Algunas cifras para crear consciencia en este Día Internacional contra el Cambio Climático

Las temperaturas récord y eventos climáticos extremos son advertencias claras de la ciencia. El tiempo para actuar se está agotando

octubre 24, 2024

GreenPeace

En el marco del Día Internacional contra el Cambio Climático, celebrado hoy 24 de octubre, es fundamental reflexionar sobre la crítica situación ambiental que enfrenta nuestro planeta. A lo largo de las últimas décadas, el calentamiento global y el cambio climático han dejado de ser simples proyecciones teóricas para convertirse en realidades tangibles, cuyas consecuencias afectan a todos los aspectos de la vida en la Tierra. 

La comunidad científica ha sido clara en sus advertencias: la actividad humana, impulsada principalmente por el uso indiscriminado de combustibles fósiles, la deforestación, y la sobreexplotación de recursos naturales, está modificando de forma acelerada los sistemas climáticos del planeta. El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero ha generado un incremento en la temperatura global, desencadenando fenómenos climáticos extremos, desde olas de calor sin precedentes hasta huracanes y tormentas cada vez más devastadoras.

El Día Internacional en contra del Cambio Climático busca, precisamente, crear conciencia sobre la urgencia de tomar medidas inmediatas y coordinadas para frenar el deterioro ambiental. Los datos más recientes revelan una realidad alarmante: los tres días más calurosos de la historia se registraron en julio de 2024, mientras que las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera han alcanzado niveles sin precedentes. Si no se toman acciones drásticas, se prevé que para finales de siglo el aumento de la temperatura global supere los 2,7ºC, lo que significaría un punto de no retorno con consecuencias irreversibles para los ecosistemas y la humanidad.

Este día de conmemoración no es solo una oportunidad para revisar los informes científicos y analizar los datos; es también un llamado a la acción. Las políticas públicas a nivel global no han sido suficientes para mitigar el avance del cambio climático, y las promesas de reducción de emisiones se han quedado cortas frente a la magnitud del desafío. Mientras tanto, el impacto en las comunidades más vulnerables es cada vez más severo. Sequías prolongadas, inundaciones catastróficas y la desaparición de especies animales y vegetales son solo algunos de los efectos palpables que ya estamos experimentando.

En la última década, los avances tecnológicos han demostrado que existen alternativas viables para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, como el uso de energías renovables. Sin embargo, el ritmo de transición hacia estas fuentes de energía limpia sigue siendo lento, y el consumo de petróleo, gas y carbón continúa aumentando, alimentando la crisis climática.

Para conmemorar este día enumeramos algunas de las problemáticas que podríamos enfrentar en los próximos años, en relación con datos recopilados que detallan cómo el planeta ha estado deteriorándose en los últimos años, en un intento por crear consciencia y recordar que las acciones individuales también juegan un papel crucial. Desde la reducción de la huella de carbono hasta la participación en movimientos sociales que exigen cambios estructurales, todos tenemos la responsabilidad de contribuir a la solución de esta emergencia climática. La ciencia ha hablado, y el tiempo para actuar es ahora.

1. Ciudades afectadas por el aumento del nivel del mar

El aumento del nivel del mar es una de las consecuencias más alarmantes del cambio climático, con implicaciones a largo plazo para las comunidades costeras y los ecosistemas marinos. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y el Earth Observatory de la NASA, desde 1900 el nivel del mar ha aumentado aproximadamente 20 cm, y este ritmo no ha hecho más que acelerar. Si las emisiones de gases de efecto invernadero no se reducen significativamente, se estima que para finales del siglo XXI el nivel del mar podría subir entre 0,6 y 1,1 metros.

A medida que las temperaturas globales aumentan, los océanos absorben gran parte de este exceso de calor, lo que provoca la expansión térmica del agua. Además, el derretimiento de los glaciares y de las capas de hielo en Groenlandia y la Antártida está contribuyendo de manera significativa al incremento del nivel del mar. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en 2023 se registró el nivel más alto del mar desde que comenzaron los monitoreos por satélite en 1993.

Créditos: Organización Meteorológica Mundial.

Este rápido incremento supone una amenaza directa para aproximadamente 680 millones de personas que viven en zonas costeras bajas y vulnerables a inundaciones, tormentas y erosión, especialmente en países densamente poblados como Bangladesh, India y China . Las grandes ciudades costeras, como Miami, Nueva York, Bangkok y Venecia, también enfrentan riesgos severos, con algunas ya lidiando con inundaciones frecuentes y el daño a grandes infraestructuras.

