Decir que Oscuro plan del poder (2023) es la segunda muerte de Hermética es un montón, primero porque las cosas vivas se mueren una sola vez y segundo porque es un muy buen disco de Malón y no sería justo que a esta altura analicemos la obra de semejante banda como si nomás fuera un apéndice de aquella otra (por más importante que haya sido aquella otra). Sin embargo, hay algo que es cierto en todo esto: en la mitología póstuma de La H siempre hubo un equipo y un renegado, tres que se unieron y uno que se abrió todo lo que pudo, y ahora los que se habían unido también se dividieron y, la verdad, el negro corazón heavy de uno lo siente un poco.
Igual lo importante es que Claudio O’Connor y el Tano Romano están, por supuesto. Están, y están en un gran momento como sociedad compositora, música y letra, riff y grito agudo. Está también Karlos Cuadrado, que obviamente no tocaba el bajo en Hermética (lo tocaba ese que justo en la semana en la que tuvo lugar esta charla se volvió a calzar el instrumento después de una parva de años), pero que es parte de Malón desde la mismísima diáspora y compañero del Tano incluso desde antes, desde los 80 para más datos, cuando los dos hacían speed/thrash/black en Cerbero.
El que por primera vez no está en un disco de Malón es Pato Strunz, que tampoco había estado en el debut de Hermética y que además de baterista era mánager. Las razones de su alejamiento −se dijo− fueron personales y ahí va a quedar la cosa: ellos sabrán. El tema es que en 2021 Pato se fue y hubo que buscarle reemplazante en sus dos funciones. Un par de días duró la incertidumbre, porque al toque apareció O’Connor y dijo: “Tengo el manager y tengo el batero”.
El manager era su manager, Andrés Vignolo. Y el batero era Javier Rubio, que supo pasar por Villanos, La Mancha de Rolando y Trepanador, es unos quince años más joven que el resto y que ya tenía una historia compartida con sus compañeros, desde distintos roles.
“Yo los iba a ver con Hermética, los iba a ver a Cemento, porque en mi escuela eras heavy o eras punk en esa época. O si no, curtías Los Redondos, Bersuit, esas cosas. Pero poder sentarme a tocar con estos monstruos un rato… uh, era como una película. Yo despegaba como cuete, porque además me daba cuenta de que iba a tocar con estos locos que son buenos de verdad”, dice ahora Javier. Antes había dicho otra cosa: “El primer desafío es sacarte el cagazo”, había declarado en el sitio Rocktámbulos un par de meses después de haber entrado al grupo, y no era para menos: de repente era integrante oficial de una de las bandas de su adolescencia y estaba tocando los temas de Hermética con La H no Murió, el grupo tributo a su propio pasado que Claudio y el Tano (con Karlos) armaron para una ocasión especial y que, al final, terminó cobrando vida propia.
Así que Javier había sido fan y ahora es baterista y en el medio fue plomo: “Los cruzaba en la sala, porque ensayábamos en la misma que ensayaban ellos. En un momento ya nos saludábamos, lo faneábamos al Tano… ‘¿Qué usás, Tano?’. Nos tiraba data. Eran piolas con nosotros, había buena onda. Y después en un momento yo andaba sin un mango y Pato me ofreció ser parte del staff para trabajar con Malón. Tenía 18 años y viajé un tiempito con ellos en la época de Espíritu combativo (1995) y cuando estaban grabando Justicia y resistencia (1998)”. En ese momento se plantó la semilla de Javier como baterista de Malón: “Íbamos a la prueba de sonido, y como él laburaba con la batería, varias veces habíamos probado sonido con él tocando. La verdad es que era un placer tocar los temas con Javier porque los tocaba impecable”, dice el Tano. No había que revolver mucho en el cajón de los bateristas: estaba Javier a mano.
Cuestión que −ojo con eso que se te cruzó por la cabeza− sí, el batero acá importa y mucho, por razones sentimentales y razones prácticas, porque se nos rompió el tándem intocable de los ex H con el que crecimos y porque Javier no se sentó en el banquito a tocar con una fotocopia de la partitura de lo que tocaba Pato: entró para que el cambio se note. “Javi aportó un montón de cosas con su manera de tocar. Nosotros teníamos una estructura y él es un poco más volado. El Tano decía ‘esta parte yo la grabé con una batería que iba derecho’ y él decía ‘no, pero acá le hacemos esto, lo frenamos’”, cuenta Karlos.
