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“¿Será que alguien puede pensar en los niños?”, y otras preguntas absurdas sobre la regulación del cannabis

Ha llegado el momento de poner fin a las teorías conspirativas frente al consumo de la marihuana

Por  VALENTINA CARRILLO

agosto 20, 2021

La cultura contemporánea ha sido permeada por un discurso de prohibición que carece de sentido y argumentos sustentados en la realidad.

Piqsels

En 1996 la agrupación española Ska-P estrenaba su segundo álbum de estudio titulado: El Vals del Obrero, el cual los llevó a saltar a la fama con una canción que pedía a gritos la “lega-lega-lización” del cannabis, un tema que contrastaba por completo con la política de drogas en Colombia, de la cual vale resaltar que esta sustancia, la más ocupada en el país, estaría prohibida hasta el 2015, cuando únicamente se permitió su uso con fines medicinales.

La legislación del Cannabis es quizá uno de los temas más polémicos y polarizados en cuanto a su impacto en la economía y su regulación del uso libre o medicinal. Debido a la conexión inherente que tiene el tráfico de drogas en el país con asuntos como el narcotráfico o las diferentes formas de violencia: desplazamientos forzados, cultivos ilícitos, entre otros, la legalización de esta sustancia había sido relegada a un plano onírico por mucho tiempo.

Las posiciones radicalizadas en el congreso, dadas en el marco de la construcción del Acuerdo de Paz y la debida implementación de sus distintas implicaciones, causó que desarrollar un modelo de regulación resultara ser una tarea compleja, pues el país no contaba con una metodología estandarizada para la medición periódica de los cultivos de marihuana, cosa que sí sucedía con los cultivos de cocaína. Es por esto que era necesario elaborar un canon que comprendiera todas las aristas del panorama nacional.

¿Qué implica cultivar marihuana?

A raíz del escaso análisis que existía frente a la población cultivadora para dimensionar la diversidad de cultivos en Colombia y su potencial para consolidar la economía de varios municipios, no se estudió la posibilidad de erradicar plantaciones ilícitas a partir de la siembra de marihuana con fines medicinales. De igual forma, puesto que la comercialización de esta planta, junto a su componente psicoactivo el THC, era mayor al 18%, la mayoría de la distribución de esta sustancia era llevada a cabo por grupos al margen de la ley.

Las regiones que facilitaban la aparición de grupos ilegales cuyas labores yacían en el control de la producción y cultivos de sustancias ilícitas causó que habitantes de distintas zonas como: Quindío, Huila y Cauca, debieran abandonar de forma permanente sus hogares si no estaban dispuestos a regirse bajo las normas establecidas por dichos conjuntos; por lo cual, este negocio fue una opción más rentable para las bandas de microtráfico de cocaína, bazuco, entre otros.

El fenómeno de expulsión en las zonas rurales cede el control del territorio a organizaciones que fomentan el narcotráfico.
Reuters

Sin embargo, en 2015 surgió una iniciativa para restablecer y actualizar las cifras de consumo de esta sustancia, la cual llevó a instaurar que, para ese mismo año, más de un millón de personas había consumido marihuana, de las cuales 775 mil se encontraban en ciudades y zonas urbanas. Obteniendo como resultado que dicha población accedería a la sustancia por la vía ilegal a través de mercados no regulados.

¿Cuál era el impacto de la prohibición?

Los medios de comunicación validaron la medida adoptada por el Estado de sancionar a los usuarios, lo cual solo causó que se endurecieran las normas contra el consumo de sustancias psicoactivas. Las multas al consumo en espacios públicos (como parques o establecimientos comerciales) y la facilidad de detectar su consumo debido al particular olor que emite esta planta, favoreció el perfilamiento de portadores que hacían parte de condiciones socioeconómicas específicas, un cierto tipo de apariencia física o incluso, rasgos étnicos concretos.

Por lo tanto, el modelo prohibicionista acogido por Colombia, que se enfocaba en las medidas punitivas tomadas por las autoridades, impactó negativamente a diferentes grupos en situación de vulnerabilidad, entre ellos quienes la cultivaban y los consumidores pues el discurso en contra de su regulación partía de argumentos sin sustento alguno cuya síntesis podría reflejarse en la pregunta: ¿Será que alguien puede pensar en los niños?

