En 2019, George Clinton anunció una gira de despedida que se suponía terminaría en su retiro. Entonces llegó la pandemia y, de alguna manera, cuando todo el mundo resurgió a la civilización dos años después, la leyenda del funk no solo no se había retirado, sino que tenía otra profesión, convertido en un verdadero pintor que expone en galerías. Siempre había admirado a artistas plásticos como Overton Loyd y el difunto Pedro Bell, que contribuyeron a crear el aspecto y la mitología de sus bandas pioneras, Parliament y Funkadelic. Asegura que la pandemia le ha permitido explorar su propio estilo visual. “De repente tuve tiempo para enfocarme en ello seriamente”, dice Clinton, de 81 años. “Fue una bendición. No me iba a aburrir”.
El año pasado, Clinton expuso su trabajo en una exhibición titulada The Rhythm of Vision [El ritmo de la visión] en la Jeffrey Deitch Gallery de Los Ángeles. (Casualmente, el edificio de Santa Monica Boulevard que alberga la galería fue un estudio de grabación donde hizo música décadas atrás).
Sus cuadros presentan ideas novedosas, así como algunas que los fans de toda la vida reconocerán: naves espaciales, extraterrestres y otros temas del universo P-Funk, que parecen una prolongación de la estética que Clinton ha cultivado desde los 60. Pero pintar es algo nuevo para él, y eso significa que es divertido. “Me siento como un niño pequeño”, expresa. “A las siete de la mañana estoy corriendo a la sala de arte para idear algo nuevo”.
Muchos de los cuadros son testimonio de su constante lucha por reivindicar su propia obra. Durante muchos años, Clinton y sus colaboradores han trabajado por recuperar los derechos de gran parte de su catálogo; y cuando le devuelven los derechos de una canción vieja, según Clinton, la escucha mientras pinta. Una de esas obras contiene la frase “There is no partnership in the ownership of the Mothership [No hay alianza en la propiedad de la nave nodriza]”.
Junto con Loyd, quien también trabajó en algunas de las obras de la exposición, ofrecieron a RS una visita virtual por algunas de las obras de Clinton, compartiendo las ideas que hay detrás de las imágenes y las técnicas utilizadas para crear sus formas finales, “funkificadas”, pero dignificadas.
“De repente tuve tiempo para dedicarme en serio al arte”, dice Clinton. “Fue una bendición… Me siento como un niño pequeño. A las siete de la mañana estoy corriendo a la sala de arte para idear algo nuevo”.