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Las luchas por el derecho al aborto necesitan una mirada antirracista

En el 28 de septiembre, día por la despenalización del aborto en América Latina y el Caribe, las mujeres afrodescendientes reclaman una mirada antirracista que atienda la diversidad de experiencias al abortar

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

septiembre 28, 2022

Cortesía Médicos sin Fronteras

El origen del 28S es afro. La fecha nos remite al 28 de septiembre de 1871, cuando se declaró la Ley de libertad de vientres en Brasil, a través de la cual se consideraron libres a todas las hijas e hijos de las mujeres negras esclavizadas. Aunque la fecha ha sido acogida ampliamente como parte de la agenda feminista latinoamericana y del Caribe, fueron las afrobrasileñas que en 1990 propusieron usar ese día como símbolo de las luchas por el derecho al aborto. Hoy el 28S es una marea verde que cubre a toda la región.

En diferentes estudios que presentan las barreras de acceso a abortos seguros en América Latina y el Caribe, las mujeres y niñas afrodescendientes se encuentran entre las poblaciones más afectadas. Dora Maturana, mujer afrocolombiana abogada, activista antirracista, y defensora los derechos humanos de la comunidad afro, es una de las voces que resalta la importancia de reconocer que la garantía del derecho a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), así como a la mayoría de los demás derechos humanos se encuentra mediada por factores como la situación socioeconómica, la pertenencia étnica e incluso la ubicación geográfica de la persona. “No es un secreto que en las mujeres afro como grupo étnico confluyen uno o más de estos elementos, lo que las hace más propensas a enfrentar barreras de acceso”, dice.  

La Asociación Nacional de Mujeres Afrodescendientes Guadalupe Zapata, colectivo al que pertenece Dora, adelanta actualmente, en conjunto con la Mesa por la Vida y la salud de las mujeres, un diagnóstico respecto a la situación del derecho a la IVE en mujeres afrocolombianas. Por ahora los hallazgos se refieren a las barreras encontradas como el desconocimiento del marco legal y la falta de aplicación del enfoque étnico diferenciado por parte de los prestadores del servicio. También hay una escasa o deficiente infraestructura hospitalaria en los territorios de mayor población afrodescendiente, lo que genera traslados o remisiones que constituyen cargas adicionales para las pacientes en términos de tiempo y logística.

Dayana Arévalo, integrante del Bloque Antirracista y de la Campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en Colombia, comenta que han encontrado varias barreras que experimentan las mujeres afrodescendientes a la hora de acceder a un aborto seguro. Entre las principales, menciona el desconocimiento de la normatividad y las rutas para interrumpir su embarazo de manera voluntaria. Además, los pocos centros de salud que atienden estas emergencias en zonas con alta población afrodescendiente, negra, palenquera y raizal, tienen un gran desconocimiento de la aplicación de la normativa. “No es lo mismo que una mujer negra en Bogotá decida interrumpir su embarazo y se pueda acercar a entidades especializadas en este servicio, a que esto lo haga una mujer en un departamento como Chocó y que para acceder a la IVE tenga que viajar a la capital porque en su municipio no la pueden atender”. Las demoras de trasladados y autorizaciones hacen que la mujer o persona que decide interrumpir su embarazo, se sienta desesperada por culminar con este proceso y tenga una mayor estigmatización en su comunidad.

Un estudio preliminar adelantado por la Campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en Colombia, entre mujeres afrodescendientes, mostró que el 81,8%, dice que la información sobre acceso al aborto no es clara y 83% considera que como mujer afro hay un acceso limitado a este derecho. Una de las entrevistadas mencionó que, si para las mujeres es difícil acceder a la IVE, “para las mujeres negras, que en su mayoría están ubicadas en zonas vulnerables a donde no llega la información, o no hay clínicas para acceder al servicio y existe el mandato social de que solo vinimos a parir, es demasiado complicado”.

