Pipi Piazzolla, el batero que tocó en el Colón y en la cancha de River: “Fue muy fuerte”

El nieto de Astor habla de su nuevo disco, Stick Shot, de los standards y de la emoción de tocar en el Monumental

Por  HUMPHREY INZILLO

febrero 6, 2023

Foto: Gentileza Julio Sevald

A Pipi Piazzolla, 2022 le dio motivos de sobra para alzar la copa. Este año, Zildjian, la marca turca de platillos que lo auspicia desde hace casi una década, celebra 400 años y lo convocó a participar de un libraco conmemorativo, junto a los mejores bateristas del mundo. También publicó su segundo libro, Misceláneas. Ideas para la batería moderna, y lanzó Stick Shot, el nuevo álbum de su trío, que completan el saxofonista Damián Fogiel y el guitarrista Lucio Balduini. El mes que viene, se estrena Empieza el baile, una película protagonizada por Darío Grandinetti, Mercedes Morán y Jorge Marrale, con soundtrack de Escalandrum. Además, en los últimos shows del año pasado, tocó con un atuendo especial. “La verdad es que saldría siempre a tocar con la camiseta de la selección”, celebra. “Estoy muy contento por Messsi y más que nada porque mis hijos hayan podido vivir este momento. Como habrás visto, el fútbol es el único evento masivo argentino en el cual estamos todos unidos, sin diferencias. Creo que quedó una marca después de esto”.

¿Por qué se llama Stick Shot el último disco del trío?

Es un tipo de golpe donde vos apoyás el palillo izquierdo contra el parche y el derecho lo tocás sobre el palillo. Se usa para acentuar. Quedó un poco perdido en el tiempo, y quería nombrarlo para reivindicar la tradición del instrumento. En este disco hay mucha más síntesis, hay varios temas que duran 3 o 4 minutos. Como los discos de bebop. El trío sigue evolucionando. Nos gusta mucho tocar juntos en todos lados. Por suerte salen muchas fechas en el conurbano. En el oeste, el productor Mariano Barchi organiza un montón de festivales.

Grabaron “Brilliant Corners”, un tema que Thelonious Monk lanzó en 1958, ¿por qué?

Para un músico de jazz, los standards son lo máximo. Es donde aprendés a tocar el estilo, es donde uno toca e improvisa. Tenés una conexión directa entre la improvisación y la música. En el caso de Monk, esa música hermosa.

Asististe a muchas y también solés dictarlas, ¿para qué sirven las clínicas de batería?

Para preguntarle a un músico que te gusta cómo logró su sonido, con qué libro estudió o que te muestre ciertas cosas en tiempo real. Lo tenés ahí al tipo y lo llenás de preguntas. La que más recuerdo es la de Billy Cobham en el Paseo La Plaza, hace muchos años. En un momento, un músico no conocía, César Chirife, le muestra a Cobham cómo toca un guagancó. Me impactó tanto que empecé a estudiar ritmos latinos. Fui a una de Steve Smith, donde entregaban un cuadernillo con un montón de data que todavía conservo. Cuando empecé a estudiar, no existía YouTube, entonces cada cosa que aparecía era increíble.

Tenés un nivel muy alto de autoexigencia, ¿hiciste terapia?

Cinco años. Al principio, tres veces por semana. Tenía una angustia muy grande, un poco vinculada con la búsqueda de la perfección en todo sentido. Por suerte, trabajé mucho y se me fue. Finalmente, me dieron el alta.

Foto: Gentileza Julio Sevald

¿Cómo surgió la idea de revisitar la música de María Elena Walsh con Escalandrum y Elena Roger?

Después de hacer la música de Piazzolla, buscamos un nuevo proyecto y María Elena Walsh nos atravesó a todos. En el repertorio para grandes y para chicos había una diversidad estilística, de la chacarera al swing o al pop, que Escalandrum maneja muy bien. Fue increíble.

¿Qué te parece la relectura de la música de tu abuelo Astor que comanda Nico Sorín?

Cuando lo convoqué para los festejos por el centenario, en el CCK, me imaginé todo esto. Que la gente haga pogo y coree las canciones es emocionante. La del octeto electrónico fue la unión de mi abuelo con los rockeros en los 70. Nico es increíble, siempre tiene una vuelta de rosca.

Emocionalmente, ¿qué fue más importante para vos, tocar en el Teatro Colón o en el Monumental un día del partido?

Las dos cosas fueron tremendas. En el Colón toqué varias veces, pero el show en pandemia, en un streaming para 50.000 personas, fue impresionante. Y lo de River también, porque era el aniversario del club y era un partido por la Copa Libertadores contra Millonarios de Bogotá. Tocamos con Lito Vitale, Juan Pablo Rufino y Joaquín Levinton, todos gallinas. Fue muy fuerte.