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El revelador regreso a su patria de Alejandra Oraa, periodista venezolana-estadounidense

A lo largo de los años, Oraa ha cubierto las diferentes jornadas electorales de su país desde el exterior. Ahora, ha regresado a su tierra para dar fe de una realidad devastadora. Aquí su testimonio.

agosto 14, 2024

RTVE

He visto esta película antes. Como periodista, he cubierto numerosas elecciones presidenciales en Venezuela que fueron denunciadas como “farsas” tanto por miembros de la oposición como por observadores internacionales. He informado sobre las acusaciones de que el Gobierno manipuló las elecciones para mantener a Nicolás Maduro en el poder, versiones que el Gobierno niega. He documentado las protestas de 2014, 2017 y 2019 desde la distancia. Pero esta vez, se siente diferente, no solo como periodista, sino como venezolana.

Observadores dentro y fuera de Venezuela coinciden en que es un hecho que la democracia del país se ha erosionado en los últimos 25 años, desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999. Después de su muerte, la violencia y las acusaciones de irregularidades electorales se han convertido en la norma. Nos hemos acostumbrado a escuchar sobre candidatos que son impedidos de postularse: Leopoldo López, Henrique Capriles, y ahora María Corina Machado. Hemos normalizado la idea de que la política en Venezuela es una puesta en escena teatral donde las redes sociales y los políticos se acusan mutuamente de acciones ilegales o poco éticas. Hemos normalizado la existencia de “colectivos”, grupos armados que operan como bandas callejeras, pero están alineados con el gobierno socialista, a menudo acusados de actuar en su favor. Y hemos normalizado la trágica pérdida de vidas durante las protestas que piden transparencia; solo este mes, según la organización independiente Foro Penal, ha habido al menos 11 muertes y más de 1.150 personas detenidas durante las protestas.

Alejandra Oraa / Cortesía prensa

Sin embargo, esta vez se siente diferente porque el mundo está prestando más atención. A medida que Venezuela se preparaba para otra elección presidencial, la comunidad internacional se preguntaba si Maduro permitiría que la oposición presentara un candidato genuino. Entonces, el gobierno prohibió a María Corina Machado postularse. Se cuestionó si la elección fuese libre, justa y transparente, mientras que los venezolanos temían que los grupos armados o “colectivos” una vez más intimidaran a los votantes. Mientras el Centro Carter, la ONU y varios países latinoamericanos exigían transparencia en los resultados electorales, surgieron informes de “colectivos” patrullando las calles de Caracas durante los conteos de votos. Hasta la fecha, ninguna auditoría gubernamental ha confirmado que Maduro obtuvo el 51,95% de los votos, como declaró el Consejo Nacional Electoral en su segundo boletín, mientas que la oposición dice que ganó con una diferencia aplastante de casi 40% (67% a 30%).

Esta elección presidencial se siente diferente para mí porque, por primera vez, la cubrí desde mi propio país. Anteriormente, informaba desde la comodidad de un escritorio de presentadora de noticias en Estados Unidos, pensando que entendía Venezuela porque nací allí. Dejé Venezuela a los 12 años y he vivido en los Estados Unidos por 24 años. Mis recuerdos de infancia de Venezuela son muy diferentes de la realidad actual. Me fui solo un año después de que Chávez asumiera el poder, así que mi comprensión de la cultura en evolución y la vida diaria del país se ha formado desde lejos.

A pesar de mis años en Estados Unidos, mi carrera ha sido completamente en medios de habla hispana, lo que me mantuvo conectada con mis raíces. En 2017, el Gobierno venezolano prohibió la transmisión de nuestra señal en Venezuela debido a una investigación especial sobre irregularidades en la emisión de pasaportes y visas venezolanas, acusándonos sin fundamento de incitar al odio y la violencia. Desde entonces, solo hemos podido transmitir a través de YouTube a las audiencias en el país. Regresar a Venezuela por 11 días para cubrir las elecciones me dio una visión de primera mano de lo que significa ser una periodista venezolana en Venezuela.

En Venezuela, acceder libremente a la información requiere una VPN. Durante cinco días, cada intento de leer medios de noticias locales en línea como El Nacional, El Pitazo y RunRunes fue frustrado por la censura en internet. En los quioscos de periódicos solo venden ejemplares de la prensa deportiva. Para mantenerme informada, tuve que depender de las redes sociales y las VPN. Como periodista, la limitación fue frustrante en el mejor de los casos. Solo puedo imaginar el esfuerzo que les toma a los venezolanos mantenerse informados. Cubrir las complejidades de simplemente comprar alimentos o necesidades básicas en Venezuela, fue igualmente frustrante. A pesar de ser venezolana y estar acompañada por un economista, me costó entender el funcionamiento de la economía local, que acepta el bolívar, la moneda local, y los dólares estadounidenses, lo que solo profundizó mi sensación de impotencia.

Como periodista extranjera en mi propio país, enfrenté una nueva realidad. Informar con precisión y veracidad sobre esta historia mientras salvaguardaba nuestra capacidad para seguir haciéndolo fue un equilibrio delicado. A menudo era consciente de la posibilidad de malinterpretaciones y sus consecuencias.

AFP

Ser inmigrante es un desafío, y explicar las complejidades de un país en diferentes idiomas lo es aún más. A menudo me sentía demasiado “americana” para comprender completamente la política de mi país. Pero dejo Venezuela con una comprensión más clara y experimentada de lo que impulsa a su gente. Desde la distancia, es difícil comprender por qué alguien arriesgaría su vida por la transparencia electoral o por un país mejor. Pero al escuchar de primera mano las quejas y experiencias de los venezolanos, entiendo por qué lo hacen. Y al ser testigo de su lucha, creo que esta vez el mundo está escuchando de una manera diferente.

Regresar a Venezuela también me hizo reflexionar sobre la importancia de la libertad de prensa y los peligros que enfrentan los periodistas en regímenes represivos. En un país donde la censura en internet es desenfrenada y los medios independientes están arrinconados, el papel de las redes sociales y las VPN en la difusión de información se vuelve crucial. Sin embargo, esta solución digital conlleva sus propios riesgos, ya que el Gobierno puede monitorear y tomar represalias contra aquellos que buscan eludir sus controles.

Mientras caminaba por las calles de Caracas, hablando con mis paisanos y presenciando su resiliencia, me impresionó su inquebrantable determinación. A pesar de las dificultades económicas y la represión política, el espíritu de la mayoría del pueblo venezolano permanece intacto, incluso entre aquellos que fueron verdaderos creyentes del proyecto original de Chávez. Siguen luchando por un futuro donde sus voces sean escuchadas, sus votos cuenten y sus libertades sean restauradas. Este espíritu indomable, junto con el creciente escrutinio internacional, ofrece un rayo de esperanza en medio de la oscuridad generalizada.

Mi tiempo en Venezuela ha reforzado mi creencia en el poder del periodismo para arrojar luz sobre las injusticias y responsabilizar a los que están en el poder. También ha profundizado mi aprecio por las libertades que a menudo doy por sentadas en Estados Unidos. Al regresar a mi escritorio de presentadora, llevo conmigo las historias de aquellos que no pueden hablar libremente, el coraje de quienes protestan a pesar de los peligros, y la esperanza de que un día los venezolanos sientan nuevamente que viven en una democracia plenamente funcional. Esta experiencia no solo me ha formado como periodista, sino que también ha reafirmado mi compromiso de contar las historias que importan, sin importar los riesgos.

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