32 sounds, el mejor documental que hayas escuchado en tu vida

En una notable y sorprendente trabajo, Sam Green improvisa sobre cómo el sonido les da forma a nuestras percepciones

Por  DAVID FEAR

junio 20, 2023

Foto: ABRAMORAMA

Sam Green quiere que te pares a escuchar por un segundo. O sea, escuchar de verdad. El documentalista californiano quiere que absorbas el mundo que te rodea, identificando los ruidos por separado. Pueden ser campanas de iglesia, cigarras, tubos de aire o corrientes de viento. También puede lanzarte algunas bombas sónicas: los violines podrían convertirse en explosiones o Philip Glass tocando suavemente un piano podría dar paso de golpe al zumbido de una mosca. De vez en cuando, Green te pedirá que cierres los ojos, para escuchar mejor; y cualquier fragmento de audio que haya elegido se reproducirá sobre la pantalla en blanco, para que no te distraigas. Pero no tenés que apagar tus otros sentidos. Lo único que quiere es que les des prioridad a tus oídos durante poco más de 90 minutos.

Mezcla de historia del sonido y sesión de terapia ASMR, 32 Sounds es el intento de Green de trazar lo que el sonido significa para nosotros como especie: cómo da forma a nuestras percepciones, qué estimula en nuestros recuerdos, la forma en que puede cerrar la brecha entre el pasado y el presente.

Hay varios puntos a lo largo del paseo audiovisual de este ensayo: un montaje de músicos interpretando 4’33’’ de John Cage, un concierto en el que nunca se toca una sola nota: el profesor Edgar Choueiri demostrando la espacialidad tridimensional de las grabaciones a través de auriculares personalizados; una ruidista de cine llamada Joanna Fang explicando por qué el arte de hacer ruidos falsos para películas “puede proponer una verdad sobre lo que pasa”.

Pero, más que nada, Green y su coequiper en este proyecto, el multiinstrumentista de Le Tigre JD Samson, quieren ofrecerte una experiencia inmersiva, que te obligue a repensar algo que la mayoría da por sentado a diario. Como narrador, el director adopta un tono que es caprichoso pero nunca cursi, y aunque Green ya demostró sus habilidades como documentalista (basta ver su definitivo perfil Weather Underground de 2002), este último proyecto está diseñado para ser libre, fluido y sensual más que sensacionalista. Es posible que Green y Samson te inviten a cantar junto a un coro espiritual estilo zen. También habrá interludio de baile con música disco.

Sin embargo, Green está pisando en el territorio filosófico y emocional del sonido, y por cada artista de vanguardia que aparece analizando sesudamente el dominio aural, otros momentos del film se acercan sigilosamente y te golpean de costado. Un activista de izquierda que vive en el exilio en Cuba escucha un fragmento de “Ain’t No Stoppin’ Us Now” de McFadden & Whitehead y se transporta instantáneamente al Haarlem de 1979. La tranquilidad de una noche de campo en el norte del estado de Nueva York es la banda sonora del duelo de una mujer. Las viejas cintas de mensajes telefónicos del mismo director se convierten en un monumento fantasmal y un recordatorio de una pérdida verdaderamente inconmensurable. Esta es la única película que convirtió la llamada de apareamiento del Moho braccatus, un pájaro casi extinto, en algo que podría hacerte llorar.

32 Sounds se presentó en varios festivales el año pasado, incluyendo una semana en la cartelera del BAM en Brooklyn. Para tales ocasiones, el dúo convertía las proyecciones en eventos multimedia, con auriculares para los asistentes, narración en vivo y acompañamiento musical incluido (la performance que vi en el Festival de Cine de San Francisco es una de las experiencias cinematográficas más maravillosas de mi vida). La película funciona tan bien como experiencia de visualización colectiva y como performance. Green nos ha hecho un verdadero regalo, algo diseñado no tanto para satisfacer la bobada new age como para estimularnos neuronalmente, un ejercicio que reconfigura la noción de escucha pasiva en una forma de apreciación y atención activas. Los sonidos son finitos, pero los beneficios de sintonizar las longitudes de onda de la película son infinitos. Por todo eso, este es el mejor documental que jamás hayas escuchado.