Andrea Álvarez: “Mi verdadera inspiración son las cosas que no me gustan”

La baterista, percusionista y cantante acaba de editar su quinto álbum de estudio, ‘La cadena del mal’ y habla sobre el sonido, su faceta tuitera y la escena rockera actual

Por  MARTÍN SANZANO

agosto 14, 2024

Andrea Álvarez junto a su perra Lita en una foto de Nora Lezano.

Nora Lezano

Necesito decir lo que pienso en voz alta”, explica la baterista, percusionista y cantante Andrea Álvarez, en referencia al uso que les da a las redes sociales. Es que, para ser justos, a los tags mencionados habría que sumarles uno más: tuitera. Andrea practica exactamente lo opuesto a la tibieza en la ex red social del pajarito. Se mete con la política, con el feminismo, con la cultura de la cancelación. También putea, condena al gobierno de turno y sienta posición en casi todos los tópicos que la interpelan sin temor a las represalias. “Mi hijo me dice que baje el tono, ¡pero me sale así!”, se excusa entre risas la música de 62 años que grabó y giró con Soda Stereo, Divididos, Charly García y más pesos pesados del rock.

Después de algunos años de trabajo, a finales de julio, Andrea editó su quinto álbum de estudio como solista, La cadena del mal [lo presenta el 4 de octubre en el Roxy, las entradas se consiguen acá], que arranca con una referencia directa a John Bonham. Suena como una declaración de principios y a la vez es algo inevitable: a ella le salen las canciones así, rockeras y setentosas. Y claro, plagadas de verdades.

Hace poco dijiste que La cadena del mal es tu mejor disco, ¿lo seguís pensando?

Sí, yo siento que sí. Lo loco es que me costó mucho hacerlo. Me costó juntar las ganas de hacerlo y de… ¿Sabes qué? De mostrarlo, de defenderlo, de compartirlo. Porque la parte de grabar y todo eso es fácil, es lo más lindo. Después, cuando lo tenés que sacar a la superficie… eso es lo que más me costó. Tomar esa decisión. Estaba como cansada. Y cuando lo empezamos a grabar, ya antes, en los ensayos, yo me daba cuenta de que estaba bueno, de que tenía un propósito más fuerte en mi vida. Era algo que realmente necesitaba hacer. Lo trabajamos en conjunto con Tomás [Brugués en guitarra] y con Lonnie [Hillyer, su pareja, en bajo]. Y, si bien las letras, las ideas, todo es mío, cuando estamos en la sala yo le voy pidiendo, tanto a la guitarra como al bajo, esas ideas que tengo en la cabeza. Esta vez lo hicimos ahí, en la sala, antes de la pandemia, tocando y probando. 

¿Y qué hiciste durante la pandemia?

No me dieron ganas de hacer nada, ahí es cuando quería dejar todo. Realmente había momentos en que no tenía ganas de tocar. Para mí, sí, siempre tengo ganas. Pero no tenía ganas de organizar nada. Sin embargo, un día, de repente, me vino la necesidad. Tanto que creo que se nota cuando estás escuchando el disco, que sale de la necesidad de decir algo que medio me paralizaba. Es como un enojo, como una catarsis. Todos mis discos son un poco así, pero este, más. 

Contaste en tus redes sociales que estuviste escuchando rap mientras hacías las letras de este disco, ¿cómo fue eso?

Antes de la pandemia leí el libro Por qué escuchamos a Tupac Shakur (Gourmet Musical), de Bárbara Pistoia, y me fanaticé no solo con Tupac, sino con todo el hip hop. Me vi todo lo que pude de hip hop de los 90, que en su momento no le presté más atención que la normal: Run-D.M.C., Public Enemy, etc. Me empezó a fascinar, no sé por qué. Dejé de escuchar rock, prácticamente. Rap era lo único que escuchaba. Y me sirvió, sí, más para las letras que para la música. La música me va saliendo sola, es la que me gusta tocar y con la que me gusta decir las cosas. Pero la idea del hip hop me envolvió.