Las barreras usuales que experimentan mujeres, hombres trans y personas no binarias que desean abortar, se suman a otras de tipo cultural en la población afrodescendiente. Como indica Maturana, “en una sociedad tan religiosa como la nuestra es innegable que persisten fuertes estigmas, o como lo llamamos en nuestro informe de accedo a la IVE, factores psicoespirituales que condicionan el acceso a la IVE en mujeres afrodescendientes”. La abogada ahonda en esas ideas basadas en la religión como la de la “voluntad divina” que no puede ser cuestionada por temor a un duro castigo, la sanción social especialmente en pueblos pequeños donde la mujer que se somete a un aborto pierde el derecho a ser respetada y considerada digna, la presión familiar que ejercen las madres solteras para convencer a las más jóvenes a continuar un embarazo como ellas lo hicieron, son parte de ese entramado cultural que estigmatiza al aborto.

Sin desconocer esta compleja realidad, Sergia Galván, activista afro dominicana y parte de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, insiste en que también hay prejuicios y estereotipos sobre las mujeres afro y el aborto. “En América Latina las mujeres que fueron esclavizadas fueron las primeras que hicieron prácticas deliberadas de aborto porque empezaron a inventar estrategias de aborto cuando eran violadas por los esclavizadores y no querían parir. Esas mujeres buscaron estrategias de cimarronaje y experimentaron todo el sistema herbolario porque para ellas el aborto constituía una herramienta de liberación y resistencia. Hay una historia ahí que nos vincula con el tema de aborto. Pero eso no se discute”.


“Ocupamos espacios que nos han sido negados por mucho tiempo y decimos que la revolución será con las mujeres negras o no será”


Galván recuerda que las prácticas abusivas de anticoncepción forzada o la mortalidad materna ha afectado especialmente a las mujeres negras de Brasil, Colombia, Ecuador y en muchos países del Caribe, incluyendo el suyo. Al ser ellas quienes encabezan esas cifras, son muchas las niñas y mujeres que se enfrentan a prácticas inseguras de aborto cuando no tienen acceso a servicios e información adecuados y experimentan más barreras. Por esto, el esfuerzo de las autoridades, pero también del movimiento feminista debe ser mayor para llegar a estas poblaciones.

En nuestra región el racismo también ha tocado al movimiento feminista, dice Sergia y aunque reconoce avances, sabe que falta mucho. Hay más de 75 millones de mujeres afrodescendientes en la región y la representación de mujeres afrodescendientes e indígenas es poca, siendo quienes cotidianamente enfrentan las barreras y los dilemas del aborto, ya sea por acceso o por cuestiones culturales. “No hay una línea de argumentación que aborde el tema étnico racial para tocar el aborto en espacios feministas. Hablamos de un aborto neutral sin reconocer esa diversidad de mujeres, pero solo buscamos a las afrodescendientes a la hora de marchar o de formular un proyecto para conseguir dinero, pero no las ponemos en el centro del debate. Esa es una debilidad que tienen nuestras estrategias y un desafío de un abordaje interseccional, no solo desde lo discursivo, sino desde lo estratégico e inclusivo. Las luchas no pueden ser desde una única perspectiva etno-racial”.

Frente a los retos que presenta el panorama actual, Dayana habla de las discusiones que han tenido dentro del Bloque feminista antirracista y una de sus apuestas es construir desde diferentes territorios y periferias urbanas sobre el aborto, no solo informando, sino escuchando lo que en estos territorios se conoce para abortar de forma segura, cuidada y acompañada por los saberes ancestrales. Por eso, afirma que este 28S quieren resaltar “que las mujeres negras palenqueras y raizales estamos aquí. Seguimos resistiendo desde nuestra negritud, nuestros saberes, nuestra ancestralidad y descentralizando las luchas desde un enfoque antirracista. Ocupamos espacios que nos han sido negados por mucho tiempo y decimos que la revolución será con las mujeres negras o no será”.

Por ahora, el gran desafío para el movimiento feminista, pero sobre todo para las entidades estatales en América Latina y el Caribe, será aumentar sus esfuerzos por atender un derecho que debe ser garantizado, desde una mirada y una práctica interseccional.

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