Varias regiones de Latinoamérica ya están experimentando los efectos del aumento del nivel del mar, especialmente en áreas costeras como el Caribe, América Central, y la costa atlántica de Sudamérica. Países como Cuba, Honduras, Argentina, y Brasil enfrentan riesgos significativos debido a la erosión de las playas, la degradación de ecosistemas como los arrecifes de coral, y el aumento de las inundaciones costeras. En estas zonas, sectores clave como el turismo y la pesca están sufriendo los impactos, mientras que ciudades importantes como Buenos Aires y Montevideo ya observan pérdidas de tierras e infraestructuras afectadas.

2. Eventos climáticos extremos, más frecuentes e intensos

    Entre 2023 y 2024, el mundo ha experimentado una serie de eventos climáticos extremos que han batido récords históricos, reflejando el impacto combinado del cambio climático a largo plazo y la variabilidad climática a corto plazo. En 2023, la temperatura global diaria alcanzó niveles récord durante la mitad del año. América Latina ha sido escenario de múltiples eventos climáticos extremos que han afectado a millones de personas y han dejado un impacto devastador en la región. Estos fenómenos no solo han causado la pérdida de vidas humanas, sino también enormes daños económicos y medioambientales.

    En febrero de 2024, los incendios forestales en Chile fueron uno de los desastres más catastróficos, dejando un saldo de al menos 131 personas fallecidas y la destrucción de más de 14.000 viviendas. Las altas temperaturas y la sequía prolongada en la región, exacerbadas por el fenómeno de El Niño, contribuyeron a que estos incendios se propagaran con una rapidez sin precedentes. El cambio climático ha intensificado las condiciones propicias para incendios en la región, con una tendencia creciente de temperaturas más cálidas y prolongadas sequías.

    Créditos: AFP.

    En Brasil, entre abril y mayo de 2024, fuertes lluvias provocaron inundaciones masivas en el sur del país. Estas afectaron a 478 ciudades y causaron la muerte de 173 personas, dejando también 38 personas desaparecidas y desplazando a más de 423.000. Además de las pérdidas humanas, los costos de recuperación se estiman en alrededor de 3.700 millones de dólares. Un análisis posterior de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja sugiere que el cambio climático duplicó la probabilidad de lluvias extremas como las que desencadenaron estas inundaciones.  

    Más al norte de la región, en México, el calor extremo ha sido otra de las consecuencias del cambio climático que el hombre ha vivido en carne propia. En mayo y junio de 2024, el país experimentó olas de calor con temperaturas récord que resultaron en 125 muertes por enfermedades relacionadas con el calor, repercutiendo también en la fauna y la flora de la región.

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    3. La guerra por el agua

      La escasez de agua se está convirtiendo en un problema crítico en el contexto del cambio climático y el crecimiento poblacional. Según proyecciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se estima que para el año 2025, más de 1,800 millones de personas vivirán en áreas con escasez absoluta de agua, y se prevé que dos tercios de la población mundial enfrentarán estrés hídrico. Esta situación implica que el acceso a agua potable y a recursos hídricos seguros se volverá cada vez más limitado.

      Uno de los casos más críticos actualmente es África del Norte y el Sahel, donde las sequías han causado una grave disminución de la disponibilidad de agua. En Sudán del Sur, por ejemplo, aproximadamente el 60% de los hogares todavía utiliza fuentes de agua no mejoradas, como agua superficial y pozos no protegidos, según el World Bank Group. Esto significa que muchas personas carecen de acceso a fuentes de agua seguras, lo que ha contribuido a un aumento de enfermedades transmitidas por el agua.

      Créditos: UNICEF.

      En el este de África, países como Somalia y Etiopía han experimentado sequías prolongadas que han llevado a la escasez de agua y alimentos, afectando gravemente a las comunidades locales. Según el International Rescue Committee (IRC), millones de personas en esta región enfrentan crisis alimentarias debido a la falta de agua. Las sequías han sido exacerbadas por el cambio climático, que está aumentando la frecuencia y severidad de estos eventos extremos.  

      En Latinoamérica, la crisis hídrica es igualmente alarmante. Por ejemplo, en Chile, el deshielo de los glaciares y la disminución de las lluvias han provocado una escasez de agua que ha afectado tanto a la agricultura como a las comunidades. Se estima que en ciertas regiones del país, como la Región de Coquimbo, el acceso al agua se ha reducido a 50 litros por persona al día, muy por debajo del promedio mundial.

