Que Charly García en 2024 haya conseguido editar un disco como La Lógica del Escorpión, el decimocuarto de estudio como solista, en una lista de más de cincuenta, es -ni más ni menos- un triunfo del espíritu. De su voluntad, su resiliencia, su talento inagotable. Un disco que, a diferencia de otros artistas de rock crepusculares, desde Lou Reed hasta Leonard Cohen, no enfrenta los dilemas del transcurso del tiempo, sino que transmite un mensaje vital, hasta podríamos decir alegre y esperanzado, al igual que lo hiciera en momentos claves de su carrera. Como por ejemplo, el “No te dejes desanimar” de La Máquina de Hacer Pájaros, en plena dictadura militar. Se trata del Charly de hoy atravesado por el Charly de siempre, agregando una perla tardía a su discografía. García nos lleva de paseo por su historia, que es la nuestra, en un recorrido pleno de referencias a su propia obra, y la de los artistas que lo influenciaron. Y en lugar de enmascarar su voz, como lo hiciera en Random, su obra más reciente (de la cual, increíblemente, ya pasaron siete años), la manda al frente, mostrando sus debilidades pero también su poder emotivo. Después de todo, ya Keith Richards y Bob Dylan mostraron lo que se puede hacer con una garganta destruida.
Parte del mérito puede atribuirse a su nuevo técnico de grabación y mezcla, Matías Sznaider, un joven a quien los pergaminos del artista no parecen pesarle. García asume plenamente las riendas musicales del álbum, haciéndose cargo de la mayoría de los instrumentos (voces, bajo, guitarra, teclados) junto a un reducido grupo de colaboradores, músicos que han estado junto a él desde hace años: Fernando Samalea y el chileno Toño Silva en la batería, Fernando Kabusacki y Kiuge Hayashida en las guitarras, y Rosario Ortega e Hilda Lizarazu en los coros. El mismo criterio -pocos nombres, máximo impacto-, fue el adoptado con los invitados: David Lebón, Pedro Aznar, Fito Páez, y una aparición casi sobrenatural de Luis Alberto Spinetta.
Por supuesto, cada cita, cada referencia, ha sido minuciosamente planeada, y tiene que ver con el concepto del disco. García ha dicho que su adolescencia es la fuente a la que vuelve una y otra vez para reciclar melodías y temas, y aquí está “Te recuerdo invierno”, que se remonta a su época anterior a Sui Generis. Luego pasa por Sui para rescatar “Juan Represión”, un tema prohibido de “Instituciones” con una letra de tremenda actualidad (“Juan Represión sabe, no hay nadie que lo ame/ Las balas que la gente tiene, lo asesinaron de pie”). Otra de sus características es darle nuevas oportunidades a ciertas canciones, y aquí reaparece “Rompela” en una versión notablemente mejorada y en castellano (estaba en inglés en Kill Gil, como “Break it up”), estableciendo un manifiesto típicamente García: “Rompé las tendencias, grita, agita, no seas como los demás”. Elige versionar nuevamente (también de Kill Gil) el “Watching the Wheels” de su amado Lennon para exponer su posición frente al mundo (“Dicen que estoy loco, haga lo que haga/ Y me dan cantidad de consejos buenos para nada”). Y bueno, está Spinetta, inicialmente rescatado de un demo para su frustrado proyecto conjunto que circulaba en internet, cuya voz parece venir de otra dimensión en “La pelicana y el androide”. El dueto junto a la armonía de Charly eleva esta versión a una dimensión épica, diferente a la que Luis incluyera en Privé. Charly recurre nuevamente a los Byrds (por tercera vez en su carrera, después de “Me siento mucho mejor” y “No estaría mal”), para satirizar el negocio de la música en “Rock and roll star”, con la voz de Fito Páez. El tema de Hillman y McGuinn, que cierra el disco, culmina con una cita a Harrison y su “Within You Without You”, enlazando a Beatles y Byrds, como sucedía en los 60.
García recurre a Serú Giran para ambientar el relato de “La lógica del escorpión” (o sea, Escorpio), con “20 trajes verdes”, que a su vez es un homenaje a Satie. Y hablando de la fábula que titula el disco, quizás lo más importante no sea la picadura que el escorpión le asesta a la rana porque “es mi carácter”, sino que esa picadura significa su propia desaparición. Pero además, la mitad de los temas son nuevos originales, y válidas adiciones al canon García. El artista pocas veces ha recurrido al blues (”Toma dos blues”, “Blues del levante”) pero en “El club de los 27” lo hace en óptima forma, contando con la guitarra mágica de Lebón, y una letra con citas a Patti Smith, Brian Jones, Kurt Cobain y Lennon, con la perplejidad ante un Dios que “creó el universo y también al Ku Klux Klan, muchos pobres, pocos ricos…”. David también aporta su guitarra, esta vez rítmica, para la bellamente alegre “La Medicina N°9”, que comienza con una cita al “Rap de las hormigas” y culmina con más referencias a Lennon y el “Revolution 9”. “America”, con la participación de Aznar, podría ser el inicio de un nuevo proyecto Tango, presentando un atemorizante relato de una realidad distópica. Y “Estrellas al caer”, aún con su cita a la melodía de “Chipi chipi”, es una de las más encantadoras canciones que haya producido el García actual, menos de dos minutos de rock y poesía: “Si puedes recoger estrellas al caer, verás que es imposible perder”.
La lógica del escorpión consigue uno de esos raros milagros en estos tiempos digitales de lapso de atención ultrareducido. Que al terminar, uno quiera volver a escucharlo. O como le gustaría a Charly, volver la púa al comienzo del lado A.