(El reset de) Barbi Recanati: “Soy una persona que tiene el éxito que quiere tener”

La ex Utopians regresa después de una pausa en tiempo real que la sumergió en el aprendizaje de ser feliz

Por  GONZALO BUSTOS

diciembre 13, 2023

Juan Francisco Sánchez

Después de tocar en las sesiones de KEXP, la radio de Seattle y una meca para el indie-rock mundial, Barbi Recanati se tomó un año para estar en silencio. No hizo canciones, ni tampoco salió a tocar en vivo: se guardó y atesoró aquel momento que había soñado. Hasta que un día tuvo una canción nueva, “Fin del mundo”, y se metió en su estudio a grabarla. “Cuando la escuché, dije: ‘No estoy para grabar’”, recuerda ahora, en la sala de máquinas de ese mismo estudio en una tarde de septiembre. De nuevo, siete meses más tarde de ese intento, Barbi volvió con otro tema, “Lo que queda”. Y salió bien. Y el envión la empujó a grabar otra vez “Fin del mundo”. Así empezó a gestar El final de las cosas, su segundo álbum como solista, un compendio de canciones rockeras, nostálgicas y, al mismo tiempo, felices que marcan su identidad —y reconversión— como artista en esta nueva etapa.

“Encontré un estado en el que soy feliz, pero es un estado que tengo que trabajar, no es orgánico”, dice. “Tengo que ponerles freno a las cosas que me hacen mal. Me armo una cápsula para poder estar bien”.
En algún sentido, de eso va El final de las cosas. Un disco que es sobre la madurez y sobre dejar ir diferentes asuntos para estar más liviano. “Después de los 30 llega el final de las cosas: el final de la vida de algunos de tus seres queridos, el de un trabajo, el de una relación, de un deseo, de una fantasía, de un objetivo”, explica Barbi. “Y también empiezan a aparecer otras. Cuando transitás el final de las cosas y lo vivís, se vuelve más liberadora la vida y cargás menos en la espalda. Todo se vuelve un poco más feliz en ese sentido”.

El final de las cosas es, entonces, también un nuevo comienzo.

A lo largo de nueve canciones, la voz —y la capacidad de hacer sangre las letras— de Barbi es clave. Parece que las palabras se resbalan de su boca cuando el tono de la canción es lento, como en la intro de “Caja de cristal”. Se trata de la forma en la que canta, de su interpretación: casi que uno puede ver los gestos de Barbi con sólo escucharla. Y esos gestos podrían ser de dolor, de revancha y de amor. Incluso, en una misma canción. Basta darle play a “Lo hice mío” para tener una —gran— muestra.

“Después de grabar me di cuenta de que vocalmente había cosas diferentes”, confiesa. “Me empezó a pasar de querer que la canción genere algo determinado y para eso la voz tenía que estar en un plano, en un lugar distinto a otro. Y eso venía muy de la mano del disco anterior”.

El presente de Barbi tiene su escena inicial una mañana de 2018. Había sol y estaba tomando el desayuno junto a su hijo —que en ese momento tenía un año— y al padre del niño —su pareja en ese entonces— cuando la luz entró por la ventana de una forma suave, cruzando los cristales y aclarando el lugar. Eso hizo que las cosas se pusieran en foco y en primer plano a la vez. Un instante de lucidez. O de plenitud, que movió algo en Barbi para sacarla de una quietud de medio año y despertar en ella el instinto, la necesidad, de escribir una canción. Entonces apuró el café, quizás el más rico de su vida, agarró una guitarra y escribió “Teoría espacial”.

“Otra vez soy yo, esto es mi culpa”, dice la letra en una parte. Y sigue: “Todo lo que nos pasó no puede ser mejor, no puede ser peor”. Y remata para abrir paso a una guitarra: “Qué mal día, qué gran día”. Hoy, a fines de 2023, esa primera canción de la película solista de su vida tiene más de 3.000.000 de reproducciones en Spotify y es un hit. Uno fundacional, claro.

“Había estado seis meses sin agarrar la guitarra. En ese momento estaba muy triste, asustada, deprimida”, recuerda. “No sé cómo explicarlo, pero fue la forma en que entró el sol, ver a mi hijo bebé, el café estaba rico. Y respiré y fue el momento más feliz de mi vida. Ahí escribí la canción”.

Antes de aquel momento las cosas habían cambiado mucho y en muy poco tiempo para Barbi. Un año antes había disuelto Utopians, la banda de toda su vida, tras las denuncias de acoso a menores contra el guitarrista del grupo, Gustavo Fiocchi. Ese mismo año fue mamá. Y también abrió el Estudio Átomo, donde luego engendraría sus nuevas canciones. “Mi cabeza se dio vuelta 180 grados. Me convertí en otra persona y me cambió mucho la percepción de los tiempos sobre todo, eso fue mucho por la maternidad”, dice en retrospectiva, mientras toma un flat white y se revuelve el pelo. “Y también me cambió mucho la concepción de los tiempos del arte: que no se comparten, que son de uno”.

