Lisandro Aristimuño se inspira en el paisaje patagónico y entrega su álbum más maduro

En El rostro de los acantilados, el cantautor sigue construyendo un lenguaje propio en formato canción. El álbum incluye colaboraciones con David Lebón, Pedro Aznar, Mariana Michi, Tweety González y Lucas Martí, entre otros

Por  HUMPHREY INZILLO

octubre 18, 2023

Lisandro en una playa de Río Negro, frente al paisaje que inspiró el título de su nuevo trabajo.

Valentín Lopez Lopez (gentileza)

Cuando era chico, Lisandro Aristimuño no buscaba formas en las nubes. El juego, con sus hermanos, consistía en imaginar qué figuras representaban cada uno de los huecos en los que los loros barranqueros hacían sus nidos en los acantilados de playas como El Cóndor o La Lobería, cerca de su Viedma natal. Esos monumentales accidentes naturales funcionan en este álbum como inspiración y oráculo. La evocación del paisaje patagónico, o la teoría nietzscheana del eterno retorno aplicada a un álbum en que cada una de las canciones podría encajar en cada uno de los agujeros irregulares de las imponentes paredes de cara al mar.    

Un paisaje sonoro, en sintonía ambient, nos transporta a la inmensidad del mar en contraste con la aridez de la Patagonia occidental. Es una breve introducción, instrumental, casi onírica, en la que Aristimuño se hace cargo de las programaciones, octapad, efectos y teclados, que volverán luego, al final del álbum, a modo de epílogo. 

La primera canción del álbum comienza con signos de interrogación: “¿Qué pensás si te abrazo como cuando uno abraza el sol? ¿Quién nos quita la caricia y toda la belleza en el balcón?”, son preguntas seminales sobre una melodía in crescendo, con alguna reminiscencia a la furiosa potencia de la “Ciudad de pobres corazones”. Un guiño al Páez oscuro de los 80, con una letra que anticipa una explosión de amor. 

El mood general de El rostro de los acantilados es levemente más luminoso que Criptograma (2020), su álbum anterior. En cada canción, Lisandro plantea un universo musical particular, en el que conviven programaciones, sutilezas y distorsiones. En ocasiones, con glorias del rock argentino como David Lebón (“Por encima del fuego”, una balada con carga épica) o Pedro Aznar (“Devolver tu amor”, casi como buscar un símbolo de paz a través de una melodía). Pero también abre el juego a compañeros de ruta, como el impar Lucas Martí, Nicolás Alfieri (Todo Aparenta Normal), el inglés Jono McCleery y Mariana Michi junto a otro emblema, Tweety González. También hay una incursión en una forma más o menos experimental (“1986” incluye el relato del gol a Inglaterra por Víctor Hugo Morales y la participación del clarinetista Martín Pantyrer). Y el anhelo de desarrollar un lenguaje propio, cada vez más maduro, cada vez más personal.

CONTENIDO RELACIONADO