Quizás se note en lo directo de los versos y en algunos nombres de las canciones, ¿no? 

Sí. También creo que lo que me pasó es que fui más sincera conmigo misma. A mí me cuesta escribir, no soy escritora, tampoco soy lectora. Siempre lo fui, pero ahora no estoy leyendo, me cuesta un montón. Y cuando uno no lee, no vienen las palabras. Entonces, me empezaron a salir de lo que me pasaba, obvio, como siempre, pero con el estilo de lo que venía escuchando en ese momento.

Para mí, en “Crash”, casi que rapeás…

Es medio Rage Against the Machine, ¿no? [risas

O, tal vez, Beastie Boys…

Es que esa fue la referencia, dije: “Acá yo quiero un Beastie Boys”. Yo viví todo eso de una forma muy contemporánea. Son artistas que tienen mi edad y en ese momento yo estaba muy activa, tenía mi propio presente. Muchas veces, cuando vos estás haciendo cosas, no te das cuenta de todo lo que está pasando y recién tomás dimensión cuando pasa el tiempo. 

Más allá de las referencias raperas, es un disco bien rockero desde el arranque, con “La muerte del rock”. ¿Te acordás de cómo compusiste ese tema?

Sí, me acuerdo de que lo empecé a hacer hace mucho, en 2019, cuando hice un show con Richard Coleman en Niceto. En la primera reunión que tuvimos para organizar ese show, entro a su casa y estaba sentado tipo personaje, como es él, en un sillón. Me mira y me dice: “La muerte del rock”. Entonces yo lo miro y le digo: “¡Estoy haciendo un tema que se llama así!”. Ya estaba haciendo esa letra, tenía algunas ideas, muchas referencias de lo que me gusta del rock, más que nada como símbolo. No es que una no quiera que el pasado se termine, lo que no querés es que te saquen las cosas que te gustan y que te hicieron ser.

Entonces, ¿quién es la muerte del rock? 

¿Hoy? ¡Cualquiera! En ese momento, para mí, era el negocio de la música, pero después se fue agrandando… ¡Son muchos!

Quizás ahí dejaste salir a la Andrea Álvarez tuitera…

Soy una persona que necesita comunicarse, esa es mi naturaleza. Necesito decir lo que pienso en voz alta. Si yo veo mis discos, todos hablan de lo mismo, de lo que me enoja en el momento. Esa es mi verdadera inspiración, las cosas que no me gustan. No el amor o la pareja: lo que me quiero sacar de encima, lo que no me gusta de la gente. Porque, en definitiva, los que hacen las cosas feas son las personas. Y las que escribo para mis exnovios, por ejemplo, son todas de lo que yo quiero sacarme de las relaciones horribles que tuve. Y me hago cargo de mi parte, ¿eh? Yo sé hacer los temas así.

También hablás de la muerte en “Cuando me muera”, donde imaginás tu propio funeral.

Lo de la muerte también pasa porque en todo este trayecto se murieron mis viejos, algunos amigos, referentes, mis mascotas de hace décadas. Los amigos músicos descritos después de muertos por gente que no tiene la menor idea, ahí va la canción. La hice cuando se murió Ulises Butrón porque me daba tanta bronca que hablaran de él como Tango Feroz, que me salió todo eso. 

Vi que tu hijo [Pablo De Cecco] trabaja con vos.

Él me hizo los visualizers de las canciones y aparte me dice varias cosas. Es mi referente más grande, mi cable a tierra. Su pareja también me ayuda, Bruna. Los dos son hiperinteligentes y tienen un pensamiento crítico muy bueno. Pero también consulto y estoy todo el tiempo de contacto con gente más joven. Estoy bastante conectada con eso y no porque crea que esta es una época mejor, todo lo contrario. Incluso en los shows nuevos por ahí me siento más cómoda que con algunos de mis contemporáneos.

No es raro cruzarte en algunos bares de la ciudad viendo bandas under.