      Créditos: El Mostrador.

      En México, el Valle de México enfrenta una severa escasez de agua debido a la sobreexplotación de acuíferos. Esto ha llevado a una crisis de agua en la Ciudad de México, donde muchas comunidades reciben suministro de agua de manera intermitente, y algunas deben depender de camiones cisterna para abastecerse.

      4. Escasez de comida e impacto en la agricultura

        El cambio climático ya está provocando una crisis en la agricultura global, con efectos especialmente graves en países en desarrollo que dependen en gran medida de la producción agrícola para su economía y seguridad alimentaria. África, Asia del Sur y América Latina son algunas de las regiones más afectadas.

        En África oriental, por ejemplo, el aumento de las temperaturas y las llamadas lluvias ácidas han causado una disminución en los rendimientos agrícolas, agudizando la inseguridad alimentaria en países como Etiopía, Kenia y Somalia. Según la FAO, las sequías recurrentes en estas zonas han destruido los cultivos y el ganado, forzando a millones de personas a depender de la ayuda alimentaria. En el caso de Somalia, aproximadamente 3 millones de personas se encontraban en situación de crisis alimentaria en 2022 debido a la sequía extrema, según reportes de la Cruz Roja Británica.

        Créditos: AP.

        En América Latina, el Triángulo del Norte, que comprende Guatemala, Honduras y El Salvador, también ha visto cómo las sequías prolongadas están afectando a los agricultores que dependen del maíz y el frijol para subsistir. El Programa Mundial de Alimentos ha informado que la sequía en esta región ha causado pérdidas significativas de cultivos, llevando a un aproximado de 8 millones de personas a enfrentar una severa crisis alimentaria.

        Cifras del Banco Mundial indican que para 2030, más de 600 millones de personas podrían continuar en pobreza extrema si no se abordan las causas del cambio climático, especialmente en áreas rurales donde las personas dependen de la agricultura. 

        5. El fin de la biodiversidad

          El blanqueamiento de coral es uno de los efectos más visibles y devastadores del cambio climático. Los arrecifes de coral, que albergan el 25% de toda la biodiversidad marina, son extremadamente sensibles a los cambios de temperatura del agua. Desde 2024, los océanos han experimentado temperaturas inusualmente altas, lo que ha provocado un cuarto evento de blanqueamiento de coral a nivel mundial, uno de los más graves jamás registrados.

          Créditos: Copernicus Climate Change Service.

          Cuando las temperaturas del mar aumentan por encima del promedio histórico, los corales pierden su relación simbiótica con las microalgas que les proporcionan nutrientes y color, lo que resulta en el blanqueamiento. Esto no solo pone en riesgo la biodiversidad marina, sino también la seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas que dependen de los arrecifes.

          Un ejemplo actual del impacto de este fenómeno se está observando en la Gran Barrera de Coral en Australia, donde las temperaturas récord del agua han causado un blanqueamiento masivo, afectando más del 90% de los arrecifes en algunas zonas. Esta situación pone en peligro la supervivencia de miles de especies marinas, así como el turismo y la pesca local, que dependen en gran medida de estos ecosistemas.

          Créditos: Brett Monroe Garner/Getty Images.

          Otro ejemplo de cómo el cambio climático afecta a los ecosistemas acuáticos es el fenómeno en el Ártico, donde los rápidos aumentos de temperatura y el deshielo del permafrost han causado la decoloración de las corrientes de agua. El aumento de metales tóxicos, como el hierro, ha provocado que las corrientes, antes claras, se tornen naranjas. Este cambio en la calidad del agua afecta directamente a las comunidades locales en Alaska, que dependen de estos recursos para el consumo y la pesca de subsistencia. Las corrientes contaminadas también tienen un impacto significativo en la biodiversidad, ya que reducen la cantidad de peces y macroinvertebrados que pueden sobrevivir en esas aguas.

          A nivel mundial, las amenazas a los ecosistemas acuáticos se están intensificando, impulsadas en gran medida por el cambio climático. La investigación en modificación de la radiación solar (SRM) ha ganado atención como una posible forma de mitigar estos efectos. Sin embargo, este enfoque sigue siendo controvertido debido a los riesgos y consecuencias desconocidas que podrían generar, como la alteración de los patrones climáticos y posibles efectos negativos en los ecosistemas.