Luquita Rodríguez: “Lo que te causa gracia puede tener un carácter inmoral, pero eso no te convierte en inmoral”

Con la risa como estandarte, pasó del stand-up al streaming, construyó su propia comunidad y hoy lidera su segmento desde Vorterix

Por  MARTÍN SANZANO

septiembre 13, 2023

Lucas Rodríguez: “Siempre admiré al gracioso de la mesa”.

SEGISMUNDO TRIVERO

Me encanta ser streamer, es la actividad que más disfruto de todas las que hago, pero ante todas las cosas soy un comediante de oficio”, se define Lucas Rodríguez, mejor conocido como “Luquita” en diálogo con Rolling Stone. La charla se da en uno de los estudios de Vorterix, la casa matriz de su programa Paren la mano, uno de los más escuchados del segmento streaming y el espacio en el que Lucas, junto a Germán Beder y Alfredo Montes de Oca, juega a tirar paredes en clave de humor.

“La raíz esencial que me conecta con mi actividad es el lugar de importancia que le doy al hecho de reírme”, dice Lucas y se explaya: “Que algo me cause gracias me resulta muy importante. En un grupo de personas valoro muchísimo a quien considero que es gracioso. Reírme ha sido mi forma de conectarme con la vida en general”.

“Que algo me cause gracias me resulta muy importante”, asegura Lucas Rodríguez (Foto: Segismundo Trivero)

A la hora de hablar de referencias en el humor, el abanico de Lucas es amplio. Menciona, primero que nadie, a El Chavo del 8, un programa con el que se sigue riendo incluso ahora que tiene 31 años. Pero suma a la lista desde las películas de Woody Allen hasta las cámaras ocultas de VideoMatch. “No distingo entre arte popular y arte alto, no restrinjo mis posibilidades a eso —aclara–. Me acuerdo de que tuve Internet por primera vez en 2007 y lo primero que hice con mi computadora fue revisitar todas las cámaras ocultas de [Marcelo] Tinelli. De afuera me gustan prácticamente todos: Bill Burr, Dave Chappelle, Seinfeld. Fantaseé con ser todos ellos… Me imagino haciendo una especie de Curb your Enthusiasm en Argentina”.

Cuando terminó la secundaria, Lucas estudió periodismo deportivo durante un año y se dio cuenta de que el fútbol no le gustaba tanto como creía. Hasta que un día se anotó en un curso de stand-up y vivió una especie de revelación. “Encontré una actividad en la que sentía la pasión diaria de querer mejorar, de querer actuar más, de subirme al escenario una y otra vez. Descubrí esa voracidad en las ganas de hacer. Después vino la pandemia, cerraron los teatros y apareció el stream. Pensé: ‘Acá puede llegar a haber algo, un lenguaje nuevo’, pero hasta que hice mi primer stream debo haber trabajado diez años haciendo stand- up. De ahí me quedó muchísimo, fue un aprendizaje gigante. La noción de que podía ser gracioso la aprendí ahí. Realmente encontré mi oficio, que es hacer reír”, insiste.

El streaming fue la herramienta con la que Lucas construyó una comunidad que hoy se cuenta de a cientos de miles. Una verdadera hinchada que lo sigue siempre a todas partes y que lo ayudó a cumplir algunos de sus más grandes deseos, como trabajar en la radio de Mario Pergolini o –el hito máximo a nivel personal– vivir de cerca el Mundial de Qatar en el que se consagró la Selección Argentina. “Vimos los siete partidos de Argentina en la cancha, estuvimos en la concentración con los jugadores… Esa experiencia no la va a poder superar nada”, asegura.

Sin trucos difíciles y con apenas una mueca, Lucas contagia la carcajada y tiene el poder de generar el clima que sólo se vive en un asado con amigos. “Siempre admiré al gracioso de la mesa”, dice. Y aclara que no comulga con la idea de la risa como una conexión con el lado infantil. “Hoy en día existen cien mil narrativas que dicen que hay que seguir siendo niños, seguir riéndose, y tampoco lo entiendo desde ese lugar. Me parece una pavada”, remarca.

Y no esquiva la pregunta sobre los siempre controvertidos límites del humor. “Lo que te causa gracia puede tener un carácter inmoral, pero eso no te convierte en inmoral –sostiene–. Te puede hacer atravesar un momento de inmoralidad o te puede poner de frente con tu propia inmoralidad. No creo que reírse de algo lleve implícita la idea de no estar entendiendo la gravedad del asunto sobre el cual se está hablando. Eso me parece falso. Que alguien haga un chiste sobre el Holocausto no quiere decir que esa persona no tenga noción real o postura sobre si estuvo bien o estuvo mal ese hecho. Yo creo que el humor es desordenar. Cuando se hace bien, es cuando se conoce el verso de ese reverso. Si yo desordeno algo que no conozco cómo es ordenado, es un cambalache gigante. Ahí seguramente empiezan a aparecer estas maldades o subjetividades medio inconscientes e inherentes a quien habla”.