Bruce Dickinson, de Iron Maiden: “No hay nada malo en el escapismo, ¡Mirá lo que es el mundo!”

EL cantante de Iron Maiden, Bruce Dickinson, habla de su nuevo disco en solitario, de cómo aprovechar el tiempo y de las ventajas del escapismo

Por  SEBASTIÁN CHAVES

abril 16, 2024

Bruce Dickinson lanza un nuevo disco como solista después de 19 años.

John McMurtrie

Casi 20 años pasaron desde que Bruce Dickinson sacó un disco solista. Con Iron Maiden como su ocupación de tiempo completo, el cantante relegó su proyecto casi sin darse cuenta. “No tuve mucho tiempo para pensar en mi música solista”, le dice a ROLLING STONE a través de una videollamada. “Estas canciones se fueron cocinando en los últimos 25 años y recién después de la cuarentena pude sentarme a ver qué tenía ahí”. Y lo que tenía era una historia para contar. The Mandrake Project es el nombre del disco y también de un comic que tiene a Dickinson como el cerebro creativo. En lo que respecta al álbum, se trata de un trabajo de diez canciones de rock pesado. Hay baladas, excursiones épicas, riffs y una voz que a los 65 años, y un cáncer de garganta mediante, se encuentra en perfecto estado y sin haber perdido ni un gramo de identidad.

Aunque siempre en segundo plano, la carrera solista de Dickinson ya tiene varias páginas. Comenzó en 1990 con Tattoed Millonaire y siguió con Balls To Picasso en 1994, luego de irse de Maiden el año anterior. Hasta su retorno al grupo´en 1999, publicó tres discos más: Skunkworks (1996), Accident of Birth (1997) y The Chemical Wedding (1998). La convivencia entre Maiden y su proyecto personal encontró un equilibrio a principios del siglo XXI, cuando entre Dance of Death (2003) y A Matter of Life And Death (2006) sacó uno de sus mejores trabajos en solitario: Tyranny of Souls (2005). Desde entonces, la pausa duró 19 años hasta The Mandrake Project, el disco que lo tendrá de gira toda la primera mitad de 2024. 

¿Cómo fue estar tanto tiempo sin sacar música como solista? ¿Llegó a volverse una presión para vos en algún momento?
La verdad es que estuve muy ocupado con Iron Maiden entre giras y discos. Me sentaba en casa con la acústica, se me ocurrían ideas, todo en potencial, y de pronto se armó la posibilidad de un disco conceptual, que manejaba desde 2014. La mayoría de las canciones tenían 20 o 25 años. Así que reunimos el material y nos pusimos a ver qué teníamos. Después vino la idea de hacer un cómic también. Pero pasó de todo desde 2014 hasta ahora: grabamos con Maiden, me diagnosticaron cáncer de garganta, del que por suerte pude mejorar, después vino la pandemia. Y lo bueno es que pude escribir mucho durante la cuarentena.

Bruce Dickinson y su banda en el rodaje de “Rain On The Grave”. (Foto: John McMurtrie).


