En su nuevo disco, Él Mató a un Policía Motorizado mira hacia atrás para encontrar una nueva narrativa

Súper terror, el décimo disco de estudio de la banda, se apoya en los años 80 y en la melancolía eterna de sufrir de amor

Por  FACUNDO ARROYO

julio 6, 2023

El Mató a un Policía Motorizado continúa con la gira de su último disco, ‘Súper Terror’.

GUIDO ADLER

Todo estaba roto y no había futuro. Había que construir crónicas de la nostalgia y de los amores perdidos en tierra arrasada por una pandemia. Ni en la peor película de su adolescencia habían visto algo así. Justo Él Mató a un Policía Motorizado, que siempre fueron cultores de los reyes del terror y los apocalipsis Mayas en los barrios linderos. Entonces, la banda nacida en La Plata después del crack de 2001, decidió tomar un nuevo rumbo y, en un sistema sonoro que se ancla en la década de 1980, grabó su décimo material de estudio que hoy llega a todas las plataformas.

Súper terror tiene el modus operandi de La dicha en movimiento (Los Twist): decirte algo tremendo mientras vos estás con media sonrisa en la cara. Este nuevo racimo de canciones son como anguilas del corazón. Parece que todo lo que encontrás en ellas se mete bajo tierra y después tenés que ir a buscarlo. Llegó, finalmente, aquella famosa depresión sin épica con la que cierra “El tesoro” (La síntesis O’konor, 2017).

Aunque no parezca, pasaron seis años de su último trabajo, el disco que los convirtió definitivamente en un clásico del rock argentino. Pero en el medio no hubo silencio, se activaron esos placeres de la industria musical que siempre fue tenida en cuenta por la banda: Simples (“Ahora imagino cosas”, “El perro”, “Tantas cosas buenas”), lados B (La otra dimensión), nuevas versiones (“La noche eterna”, “El tesoro”) y hasta una banda sonora para una serie: Unas vacaciones raras, que musicalizó la renovada versión de Okupas, la serie favorita de Santiago Motorizado. De allí que esos cuatro amigos, un cuarteto como en los inicios de la banda, se hayan ganado un lugar de privilegio en la tapa ilustrada por el cantante. Pero después se terminó la pandemia, la imaginación y la fantasía se oscurecieron y decidieron cocinar el décimo trabajo discográfico de la banda que llega en el mismo año en el que cumplen 20 de existencia.

Para eso fueron a uno de sus lugares favoritos, una suerte de segunda casa, por demás acogedora, para grabar nueva música: Sonic Ranch (Texas, EEUU). Allí ya viajaron por tercera vez y, si bien tenían un rumbo definido, el disco también fue creciendo en ese rancho arenoso y digital desde donde siempre Gusti Monsalvo sube historias a su Instagram personal y aporta un contexto narrativo para su público en el momento de la creación. Desierto en el horizonte y una tormenta roja en la guitarra de Niño Elefante. Además de la música alternativa en la que ellos se forjaron como escuchas (de Embajada boliviana a The Jesus and Mary Chain) no está mal también escuchar en estas diez nuevas canciones el sonido de guitarra de The New Abnormal (The Strokes), en especial en los arpegios de Manuel Sánchez Viamonte. El enlace sigue siendo el mismo, los maravillosos años 80.   

El track que da inicio al disco marca el nuevo rumbo. “Un segundo plan” dice que “todo lo que me importa no existe más. Quiero saber por quién morir”, mientras un motivo de guitarra simple y sónico coordina el solo de Niño elefante y la base siempre firme y compacta de Doctora muerte. Después está ese nuevo paradigma para una discografía que parecía tener encerrado en la palma de su mano un mundo perfecto. Una duda que rompe cuando se afirma que “es tiempo de un segundo plan” porque siempre hay que saber adónde ir. La meseta existencial también puede llegar cuando tenés todo resuelto.

A la altura del track seis,  “Coronado” vuelve al espíritu de discos anteriores y parece que el horizonte se abre pero al toque reinicia el pesimismo. En “Voy a dispararle al aire” convierten “La navidad de reserva” en una historia de terror. Dialogan con su propia obra. El tema dice: “voy a disparar al aire, alguien la va a pasar muy mal”. Son como las balas perdidas de las fiestas, las ilusiones rotas antes de arrancar un nuevo ciclo. Salta un verso para ampliar esa situación: “Los fantasmas de lo nuevo”. Este track siete también sirve para reflejar la madurez del canto y la interpretación de Santiago. Peso, versatilidad y evocación melódica para mejorar todo lo que entona en una de las cúspides del disco. 

“Medalla de oro”, “Diamante roto” y “Tantas cosas buenas”, que sirvieron como adelanto del EP titulado El universo, forman parte de la nueva narrativa y tienen frases como “hay una luz que arrasa con todo” o “un diamante roto no le importa a nadie”, que proyectan nuevos coros. También se activa la visión antónima del propio pasado en “Tantas cosas buenas”, pasan de “todo va a estar más o menos bien” (de la canción “Más o menos bien”) a “no me digas que las cosas van a estar bien”. Y hasta tiene una advertencia: “Guardá tu entusiasmo, lo vas a necesitar”.

La canción que completó el EP fue “El universo”, un puente acústico que se hermana con “Excalibur”. En esta ocasión, en vez de guitarra van con piano. Un respiro ante tanta desazón. El tema que cierra el disco se llama “El profeta del fuego”. Allí una niebla oscura está sobre el protagonista. ¿Qué es esa imagen? Al profeta del fuego no debería darle miedo algo así porque, a fin de cuentas, puede ser el humo de su propia creación. Pero el pánico es así, aunque sepas qué es lo que te da miedo no podés pararlo, es como esa niebla oscura que está sobre vos.

Este disco es como la mirada bicolor de Bowie. Después de aquella pelea, uno de los ojos de la estrella pop quedó mirando siempre hacia adelante, revoloteando, mientras que el otro parecía mirar al propio Bowie, como si midiera su distancia sobre el pasado. Súper terror hace eso con la evocación que realiza desde estas nuevas canciones: mide la distancia sobre el pasado y planea el knock out en el mejor lugar posible, el Luna Park. Cuna de antiguos campeones.