Beto Zamarbide: “El punk y el heavy abrieron brecha a las trompadas. Pero nuestra lucha fracasó, porque hoy perdimos la calle”

Antes del show de este sábado con su banda "norteamericana", Primal, la histórica voz de V8 habla de la situación del mundo, de los valores perdidos, de su vida en Miami y recuerda a su amigo Ricardo Iorio

Por  JUAN FACUNDO DÍAZ

abril 3, 2024

FOTO: FERNANDO SERANI

Foto: Instagram

Beto Zamarbide sigue en la lucha. La gran voz del heavy metal argentino, uno de los que puso el cuerpo y la palabra para forjar los inicios del movimiento nacional, vuelve al país para presentar su nuevo disco. Y es que vuelve, porque desde el año 1997 que está asentado en Estados Unidos. Allí formó Primal, una especie de súper grupo del metal que tiene casi 10 años, y este sábado 6 llega a El Teatrito para mostrar en su tierra Humachine, el segundo trabajo de la banda. Y si bien tiene claro que nadie se baña dos veces en el mismo río, que las cosas han cambiado desde aquellos años 80 con V8 o incluso desde la década de los 90 que atravesó de la mano de Logos, hay cosas que Zamarbide sabe que mantiene vivas e inalterables: algunas inquietudes sobre el ser humano y el avance de la tecnología, su voz, la fe y la presencia de Ricardo Iorio flotando constantemente como compañero.

“Soy un agradecido al creador por permitirnos esta oportunidad de volver a tocar en la Argentina”, dice Alberto. La banda que mantiene junto a Glenn Rogers en guitarra, Jorge Iacobellis en batería (ex-Todos tus Muertos) y César Ceregatti en bajo, acaba de publicar un disco agresivo, pesado, que se pasea entre la tradición del heavy metal y algunos pasajes de thrash, mientras mantiene vivo el peso identitario de la voz de Zamarbide. “Hay una solidez mucho más lograda a nivel compositivo, lírico también”, dice Alberto. “Salvo un par de temas, casi todas las letras y melodías son compuestas por mí. Glenn y Jorge se ocuparon más de la parte de acompañamiento musical, los riffs y demás”. 

Sin embargo, aún en sus nuevos matices, esta nueva etapa se mantiene conectada con inquietudes que Alberto arrastra hace tiempo. Humachine es el reflejo de la mutación del ser humano, ese híbrido en el que el cuerpo se transformó gracias a (o por culpa de) la tecnología. Algo que, a su forma, también abordó en La industria del poder (1993), el debut de Logos, su experiencia post disolución de V8, un disco más orwelliano que evangelista, según su propia definición. “Hay ciertas cosas que están ya ocurriendo en el mundo, pero que a nosotros nos son un poco veladas, ¿no?”, dice.

“Hoy nadie sabe qué está pasando en Ucrania. Pero allí hay ministerios, por ejemplo, de la reprogramación digital de los cerebros de los generales. Y eso me pone la piel de gallina. Para los seres humanos que apostamos a la vida, al arte o a la cultura, nos resulta súper chocante, pero no por eso dejamos de observar y de ser conscientes de que está sucediendo. Mientras algunos hablan tonterías o pavadas en los medios que están cooptados por la mentira, las falsas noticias y demás, se distrae la gente, se la atonta. Así no se dan cuenta, inclusive, cuál es su verdadero enemigo. Y a veces son ellos mismos. Por eso acá, en el disco, hay una conjugación del ser humano con conexiones de red, de inteligencia artificial, todo un híbrido que se encuentra en ese personaje al que Glenn llama Gordon. Es un hombre-máquina, un humachine”. 