Justamente el Tano fue el que más cerca lo tuvo en la composición y el que más sintió el efecto Rubio: “Le dimos libertad para que él aporte lo suyo. Javier es un músico que escuchó diferentes estilos y que también se empapó mucho en nuestro estilo musical. Nos conocía. Como te decía Karlitos: para lo que yo grabé ponía en YouTube ‘batería de heavy metal’ y le zapaba encima. Entonces los riffs venían con una batería atrás, pero no es la que después quedó porque Javier les metió su batería a esos riffs, y Javier tiene muy buen gusto”.
A esto llegamos porque, cuando entró Javier, Malón no daba más de ganas de ser Malón otra vez. Nuevo orden mundial (2015) había quedado muy atrás, y en el medio pasó de todo. “No le sacamos mucho jugo al anterior, me parece. Medio que nos quedamos calientes, porque vino lo de La H enseguida y se convirtió en una vorágine total. Era para hacer un show, después se sumó otro, después hicimos tres y después no paraban de llamar los productores del país y de Latinoamérica. Mientras tanto, el Tano compuso los temas para este disco”, dice Claudio.
“Lo de La H” es esto que decíamos: se suponía que la idea era homenajear a Ácido argentino (1991) en Obras en 2018 y cuando se quisieron dar cuenta terminaron tocando “Cráneo candente”, “Tú eres su seguridad” y “Evitando el ablande” por todo el continente. Eso, más el parate forzado de la pandemia, hizo que la nave madre quedara en un estado de latencia que el guitarrista aprovechó para acumular ideas en una carpeta que después se abrió y −trabajo mediante− se convirtió en Oscuro plan del poder.
“Estuvimos un año laburando a full acá y cuando entramos al estudio ya estaba todo listo, llegamos recontra preparados”, cuenta el Tano. “Acá” es la sala que tiene Javier en el fondo de su casa en Flores, equipadísimo recinto rockero que sirve de base de operaciones para la banda y de sede para esta entrevista; ahí se internaron a reencontrarse con Malón, y después mudaron la operativa a El Pie y prácticamente lo cerraron: usaron el último turno en la historia del mítico estudio de Villa Urquiza por el que pasaron Charly, Cerati, León, Fito, Richard Coleman, La Renga, Rata Blanca y un larguísimo etcétera (“hasta Lerner vino”, dice Javier, porque el autor de “Todo a pulmón” era el dueño del lugar).
“Fue un momento difícil para Javier”, dice el Tano, en relación a la guachada que se mandó el destino con el baterista: el exacto mismo día en el que entraba a grabar el disco que le cumplía un sueño, falleció su papá. “Fue refuerte. Mi viejo era músico. Él era del palo del metal y estaba muy contento de que yo tocara en Malón. Nosotros ya sabíamos que lo de mi viejo era cuestión de tiempo, y yo hablé con él y me dijo ‘andá al estudio y mandales saludos a los pibes’”, dice. Javier fue, hizo lo suyo y el clima −como dice Karlos− ahora es otro: “Nos refrescó todo, espiritualmente hablando. Salir de gira, compartir el escenario, el después de tocar. Veníamos medio cascoteados en ese sentido. Fue como abrir la persiana y que entre aire fresco”.
Algo que también vino con la pandemia, además del break para juntar manija, fue la resignificación de algunos conceptos que siempre fueron parte del imaginario del grupo. La frase “oscuro plan del poder” (ni hablar de “nuevo orden mundial”) ahora suena conspiranoica, algo sacado de uno de esos hilos de Twitter en los que un troll o un subnormal se explaya con puntuación deficiente sobre la estrategia de Soros para inyectarnos nanochips y bla. Y, sin embargo, sacale ese filtro y vas a ver que Malón está hablando de lo que siempre habló, porque les viene sacudiendo a los oscuros planes del poder desde que O’Connor cantaba “recordando soy esclavo del pandemonium social, desarrollo malogrado, ideas irresponsables” en “Espíritu combativo”, hace casi treinta años.
“La temática de Malón siempre fue por el mismo camino. Ahora vienen a hablar de que el Fondo se la lleva toda y nosotros venimos contando esto desde la época antes de Hermética. Seguimos con la lírica que caracteriza a esta banda. Y creo que si estuviera todo bien también le encontraríamos el pelo al huevo”, dice Claudio. La intención, explica el cantante, nunca fue bajar una línea puntual, sino “pasarle la pelota” al público: que una canción sirva para pinchar a los pibes y que cada uno se figure “qué es un sepulcro civil, qué es una masa anestesiada”.
