“Estoy contentísimo”, le confía Julio Moura a Manuel Moretti apenas se saludan. La alegría del histórico miembro de Virus es evidente y se debe a la gira despedida que encararon junto a su hermano Marcelo y a otro integrante fundacional de la banda, el baterista Mario Serra. “Las versiones son más originales que las originales”, asegura el guitarrista, que acaba de llegar del ensayo. Y enseguida aprovecha y le pide al cantante de Estelares que se sume como invitado al show que darán el año que viene en el Luna Park. Honrado, Moretti acepta sin dudarlo y le recuerda un dato que hasta el propio Julio ignoraba: son vecinos.
“Vivimos a cuatro cuadras”, dice el oriundo de Junín y revela que además de la conexión geográfica, estuvieron cerca de trabajar juntos en el disco solista del mayor de los Moura, Enigma 4 (2018). “Antes de venir lo estuve escuchando de nuevo. Lo encaraste en solitario casi absoluto y soy de los pocos que estuvieron ahí. La última vez que nos vimos estabas cerrándolo, ¿te acordás?”, pregunta Manuel. “Me acuerdo, sí. Ustedes se iban de gira en ese momento, ¿no?”, contesta Julio y casi sin querer da comienzo a una charla que se extenderá poco más de una hora. “Sí, pero yo tenía una parte de la letra que me habías dicho que hiciera, no me acuerdo de cuál de las canciones, pero no la había terminado. Y después me parece que la que elegiste tenía mucho más que ver con vos porque es un disco muy tuyo. ¿Te acordás de que te dije, al escuchar los demos, que se sentía el corazón armónico de Virus? Bueno, eso se escucha en el disco”, sentencia el vocalista y arrancan.
JULIO: Hay algo de eso. [Ese disco] Es como un reencuentro con un momento, no solo en el tiempo, sino en la manera de trabajar. Federico y yo veníamos haciendo cosas separadas y nos cruzamos por primera vez en la primavera antes de salir a tocar, en enero del 80. Él había dado vueltas por distintos grupos, yo también. Pero ahí nos cruzamos y empezamos a hacer cosas juntos. Y no paramos más.
MANUEL: ¡Por suerte!
JULIO: Claro, lo que pasa es que después pasó lo que pasó. Cuando se pensaba en ver cómo se seguía, yo pensaba en lo que se había terminado. Un engranaje, una simbiosis que no iba a pasar nunca más. Fue un tiempo de bastante vacío.
MANUEL: Después de eso pasaste a Limbo, ¿verdad? Me acuerdo de que te fui a ver al Teatro Coliseo Podestá de La Plata. No me acuerdo de quién era el cantante.
JULIO: Alfredo Pería.
MANUEL: ¡Cierto!
JULIO: Cantaba muy bien, me encanta ese disco que hicimos. Tiene canciones mías viejísimas. Ahí ya tenía la cabeza puesta en volver con la banda.
Mientras repasan fechas y amigos en común, Moura y Moretti hablan de la importancia de mantenerse en el tiempo. “Ustedes son fantásticos, toda la continuidad que tuvieron”, dice el guitarrista de Virus con genuina admiración. “Es eso, continuidad. Nunca fue ninguna montaña rusa –aclara el cantante de Estelares–. Es una continuidad artística y emocional. Cada disco nos representa y nos mejora”. Manuel hace referencia a Un mar de soles rojos, el noveno álbum de la banda, que salió en septiembre.
JULIO: La gente los sigue muchísimo. Cuando llegás a esa situación, la sensación es que valió la pena. Justificás un montón de cosas que por ahí antes las tenías medio confusas.
MANUEL: Pasa el tiempo y todo encaja si lo sostuviste. Y si no encaja es porque vuela por los aires, no es muy difícil.
JULIO: El hecho de sostenerte te da la pauta de que estás bien con la gente que trabajás y con vos mismo.
MANUEL: Cuando hay música que te emociona, estás vivo. En los últimos dos discos de Estelares, las maquetas arrancan en casa, después las llevás a la sala y ahí todo el mundo siente que está viva la música. Entonces podés seguir laburando.
JULIO: A mí me pasó que perdí ese contacto natural que tenés que tener con una composición, o con la naturalidad de componer. Empecé a hacerlo y no sabía para dónde iba a agarrar. Pero lo de ustedes es fantástico. Llegaron a un lugar y empezaron a evolucionar dentro de una situación en la cual la gente tiene mucho que ver, te alimenta muchísimo.