Primal, la banda que lidera Zamarbide en Miami

De todas formas, sí hay un parteaguas en el álbum y es encontrar a Zamarbide cantando exclusivamente en inglés. “Me sentí mucho más cómodo para componer en el idioma y escribir poesía”, dice. “El inglés te permite muchas de esas cosas que el español no, tiene que ver con la musicalidad del idioma. Pero también el español tiene una riqueza idiomática que el inglés no. De todas formas, intenté darle un vuelo poético. Cuando salimos con V8 junto a Osvaldo Civile y Gustavo Rowek, prácticamente las letras estaban casi todas escritas por Ricardo Iorio, que tenía una pluma muy afilada y elevó la vara muy alto. Nunca hablaba de tonterías ni pavadas, al contrario”, dice. Pero si el heavy metal estuvo ligado desde sus orígenes, eso que V8 impulsó desde su primer recital en el mítico primer festival en el club de Chacarita, a la identidad al rock pesado criollo, ese de los pibes y pibas de las clases trabajadoras, de los suburbios, Zamarbide no cree que cantar en inglés lo aleje de esas personas, porque el paradigma cambió. “Iorio lo señalaba siempre. La gente en las villas no escucha rock, escucha cumbia u otros estilos. Y a ellos les importa un bledo qué cantes. Hoy ya no funciona como los ochenta. Latinoamérica quedó, desgraciadamente, te diría, en un nivel de pauperismo y favelizada. El heavy metal y el punk de los 80 no era un tipo así, al contrario. Cuando podía, zafaba de la villa y laburaba, se la bancaba”.

En un principio, Iorio moldeó el arquetipo metalero, un ser laburante, clase trabajadora que se movía por los márgenes mientras se la rebuscaba para sobrevivir en un contexto que se desmoronaba, pero luego supo afirmar que esas esferas populares cambiaron. Sin embargo, hay nuevas generaciones que siguen manteniendo en alto las banderas de ese sentir de los 80, ese mismo al que V8 supo entender y hablarle. Porque fue, justamente, la forma de dirigirse a ese público uno de los impactos del grupo: cantaban sobre luchar y lo decían desde adentro, desde las entrañas. “Hoy lo nuestro es como una carta abierta, un mensaje en una botella”, dice Zamarbide. “Reina la ignorancia y el tipo al que una poesía hoy le va a dejar algo profundo y reflexivo para el debate, no es la mayoría de la gente. La mayoría está idiotizada. Hubo una ingeniería social preparada para que la gente no piense. Hasta ahora van ganando. En un sentido, nuestra lucha es un fracaso. Fijate lo que vino en estos últimos años, personas que apuestan a los 70, a toda una historia muy triste. El punk y el heavy fueron géneros que abrieron brecha a las trompadas. Y nos tocó ganar la calle que hoy perdimos. Ese es otro fracaso del rockero. Hoy la calle la perdimos”. 

Ese Ricardo como guía, como compañero, como pensador, se mantiene siempre presente en las palabras de Zamarbide. La última vez que se vieron, de hecho, fue para la celebración de los 30 años de Luchando por el metal, disco debut de V8. Un encuentro que, además, los coronó compartiendo escenario. “Primero fui a verlo al campo. Ahí atrincherados vivimos unos momentos maravillosos. Me encontré con el Ricardo que me planteaba a mí hacer eso mismo que terminó haciendo él, eso de ir a vivir al campo. Siempre me decía: ‘Beto, tenemos que salir de esta ciudad de mierda’. El loco lo logró. Yo también, con mí esposa vivimos en Miami en un lugar muy rural, cerca del pantano”, dice. “La relación después siguió a la distancia, nos íbamos hablando de vez en cuando. Hubo gente que intentó esos encuentros para ganar un billete y ahí a Ricardo jamás lo iban a enganchar, a mí menos”.

Finalmente Ricardo Iorio, su compañero de aventuras, falleció a los 61 años en su casa rural de Coronel Suárez en octubre del 2023. “Yo internamente sentí que era un ‘hasta luego’. Sentí que nos íbamos a volver a ver, Dios primero, en otra vida. Pero son personajes que nunca mueren, están siempre muy presentes en el corazón. En la poesía, en los viajes. Osvaldo Civile es otro. Nunca se terminan de ir, están muy vivos en el cariño y el amor que les tenemos”, dice y también recuerda al emblemático guitarrista de V8 y Horcas. La vuelta de Alberto Zamarbide al país junto con Primal será el reencuentro con un público que le devuelve gratitud y cariño. Porque si bien las cosas han cambiado, el país es otro, los enemigos son diferentes, hay seres queridos que ya no están y el río en el que bañarse ya no es el mismo, hay mucho que se mantiene igual que siempre. Y Zamarbide sigue en la lucha.

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