Recientemente los amantes del buen cine francés tuvimos la fortuna de apreciar una película pequeña, sencilla, breve y de una gran belleza, llamada Petite Maman. En ella, una niña de ocho años logra viajar al pasado para conocer a su mamá cuando tenía su misma edad.
La directora Céline Sciamma (Retrato de una mujer en llamas), utilizó esta premisa de una manera delicada, gentil y femenina, para hablarnos sobre la vida y los misterios de la infancia.
Ahora, en su segunda película luego de Las niñas de la Edad Media, el director Hubert Viel nos entrega otra pequeña gran película protagonizada por una niña. Ella es Louise (Erika Sainte), a quien inicialmente conocemos como una profesora que sufre de insomnio y que se queda dormida en el parque. Louise suele llegar tarde a su trabajo y no logra conectar con sus estudiantes.
En el intermedio de clases, Louise se encuentra con Dimitri (Cyril Texier), un nuevo profesor que fue compañero y casi novio de la profesora cuando esta era tan solo una pequeña niña. Este encuentro fortuito sirve como una especie de portal mágico para adentrarnos al pasado de Louise, cuando tenía diez años de edad.
Louise (una encantadora Alice Henri), apodada Louloute en su infancia, vive en el campo de Normandía a finales de los años ochenta junto a su padre Jean-Jacques (un excelente Bruno Clairefond), su madre Isabelle (la igualmente magnífica Laure Calamy), su hermano mayor Kévin (Rémi Baranger), su hermana menor Nathalie (Hannah Castel Chiche) y un perrito llamado Soldado.
Lo que sigue es una colección de recuerdos en los que vemos a Louloute ver televisión junto a sus hermanos, estudiar sobre los Normandos y los Druidas con ayuda de su madre, intentar preparar un desayuno para sus padres, colaborar con su padre en el cuidado de las vacas, compartir con su abuelo en el auto, bailar con la amiga embarazada de su madre, tener extrañas pesadillas y escuchar las conversaciones de los adultos, quienes a menudo discuten debido a las enormes deudas económicas causadas por la crisis que se vivía (y que todavía se vive) en los campos de Europa.
Esta encantadora combinación entre retrato familiar y denuncia socioeconómica, logra cautivar gracias al maravilloso trabajo de su elenco, a una dirección de arte espléndida y al talento de Viel para confeccionar un tejido de recuerdos que todos sentiremos como propios. En un momento de la cinta, Louise nos dice que lo único que no nos pueden quitar a las personas, son los recuerdos que guardamos en el corazón. Gracias Louloute, por compartirlos con nosotros.