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40 años de The Number of the Beast, el disco que cambió el rumbo de Iron Maiden

Un recuento de cómo Iron Maiden pasó de ser una revelación en la Nueva ola del heavy metal británico a un referente en el género en los 80

Por  MELISA PARADA BORDA

marzo 25, 2022

Iron Maiden en 1982.

Michael Putland

Era 1981, Iron Maiden había publicado su segundo álbum de estudio, Killers, y se había embarcado en su primera gira mundial en la que visitaría varios países de Europa, así como Norteamérica y Japón. La banda había comenzado a ganar mayor relevancia en la escena, pero sus problemas internos se hicieron cada vez más evidentes en medio del tour a causa del cantante Paul Di’Anno.

El músico provenía de la escena punk de Londres, dominada en ese entonces por los Sex Pistols, y en varias entrevistas aseguró que su salida era inminente al desagradarle el rumbo que había tomado su grupo hacia el heavy metal. “Iron Maiden es una máquina de dinero, y eso me importa una mierda”, dijo en una rueda de prensa en 2013. Entre la transición de los 70 a los 80, para nadie era un secreto que el cantante abusaba de las drogas (incluyendo el alcohol), pero desde entonces cuando se refiere a su salida no le atañe su partida a sus adicciones. “No se trató sobre drogas, no fue nada de eso. Pero necesitas tomarlas cuando estás con Iron Maiden porque son jodidamente aburridos”.

Con el tiempo aceptaría que la decisión de Steve Harris de apartarlo del grupo había sido lo mejor que pudo hacer, ya que su indisposición no era justa ni para ellos ni para sus fanáticos. Pese a sus roces, y con la prudencia que lo caracteriza, el frontman admitió en una entrevista de 1981 que la voz de Di’Anno era muy buena, pero de no haberlo expulsado quizás la Doncella de Hierro se habría desmoronado en cuestión de tiempo.

La creación de un tercer álbum les estaba respirando en la nuca al finalizar la gira Killer, por lo que necesitaban un nuevo vocalista, una tarea desafiante que en muchos casos ha significado la sentencia de muerte para las bandas. Luego de que a Harris le llamara la atención el estilo y la presencia escénica del futuro exvocalista de Samson, el manager Rod Smallwood asistió al festival Reading en Inglaterra para ofrecerle una audición a un Bruce Dickinson de 23 años. “Les dije, ‘Primero que todo, si hago la audición, voy a quedarme con el puesto. Entonces tienen que decidir si me quieren o no a bordo porque no quiero estar a menos de que pueda ser un dolor de cabeza y tener ciertas opiniones”, recordó el cantante en 2008.

La banda se vio en apuros para componer las canciones de su siguiente LP pues a diferencia de sus dos discos anteriores, Harris, el principal compositor, tenía muy poco material entre manos. Sin embargo, la llegada de la nueva voz impulsó el proceso creativo y en poco tiempo ya estaban listos para grabar y mezclar en nuevo trabajo.

“Cuando Bruce se unió, abrió tremendamente las posibilidades para el nuevo álbum. Simplemente yo no creía que Paul fuese capaz de manejar la voz en algunas de las direcciones complicadas que Steve quería explorar”, comentó el difunto ingeniero de sonido Martin Brich en 2016. A pesar de que Dickinson no aparece en los créditos del disco debido al contrato que lo ataba a Samson, sus contribuciones fueron de carácter “moral”. De hecho, le agradó la idea de que el álbum no tuviese la influencia de Di’Anno, ni canciones pensadas para el exvocalista.

Así se recluyeron en los estudios Battery en Londres y, tras cinco semanas intensas, la bestia había nacido. Empezar prácticamente de cero les permitió explorar otras posibilidades, además de impulsar a Adrian Smith a compartir sus composiciones que había guardado para sí mismo por temor a que fuesen descartadas por el resto del grupo. Aún así, tres de ellas pasaron el corte: ‘The Prisoner’, ‘Gangland’ y ’22 Acacia Avenue’ (el guitarrista tocaba esta última cuando estaba en Urchin).

The Number of the Beast había tomado forma y su primer sencillo, ‘Run to the Hills’, rápidamente se convirtió en la primera canción de Iron Maiden en llegar al Top 10 en los listados de Inglaterra. “El tema fue escrito en una sala de ensayo”, destacó Harris para la revista Classic Rock. “Se me ocurrieron algunos riffs y trabajamos a partir de eso. Fue muy espontáneo y resultó siendo fantástico”.

El frontman después revelaría que algunas canciones fueron escritas en cinco minutos, pero lo cierto es que hasta la canción más simple –elección que varía de persona en persona– fue producida de manera tan impecable que no se nota que fue hecha en un apuro. “Antes de The Number of the Beast éramos parte de la Nueva ola del heavy metal británico”, señaló Smallwood. “Después del LP, Maiden ya era una banda mundial”. Para Harris, la única forma en la que el trabajo pudo haber resultado mejor es si en lugar de ‘Gangland’ hubiesen incluido ‘Total Eclipse’, el lado B de ‘Run to the Hills’. “La escogimos porque fue lo primero que grabamos en forma, pero el resto del álbum fue fantástico”, le dijo a Metal Hammer en 2020.

El disco lo tenía todo, en palabras de Birch, “Tenía todos los ingredientes mágicos: sentimiento, ideas, energía y ejecución”. Una vez finalizadas las sesiones, el ingeniero les aseguró a los músicos que este trabajo sería un gran acontecimiento y que sus carreras cambiarían desde entonces; no le creyeron, pero ya conocemos la historia. The Number of the Beast se apoderó de las listas en Inglaterra y poco después en Estados Unidos, a pesar de no contar con el respaldo de la radio.

Inclusive, el LP llegó a popularizarse entre grupos de iglesias de Estados Unidos, pero no por buenas razones. Debido al título, algunas de sus letras y la portada en la que se ve a Eddie manipulando a Satanás como una marioneta, decenas de fanáticos religiosos quemaron vinilos al acusar a la banda de satanismo. Estas personas habrían enloquecido aún más si hubiesen conocido la historia de Birch, la van y las 666 libras.

“El domingo en que estábamos trabajando en la canción ‘The Number of the Beast’, tuvo una noche lluviosa y estrellé esta van. Miré hacia atrás y había una docena de monjas, y luego un hombre comenzó a rezar por mí. Un par de días después, llevé mi camioneta a reparar y cuando me dieron la factura, la cuenta era de 666 libras”, contó el ingeniero en 2016. “La gente no lo cree, pero él pagó 667”, complementó el líder del grupo.Ocultismo o no, el tercer álbum de estudio de Iron Maiden terminó de forjar el sonido que Steve Harris había construido tan meticulosamente para la banda desde su disco autotitulado de 1980 y Killers (1981). Pero a su vez, los riffs acelerados, la teatralidad y la genialidad de sus composiciones establecerían un estándar para el heavy metal que se haría en la década que recién comenzaba.