MANUEL: También por nuestra dinámica. Somos perfil bajo, medio retraídos. Me parece que lo mejor que tenemos es la manera de laburar. Llegamos al estudio con pulso emocional cierto. Parece mentira, pero hace años hacemos el universo canción. No hay otra cosa. Y alguien diría, ¿te repetís? No sé, no creo que nos repitamos, hacemos canciones de un color, del otro, ¿pero repetirnos? ¡No! Le entramos cada vez de una manera diferente.
JULIO: Vos trabajás mucho en tu casa, ¿no?
MANUEL: Sí. A veces se confunde, Estelares es la banda, todos músicos muy talentosos. Pero en algún momento, cuando vos llevás las canciones, querés ser democrático y vuelan por el aire, se pierde el alma de la canción.
JULIO: Es que si no la buscás por el lado de que la canción fluya naturalmente, y cada cual quiere poner lo suyo, se hace una ensalada. A mí me pasó con 9 [el último álbum de estudio oficial de Virus, de 1998]. El disco me gusta, pero si lo miro desde afuera es como que no tiene identidad. El laburo de compositor naturalmente es muy ostracista, muy cerrado, y tiene que ser así.
MANUEL: Desde que empezamos a trabajar con productores fuimos aprendiendo a encontrar la posición donde más funcionales somos. Por eso pensaba en ese encuentro en tu casa. Al escuchar el trabajo, lo que más me gustó fue tu armonía, el trabajo armónico y melódico, y automáticamente sentí que había escuchado el corazón de Virus.
JULIO: En el caso nuestro se daba mucho con Federico. En la parte de interpretación, necesariamente la letra tiene que estar más ligada al tipo que la canta. No por ahí tanto en la línea melódica. El otro día lo comentaba con mis hijas, yo no cuestiono la música de hoy, pero se ha perdido el romanticismo en la melodía y la armonía. Escucho un bombo en negras, un bajo, y un tipo casi como hablando. Yo no lo cuestiono, pero…
MANUEL: Extrañás la armonía y la melodía.
JULIO: Sí, el romanticismo de eso, de una melodía que tenga variaciones. Y no complejas, las más simples.
MANUEL: Algo que disfruto del juego de los fraseos y de la palabra es el manejo de las texturas que hay detrás. Hay un montón de artistas que cuelan melodía, pero es cierto que uno viene del universo romántico. Vos usás muy bien esa palabra, no romántico de romance.
JULIO: Claro, de romanticismo.
MANUEL: Armonía y melodía, el universo clásico. Pase lo que pase, armonía y melodía tienen mucho más ciclos de vida. ¿Cómo desarticulás la melodía de la comunicación?
JULIO: Es imposible.
MANUEL: Por eso va a seguir funcionando.
JULIO: Sí, y ahí es donde entra la poesía, también. Luis [Alberto Spinetta] es un ejemplo de cómo transformar, aunque sea en metáforas. Por ahí a alguna gente le cuesta entender, incluso a mí, pero cada uno lo interpreta a su manera.
MANUEL: Es la musicalidad de la palabra dentro del universo melódico. No sé vos, pero en mi pulso emocional siempre la conductora es una melodía. Por ahí se cuela alguna palabra, pero lo primero es la melodía.
JULIO: Cuando compongo tengo un idioma especial, un inglés quechua. Es la manera más directa de que te cierre la línea melódica. Después, pasarlo no solo a castellano, que está lleno de vocales, sino darle además un sentido, se hace más complicado.
MANUEL: Hay una escuela de la que formás parte y con la que crecimos, que nos enseñó a ponerle palabra en castellano a la canción de rock argentino. Encontrar una frase feliz es difícil.
JULIO: Vos laburás mucho en eso, se nota que te gusta.
MANUEL: Sí, me gusta. Son años de defender esto, de no dejar de aprender, de formarte. No tiene por qué ser recontra poético, a veces puede ser algo que solo diga, de verdad, desde el autor. Me gusta el universo que no es tan habitual, ese pasaje por la intimidad.
JULIO: A veces hay una especie de prejuicio en uno mismo. No por tus cosas íntimas, sino por pensar si realmente estás siendo objetivo al decir algo. Después de Enigma 4 me dieron tantas ganas de volver a esto [Virus], pero con otra mirada más contemplativa. Van decantando las cosas y arriba quedan las más lindas. En una nota me preguntaban específicamente por el momento en que Federico deja de estar y son situaciones muy traumáticas, difíciles de analizar en el momento. Incluso pasado un tiempo querés borrar un poco eso. Pero cuando recordás distintas situaciones de vida, emerge la música y aparece la figura ahí. Lo sentís de nuevo.
