En Asteroid City, Wes Anderson prueba que su cine es más que pura estética

En su onceava película, el director estadounidense profundiza su refinamiento visual y traza un paralelo entre la inmensidad del duelo y la inmensidad del cosmos

Por  BARTOLOMÉ ARMENTANO

agosto 19, 2023

POP. 87 PRODUCTIONS/FOCUS FEATURES

En los últimos tiempos, se ha promovido la idea de que Wes Anderson no es más que un esteta: un autor insustancial y redundante cuyo estilo twee (reducido a sus tonos apastelados y composiciones simétricas) es pasible de ser replicado. Saturday Night Live lo parodió en 2013, con un sketch titulado “The Midnight Coterie of Sinister Intruders”; hoy, ese tipo de sátira migró a TikTok, donde las imitaciones se autogeneran con IA.

Esta lectura de la obra andersoniana como una serie de ejercicios en esteticismo gratuito es bastante errada: los paraísos rococó del director texano siempre tienen su raison d’être, que es reflejar la subjetividad de protagonistas que buscan en su entorno aquel orden que los elude internamente, en el núcleo de su ser neurótico.

El hecho de que las últimas películas de Wes hayan derivado su título de sus locaciones (Moonrise Kingdom, Isla de perros, Gran hotel Budapest) y ya no de sus sujetos confirmó el prejuicio de que el departamento de arte, en sus producciones, había terminado de colonizarlo todo.

No es sorpresa, entonces, que Asteroid City funcione como una refutación elegante de todos esos reduccionismos, sustituyendo los interiores con desiertos y abrazando la exaltación artificiosa como principio ya no sólo de las imágenes sino también de la narración (lo que no quiere decir que la onceava película de Anderson sea formalmente austera o que Wes esté renunciando a su labor como historietista del live action: la fotografía de Robert Yeoman y el diseño de producción de Adam Stockhausen conforman postales oníricas y admirables del sudoeste estadounidense durante la era atómica, con hongos nucleares en segundo plano).

Asteroid City se desenvuelve como una suerte de matrioshka diegética: Anderson presenta una docuserie sobre la producción de una obra de teatro cuya puesta, a su vez, vemos interpretada. Esta trata sobre un fotógrafo, Augie Steenbeck (un Jason Schwartzman cuyo casting parece guiñar al Max Fischer de Rushmore), que conduce hasta un pueblo en el Lejano Oeste para que su hijo mayor, Woodrow (Jake Ryan), pueda asistir a la convención de astronomía a la que fue invitado. Tanto él como sus tres hermanas menores desconocen algo fundamental: su madre falleció hace unas semanas, y Augie está guardando las cenizas en el tupper de plástico que carga consigo. Al poco tiempo de descubrir la verdad, comienzan los avistamientos de naves espaciales.

Con ese punto de partida, Anderson traza un paralelo profundo y melancólico entre la inmensidad del duelo y la inmensidad del cosmos, postulando como nexo entre ambas la incertidumbre de los seres humanos ante lo desconocido y lo inexorable (“no busques entender, seguí contando la historia”, pareciera sugerir Wes a través del personaje que encarna Adrien Brody). Cuando acontece el encuentro cercano del tercer tipo, en una escena muy graciosa, estos dos polos convergen: no es azaroso que el OVNI se parezca tanto al tupper, ni que todas las crisis existenciales que asedian a estos personajes sean escenificadas en un desierto lleno de cráteres (telón de fondo que le permite a Anderson referenciar lúdicamente a todo lo que media entre los Looney Tunes y Paris, Texas de Wim Wenders).

Tampoco es casual que una película sobre la insignificancia cósmica del ser humano adopte una estructura tan laberíntica, o que un film sobre la tranquilidad performativa con la que transitamos un universo entrópico contenga una subtrama entera dedicada a una troupe de actores de método. En Asteroid City, nadie sabe bien lo que está haciendo: la docente de Maya Hawke, por ejemplo, se atiene al manual pese a que acaba de presenciar su oxidación; y la actriz de Scarlett Johansson, Midge Campbell, interroga su falta de culpa en torno a la manera en que maniobró su maternidad (en contraste, Tilda Swinton cuestiona su falta de remordimiento por jamás haberse planteado ser madre). Johansson, junto a Tom Hanks, es debutante en el universo andersoniano y su actuación es la mejor de la película.

Si una película en la filmografía de Anderson se asemeja en su planteo a Asteroid City, es Vida acuática, donde la profundidad del duelo se yuxtapone a la del fondo del mar. Pero en Asteroid City la forma parece haber alcanzado el summum de su refinamiento estético. Ahora, que Wes siga contando la historia.

CONTENIDO RELACIONADO