No hay ni hubo en Malón una militancia: hay un discurso de denuncia, de hacer verso la desesperación de la clase obrera que ve cómo desfila camada tras camada de paracaidistas que le ofrecen otra vez la misma solución infalible que fracasó la semana pasada y no tiene cien por ciento resuelto qué hacer con eso, pero igual arde de bronca y putea. “Lo de ‘espíritu combativo’ es algo poético”, insiste O’Connor. “Tampoco somos guerrilleros, en eso de ir a combatir. Nosotros expresamos ciertas inquietudes que nos atraviesan el alma y a veces les atraviesan el alma a otros. No es que queremos pelear contra este poder porque queremos que bajen estos y suban los otros. A nosotros nos interesa tocar, nos interesa divertirnos, dedicarnos a esto que nos dedicamos”.
La derechización de algunos de sus colegas que de repente flashean rebeldía “antiprogre” parándose del lado de la cana le pasa por el costado (más vale: ellos grabaron “Gatillo fácil”), como también les pasan por el costado de la primera a la última proclama maoísta: “Nosotros siempre fuimos ambidiestros, je. Nunca tuvimos una inclinación política extrema. Podemos tener cierta simpatía con el peronismo por una cuestión de familia: en mi caso, mi mamá era amante de Evita, mi abuelo también, y es una herencia, como ser hincha de Racing. Pero tampoco nos casamos con eso, porque ninguno de esos nos dio de comer a nosotros. Nosotros salimos de chapotear en el barro y nos hicimos una profesión donde pararnos la olla y poder bancar a nuestra familia”.
Esta vocación de agitar sin cartelear hace que en Oscuro plan del poder esté “El gran reinicio” (“llevándose, vaciándote lo poco de tus bolsillos. De lo que generás, la succión es total. Están saqueándote el alma. Avivate, si no te das cuenta vendrán por más”), esté “Un cielo rojo” (“caen bombas y misiles, arrasan con la peste, si sobrevivo dará igual”) y esté también “Ancho falso”, que incluye frases como “tus ideales en la niebla son falta envido con 23” y “mostraste tu jugada, la suerte está echada, codicia en tu mirada”. Todas líricas que −sin que podamos confirmar destinatario− hacen pensar que no está precisamente al caer un reencuentro fraternal de la formación clásica de Hermética.
“El hater es un invento metalero. Nosotros teníamos haters cuando no existían las redes”, dice Javier, y exagera, pero algo hay. Es sabido que cuando se separó La H se armó un Boca-River insólito que dividió al pueblo heavy entre fans de Malón y fans de Almafuerte, nunca fans de los dos. “Yo creo que más de uno, cuando veía que tocaba Malón y se habían tirado para el otro lado, no iban pero en el fondo tenían ganas de ir a ver qué onda con los ex-Hermética. Y cuando tocaba Almafuerte también: ‘¿Cómo será un show de Ricardo?’. Y no iban por no traicionar a la parte que eligieron”, dice el Tano. Fue pasando el tiempo y la rivalidad les empezó a parecer una estupidez hasta a los más intensos, pero lo que sí quedó (y de hecho se agrandó bastante) fue la insalvable brecha entre los dos factores de la ecuación: el equipo Tano-O’Connor (antes con Strunz, ya no) y el exlíder, que siempre anda en una.
−Ya ni les preguntan si se van a juntar, ¿no?
O’Connor: Ni tiene sentido.
Tano: No te preguntan, pero la esperanza está.
“A mí me molesta cuando leo los comentarios, como algunos que se hicieron del tipo ‘estos están robando con estos temas’. Los temas son parte de nuestra historia. Eso me lastima porque siento que hay una injusticia, porque fuimos parte de eso y porque laburamos a full para que suenen de la mejor manera”, se defiende el guitarrista. Si uno quiere ir a ver a Malón: por suerte puede, porque están “refrescados” por el integrante nuevo y sacaron un gran disco y la que viene ahora es tocarlo todo lo que se pueda. Si uno quiere ir a ver a Iorio: en el Instagram hay fechas. Pero en los shows de La H no Murió no hay hinchas de unos ni hinchas del otro: hay gente que extraña a Hermética, o que nunca los vio pero igual los venera como a próceres, gente a la que ninguna acusación ni ningún desvarío ni ningún abandono le va a matar el sueño de ver a los cuatro otra vez arriba de un escenario.
“El día que uno de nosotros ya no esté, ahí van a empezar a decir ‘bueno loco, ya fue’. Porque todavía en el fondo tienen esa esperanza… no sé, de que algún día nos encontremos, charlemos y pueda pasar eso que todos esperan que alguna vez pueda pasar. Pero si a mí el día de mañana me toca partir, ahí ya va a ser más difícil porque ya hay uno menos”, dice el Tano. Hasta entonces: será lo que deba ser.