MANUEL: Hay una cosa que no sabés, pero en el 87 yo estaba en La Plata y trabajaba en El Taller, ¿te acordás del bar del Negro Mariani? Un amigazo que tenemos en común. Un día alguien me dice que íbamos a un cumpleaños en Buenos Aires, era la primera vez que iba a un cumpleaños allá, y era el tuyo, en Palermo. Me acuerdo de que no estabas, pero había un montón de gente y me metí en la pieza con un grupo a ver Blade Runner. Guardo muy cariñosamente ese recuerdo, yo recién estaba empezando a vincularme con la palabra. Ustedes ya estaban en una etapa muy especial.
JULIO: Claro, 87, 88… después hubo dos o tres años de andá a buscarme porque no sé dónde estoy. Al principio era negar todo, pero tenías que cubrirlo con algo. Primero está fenómeno. Después, cuando bajás a tierra, te das cuenta de que por ese lado no va. Los ciclos no es que hay que entenderlos, de repente te quedan claros, pero aparecen mis hijas en un momento determinante. Aparecen y me dan vuelta todo de nuevo. Y ahora que ya son adolescentes, la primera referencia que busco es en ellas porque tienen tanta madurez. Más que uno en muchos casos.
MANUEL: La devolución del amor filial, es un espejo extraordinario.
JULIO: Totalmente, es increíble lo que saben.
MANUEL: Volviendo a Virus, me acuerdo de que conecté mucho con Relax (1984). Era una época muy Bowie, muy glam-rock. Fue mi primera gran conexión. Me agarró en un momento en que andaba con problemas para poder aterrizar. Locura me impactó de otra manera, ese universo emocional de las canciones daba la sensación de perfección en el mundo canción.
JULIO: Los otros discos fueron más de componerlos y trabajarlos en el ensayo, pero Relax vino en los momentos de relax, justamente, en nuestras casas. Ahí empezamos con secuencias y esas cosas que daban más para hacer trabajo individual. Después está Superficies de placer (1987), que también es un disco muy especial, tiene cosas muy intensas.
MANUEL: Para ustedes es el momento más cruel, pero es increíble cómo consiguen ese registro de belleza en un acontecimiento tan difícil.
JULIO: Cuando lo diagnostican a Federico, él tenía que grabar las voces, teóricamente. Se iban a mezclar con Marcelo a Nueva York, pero nace la primera hija de Marcelo y se vuelve a Buenos Aires. Me quedo yo en Río de Janeiro con Federico. Vivíamos en distintos departamentos. Un día lo voy a visitar y me dice que quería empezar a grabar. Fuimos a un estudio y empezó. Los primeros dos días venía de una neumonía con 39 grados de fiebre durante casi un mes. Al tercer día, entró en un espacio incomprensible, se me ponía la piel de gallina. No solo porque recuperó toda su capacidad física, de aire, sino por la interpretación. Hay una historia muy loca. Estábamos haciendo la letra de “Ausencia” en un barcito en Botafogo y no nos poníamos de acuerdo. Salimos de ahí, nos enojamos, yo tiré la letra al piso. Él entró al estudio, yo me quedé en la puerta. Para un auto y se sienta al lado mío un tipo. De pronto lo miro y era Roberto Carlos. Entré al estudio a llamarlo a Federico, pero no sabía qué decirle. Tampoco sabía qué pasaba. Salimos los dos y nos quedamos mirándolo. Me pregunta por la letra, le digo que la tiré. La fuimos a buscar, la encontramos y la terminó grabando ese mismo día. Yo estaba del otro lado de la pecera, él diciendo “I’m a lucky man” y era demasiado ya, en el sentido de la profundidad. La interpretación de ese disco creo que fue, lejos, la más intensa.
MANUEL: Uno escucha la médula en el disco. Enhorabuena que pudieron registrarlo como testimonio de semejante acontecimiento. Digo ‘belleza’ porque termina comunicando belleza para muchísima gente. Es sumamente conmovedor, mejor testimonio que ese, imposible.
JULIO: A medida que pasó el tiempo, él se fue transformando en un mito. Y hay una parte que nunca la conté. Nunca hablé porque siempre estuvo bien en donde estaba. Y ahora es como que, viéndolo con el tiempo, cuento estas cosas y no es que siento yo solo la liberación, sino que es como una reivindicación de cosas reales que hizo. No es la información que ves en Internet, en una línea.
MANUEL: Hablamos de estas cosas cuando estábamos en la previa de Enigma 4 y vos sentías que no querías hablar. Y mirá ahora. Es extraordinario.
JULIO: Son cosas que tienen una pasión tremenda. En la intimidad, las he charlado, pero esta vuelta fue la decisión de reivindicar y sacar lo necesario para encontrar el color de aquello. Es un momento muy lindo para poder enfrentarlo y hacerlo.