Barbi Recanati en la presentación de su último disco, El final de las cosas, el 25 de agosto, en Niceto Club. (Foto: Mercedes Cotoli)

Después de más de diez años y cuatro discos en una banda, de giras, mundo y premios, ya no quería la vida de rockstar. “Me di cuenta de que necesitaba más tiempo para escribir canciones, que no quería sacar un disco cada dos años porque esa era la fórmula, que no quería tocar tanto en vivo. Quería ser feliz y que el arte me hiciera feliz en los tiempos de cada momento de mi vida”.

—¿Y eso qué significa para vos?

—Que no siempre los tiempos caminaban a la par de lo que yo entendía como éxito.

—¿Te considerás una persona exitosa?

—Soy una persona que tiene el éxito que quiere tener. Tengo una familia que amo y me ama incondicionalmente, trabajo de lo que me gusta, hago canciones y hay un público esperando esas canciones, un público al que le gusta la música en general y eso es muy gratificante.

—¿Y cómo fue la decisión de lanzarte a ser solista?

—Nunca me había visto como solista. Me gusta mucho trabajar en equipo y tenía una percepción del proyecto solista que no parecía para mí. Pero llegó un momento donde no había muchas opciones. Tenía canciones y las empecé a hacer, pero no estaba segura de si quería seguir haciendo música.

Con “Teoría espacial” las cosas volvieron a acomodarse. O mejor dicho, empezaron a acomodarse de otra forma. Un tiempo después de aquella mañana iluminada, llamaron a Barbi para ofrecerle hacer un show. Y Barbi, que venía de un hiato laboral, necesitaba volver al ruedo porque tenía que trabajar para ganar dinero. Entonces aceptó la propuesta y se puso a hacer canciones. De ese proceso salieron los temas que después conformarían el EP Teoría espacial, “Al fin”, que entraría en su primer disco —Ubicación en tiempo real, de 2020— y dos más que murieron en ese show inicial.

Barbi en su Estudio Átomo, central en su vuelta a la composición y grabación de música nueva. (Foto: Juan Francisco Sánchez)

A la par que hacía las canciones tuvo que armar su banda, que empezó con quienes eran el bajista y el baterista de Utopians Tomás Molina Lera en parches y Mario Romero en bajo— y Juan Manuel Segovia en guitarra —que es el padre de su hijo y productor de sus canciones— y luego sumó a Lux Raptor —ex Les Mentettes— en teclas (unos meses después, Mario se fue de la banda y Marilina Bertoldi ocupó su lugar en un reemplazo que terminó siendo permanente).

Con canciones y banda armada, el siguiente paso fue el EP. “Fue como sacarlo y tener algo ahí si salían fechas”, dice Barbi. “Y me pasó algo inesperado. Sacaba una canción y me venía el doble de cosas. Pero me mantuve firme en mi decisión y tomé todo con mucha calma”.

Cuando las cosas comenzaron a suceder y Barbi se vio de nuevo en el ruedo, dice que tuvo que “destruir todos los documentales de rock que vi en mi vida”. ¿Por qué? “Ahí donde está la chica que toca la guitarra y canta, pero que después lleva a su hijo al colegio. Y por ahí el hijo no tiene ganas de estar en el estudio y tiene ganas de estar con ella. Entonces empecé a construirlo a mi manera”.

Así, a sus tiempos, fue gestando su primer disco, Ubicación en tiempo real, que vio la luz horas después que Alberto Fernández anunciara la cuarentena por la expansión del Covid en Argentina. Era el 19 de marzo de 2020. Barbi y toda la banda estaban en medio de una gira de cuatro semanas por México y Estados Unidos cuando los planes del planeta cambiaron. Tuvieron que volver antes de tiempo e hicieron cuarentena todos juntos en el Estudio Átomo. “A mí me gusta que el disco salga, tenga su vida y a los días veo qué pasó. Y pasó todo lo contrario”, dice y ríe. El disco terminó siendo un hit del encierro, se viralizaron las canciones, las versiones que la gente hacía en su casa y los mensajes a la cuenta de Barbi en Instagram. Después el álbum ganó un Premio Gardel y estuvo nominado en los Grammy Latinos.
“Fue un disco que se grabó, salió y la gente lo escuchó en su casa. No hubo nada más, ni shows, ni promos. Y me reforzó eso de que los tiempos que se plantean para hacer arte son nocivos”, dice. “Lo saqué sabiendo que podía no gustarle a nadie y me encontré con que lo más genuino que uno hizo es lo que más le gustó a la gente. Entonces ese es el camino”.

El disco creció en pandemia y llegó a KEXP, que le ofreció a Barbi y su banda grabar una sesión en el Estudio Átomo. “Eso fue pensar que ir allá era algo que sólo les pasaba a los gringos”. Pero ya lo saben, a ella también le pasó.

“Para mí la sesión allá fue algo muy revelador: fue el último quiebre que tuve”, dice sobre la sesión en Seattle, que sucedió a mediados de junio de 2022. “Vi que fue demasiado lindo lo que me pasó y lo quise atesorar. Por eso paré por un año. Sólo hice shows chiquitos en formato dúo, con Lux (Raptor) o Juan (Segovia). Y me tomé el tiempo que creía que necesitaba para después volver a empezar y hacer canciones nuevas. No todo en la vida es una oportunidad. A veces las cosas pasan y hay que disfrutar y descansar en eso”.