No obstante, para el infortunio de la mayoría de congresistas que acogieron esta postura en el debate de la regularización del cannabis, tratando de deslegitimarlo de manera mezquina, es quizá el momento de entender que la realidad ha reflejado que la prohibición no excluye, exime o protege a los niños de toparse con esta serie de sustancias en algún punto de sus vidas. 

183 millones de personas consumieron marihuana en 2015, es decir el  equivalente al 3,8% de la población mundial.
Shutterstock

Las narrativas planteadas desde discursos restrictivos invisibilizaron la labor que encaminaba a las políticas de consumo hacia una regulación que mantuviera los estándares de dosificación personal y la producción de mecanismos que promovieran la sustitución de cultivos ilícitos.

Es entonces cuando surge la inquietud sobre ¿Qué impide su regularización en el país? Dos palabras: desinformación e ignorancia.

El mal viaje de teorías conspiranóicas, que requieren de un nivel de imaginación no alcanzado siquiera con la sativa, ha reflejado la ignorancia de la realidad de un país que debería preocuparse más por los efectos del consumo de sustancias como el alcohol en menores de edad, que de los efectos producidos por un porro.

¿Qué es la regularización? y ¿Para qué sirve?

Si se toma el caso de Uruguay, país que legalizó el uso recreativo de la marihuana desde 2013, varias de las pautas establecidas por el gobierno mismo dictan que: Los consumidores deben ser mayores de 18 años, estar registrados oficialmente en planillas otorgadas por la jefatura, ser ciudadanos uruguayos, adquirirla obligatoriamente en farmacias (o puestos autorizados) y solo comprar como monto máximo 40 gramos al mes.

Entonces ¿Es la marihuana una puerta escalofriante para la adicción de otras sustancias psicoactivas? De acuerdo con un estudio publicado por Vox, esta sustancia: “puede ayudar a reducir o eliminar el uso de drogas más dañinas como opioides y alcohol pues alivia los síntomas de abstinencia”. Esto quiere decir que, pese a que esta no es una sustancia completamente inofensiva, las cifras demuestran que el pánico que ha surgido frente a su consumo no está justificado ya que solo el 10% de los usuarios de cannabis a nivel mundial pueden caer en algo determinado como “consumo problemático”, lo cual, si se plantea en el escenario nacional, equivaldría a una cifra cercana al 2%.

Por otra parte, si se estudian otras sustancias como el alcohol o el cigarrillo, las cuales sí están reguladas en el país, proyectan niveles de adicción cercanos al 15% y 32% respectivamente. Por lo cual el problema no vendría siendo la legalización de la marihuana, sino a quién no le conviene su regulación.

¿Entonces para qué legalizarla?

Para hablar de la regulación de la marihuana hay que comprender a profundidad las implicaciones de su “uso adulto”, la implementación de sus vías de acceso y el desarrollo de políticas públicas que tengan como fin informar sobre las medidas a tomar por quienes desean consumir para su debido gozo. No obstante, se debe tener en cuenta, primordialmente que, legalizando el uso recreativo de esta sustancia, se estaría dando un paso hacia la confrontación eficiente del yugo ligado al narcotráfico y los cultivos ilícitos. 

El proyecto de Ley que pretende regular la MUA (Marihuana de uso adulto) desea abarcar cuatro puntos principales: reglamentar la comercialización, producción y consumo del cannabis; desmantelar los mercados ilegales y protección de las comunidades vulneradas por el narcotráfico (campesinos, indígenas, entre otros); generar un sistema rentable de verificación de ventas, licencias e impuestos de cannabis; por último, estudiar un sistema de salud que cubra las necesidades individuales de cada usuario según sus condiciones en materia de consumo y adicción.

Por último, teniendo en cuenta lo establecido previamente, el anuncio de la segunda votación de este acto legislativo resulta ser un alivio para distintos sectores sociales del país. Juan Fernando Reyes y Juan Carlos Losada, protagonistas de esta contienda, fueron los encargados de reavivar esta discusión en noviembre del año pasado, cuya votación resultó ser desfavorable. Pero, hablar de la regulación de las drogas fuera de un marco prohibicionista podría dar resultados satisfactorios comprendiendo que la legalización aporta más beneficios que perjuicios. Por lo cual, la regulación del cannabis debe ser una realidad, no una utopía.

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