David Gilmour se muestra cómodo con su pasado y su presente en ‘Luck and Strange’

El guitarrista de Pink Floyd recurrió a los servicios del joven productor Charlie Andrew, de alt-J, para su quinto disco solista

Por  JOAQUÍN VISMARA

septiembre 6, 2024

Anton Corbijn

Para David Gilmour el pasado fue siempre una figura de la cual le resultaba difícil esconderse y cuya sombra parecía proyectarse en cada paso que diese. Consciente de eso mismo, y después de que la pandemia lo llevase a replantearse muchas de sus ideas artísticas, el guitarrista decidió contactar a Charlie Andrew, productor de alt-J, para que timonease la grabación de Luck and Strange. Lejos de la perspectiva de un fanático, Andrew aceptó la tarea con lo que el propio Gilmour llamó “una maravillosa falta de conocimiento y respeto por mi pasado”, y en esa distancia entre el hombre y el mito radica el mayor acierto de su quinto álbum como solista.

Esto no quiere decir que Gilmour haya hecho un formateo profundo: basta con escuchar cómo unas pocas notas de una eléctrica prístina se abren paso entre un drone etéreo en el breve instrumental “Black Cat” para reconocer su presencia.

Pero lo que sigue de ahí en más es un disco en el que el paso del tiempo y la finitud se vuelven constantes del recorrido, ya sea desde lo musical —como en el tema que da nombre al disco, un blues de pulso floydiano grabado en 2007 con Rick Wright en teclados, un año antes de su muerte— como en las letras de Polly Samson, su esposa y socia creativa desde hace más de tres décadas. El momento de mayor equilibrio llega en “The Piper’s Call”, un folk de aires celtas que parece volver sobre la herida abierta de Syd Barrett (“Tu conciencia sin control y tu belleza para contemplar, la promesa de la eterna juventud”) antes de zambullirse en un extenso solo.

Consciente de su legado, Gilmour plantó en el disco varios easter eggs, desde un guiño a la letra de “Dogs” (“Cosecharás tu siembra, como aprendí hace mucho tiempo”) a la aparición fugaz de una campanada de “High Hopes” en “A Single Spark”, un tema que nace en un latido electrónico hasta encauzar su pulso orgánico. Incluso cuando alcanza sus momentos más ambiciosos (como en “Between Two Points”, un cover de dream-pop convertido en una balada élfica de arpa, voz, acústica y cuerdas junto a su hija Romany), todo en Luck and Strange respira una inesperada pero plausible simpleza, donde también hay lugar para una canción como “Dark and Velvet Nights”, la cuota guitarrera que funciona también como un recordatorio de que los cambios surten mayor efecto si se mantiene intacta parte de la esencia.