Ile sube a la tarima acompañada de su grupo de instrumentistas, siendo ella la única voz. Quizás, para un escenario de esa magnitud, la elección de un coro sería una jugada ideal, pero se las arregla para llenar ese espacio con su carisma en la tarima donde se mueve, salta y baila vistiendo una malla colorida y un pantalón blanco. Un día antes de su show de cierre en el primer día del Festival Jazz al Parque, nos recibió en una habitación de hotel en el centro de la caótica Bogotá, recién llegada de Puerto Rico. “Me emociona que la primera vez que voy a presentarme aquí sea con banda completa y también en un contexto súper musical”, dice. “Llevaba mucho rato queriendo venir acá a tocar. Sabía que en algún momento se iba a dar, pero no sabía cuándo, cómo, ni dónde, así que creo que fue de la mejor manera como pa’ arrancar”.
Ile abrió con ‘Sin masticar’, seguida de ‘Contra todo’ y cerró la triada con ‘Invencible’, todas pertenecientes a Almadura, su segundo álbum de estudio, publicado en 2019, con el que obtuvo su segunda nominación a los Premios Grammy por Mejor Álbum de Rock Latino o Alternativo ese mismo año (en 2017 ganó en la misma categoría con su LP debut, Ilevitable). Uno tras otro, la artista puertorriqueña fue interpretando temas de sus dos primeros discos y, aunque sus más grandes éxitos retumbaron en el Parque El Country, quedó debiendo su más reciente sencillo junto a Mon Laferte. ‘Traguito’ es, como lo describe ella misma, un “bolero sucio, bien decadente, bien de barra”, en donde le cambia el sentido a la figura de mujer “difícil” y encara los micromachismos de los que somos víctimas casi a diario.
“Es una canción que viene un poco desde una sátira”, explica. “Es como ‘¿No cumplí con tus estándares de lo que es una mujer? Pues mala tuya, yo quiero ser libre, quiero ser plena, y eso depende de mí, no de ti’”. El género y la sexualidad femenina son temáticas recurrentes en sus composiciones, contando en su repertorio con canciones como ‘Temes’, donde habla de la crudeza de la violencia machista (“Si tus celos me acuchillan por la espalda/Y es mi culpa por haber estado sola”); o su hit ‘Te quiero con bugalú’, que con ayuda de su ritmo sensual aborda el deseo entre dos adultos mayores.
La llegada de ‘Traguito’ fue incluso más especial al tratarse de un abrebocas de lo que se viene con Nacarile, su tercer álbum de estudio, que surgió en medio de unas condiciones en las que Ile no había tenido que trabajar. El título, como ya es usual en sus trabajos, es un juego de palabras entre su nombre y la expresión boricua “Nacarile del oriente”, usada como negación rotunda. En un principio, el nombre surgió como una broma, pero poco después la intérprete lo adoptó con seriedad al notar que era un reflejo fidedigno de la esencia del disco respecto a afrontar, aceptar y soltar las etapas más duras del aprendizaje.
Se ha dicho que el proceso de grabación no fue nada fácil ya que la pandemia y el aislamiento le dejó un “desorden emocional” que, además de desorganizar sus adentros, puso patas arriba sus procesos.
El bloqueo creativo es un fenómeno que conoce muy bien cualquiera que se desempeñe en ámbitos relacionados con la creación artística o literaria, y justamente eso le sucedió esta vez. Lo curioso es que, en medio de su bloqueo, de alguna forma las ideas seguían fluyendo, ya fuese en forma de melodía o de letras. “Como que siempre trataba de escapar por alguna parte porque estaba encerrada”, reflexiona. “Yo soy más de tener una dirección, entonces en este disco no pasó, como que estuve todo el tiempo buscándolo y sin darme cuenta, las canciones mismas me iban llevando a entender, a reconocer que estaba perdida, que es normal, que está bien también sentirse así”.
Nacarile le ayudó a encontrar una parte de ella que no sabía que estaba ahí, algo diferente a lo que le sucedió con Ilevitable y Almadura. En sus dos primeros discos tuvo una dirección más clara, quizás en parte porque le permitían moverse cómodamente dentro de una zona de confort. En cambio, este tercer LP la aventó repentinamente por un sendero hasta ahora inexplorado para ella, por donde tuvo que abrirse paso a la fuerza para hallar un lado más relajado de sí misma. Y, al venir de una exploración de ritmos afrocaribeños, aquí optó por tomar otra dirección a nivel sonoro, creando así un trabajo más fluido a nivel melódico. “Sentía que al estar tan enfocada en lo rígido y en la percusión –con lo duro que es el ritmo del tambor, como desahogo pues–, me limitaba un poco a la hora de yo fluir y volar más en la melodía”, cuenta, añadiendo que aquello fue lo único que tuvo claro durante el proceso creativo.
