La tapa de Trueno en Rolling Stone: por qué no entender el rap atrasa medio siglo

La llegada del rapero de La Boca a la tapa de Rolling Stone nos recuerda el absurdo detrás de la antinomia rock v. hip-hop

Por  DANIEL FLORES

junio 5, 2024

Trueno

Fernando Gutiérrez

La historia del pop es una cadena de hitos y rebotes exponenciales, desproporcionados, remotos, a veces insólitos. Esa es su esencia. Tomemos el caso de Trueno, este mes en la tapa de Rolling Stone Argentina. Tal como apunta Humphrey Inzillo –autor de esta entrevista, que permite conocer como nunca al rapero de La Boca–, se suele marcar como clave del mito fundacional del hip-hop una fiesta organizada por el jamaiquino DJ Kool Herc en 1973 en el Bronx. Ahora, si acercamos un poco la lupa, vamos a ver el detalle de que, con sus fiestas en Nueva York, lo que Herc hacía era llevar a Estados Unidos la tradición jamaiquina del sound system, es decir esos monumentales (y muy competitivos) sistemas de audio ambulantes para animar bailes populares en la isla del Caribe.

Pero sigamos un poco más: a su vez, esos sound systems jamaiquinos de los años cincuenta y sesenta, que influyeron en Herc, se nutrían de discos de rhythm and blues contrabandeados desde Estados Unidos por personajes como Coxsone Dodd y Duke Reid. ¿Y qué otra cosa era el rhythm and blues sino una nueva música forjada sobre ritmos tribales trasplantados siglos antes desde África?

Ahora miremos hacia el otro extremo de esta saga. Trueno, un chico de La Boca, 22 años, segunda generación de raperos en la familia, se hace cargo de la cultura hip-hop –y conoce bien la historia aquella de Kool Herc– en grado filo militante y sus temas se escuchan en medio mundo (en su top five de oyentes en Spotify figura Buenos Aires, claro, pero también Lima, Santiago y Ciudad de México).

En un solo track de Trueno resuenan ecos de La Boca, el Bronx, Kingston, DF, Los Ángeles, Mississippi, África y quizás hasta Madrid. Trueno es un artista talentoso. Pero ese multiculturalismo no tiene que ver con un rasgo personal suyo, sino con la naturaleza misma del pop global. Porque ese es precisamente uno de los mayores atractivos en el cóctel conocido como música pop: la complejidad y la densidad de sus componentes, más allá de la superficial inmediatez. 

Todo esto es simple, visible y apasionante. Y, sin embargo, a nada menos que medio siglo de aquella bloc party de Herc, a muchos oyentes de rock todavía les resulta imposible considerar el rap como una expresión musical válida. Y así se aseguran de expresarlo en las redes, con la misma indignación que Steven Tyler actuaba en el clip de “Walk This Way” (1986), la colaboración entre Aerosmith y Run D.M.C. que, si no fundó, hizo mucho por el crossover entre el rock y el rap. Pero, de nuevo: cuando golpeaba la pared indignado, para que sus vecinos raperos dejaran de hacer ruido, Tyler no lo hacía en serio: se estaba autoparodiando y entendía, ya cuarenta años atrás, que la antinomia rock v. rap era ridícula.

Por eso llama tanto la atención que muchos no comprendan que descalificar el rap como expresión artística, para nada lejana al rock, es tan miope como negarle a la guitarra eléctrica o al sintetizador su calidad de instrumentos musicales. Asumirse melómano y, a la vez, despreciar el hip-hop (y derivados como el trap y el reggaeton) es paradójico.

Por supuesto, nadie está obligado a escuchar a Trueno ni a ningún otro artista “urbano” (ni a Jimi Hendrix ni a los Beatles, para el caso). Pero, sobre todo quienes se autoperciben rockeros, deberían tener al menos una idea aproximada del rico y variado entramado musical de raíces e influencias que sostiene precisamente eso que tanto los identifica.

Pasó ya medio siglo desde aquella fiesta de DJ Kool Herc en el Bronx. Si algún vecino se quejó por el ruido en aquel entonces, lo más probable es que haya muerto hace tiempo.

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