espectacularmente, con ese estribillo, “sólo por hoy”, que es por el paso que siguen en Narcóticos Anónimos. La de Cuino fue una gran intervención. Contribuyó con su estilo, pero además fue para el lado absolutamente que soplaba la canción. El nombre original era “Chica oriental”, una frase divertida nomás, pero me preguntó si no me molestaba rebautizarla “Sólo por hoy”. La canción terminó funcionando muy bien.

19. “Julia”

El costado izquierdo (2012)

Esta canción se la escribí a mi actual mujer. Pero la historia es increíble, porque la escribí en 1994, después de haber salido con ella un par de veces y que no me atendiera más el teléfono. El tema es que con Estelares la rescatamos dieciocho años después y la grabamos para El costado izquierdo. Quien era su pareja en ese momento se enteró y le dijo: “¿Vos sabías que te escribieron una canción?”. Ella la escuchó y, muy sorprendida, me mandó un mensaje y nos reencontramos después de tanto tiempo y terminamos armando una familia. No se puede creer cómo una canción puede lograr algo así. Si lo pensás, Lola, nuestra hija más chica, le debe su vida a ese reencuentro y a esta canción. ¡Enhorabuena! Es una historia de “Yo me quiero casar, ¿y usted?”. Literal.

20. “Las antenas”

Las antenas (2016)

Abre y nombra el disco, en el que volvimos a trabajar con Juanchi. Me gusta mucho, empieza con un suspendido: “Inolvidaaable, inolvidaaable”. Hay una frase central: “Nos confundíamos con la luz/ Que se expandía sobre la cruz/ Que ya habíamos abandonado”. Cuando la compuse había nacido mi primera hija y quería dejar de lado ese ejercicio de llevar una cruz encima, ya sea de disconformidad, de enojo, de malestar, esta cosa que a veces me ha acompañado y me ha complicado la vida. Hay algo fuerte en esta canción. “Esas mágicas canciones de luna llena, son como antenas”. Me acordé de esa frase de Charly García, “yo sólo tengo esta pobre antena, que me transmite lo que decir”. Es así. Lo único que tengo es esta antena. Creo que todo el disco es bastante pesado, con mucha alma, las canciones tienen mucho que decir.

(Foto: Gentileza Estelares)

BONUS TRACKS

“Alas rotas”

Las antenas (2016)

Es una canción dramática que me encanta. Yo tenía una melodía así y un día en el auto se me ocurrió el estribo. Llegué a mi casa y como me pareció poderoso me puse a escribir algo y empecé a jugar con un verso. “Como en todo espacio ya sin tiempo/ Todo tiempo sin espacio/ El vacío era inmenso”. Es una canción que compositivamente se resolvió muy rápido. En la misma semana compuse ‘Es el amor’, que la hice con mis hijas, una canción casi infantil, de felicidad total, y “Alas rotas”, bien dramática. Es muy loco cómo uno puede estar en una misma semana con dos ánimos completamente diferentes. Una la escribí con mis hijas, un sábado a la mañana, en plan luminoso, y la otra con toda una entidad dramática, más oscura. Eso suele ocurrir en el mundo de la composición.

“Los lagartos mueren en familia”

Las antenas (2016)

El disco termina con este tema, una canción muy pesada que compuse en 1997 y hace referencia a mis adicciones y a los milicos, de alguna manera. “Por fin ya no huimos más/ Los fantasmas ya no están/ Los lagartos mueren en familia”, dice. Lo compuse con mi Rhodes Mark II. Era una época en la que estaba escuchando mucho Plastic Ono Band. Era el fin del menemismo y todo se estaba yendo al carajo. Me sentía mal. Quería huir de todo, pero al mismo tiempo pensar en la posibilidad de una luz al final del túnel. Por eso un poco creé esta película bonaerense de cinco minutos, una canción de dudas y de revisionismo. Se me hace difícil elegir solo veinte canciones. Es una canción que quiero mucho y no quería dejarla afuera de esta lista. Otros temas muy importantes en mi vida también son “Superacción”, “Horneros cantantes”, “Luxemburgués”, “Es el amor”, “Las lunas” o “Los cielos parlantes”. Como dije antes, las canciones son mi vida.