Nacarile es el registro de la rabia, impotencia, frustración y alegría que produce crear un disco en condiciones adversas.
El emprender un nuevo camino le permitió ser vulnerable y compartir su música con artistas como Mon Laferte, Natalia Lafourcade, Trueno y Flor de Toloache. Desde luego, el colaborar con otros músicos no es algo nuevo en la carrera de Ile como solista, puesto que en el pasado tuvo la fortuna de contar con Cheo Feliciano en el álbum debut antes de su fallecimiento. De esa unión surgió ‘Dolor’, una canción compuesta en los años 50 por su abuela materna, Flor Amelia de Gracia Barreiro, cuando estaba atravesando la separación con el ‘abuelo Roberto’, quien “era tremendo charlatán”. Se trata de un bolero melancólico en el que la abuela tiene una conversación con el dolor, llamándolo su “amigo” y “enemigo”, y asumiendo una actitud que la cantante sigue admirando hasta el sol de hoy.
Este fue uno de los dos temas compuestos por Flor Amelia –‘¿Quién eres tú?’ es el segundo– incluidos en Ilevitable, y nada mejor que invitar a una de las voces más potentes de la salsa y el bolero de Puerto Rico para interpretarla. Antes de que se diera la oportunidad, ya había coincidido con Feliciano en varios viajes, y había conversado con él sobre su proceso, pero no se concretaron los planes sino hasta después de tener la ayuda de su tío, el arreglista puertorriqueño Joe Pujals.
En Almadura, el turno fue para Eddie Palmieri, un logro que en su momento Ile creyó imposible. El acercamiento con el músico fue diferente, ya que este le pidió inicialmente una línea de bajo para decidir si participar o no en ‘Mi novia’ y ‘Déjame decirte’. “¡Qué presión!”, pensó, y pese a que la propuesta le gustó al pianista neoyorkino, aún después de tres años se avergüenza un poco ante la sencillez y poca profundidad de la pieza que le envió inicialmente. Sin embargo, por otro lado, le agradó la espontaneidad de la improvisación que el músico hizo después de recibirla.
Al leer artículos que se han escrito sobre Ile, lo más común es encontrar que la presenten como “la hermana de René Pérez Joglar y Eduardo Cabra” y/o “la voz femenina de Calle 13”, a pesar de llevar alrededor de seis años interpretando música alejada a la que hizo hasta la separación del grupo a mediados de la década pasada.
En 2019, le dijo a Rolling Stone, “Si no fuesen mis hermanos, tal vez tendría otra opinión al respecto”, pensamiento que sigue vigente, pues asegura que tales referencias no le molestan en lo absoluto. Al fin y al cabo, detrás de los reflectores, los micrófonos y el espectáculo, continúa siendo Ileana Cabra Joglar. “Calle 13 fue un momento súper hermoso en mi vida, y también son mis hermanos, sigue siendo mi familia, mi casa, para mí eso representa mi infancia completa”. Aun así, no se queda en el pasado y en ese sentido, parte de forjar su propio camino y establecer un nombre propio ha sido alejarse del sandungueo, para acercarse a otras sonoridades del Caribe que, en tiempos de bachata y reggaetón, han pasado a segundos planos.
Pero así mismo opina que, si bien tienen muchas diferencias técnicas, el reggaetón y la salsa comparten una misma raíz callejera; mientras uno nació en los barrios populares de Puerto Rico y Panamá, el otro surgió en Harlem del Este, el barrio latino de Nueva York. “La salsa puede explorar un poco más con el tema social, y por eso creo que también me gusta más, porque también hay más orquestación, hay instrumentos, entonces cada músico tiene su modo de expresar la canción”, sostiene, destacando a la vez que el reggaetón también tiene lo suyo y que, actualmente, los públicos están abiertos a escuchar más tipos de música. A su parecer, ya no hay tanta división como antes, con aquellas concepciones absurdas de que, si alguien escuchaba rock y metal, era un sacrilegio que se atreviera a bailar al son de Tego Calderón.
Lo que en un principio surgió espontáneamente y sin siquiera buscarlo, ahora se ha convertido en un proyecto consolidado a través del cual Ile ha aprendido a vivir el momento y a apreciar la belleza de su oficio, algo que se ha traducido en “estar más conectada con el instante”. “Por eso digo que para mí fue tan importante acoger esa perdición, el no sentirme óptima, y abrazarlo, darle cariñito después de dejarlos desamparados”, reflexiona. “Eso me ha ayudado mucho. Y también, bueno, con el tiempo voy creciendo, madurando y aprendiendo cosas nuevas”.