Hace 30 años Charly García editaba ‘La hija de la lágrima’: “Es uno de los discos que más me gusta, y quizás uno de los que más me volvió loco”

Charly García lanzaba, hace tres décadas, su séptimo disco como solista, una ópera rock conceptual, con pasajes experimentales, y dos grandes hits, "Chipi chipi" y "La sal no sala"

Por  HUMPHREY INZILLO

julio 30, 2024

Charly García rubio, en homenaje a Kurt Cobain.

ARCHIVO LA NACIÓN

La hija de la lágrima fue la primera cosa que escribí que se puede comparar con una especie de novela. Surgió de algo que vi en Barcelona, una mujer pegándole a un tipo con una chancleta; una vez que lo tiró, lo apuntó con la chancleta y le dijo: ‘y no te olvides nunca de que yo soy la hija de la lágrima’”. Esa anécdota, que Charly García les contó a Daniel Riera y Fernando Sanchez en la mítica entrevista publicada en las ediciones #50 y #51 de ROLLING STONE ARGENTINA, fue el punto de partida de la ópera-rock que el artista lanzó hace 30 años, con el pelo teñido de rubio en homenaje a Kurt Cobain, que se había suicidado en abril de 1994.   


“Me dejó así, curioso”, continuó Charly el relato. “Lo uní con otras cosas que estaba pensando sobre una posible vida intraterrena, lo mezclé un poco con [Gabriel] García Márquez, y después desarrollé todo eso. Es uno de los discos que más me gusta, y quizás uno de los que más me volvió loco. Porque en un momento yo era la hija de la lágrima”. 

“¿Cómo es sentir que de pronto una obra toma posesión de vos, que estás sufriendo lo que estás haciendo?”, preguntaron Riera y Sánchez. Charly respondió: “Por ahí a un actor le pasa eso, que no se puede desprender del personaje. Como yo estaba creando todo eso, y estaba lleno de preguntas, todo tenía que ver conmigo, con mi familia, que no veía más; con la legitimidad de la hija, de si era la hija de la lágrima o si la lágrima era la última de su especie, cosas que también me pasaban a mí con mi viejo y mi vieja, me acordé de que en la casa donde yo había nacido se hacían obras de teatro y mucha gente se disfrazaba, y saqué muchas cosas para ese disco. Es lógico que si te mandas en una dirección a través de música, de letra e intuiciones, si las cosas empiezan a pasar dentro de esos parámetros, es fácil que te sientas tentado, o directamente se mete el personaje dentro tuyo y veas a través de él. Eso no me parece necesariamente malo punto aquella vieja máxima que dice que no hay que mezclar los telones con las sábanas, a mí se me hace imposible. Yo nunca pude decir: hago canciones, pipipí pipipí, y después soy otro. Muchas de esas cosas se me aclararon en Say No More (1996)“.

Hay dos canciones de ese álbum que quedaron en la memoria de los fans (y de todos los que crecimos escuchando la música de García): “Chipi Chipi” y “La sal no sala”.

“Chipi Chipi” obtuvo el puesto número 81 en el Ranking de los 100 hits del rock argentino que ROLLING STONE elaboró junto a MTV en marzo de 2002. 

“Eran las 9 de la mañana en los estudios ION después de una larga y densa noche de grabación de uno de los discos más oscuros e intrincados de García, la obra conceptual La hija de la lágrima. Entonces Charly le preguntó a su guitarrista, María Gabriela Epumer: ‘¿Qué tal si ahora hacemos un pop rock sin complicarnos mucho?. Antes de que ella le contestara, Charly dijo: ‘Dame cinco minutos’ se sentó al piano y compuso el tema. Entre los amigos de Charly presentes en el estudio estaba Juanse, quien le preguntó varias veces a García qué quería decir chipi chipi, sin obtener respuesta. Según Charly, “Chipi Chipi” es ‘un rock con batida latina y una cadencia de acordes blusera, que entre mis temas puede relacionarse con ‘Fantasy’ o con ‘El día que apagaron la luz’ y, entre los temas de otros artistas, con ‘Every Breathe You Take”, de The Police; ‘Beast of Burden’ de los Rolling Stones, o ‘Stand By Me’, de Ben E. King. Es un estilo de canción en el que el plagio está bien visto (risas)”. (ROLLING STONE número 48, marzo de 2002). 

“Chipi Chipi” también quedó rankeada en el puesto 50, en el ranking de las 100 mejores canciones de García que ROLLING STONE publicó en su edición #207, de junio de 2015, elaborado por los votos de Alejandro Pont Lezica (Empresario/productor), Alfredo Rosso (Periodista), Amilcar Gilabert (Ingeniero de sonido/Productor) Andrés Calamaro (Músico) Andy Cherniavsky (Fotógrafa), Antonio Gasalla (Actor), Bobby Flores (Conductor/musicalizador), Daniel Grinbank (Empresario), Femando Samalea (Músico), Francisco Bochatón (músico), Gustavo Santaolalla (Músico/Productor), Hilda Lizarazu (Música/Fotógrafa), Joe Blaney (Ingeniero de sonido/productor), José Palazzo (Empresario), Juan José Quaranta (Iluminador/empresario), Juan Manuel Cibeira (ejecutivo discográfico), Juan Rodríguez (Músico Sui Generis), León Gieco (Músico), Lisandro Aristimuño (Músico), Manuel Moretti (Músico Estelares), Mario Breuer (Ingeniero de sonido/productor), Palito Ortega (Músico), Pipo Cipolatti (Músico), Pipo Lernoud (Poeta/Periodista), Richard Coleman (Músico), Rinaldo Rafanelli (Músico La máquina de hacer pájaros/Polifemo), Sergio Marchi (Periodista), Sergio Pujol (Periodista), Tweety González (Músico/Productor) y Willy Iturri (Músico).

“Charly ya tenía terminado La hija de la lágrima, su séptimo disco solista con desarrollo de ópera rock, cuando los ejecutivos de Sony le pidieron que agregara una canción con ADN de hit para soltar como corte de difusión. García obedeció y en unos pocos minutos compuso “Chipi Chipi” (su nombre original era “La canción sin fin”), ese éxito instantáneo que sobresale como en 3D dentro de un álbum cargado de lapsos instrumentales con altas dosis de experimentación. Junto a la voz y la guitarra de María Gabriela Epumer –que había ingresado en reemplazo de Hilda Lizarazu y el Negro García López–, Charly alcanza una pieza pop irrompible al mando de su piano, jugando con las intensidades y destilando un fuerte aroma a nostalgia”, decía el texto publicado en aquel listado.

En el puesto número 61 de ese mismo ranking se encuentra “La sal no sala”

La historia también estaba narrada en el ranking: “Mientras grababa en ION una especie de ópera rock conceptual, Charly una noche llamó por teléfono a Juanse para invitarlo a las sesiones. ‘Atendí el llamado y al rato pasó a buscarme una limusina’, recuerda el ex Ratones Paranoicos. Cuando llegó, Charly había ambientado el pasillo del estudio con unas luces de colores y se encerraron en la cabina de control con el Zorrito Von Quintiero en bajo y Fernando Samalea en batería a componer una canción al mismo tiempo que la grababa, obligándolos a improvisar sobre un boceto mínimo y dándole al track un espíritu de zapada. ‘Sé que a Charly no le gusta que le llenen la música de solos así que fui muy discreto’, dice Juanse, que también canta en el tema. ‘La línea de guitarra son notas simples que le dan personalidad a la canción'”.

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