¿Cuánto llegaste a obsesionarte con el concepto del álbum? ¿Elegis entregarte a ese punto como parte del proceso creativo?
Por momentos me obsesiono y por momentos suelto. Cuando suelto, me enojo conmigo por sentirme haragán, y ahí me obsesiono de nuevo [risas]. Pero lo cierto es que si querés tener el control de lo que hacés, tenés que estar al frente de todo, como un director. Pensar la tapa, el nombre del disco, cómo querés que sean los shows. Todo tiene que pasar por vos porque hay gente que espera tus directivas.  
Es un disco bastante ecléctico siempre dentro del paraguas del heavy metal.
Es un fenómeno muy raro hoy tener un disco en el que todas las canciones suenen con un estilo tan distinto pero al mismo tiempo auténtico y que cierre como concepto. No hay nada falso o forzado. Por ejemplo, la canción “Face in the Mirror” está porque pertenece, porque el disco necesita que esté ahí. No porque haya pensado que necesitaba una balada o lo que sea. Y no me di cuenta hasta que armé el orden de los temas. El disco es un viaje musical y emocional, pero no sabés adónde te va a llevar hasta que no terminás de escucharlo. Como una película que te lleva por diferentes escenas y de pronto estás viviendo una emoción que no esperabas. Como cuando mirás una película de [Quentin] Tarantino y te preguntás “¿Cómo carajo hizo eso?”. O cuando escuchás “Kashmir” de Led Zeppelin y de pronto te sentís en Marruecos.
Has hablado mucho de la cuestión humana del disco, de que todo ha sido hecho de una forma artesanal, sin depender tanto de la tecnología…
Sí, en mi cabeza está el año 1972, cuando empezaba a escuchar música como fan. Me sumergía en las tapas tratando de descifrar qué significaba cada cosa. Había un disco de Wishbone Ash de ese año, se llamaba Argus. En la tapa había un guerrero parado mirando hacia adelante y me parecía muy enigmático. Me pasaba horas preguntándome por qué estaba ahí, qué estaba esperando. Y por supuesto que después vinieron los discos de Black Sabbath. Y todos nos quedamos ahí mirando a esa mujer en la tapa del primer álbum. Todo era parte del misterio del grupo y de esa música que no habíamos escuchado nunca. Por eso pedí que para la tapa de este disco no hubiera nada de Photoshop, que se vea todo real.
¿Los shows en vivo también están pensados así?
Sí, también pensamos el show como si fuera 1972. Es una banda en vivo con iluminación y animación en vivo. Nada es programado. Es una banda tocando con la posibilidad del error. Pienso en Pink Floyd llevando todo en una camioneta, que usaban una sábana blanca para proyectar imágenes porque no existían las pantallas. Después terminaron siendo una banda enorme con una producción increíble, pero es bueno recordar de dónde venimos. No tocamos con click. Me gusta que el vivo le de el pulso a las canciones. El movimiento, las respiraciones, todo lo humano de estar tocando música. Quería reducir todo a la música y los músicos poniéndole el cuerpo.
En ese sentido, ¿cambió algo en tu forma de cantar después de que te detectaron cáncer?
Cambiaron pocas cosas en verdad. Y por supuesto que eso es algo que me hace feliz. Creí que mi carrera podía terminarse y cuando salimos de gira con Maiden y vi que podía cantar todavía en las tonalidades de siempre, supe que nada había cambiado. Lo que cambió es mi perspectiva del mundo. Tengo mucho más respeto por la vida. La vida es todos los días, y empieza por tu cerebro. Se trata de vivir cada segundo sin detenerte a castigarte por cosas que pasaron hace 20 años. Incluso cuando solo tengo ganas de sentarme a mirar televisión, le doy valor a eso y a poder hacerlo en ese momento. No me fuerzo a hacer cosas que no quiero. Tenemos mucho tiempo, pero no voy a quedarme perdiéndolo. Hacé cada cosa como si tu vida dependiera de ello, porque es así.


¿Sentís que en algún momento de tu vida artística perdiste el tiempo?
Sí, porque podés estar ocupado y así y todo estar perdiendo el tiempo. Me ha pasado de sentirme culpable por estar ocupado haciendo cosas que no quería o me hacían sentir un tonto. Pero tiene que ver con el respeto que uno se tiene a sí mismo. Tenés que partir de ahí. Saber decir no, conocer tus límites. Lo estoy aprendiendo. Me tomó apenas 65 años [risas]. 
¿Disfrutás de tu vida más ahora que en otra época?
Aprendí que mi vida es lo que pasa entre giras y discos [risas]. Este año no voy a tener mucha vida porque voy a dar 50 shows con el proyecto solista. Después tengo tres semanas libres y comienza el tour con Iron Maiden, de agosto a diciembre. Pero estoy muy feliz de poder hacerlo.
Tanto este disco como los de Maiden proponen fantasías y escapismo, ¿qué encontrás de interesante ahí para el arte?
Se lo critica mucho pero no siento que haya nada malo en el escapismo. Mirá lo que es el mundo. Hay cosas muy de mierda sucediendo todos los días. Todo el tiempo hay alguien diciendo todo lo malo que pasa en el mundo. Entonces, salir a ver un show de rock, hacer algo para perderme en un mundo de fantasía que me hace sentir bien, no tiene nada de malo. De hecho, es algo hermoso porque te da una perspectiva de que hay otra forma de vivir, te da una esperanza. Por eso hay tantas historias exitosas sobre distopías. Libros, series, películas, comics. A todos nos gustan las fantasías como The Walking Dead y esas cosas. Y entonces ahí conviven la distopía y la utopía. Porque si hay cosas que te muestran lo que no querés, a partir de ahí construís tu utopía. Hay que saber enfrentarse a lo que te da miedo para entender cuál es el lado bueno de las cosas. De hecho, hasta los políticos mienten de esa manera. “Si no me votás, se viene el apocalipsis”. 


Y también está eso que cada uno le pone a cada fantasía, que es puro presente.
También por eso mucha gente se medica para evadir esos dolores, para evitar vivir el presente. Esa idea la entendí cuando tuve cáncer. No entendía nada de lo que me estaba pasando. El punto es que no nos cuestionamos estas cosas. El lugar de la ciencia ficción y cómo sumergirte en ella es estar 100% en el presente con vos mismo. Eso es experimentar una fantasía. Toda la música clásica parte de ahí. Las óperas son escapismo. Era la forma de escaparse de un mundo que afuera era una porquería. Y te ibas a escuchar esa música maravillosa. Ahora podemos hacerlo en nuestras casas o ir a ver un show de rock en vivo y no hay nada más real que estar en la primera fila de un show o metido en el pogo.

CONTENIDO RELACIONADO