Soy curiosa y me gusta enterarme de lo que está pasando, pero no es que las bandas de ahora son una influencia musical para mí, no, para nada, no la necesito. Me gustaría que pase al revés, que nos nutramos mutuamente, pero eso no lo veo demasiado. A mí me gusta salir a ver, igualmente hay mucho fantasma en esta época. Me parece bien que, como no todos nacimos en la misma época, haya gente que descubra el agua tibia. Cada uno descubre las cosas en el momento que le toca. Lo que no me parece bien es que te la quieran explicar. Eso sí es medio ignorante, sobre todo en esta época. Porque si vos sos de 1970, okey, pero ahora ya existe todo, no hay nada nuevo y nada que no sea fácil de explicar artísticamente. Todo es una recreación de algo que ya pasó, pero hecho por gente que lo hace por primera vez. Eso está bueno, lo que no me cae muy simpático es escuchar el discurso del descubrimiento y andar midiéndole el aceite a gente ya lo hizo. Estamos viviendo puros revival y lo más válido es que hay gente a la que le gusta la música tocada.

La tapa de ´La cadena del mal´, el nuevo disco de Andrea Álvarez, es una foto de Nora Lezano.

Entonces, no hay tanta diferencia con lo que pasaba hace 10, 15 o 20 años…

¿Sabés dónde está la diferencia? En la calidad de las canciones. Te voy a dar un ejemplo bastante concreto. En la época de Soda Stereo, nosotros no teníamos ni 30 años y los pibes que empezaban tenían 20. Nosotros éramos viejos para esos pibes que tenían 20, que eran Babasónicos, Juana la Loca, Los Brujos, esa camada espectacular que fue, para mí, la última gran revolución del rock en Argentina. No la única, pero sí la última. Fue un gran movimiento muy creativo. Incluso había bastantes chicas que no pasaron a mayor por una cuestión lógica de la cultura de la época. Estaba El Otro Yo, que ya nadie quiere ni nombrarlo. Te diría que casi sin excepción las bandas nuevas tienen influencia de El Otro Yo, aunque no lo nombren. Pero las canciones, cuando escuchás el primer disco de Los Brujos o de Babasónicos, son muy contundentes. Y muy maduras. Como el primer disco de Ataque 77. Es como si esos pibes, que tendrían 18 años, fueran más grandes que los que tienen 18 ahora. Era muy distinto todo, para grabar un disco tenías que tocar bien, hagas el estilo que hagas. Había que ensayar mucho. 

Lo que sí veo en la escena rockera actual son más chicas arriba del escenario, ¿coincidís con eso?

Sí, en el público también se ve. Lo bueno es que ya ni siquiera es un tema de conversación. Y ahí es donde se termina el problema. Igual, yo creo que sigue estando el problema. Muchas veces, eso de “pongamos mujeres en todos lados” muestra que se quiere hacer algo forzado. Pero entre los mismos pibes y pibas está naturalizado. Las pibas tocan, ya está.

Volvamos al disco. En la tapa (una foto de Nora Lezano), están Lonnie, Tomás, vos y un perro en un escritorio muy formal. ¿Cómo surgió esa idea?

Fue una idea mía. Desde antes de grabar sabía que iba a ser un disco de resistencia y pensaba salir tipo las Panteras Negras [risas]. Cuando lo empezamos a grabar era en la época del balotaje y era muy difícil concentrarse porque lo que estaba pasando afuera era un infierno para mí. Cuando terminamos de grabar, ganó Milei y cuando asumió, estábamos en la etapa de mezcla. Era una cosa horrenda. Ahí se me ocurrió lo de la tapa. Nosotros somos el mal, nosotros somos los garcas. Estaba muy fascinada con la serie Succession y hay algunas fotos con esa referencia, pero cuando vi la foto de Milei como presidente, dije: “Esta es la tapa”. Encontré una locación cerca de casa que tenía un escritorio similar. Me pareció muy simbólico poner a mi perra Lita. ¿Quién tiene perro y quién no? ¿Quién es y quién dice ser? Cuando vi el resultado final fue increíble, ¡era tal como me la había imaginado!

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